Cap37.2: La Reina Sangrienta
Mis planes, mis ideas, los cambios que hice debo mandarlos todos al demonio por ti. Su imagen tan demacrada en el espejo se lleva toda mi atención y hace que mi corazón duela...
Lewis...
Si padre hizo esto por mi petición de terminar de acabar con madre, no puedo dejar de hacer algo.
Llevo la mano a mi pecho para levantarme del suelo, mi idea era esperar a la noche, incendiar a los gatos para dejarlos entrar por los recovecos, ellos siempre logran volver a casa. Al menos ese era el plan que me dejó padre y el cual dejaría el mínimo de bajas en mis tropas.
Respiro profundo para salir donde los demás, justo hasta Anderson. Él aún se encuentra en la mesa junto al resto planeando los movimientos. Puedo escucharlos antes de entrar como cuestionan mis órdenes.
—Seguiremos mi plan, le guste o no —respondo tajante entrando a la tienda.
—Sí, alteza, simplemente discutíamos los asuntos que se escapan a los ojos inexpertos —responde Anderson con una educación venenosa.
Comienzo a quitar las prendas de mi armadura para liberar el peso de mi cuerpo. Dejo solamente la espada en mi cintura y el revolver.
—Cuando llegue la noche, encienda en llamas el pelaje de los gatos y libérales —le respondo logrando que en su mirada solo se vea incredulidad.
—Su alteza, no entendemos lo que desea hacer, no queremos pensar que la presión pueda nublar su juicio, eso es impensable —comenta Anderson apoyando sus manos en la mesa.
—Solo, acate mi orden, sin las llamas los soldados del bosque no tomarán la ciudad, ya que no se rendirán, dije que un ejército de Axtrinia no entraría a luchar y mantendré mi palabra —le contesto firmemente.
Los últimos pedazos de metal caen al suelo y desenvaino mi espada. Todos me miran como si estuviese loca. Acomodo mi coleta en la espalda, por la altura el cabello a penas roza el suelo.
—¿Qué hará? —Me cuestiona Anderson.
Yo avanzo hacia la salida portando un vestido blanco ligero, sin zapatos y con la espada en mi mano derecha y el arma de fuego en la izquierda. Cualquier peso es innecesario, cualquier cadena se acabó. No voy a perder ni un segundo.
—Ser yo —le respondo para salir de la tienda.
Las risas se expanden, todos dentro ríen, pero pronto va a llover sangre. ¿Cuántas muertes necesitas? Te las entregaré, te las daré y nadie va a tocar el deseo de Lewis ni a mi pequeño Levic.
Si así debe ser, ser.
Si padre te hizo eso, ¿cuánto te queda de vida? ¿Un mes? ¿Una semana?
Llevo mi espada en la mano mientras avanzo descalza hasta la fortaleza, camino hacia la entrada con calma mientras los vigilantes apuntan sus rifles hacia mí.
—¡Primera advertencia, retírese! —Exige uno de ellos.
Yo sigo avanzando, contengo mi respiración para quedar a solo diez metros de la entrada.
—¡Segunda advertencia! —Responde el guardia para lanzar un disparo al cielo mientras las demás armas desde los agujeros del muro me apuntan.
Esta cae al lado mío sin llamar mi atención ni hacer cambios en mí. Mis soldados, al menos los jefes que saben de mi partida, me toman como una loca que solo desea morir, ni siquiera se atrevieron a detenerme.
La tercera advertencia sucede y una ráfaga de balas es lanzada hacia mi pecho, uno de los perdigones lo que atrapo con mi mano libre para lanzarla al guardia de vuelta impactando esta en su cabeza. Con mi velocidad sobrenatural no me es difícil salir del punto al que van los demás ataques.
Justo al esto suceder aumento la velocidad de mis pasos para arremeter contra las puertas de la ciudad, esas puertas metálicas llamadas impenetrables. Las desmonto en su totalidad de los muros, arrancando parte de las piedras que mantenían fijas las bisagras de cada una de estas.
Los guardias no atacan, están sorprendidos por mi presencia, por el acto sobrenatural que una mujer completamente de blanco acaba de realizar.
Sello de nuevo la entrada dejando la última puerta metálica rota incrustada en el agujero.
