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Cap39: La Sangre De la Victoria

Avanzo sintiendo el peso de la mirada de todos en mi espalda, como juzgan mis acciones y motivos. Una reina capaz de acabar con un fuerte tachado de inviolable. Una reina que despliega las habilidades sobrenaturales de esos seres que tanto cazan.

Llego a mi tienda, el silencio reina en el campamento y los soldados que me observan avanzar hasta ella no se atreven a hablarme. Veo en sus rostros el miedo a mi persona.

Solo cuando estoy en soledad puedo abrir el mapa, estiro mi dedo sobre la posición deseada para percatarme de la sangre cae como una gota que termina pasándole al papel el color.

"Miles, fueron miles"

Pienso mientras respiro profundamente, solo fueron humanos, nacerán más. Eran soldados, defienden y atacan dispuestos a morir y a matar.

Termino de juntar mi dedo con el lugar específico del mundo al que deseo transportarme para llegar hasta el castillo. Avanzo a la puerta donde los guardias me detienen con sus lanzas a mi cuello.

—¡Alto ahí, no puede pasar! —Ordena uno de los dos.

Levanto mi cabeza para que vean mi rostro, uno idéntico a la reina de su país junto a los cabellos blancos. Lo único que no va a juego con ello es el vestido ligero lleno de sangre.

Ante la poca cooperación termino por volverlos dos monstruos, controlo su sangre para que se aparten y luego les hago crecer como dos metros más para que avancen.

—Digan a todos en el castillo que la reina está de vuelta y el fuerte de Hellvortez fue tomado —contesto tajante para verlos ir a cumplir mi orden.

Levanto mi rostro al cielo, uno que ahora es oscuro en su mayoría solo con la presencia de las estrellas. La luna se alza completamente llena y no puedo no sentir cierta distancia de todo.

Dejo de mirarlo, esa sensación no es algo que deba tener en mi cuerpo ahora mismo. Tomo la resolución en mí misma para adentrarme en el castillo sintiendo la preocupación de todos los que me ven, muchos parecen hacerme herida.

Una de las sirvientas recibe la orden de prepararme un baño caliente, el cual acepto tomar para quitar las manchas que se secan en mi piel. Ella restriega ni cuerpo y lava mi cabello, parece sorprendida del nuevo largo en tan poco tiempo.

Me volteo hacia ella para posar mi mano en su mejilla, la joven se ve sorprendida ante esto y abre sus ojos azules con nerviosismo. Deslizo mi mirada por su cabello castaño para sonreír dejando ver mis colmillos. Ante su grito, logro clavarlos en su cuello para sentir como la fuerza vuelve a mi cuerpo luego de tan largo día. Cierro los ojos sin importarme el vaciar su cuerpo, lo necesito, necesito todo esto para mí.

Me separo en el último minuto y el cuerpo de ella cae al suelo, sumamente debilitado. Yo, en cambio, salgo de la tina para dejar que la sangre fluya de mi mano tras un corte con mi uña. La llevo como un hilo a los labios de ella forzándola a beberla.

Su organismo se ve pálido y sin los tonos rosas, pero ahora serás mi compañera en esta nueva vida. Una vida donde voy a necesitar todo el apoyo que pueda obtener.

—Bienvenida al mundo real, uno donde la noche se alzará en Axtrinia —le susurro a la joven.

La chica se levanta con la mirada perdida, ahora solo seguirá mis órdenes sin cuestionarse nada, absolutamente nada.

Me coloco mis atuendos de dormir para descansar, pero realmente no necesito hacerlo, por lo que dedico las horas a salir al balcón a pensar. Cada recuerdo de los últimos años, cada sentimiento roto y ahora la ausencia total de mi hermano.

Un golpe de dolor se siente en mi cuerpo, lo siento en mi alma. Las lágrimas corren solas por mi rostro, llenando mi cuerpo de una desesperación que trato de ahogar.

—Lewis... Mi Lewis... Tengo que decirte adiós, yo debo aprender a aceptar esta despedida —digo al viento cubriendo mi rostro con las manos para secarlo.

