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Cap38.2: Lysander Roosevelt

Aparezco en la sala del cine, otra vez atada mágicamente al asiento, pero esta vez no quiero volver a mi mundo, quiero quedarme en este junto a mi familia. La pantalla está en negro y el demonio me observa con un aura más densa y pesada que antes.

—Moriste, parece que fallaste, Daniela —me responde el demonio con una sonrisa enorme.

—Pero mi bebé sobrevivió —le alego mirando la pantalla completamente en negro que empieza a verse con interferencia.

—La obra aún no termina, lo sabes. Por ello debo decirte que tu cuerpo real también morirá —me dice el demonio del cine.

—Yo estoy feliz así, si ellos están bien. Quizás no había un final donde yo viviese —le respondo.

Su apariencia de humano cambia, sus extremidades se tornan grotescas y su rostro se deforma con colmillos enormes. Avanza hacia mí haciendo que cada célula de mi cuerpo se hiele. Cierro los ojos, para sentir su aliento.

—Tu alma ahora es mía —responde dejando una estruendosa risa en la sala—: debe saber deliciosa de lo corrompida que está.

No quiero ver esto, pero resisto a ms instintos y le encaro, quiero afrontarlo, quiero ver a la muerte a los ojos. Sus manos atraviesan mi pecho como si de agua se tratase, no hay sangre, es como si yo fuese un holograma.

—¿¡Qué demonios!? ¡¡Maldito William Walker!! —Grita el demonio tratando de tocarme, pero no puede.

—¡Late! —se escuchan las palabras de Helios con fuerza en el fondo—: Walker, apúrate. ¡SIGUE LATIENDO UN POCO MÁS, POR FAVOR, RESPIRA!

¿Está obligando a mi corazón a funcionar? Trata de evitar mi muerte... Dudo que funcione durante un largo tiempo, pero parece que fue suficiente para el brujo porque cada vez veo más desesperado al demonio en frente mío.

—¡¡Maldita, malditos!! —Es lo último que escucho decir al ser oscuro antes de volver a mi realidad.

Ellos... Me salvaron...

Cuando abro los ojos estoy en uno de los cuerpos de barro de Walker acostada en el suelo. Mi cuerpo de mujer se encuentra desnudo, solo portando mi larga cabellera blanca.

Helios está sosteniendo mi viejo cuerpo carente de vida en la cama mientras da las órdenes. El bebé está en sus brazos, entre nosotros.

—¿Helios? —Le llamo y Walker retrocede al verme despierto en el suelo.

Helios carga a nuestro hijo y sus ojos se encuentran rojos de llorar, me mira retomando la calma. Él avanza un paso, yo me reincorporo y como si de un imán se tratase corro hacia ellos para abrazarlos. Nada más me importa, solo le beso como si eso fuese todo, todo lo que importa.

Bajo la mirada al pequeño en sus manos para ver por primera vez su rostro. Como si supiese que soy su madre para de llorar y estira sus manitos con los ojos cerrados.

—Lysander —le digo besando su frente.

Ese es el nombre que escogí para él.

—Voy a dejarles solos un momento, los espero para la boda en el jardín cuando estén listos. Fue un placer poder haber estado a su lado, mi querida Lewis Roosevelt —dice el conde en un susurro lo último dejándonos a solas en el cuarto.

—Estás aquí, al menos un poco más —dice Helios besando mis labios con desesperación.

Pasa a mis brazos al bebé para cubrirnos con los suyos. Le observo, puedo verlos, su cabello negro, sus ojos dañados de llorar, cada detalle. Bajo la vista a mi hijo, las raíces negras afloran en su cabello, va a ser idéntico a él en ese sentido.

No quiero hablar, solo quiero estar así, junto a ellos. Los balbuceos del bebé hacen que una sonrisa se escape de mis labios, una que puedo decir, es de felicidad.

—No quiero soltarlos, es mío, son míos —digo.

—Debes ponerte un vestido para la ceremonia, no quiero perder tiempo, quiero que seamos uno —responde él rozando su nariz con la mía.

Asiento con suavidad para volver a dejar un beso en sus labios, uno suave y cálido con mi frágil cuerpo de barro.

—Alimenta a Lysander en lo que bajo a donde ustedes —le contesto, pero la verdad no quiero soltarlos.

—Te espero... Lewis, menos mal —me dice volviendo a abrazarme, no quiere soltarme.

—Todo estará bien, no te preocupes —le respondo con una desconocida alegría.

—Iré a alimentar a nuestro pequeño, nuestro Lysander —me dice él con una amplia sonrisa.

Sale de la habitación con el bebé y yo me dirijo a mi armario para buscar algo que funcione, pero solo me topo con ropas de hombre, nada que me sirva para este momento.

—Da igual que me ponga, ¿no? —Susurro para quedarme pensando en esta situación y el hecho de que pronto tendré que irme...

No, no voy a pensarlo en este momento.

Ojalá pudiese usar algún vestido para la ocasión, uno con adornos y elegante, quiero que Helios me recuerde así.

Mi cuerpo se empieza a cubrir por unas telas extrañas, parece ser la ropa que estaba pensando. Avanzo hacia el espejo a verme y me quedo helada. Deseo que se vaya y lo hace, luego lo visualizo y vuelve.

