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XVII. El Círculo Cenarion

Desde que Awako abandonase Dazar'alor, las vidas de Genja, Serena, Melanie y Aloxi se habían sumido en una calma tensa que había sido contraproducente, pues si bien convivían en la residencia de Melanie, estaban tan enfrascados en sus propios asuntos y hundidos en sus propios pesares que apenas se comunicaban. Melanie había recibido el permiso de la reina Talanji para que el grupo residiese en la ciudad sin preocupaciones, ya que se encargaban de investigar el asunto del Bardo Oscuro que había estallado en Zuldazar después de descubrir aquel mojo alterado en las ruinas de Tal'gurub. Para cualquier trol habría supuesto una ofensa descubrir que alguien manipulaba una sustancia tan relevante en su cultura como lo era el mojo, pero para Talanji se trataba de algo más delicado que una cuestión de apropiación cultural. Tomando las palabras de Awako sobre el Bardo Oscuro como referencia, el hallazgo de mojo contaminado en Tal'gurub implicaba que había líricos en Zuldazar. Ya se había enfrentado en el pasado a herejías, de hecho fue su lucha contra el culto de sangre y las herejías de Nazmir la que elevó a Talanji a un prestigio mayor que el que había tenido su padre, el rey Rastakhan. No obstante y sin pretender justificar la herejía del culto de sangre, Talanji reconocía que G'huun era un loa, por más censurado que estuviese, era algo radicalmente distinto al Bardo Oscuro. El culto a aquella criatura no podía extenderse por el Imperio Zandalari, ella no podía tolerar eso. Para que el asunto no se descontrolase, la reina estaba gestionando aquella crisis bajo su atenta supervisión, encargándose personalmente de encontrar a los líricos que vivían en sus tierras, los lugares en los que se reunían y quiénes eran sus cabecillas. Por su parte, Melanie había recibido otra misión. Ella y su grupo tenían que descubrir qué había detrás del mojo contaminado y contaban con el apoyo del Imperio Zandalari, pero también de toda la Horda gracias a la Jefa de Guerra Sheka.

Genja era incapaz de sacarse de la cabeza a su hermana Razzli'mar. Toda la vida había creído que su pasado estaba repleto de muerte y ella era la única condenada a vivir, pero ahora sabía que no. Su hermana había sobrevivido y estaba bien, lo suficientemente bien como para haberse unido a los líricos para servir al Bardo Oscuro. ¿Con qué propósito habría tomado aquel rumbo? ¿Bajo qué condiciones habría vivido Razzli'mar todos aquellos años? ¿Sabría acaso que tenía una hermana viva? Había una punzada de culpabilidad en todas aquellas cuestiones, alimentada por la idea de que si hubiesen estado juntas, probablemente Razzli'mar no se habría visto obligada a involucrarse en los asuntos del misterioso Bardo Oscuro. La única criatura que había conseguido despejar la mente de Genja aquellos días había sido Serena, pues ni siquiera la sabiduría espiritual de Aloxi había podido ayudarla en aquella ocasión. En cambio, Serena sí lo había conseguido, únicamente con la ayuda de Ma'daka y un par de horas dedicadas a jugar y evadirse de la realidad. Nadie le había reprochado a Genja que se tomase algún tiempo para estar con Serena, pues mientras la niña necesitaba ser una niña y divertirse, la trol necesitaba ser feliz, al menos en breves espacios temporales.

Aquella mañana habían amanecido con un vigor especial, pues saldrían de Zuldazar para dar un paso sin precedentes en su investigación. Bashana Tótem de Runa había respondido a la llamada de Aloxi y había conseguido convencer a su padre de que el Círculo Cenarion debía escuchar las palabras de la Compañía de Melanie e interceder a su favor para ayudar en lo posible. Era una buena noticia, la mejor que habían tenido desde que empezasen a investigar a fondo aquel tema, pues Bashana no era sólo una miembro de la organización, era la hija de Hamuul, uno de los líderes del Círculo Cenarion, el único tauren. Si bien aquella organización de druidas era fundamentalmente élfica, Hamuul había realizado un gran trabajo para difundir el druidismo entre sus congéneres y siguiendo a su mentor, el mismísimo Malfurion Tempestira, había conseguido imponerse como uno de los líderes de aquel grupo druídico que tenía como objetivo proteger el equilibrio entre los pueblos y la naturaleza de Azeroth. Si conseguían el apoyo del Círculo Cenarion, los recursos para la investigación se incrementarían de manera considerable. Habían acordado con Bashana que se reunirían en Cima del Trueno, la capital tauren en Mulgore, utilizando los portales que llevaban a Orgrimmar como atajo. Melanie y Serena no acudirían, pues la humana seguía siendo miembro del Consejo Zanchuli y tenía obligaciones que atender, pero había cedido su autorización para que los otros dos miembros de la Compañía de Melanie pudiesen acudir a Mulgore de manera oficial. La llegada a Orgrimmar fue rápida, pero tuvieron que esperar a que el zepelín hacia Cima del Trueno llegase a la ciudad. Aloxi miraba de reojo a su amiga de tanto en tanto para asegurarse de que estuviese bien y ella fingía no darse cuenta. Adoraba a aquel tauren, la unían a él mil recuerdos y sentimientos, pero a veces se sentía sobreprotegida y su paciencia aquel día no era suficiente para ignorar aquella sensación.