El bebé, debo encontrar a Levic. Gen debe traerlo pronto, debo protegerlo de padre. Todo irá bien, cuidaré al pequeño nuevo Roosevelt.

Siento la puerta de mi habitación abrirse a mi espalda, por ella llega la persona que he estado esperando. Mi padre se coloca al lado mío en el balcón, espero su regaño para eliminarle, busco su ataque, pero solo me abraza.

—¿Estás bien? —Me dice él, es la primera vez que algo así nace de su persona hacia mí.

—Creo que sí. ¿No estás molesto? Asesiné a tu nieta —le respondo con calma y dispuesta a que me ataque.

De nuevo no lo hace.

—La tienes dentro de ti, algún día nacerá —responde él y con su mano acaricia mis cabellos.

El abrazo se hace fuerte y sofocante, cada segundo que pasa es más extraño.

—Mañana haré algo que odiaras —le respondo buscando su reacción.

—Se acabó la guerra para ti, Victoria —me contesta Lewelyn.

No me refiero a la guerra, tampoco a masacres, me refiero a lo último que debo hacer para cerrar esta era.

—No lo ha hecho, padre —respondo para separarme de él y ver sus ojos.

Su mirada es gélida como siempre lo ha sido, pero lo siento, percibo el sufrimiento en el fondo de su alma. Algo en mí lo sabe y le entiende.

—Eres la última mujer de los Roosevelt, debes mantenerte a salvo, debo alejarte de todo —comenta él tomando mi muñeca.

—¡Ya todo eso da igual! ¡Madre no está, Lewis acaba de morir, solo quedamos tres! ¿Dónde demonios está Gen que debía traer a mi sobrino? —Grito llena de rabia.

—Debería llegar pronto, Victoria, ahora mismo lo principal es protegerte. Crea un cuerpo igual al tuyo que lo sustituya, has eso —me comenta él manteniendo ahora la distancia.

—No voy a huir, no van a asesinarme. Padre, ¿usted puede seguir siendo la Ley? Es la principal fuerza militar de Axtrinia —le respondo tomando su mano.

Es un enemigo, pero a la vez no, no puedo lanzarme al precipicio sola. Sin embargo, sé que cuando caiga ahora mismo, Lewelyn haría cualquier cosa por salvarme.

—¿A qué se refiere? —Dice él manteniendo una pasividad extraña.

—Voy a declarar Axtrinia la tierra de las criaturas sobrenaturales, convertiré a cada humano y el que haga resistencia será eliminado. La iglesia no me importa, todo lo sagrado que pise mi dominio va a ser asesinado —le expongo.

Veo la rabia en la mirada de Lewelyn, es todo lo que él siempre ha querido ocultar y por lo que ha trabajado. Yo, en cambio, me cansé de vivir en las sombras, de que seamos pisoteados por personas que al final del día solo nos asesinarían si su maldito Dios les da la fuerza.

—Es una locura, Victoria —me responde él—: no puedo dejarte cometer tal error.

—¿Vas a encerrarme? ¿Asesinarme? Dime, como vas a detenerme. Padre, solo hay un Roosevelt completo en alma y esa soy yo. Con el hijo de Lewis nacido, usted acaba de perder la mitad de su poder destructivo —le respondo mirando su rostro con una sonrisa llena de formalidades.

Él, sin darme lugar a responder, comienza a encerrar mi cuerpo en una masa de hielo, iniciando por los pies subiendo a gran velocidad.

—No puedo dejarte que hagas algo como eso, vas a destruir años de esfuerzo de nuestra familia, Victoria Roosevelt —responde tomando mi cuello dejando ver el rojo en sus ojos.

Mi sonrisa se hace más amplia cuando la mano de él que me sostiene revienta llenado el balcón de sangre y también nuestras ropas.

Comienzo a reír a carcajadas, creo que entiendo ahora aquella vez que Lewis casi me asesina, cuando me enamore de él. ¡Es liberador! ¡Ya no me siento impotente ante Lewelyn!

—Padre, parece que usted no lo ha comprendido, o se arrodilla ante mí y me sirve o morirá. No me interesa el legado Roosevelt, en cualquier caso, ya mi sobrino nació —ordeno con toda la frialdad que antes le caracterizaba a él.