Ilusiones...

Con el cuerpo de barro soy capaz de usar mi poder al tener el alma corrompida...

—Es tarde para esto... —Respondo con un tono irónico.

Parece que mi poder es el mentalismo... Nada mejor para alguien como yo.

Me empiezo a reír y cubro mi cuerpo con el vestido que considero el indicado. Uno con una tiara de flores negras pequeñas y un bordado negro en el escote del vestido. Un velo negro cubre mi cabello blanco hasta el suelo. Decido dejar algo de maquillaje también, pero realmente solo es uno ligero.

Antes de salir de la habitación me acerco a mi cadáver para verle bien y apreciar cada detalle de su figura. Mi rostro está demacrado y las ojeras se remarcan en fuertes colores oscuros, mis labios están entreabiertos como si el último suspiro posible ya hubiese sido dado. El cuerpo, mis manos y las heridas resaltan principalmente lo delgado que se volvió en los últimos días.

¿Lewis Roosevelt? No pude sobrevivir realmente a la obra y todos pensarán que fallecí. Me preguntaría donde está tu alma, pero sé que era solamente parte de Lewelyn por lo que nunca llegaste a existir por separado.

Levo mi mano a su mejilla para sentir los pequeños rastros de calor que le quedan, dejo que el silencio me despida de él para poder seguir mi camino, uno que ya me lleva a la salida de este mundo.

—Gracias, Lewis —susurro.

Salgo de la habitación hacia el jardín, buscando el lugar donde consolidaré nuestra unión. Donde queda lo último que necesito hacer.

Helios me espera con Lysander en brazos envuelto en telas, lo mantiene pegado a su pecho y como si fuese, bueno, es su mayor tesoro. El rostro de mi futuro esposo se ve bastante impresionado.

El conde también se me queda observando caminar hasta ellos. ¿Tengo algo en la cara?

—Estás radiante, mi querida Lewis —dice el conde sin tapujos.

El pelirrojo siempre ha sido bastante directo, si lo cree de esa manera no pienso que mienta. Pensar que de él haber muerto no tuviese esta posibilidad. Quizás nuestra alianza es lo que nos dio otra oportunidad con la vida.

—No se equivoca, es usted hermosa, mi señora —me dice Helios sin dejar de verme.

Perdí la posibilidad de ser un Roosevelt completo por usar mi deseo en él, ahora ocupa mi lugar y espero que pueda cuidar a nuestro pequeño. Por suerte, con su magia logró ganar los segundos que necesitaba el conde.

—Solo hice algo rápido —digo para detenerme junto a él.

Ambos nos volteamos hacia Walker, bajo nosotros hay un círculo de sangre dibujado y con flores adornando los bordes, específicamente narcisos.

—Primero que todo, debo advertirles que una unión de alma hará que puedan ver el pasado del otro y leer sus mentes. Una vez hecho, solo un brujo de mi aquelarre puede deshacerlo —nos dice William Walker.

—Lo sabemos —respondemos al unísono.

Mientras el sol termina de caer tras nosotros, el cabello negro de Lysander se vuelve blanco y sus ojos se abren en rojo. Un escarlata que me recuerda a mi familia. Me preocupan las sorpresas que lo envuelvan, pero voy a confiar en Helios para su cuidado.

—Yo, William Walker, cabeza del aquelarre de los brujos de Narciso, declaro que mi sangre sellará la unión entre estas dos almas que desean ser una sola por la eternidad hasta que sus deseos las separen. No importa la muerte o la distancia, siempre estarán conectadas —comenta él para dejar caer su sangre en el suelo haciendo que el círculo brille en rojo.

Por un momento dejo de estar aquí, me traslado a una ciudad desconocida para ver el mundo de Helios, ese de cuando era un niño. Jugando con otros y viendo a un pintor callejero. También la guerra de la que huyó de pequeño hacia Axtrinia. Los abusos de mi madre, todo, absolutamente todo. Incluso puedo ver desde sus ojos cuando él hablaba conmigo e intentaba enamorarme. Lo peor es que los sentimientos posteriores también los siento...

Cuando abro mis ojos él me mira con una gran confusión, parece descolocado por lo que le dejé ver. Un mundo diferente, una sociedad que nada tiene que ver con la realidad en que vivimos, también el hecho de que no soy Lewis Roosevelt. Le dejé saber toda la verdad que ocultaba mi extranjera alma, también las condiciones de mis cadenas a este mundo.

—Daniela... —susurra Helios.

Cierro mis ojos para besar sus labios y completar nuestra unión, dejando que él, mediante nuestro nuevo enlace, pueda leer mis pensamientos.

"Te lo explicaré luego, llegará un punto en el que tenga que abandonar este mundo para volver al mío. Posiblemente, solo falten horas para eso, pero te prometo que volveré junto a ti y nuestro hijo. Yo jamás rompo una promesa y lo sabes, mi amado Helios."

Cada día más cerca del final, espero que lo hayan disfrutado. Les leo en cometarios.

XD Lewis es más dificil de matar que las cucarachas.

Voten si les gustó, espero verlos en el final. Solo queda el próximo capítulo y el epílogo.

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