Zhi, estoy bien. Deja de inspeccionarme.

Kee —carcajeó el tauren—, creía que era más sigiloso. He perdido facultades con la edad.

—No se puede perder algo que nunca se tuvo.

Los dos amigos estallaron en risas ante las bromas. Hacía bastante que no hablaban de aquella forma, habían estado tan ocupados y cegados por los problemas y las intrigas que tenían que enfrentar que se habían olvidado de las obligaciones cotidianas. Alimentarse adecuadamente, ir a una taberna a beber cualquier bazofia y mantener conversaciones mediocres, burlarse el uno del otro, decirse que se querían... En algún punto habían olvidado que su vida era mucho más que su dolor y los problemas que amenazaban constantemente su calma, por lo que se sentía bien estar allí sin hacer nada en mitad de Orgrimmar, aguardando un zepelín.

—No te preocupes —dijo el tauren—. Pase lo que pase, yo siempre seré tu familia.

Genja no añadió nada ni le dedicó una mirada a su amigo, mas no fue necesario porque él sabía que ella estaba reprimiendo el llanto y sus emociones. A lo lejos asomó un enorme vehículo rojo que volaba a gran velocidad, atracando en una torre en pleno centro de la capital de la Horda. Genja y Aloxi embarcaron y se dirigieron a la zona sur, observando desde la popa las vistas de la increíble ciudad a medida que el zepelín se alejaba hacia el suroeste, rumbo a Mulgore. El árido paisaje de las afueras de Orgrimmar y de los Baldíos quedó sustituido en cuestión de horas por el verdor de las praderas de la región de Mulgore, resguardadas eternamente por aquella arcana cordillera. Aloxi sintió en su pecho los nervios que sentía siempre que cruzaba aquellas cordilleras para regresar al hogar ancestral de los tauren, donde por más cosas que sucedieran en el mundo, todo parecía ir como siempre había ido. Dado que era nativo de Recodo del Río, en las Islas Abruptas, Mulgore no se sentía como su hogar a pesar de que su raza fuese originaria de aquella región de Kalimdor. Además había pasado la mitad de su vida en Zuldazar, para él su único hogar era el Templo de Akunda, en los desiertos de Vol'dun. No obstante, Cima del Trueno siempre le imponía muchísimo respeto, pues si era un extranjero en todas las partes en las que había vivido, nunca se había sentido tan foráneo como se sentía allí, rodeado de congéneres que lo observaban con rechazo por su indumentaria y su conocida biografía.

El zepelín se detuvo en el Alto de los Espíritus, uno de los tres sectores periféricos de la ciudad, así que tuvieron que cruzar los famosos puentes colgantes para llegar al sector central de la ciudad y dirigirse hacia la sección oriental, donde otro de los puentes colgantes los llevaría al Alto de los Ancestros. Allí era desde donde Hamuul esparcía el conocimiento de los druidas entre los suyos y justo al otro lado del puente era donde Bashana los esperaba, respirando con tranquilidad y portando su cetro emplumado alzado, tal y como dictaba el protocolo. No sonreía y sus trenzas estaban hechas recientemente para asegurarse de mantener un aspecto adecuado, de manera que Aloxi se relajó. Aquellas minucias implicaban que el Círculo Cenarion se tomaba muy en serio aquel encuentro, la oportunidad que se les abría era descomunal. Los guió hacia el interior de una gran tienda en la que se encontraron a Hamuul, presidiendo el encuentro con orgullo, y Rabine Saturna, un kal'dorei sentado en el suelo con elegancia y seriedad. Genja desconocía quién era, pero Aloxi le susurró que era el mayordomo del Guardián Remulos, uno de los hijos más célebres de Cenarius, el semidiós que lideraba a los druidas. La presencia de Rabine era todo un honor, ponía de manifiesto que los propios guardianes de los bosques estaban interesados en escuchar lo que Aloxi y Genja tenían que decir. Tras felicitar a Bashana por su gran iniciativa y sentido del deber al haber propiciado aquella reunión, Aloxi recibió el turno de palabra y explicó lo que había sucedido los Claros de Tirisfal y la sustancia que habían encontrado en Tal'gurub. Ante el desconcierto de Hamuul, Genja metió una mano en el interior de su saco de viaje y sacó un frasco bien cerrado con mojo contaminado. Rabine se levantó del suelo de un brinco y Hamuul gruñó, no quisieron seguir viéndolo mucho más. Bashana no hizo nada, pero su respiración se aceleró.