Mientras el hielo llega hasta mi cuello en su recorrido por mi cuerpo.

—No me dejas otra opción más que sellarte en esto —responde él.

—Hay dos errores ahí. El primero es que este es de por sí un cuerpo falso ya, aunque lo destruyas no voy a ser capaz de morir y la segunda es que puedo romper tu hielo demasiado fácil —le respondo.

Hago la fuerza suficiente para ver como el frío material comienza a cuartearse hasta caer hecho pedazos.

—Vas a lamentar estas acciones, Victoria —me dice él.

—Quién sabe, pero ahora mismo, si no desea morir, arrodíllese, padre —comento antes de hacer estallar su otro brazo y seguir riendo—: usted se equivocó si pensó que siempre iba a ser su marioneta, no soy Lyra, no tengo por qué aceptar sus cadenas.

Él me observa en silencio, la rabia en sus labios, la duda en sus hombros. Cada pedazo de su cuerpo se nota en desacuerdo con mis palabras. Pero lo conozco, no es alguien que muera por no acatar algo simple como esto. Por otro lado, lleva demasiados años siendo la cabeza de todo.

Lewelyn termina por regenerar sus brazos y postrando la rodilla ante mí a regañadientes. Nunca baja su cabeza, la mantiene en alto mientras me mira a los ojos.

—No sabes el desastre que traerás a Axtrinia —dice para sellar nuestra nueva dinámica.

Coloco en mi cuerpo con ayuda de mis sirvientas una armadura dorada en cuanto al metal y roja donde debe estar la tela. La acompaño de una capa y dejo mi cabello suelto para colocar en este la corona de la reina.

Marcus viene a mi habitación portando el cuerpo de Frederick. Puedo ver el nervio en su mirar, también el miedo, pero nada de eso importa. Me coloco delante de él para ajustar la corona en su cabello, la que porta el rey.

—Podrás vivir siempre y cuando no pase por vuestra cabeza la idea de traicionarme, mi rey —le comento.

Observo su garganta tragar en seco ante el terror que le causo. Pude hacerte más daño y no lo he hecho, así que deberías estar agradecido, estoy dándote la posibilidad de reinar nueve meses a mi lado.

—No le traicionaré, su alteza —me responde él.

—Solo será un año hasta que el pueblo pueda ver que me das un heredero —le indico—: no voy a acostarme contigo, lo crearé con Rudolf y mi magia.

Sería con él si aún quiere estar a mi lado, puede que le haya asustado con lo que hice. Realmente lo entendería, no está en su naturaleza secundarme una masacre.

De ser así me quedaría sola...

Noto como mi mirada se queda perdida en el pecho de Frederick hasta que vuelvo en mí, avanzando hacia la salida.

—Vamos, debemos ver a nuestro pueblo, debemos hablarles —respondo.

Mi esposo y yo vamos uno al lado del otro. Todos nos miran llenos de incertidumbres, su reina supuestamente estaba en la guerra y las noticias de la toma de Hellvortez todavía no llegan a la capital de Axtrinia.

Mi padre toma mi mano en el camino al pasar por su lado. No puede atacarme, pero mi real preocupación es por qué no ha llegado Gen con el bebé.

—Victoria, la situación se va a escapar de vuestro control —me dice él.

—¿Dónde está el bebé? —Le cuestiono.

—Gen aún no llega —responde él, por algún motivo su semblante es más tranquilo que antes.

Cierro mis ojos para dejar escapar un largo suspiro, uno de paz con incertidumbre. Lewis, ¿hiciste lo último que podías posiblemente para alejar a tu hijo de nosotros? No dudo de que hayas sido capaz.

—Volvió a jugárnosla. Al menos lo que más quiere será libre —le digo a Lewelyn—: Padre, también perdimos al heredero de los Roosevelt.

Es sorprendente, pero Lewelyn se mantiene ahora imperturbable. Su mano me suelta para dejarme avanzar, posiblemente su primera opción es buscar a ese niño, ya que es una parte de él.