Dibujo una ligera sonrisa en mi rostro, una ligera acompañada del dolor de mi mirada ante el hecho que afronta mi querido Lewis...
—Prometí que un ejército no entraría, lo haré solo yo, Victoria Roosevelt —le respondo.
Las personas con armaduras livianas y sus rifles en la mano, intuyo que sean los encargados de defender la fortaleza, arremeten contra mí, dejándome ver la euforia en sus ojos, algunos usan las armas de fuego, otros espadas.
Todo cambia cuando con un simple movimiento de mi mano derecha soy capaz de decapitar a dos sin detener la fuerza del movimiento. La sangre que sale de sus cuellos mancha mi ropa y cabellos dejando un escarlata.
—No los dejaré vivir, a ninguno, así que mueran, al menos en batalla —les respondo.
Se ven dudosos en sí atacarme o no, pero son más de cinco mil hombres en este lugar, al menos los armados, vengan...
La resolución se hace y comienzo a danzar con ambas armas en mis manos. Las espadas que chocan conmigo se rompen, es lo que pasa cuando enfrentas a un Roosevelt completo sin nada bendito en tus manos.
Me muevo sobre el suelo mientras las personas arremeten contra mí con esperanza de detenerme.
—¡Es un monstruo! —Grita uno para intentar huir.
Al hacerlo hago reventar su cuerpo con mi poder.
—Los cobardes tendrán una muerte más horrorosa —les respondo.
Mientras acabo con ellos voy contando, cuento cuantas cabezas han rodado y me abro paso. No toco a los civiles a no ser que me enfrenten directamente, ya para este punto no queda nada blanco en mi vestido, todo, absolutamente todo es rojo.
Las balas se preparan para atacarme y una ola de sangre de todos los caídos me protege mientras uso mi poder, esta a la vez sé vuelve una masa de carne amorfa que frena todo y los apresa contra los muros al salir disparada en su dirección. Estos soldados terminan por morir asfixiados de la peor manera.
Los cadáveres se levantan y comienzan a matar a todos los que poseen su mismo emblema. Los gritos de desesperación se hacen notorios y algunos civiles dan la cara, pero al hacerlo se vuelven un peligro, lo que me da la potestad de asesinarlos también.
Una madre y su hijo ven como divido el cuerpo de un hombre en dos. El pequeño comienza a llorar viendo mi rostro, mi atención se desvía un segundo hacia él.
—Lo hago por... mi sobrino, mi familia, mi... Lewis —le respondo para seguir de largo dejándoles vivir, no toco ni a los pequeños ni las féminas.
Las horas pasan, mi cuerpo sobrenatural impide que me canse, llevo varias horas en esto y cada vez tengo que sacar a los guardias de abajo de las piedras, la moral la tienen en el subsuelo.
—Cuatro mil ciento dos —respondo al reventar uno de ellos en la cabeza con un disparo.
Miro hacia arriba y noto como el sol empieza a caer. El tiempo se me acaba, cada muerto aquí es un paso más cerca de que Lewis muera...
No quiero... No quiero... ¡No quiero!
Siento las gotas correr por mi mejilla mientras lanzo una espada contra un hombre que veo huir y quitándose su armadura.
Ya no es igual asesinar a los humanos, no lo disfruto como antes...
La tierra bajo mis pies se empieza a hundir, lo que me obliga a saltar del suelo con el suficiente impulso para llegar a uno de los techos.
Un hombre con un turbante avanza hacia mí en una ola de arena, una bastante grande de aproximadamente unos diez metros.
Parece que es el Mursid de la ciudad, aquellos bendecidos por la arena. Ya sabía que se rebelaría contra mí ante este caos, da igual mantener una fachada.
Lo siento, pero no puedo dejar que me detengas, yo debo completar el número.
Estiro mi mano hacia él para tomar el control de su cuerpo con mi magia, toda la sangre del suelo se mezcla con la arena para darme el dominio de esta y solidificarla en lo alto. El hombre me mira con los ojos inyectados en sangre, literalmente los tiene rojos por la sangre de su cuerpo que hago salir por cada agujero. Eres el líder de aquí, no puedo dejarte vivir.
La ola que controlo asesina a varias personas en el camino, pero no es algo que planease, el hombre que protege este mismo lugar la necesitaba para actuar y su propio propósito los condenó.