—Esa cosa atenta contra la Madre Tierra, no debería existir.

—Estamos de acuerdo contigo, Hamuul —habló Aloxi—. Por ello estamos aquí, sabemos que el Círculo Cenarion querría colaborar en el estudio de esta sustancia para proceder a su erradicación.

—Por supuesto —habló Rabine—, tened por seguro que el Guardián Remulos y el mismísimo Cenarius quedarán enterados de lo que está sucediendo. Ande'thoras-ethil.

El elfo abandonó la estancia tras haberse despedido, dispuesto a encontrarse con Remulos y trasladar lo que se había hablado en Cima del Trueno. Los tauren y Genja se quedaron a solas entonces y Bashana no pudo evitar acercarse a la trol, mirando algo que colgaba de su cuello, algo que Aloxi había percibido pero había decidido ignorar todo aquel tiempo. Lo señaló con su mano y Genja se tocó el nuevo colgante que se había hecho con un trozo de piedra de Tal'gurub. Aloxi había percibido lo que ahora percibía Bashana, pero sabiendo que Genja se había hecho aquel colgante para llevarse con ella un pedazo de su antiguo hogar había optado por callar. Bashana no tenía tal relación con ella, no iba a pasarlo por alto, aunque la trol no comprendía lo que era tan peligroso de aquella piedra.

—Sólo es un guijarro, un trozo de piedra de una ruina en Tal'gurub.

—Por la Madre Tierra, sácate eso del cuello. Está contaminado, puedo percibirlo.

—Yo no he notado nada en este tiempo, estoy perfectamente.

Bashana rugió y se abalanzó sobre Genja, tirándola al suelo. La trol no se esperaba aquel movimiento y no se defendió, pero al incorporarse se dio cuenta de que su nuevo colgante ya no estaba en su cuello. Clavó su mirada en las manos de la tauren, que la miraba con desaprobación, y vio cómo arrojaba el colgante a la hoguera que ardía en el centro de la tienda. En el preciso momento en que la piedra entró en contacto con el fuego, el color de las llamas mutó a un verde azulado intenso y el hedor a azufre invadió la estancia con tal agresividad que tuvieron que abandonarla. Fuera, arrodillada sobre la hierba, Genja se preguntaba qué acababa de ocurrir.

—La roca estaba contaminada por esa sustancia que habéis traído —explicó Bashana.

—Es pura maldad —murmuró Hamuul sin apartar la mirada de la tienda—, es tan nociva que ni los elementos más primarios pueden resistir su presencia. Corrompe la piedra, corrompe el fuego... ¿Ante qué se enfrenta ahora la Madre Tierra?

Genja comprendió que el mojo contaminado era peor de lo que ella creía. Su toxicidad se percibía desde lejos a través del aire, lo habían percibido Bashana, Hamuul y Rabine en cuestión de unos segundos. ¿Por qué ella había sido incapaz de percibirlo hasta el momento en que la piedra había entrado en contacto con el fuego si la había llevado durante todo el viaje colgada en su cuello? Pidió disculpas por haberla traído, pero los tauren no prestaron atención a sus palabras. Un escándalo los reclamaba en el Alto Central en el que se distinguían claramente las atronadoras voces de los tauren, pero también la élfica voz de Rabine Saturna y la sagrada de Remulos. Genja siguió a Hamuul, Bashana y Aloxi hasta allí mientras el sol comenzaba a ocultarse tras las montañas y el atardecer dominaba las panorámicas de la ciudad. Remulos y Rabine traían noticias urgentes del sur, de más allá de las montañas. Algo demoníaco estaba teniendo lugar en las Mil Agujas mientras conversaban y se requería la ayuda de quienes pudiesen ofrecerse voluntarios, pero también la autorización para que los supervivientes pudiesen refugiarse en Mulgore. Ante la ausencia de Baine, Hamuul era para muchos la principal autoridad de la ciudad tauren. El tono de alerta en la voz de Remulos lo preocupaba sobremanera.

—El agua se ha convertido en un veneno letal —habló Remulos.

—Es esa cosa que han mencionado —aclaró Rabine mucho más alterado que su señor—, está devorando la tierra y todo lo que encuentra. No hay criatura que se salve en las Mil Agujas.

Genja y Aloxi cruzaron una mirada cómplice antes de ofrecerse voluntarios para ir a ayudar a las Mil Agujas. A pesar de ser una bruja, la trol había captado a la perfección la preocupación en el tono de la voz del guardián de los bosques y sentía temor ante lo que la aguardaba más allá de las montañas.

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