—Si lo harás, debes saber que tendrás a la iglesia, los nobles de Axtrinia y el mundo en tu contra, Victoria —me dice mi padre—: ¿Lo sabrás soportar?

—Lo haré —respondo con toda la confianza que queda en mi cuerpo.

—Usa el nombre Roosevelt —dice él para apartarse a un lado sin dejar la seriedad de su semblante—: no dejaré que caiga nuestra familia, es el motivo de mi existencia y eres una Roosevelt, Victoria.

—Contaré entonces con usted —respondo.

Sus palabras terminan de darme el escalón que me faltaba. Lewelyn nunca dejará de ser un aliado peligroso, pero en mi bando sería una importante pieza en el tablero de ajedrez, al final de cuentas, es el rey blanco con el poder de una dama.

Salgo al balcón del castillo para ver a los ciudadanos reunidos en el frente. Los gritos de alegría ante mi presencia y la de Frederick son enormes, nunca he dejado de lado el hecho de que nos aman, he sido una reina amable y dulce. Pero mi pueblo no son solo los humanos, también es lo sobrenatural, porque yo soy un noble vampiro.

A lo lejos veo el fuego arder, parece que la caza sigue en los diferentes lugares de mi reino.

Frederick se queda detrás observándome mientras avanzo para apoyar mis manos en el balcón. Saliendo a la luz del Sol, esa que hace que mi piel arda y se irrite como una debilidad clara.

—Pueblo de Axtrinia, se acabó —les digo y los cuchicheos con cuestiones empiezan—: Yo soy Victoria Roosevelt, actual reina de Axtrinia y un vampiro noble.

Justo al terminar mis palabras, todos comienzan a negarlo o tomar posiciones hostiles.

—Axtrinia es mi tierra y donde reina lo sobrenatural en la noche. Estoy cansada de que se deban esconder y vivir como lo que no son, por eso hoy, declaro la obligatoria convivencia —respondo tajante.

Las personas comienzan a gritar y molestarse por las criaturas sobrenaturales.

"¡Son bestias sin raciocinio!"

"¡Dan asco, todas deberían morir!"

"¡La reina está poseída por uno!"

Los gritos de quejas se detienen pasando a ser de terror cuando varios de los ciudadanos se transforman en bestias deformes.

—Declaro abierta la oferta, quien quiera vivir en mis tierras deberá aceptar a las criaturas y volverse una. Les dejo elegir si hacerlo o marcharse —respondo dejando ver el rojo de mis ojos, dejo de ocultarlo tras los colores oscuros.

Varios de los presentes en las masas comienzan a gritar de alegría, dejando de ocultar su forma primigenia. Otros se asustan, como era de esperar, los que atacan son automáticamente transformados por mí en seres deformes sin habilidades especiales.

—A partir de hoy el reino de Axtrinia posee la suficiente riqueza y poder militar para declararse un imperio. Concluiremos la conquista de Varlice en Rotia para marcar los nuevos límites territoriales —les comento y fuerzo el control para que todos hagan silencio.

La lluvia se hace presente junto al Sol. Las banderas de Axtrinia se alzan, pero ahora portan el emblema de los Roosevelt.

—El Reino de Axtrinia ahora será conocido como el Imperio Roosevelt —sentencio junto al revuelo.

El miedo en los humanos es notable y la emoción en las criaturas aún más. Tienen total libertad de hacer y no ocultarse. Ahora tienen un imperio donde existir. Invito a los humanos a vivir aquí tras cumplir las condiciones, cualquier ser que pise las que ahora son mis tierras deben acatar mi ley, la ley de los Roosevelt.

De esta forma termina por nacer en nuestro mundo, el primer país que declara a las criaturas sobrenaturales como sus principales habitantes. ¿La segunda medida? La invasión a las tierras de Rotia no la harán humanos, pero es necesario, ya que la comida será lo que raptemos del mundo.

Chicos, se acabó el tomo, pero creo que no olvidaron que la protagonista del libro de Gabriel era Victoria, o quizás si? El título del capítulo es el del "libro original".

Los veo en el epílogo, voten si les gustó. Las noticias y demás se las estaré dando por allá. Los quiero, más si han llegado a este punto.

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