Veo los gatos ardiendo correr por la ciudad, estos parece que realmente fueron liberados, al menos respetaron mi pedido.
Voy a caer de rodillas, así que apoyo mi espada, me encuentro rodeada de cadáveres y viendo como los ciudadanos de Hellvortez me observan con miedo, sus ojos me ven como la más atroz de las bestias.
Una sombra negra camina hacia mí, parece que nadie la ve. Se ríe, goza la escena y parece devorar el miedo.
—Victoria Roosevelt, La Reina Sangrienta —dice la silueta negra.
Las llamas crecen y los civiles corren abandonando la ciudad, todo es un caos.
—¿Quién eres? —Le cuestiono.
Acomodo mi cabello detrás de la oreja para notar que de este gotea la sangre de mis enemigos.
—Soy el demonio con el que vuestro padre pactó para traer vida. Ya que fuiste lo suficientemente inútil como para no quitar una maldición tan sencilla de sobre vuestra hermana —responde entre risas.
—¿Vas a cumplir vuestro cometido o solo me harás perder el tiempo? —Le indico sin cambiar la monotonía de mi rostro.
Los huesos, extremidades, todo, cada imagen y súplica baila en mi cabeza.
—Solo vengo a darte las felicitaciones, vas a ser madre —me responde.
Junto a sus palabras, un fuerte dolor nace en mi vientre, se siente como si algo creciese en su interior a una velocidad sorprendente. Me apoyo en la espada y uso mis poderes para controlar el crecimiento de esa cosa, logro frenarlo y observo lo crecido que está mi abdomen.
—No, no va a nacer otra yo, no voy a dejar nacer a otra mujer en los Roosevelt —le respondo.
Mi vientre se empieza a encoger, logro devolver al feto a un tamaño que ronde el primer mes de gestación. Lo mantengo en ese estado sin darle la posibilidad de nacer, pero sin asesinarle. Si algún día lo deseo, nacerá otra Victoria, otra Lyra o Rosanna, pero no ahora, no hoy.
—¿Fallarás a la labor más importante que posee una mujer de los Roosevelt? —Me dice posando su mano en mi abdomen.
—Vete a la mierda —le susurro con una sonrisa y quitando la mano de mi vientre.
El demonio se empieza a reír para terminar apartándose de mí.
—¡¡Maldita niña, pero ahora es imposible ocultarlo, la reina de Axtrinia es un jodido monstruo!! ¡¡Has hecho todo por alguien que ni te mira!! —Me responde.
—Lewis y yo siempre vamos a amarnos a nuestra manera, a nuestra retorcida manera. Siempre será mi gemela y mi familia —le contesto.
El ser oscuro parece verse molesto, pero se termina por marchar. Solamente entonces, puedo dar un vistazo a mi alrededor. Las tropas que dirijo me observan, no comprenden nada. Incluso los del bosque se abrieron paso por la rendición ante la toma de la ciudad.
—¡Es un monstruo, debemos eliminarla! —Grita Anderson.
No pasa ni un segundo cuando Rudolf avanza contra él y le estrella la cabeza contra el suelo, no muere, pero lo deja inconsciente.
La mirada de Rudolf me persigue, luego mira la ciudad, es un baño de sangre y fuego.
—Volveré al castillo, no hagan daño a los civiles, a partir de hoy, Hellvortez es de Axtrinia —les respondo a todos.
Camino evitando los cuerpos hasta la salida, nadie se atreve a decir nada, todos parecen en shock.
Solo Rudolf va hacia mí para tomar mi muñeca.
—¿Vic, que pasó? —Pregunta Rudolf.
—Volveré, ¿me dejas marchar por hoy? —Susurro sin ser capaz de mirar su rostro.
—Te esperaré aquí —me dice.
—Te dejo al mando, eres de este fuerte, la única persona en la que confío —le respondo.
Siento como me suelta, siento su mirada y como le silencio me separa de todos.
¿Lewis, estás feliz? Espero que hayas cumplido tu deseo y el pequeño esté bien.
Parece que su tía ahora es una Reina Sangrienta y un monstruo.
Nuestra Victoria es bastante peligrosa y a pesar de todo no es capaz de romper los lazos que le unen a Lewis.
Espero que hayan disfrutado el capítulo... el final está cerca...
Voten si les gustó, los leo en comentarios
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro