Cap34: La venda de los Roosevelt
La noche se derrumba en rojo, el cielo se ve escarlata ante la caída del Sol y los reclamos de los ciudadanos a la puerta de mi mansión.
Coloco el traje en mi cuerpo, cubriendo mi vientre de casi diez semanas para salir con la cabeza en alta a las afueras, deteniéndome tras las rejas. La masividad de pueblerinos es notoria, no puedo distinguir al último.
—Señor Roosevelt, ¿es verdad la lista que está circulando? —Dice una mujer agarrando los barrotes y con miedo en su rostro.
—Por favor, díganos, en usted confiamos —exige otro hombre.
El respeto y cariño del pueblo, algo que se han ganado los Roosevelt a lo largo de los años en Narciso, su territorio, donde la mayor cantidad de habitantes son seres sobrenaturales.
—Esa lista es falsa, las personas que dicen ahí no son monstruos. En Narciso no existen los seres de la noche —les respondo con calma.
Puedo sentir las náuseas en mi garganta, pero las mitigo con aire.
—¡Por favor, compruébelo usted mismo, sométalos a pruebas de brujería! —Exige una dama.
Cualquiera de esas pruebas significa la muerte, sea positiva o negativa...
—Son vuestros hermanos, la mayoría de ellos incluso son padres o familiares vuestros. ¿Realmente van a dudar por la palabra del rey? —Les indico.
—Lo necesitamos, pueden aparecer muertos, o hacernos el mal, por favor, compruébelo. ¡Casi todos los nombres del pueblo están! —Exige una mujer.
Reviso la multitud, nadie de la lista se atrevió a venir, posiblemente hayan huido o se encuentren a resguardo en sus hogares.
Maldito Oliver...
Al menos aquí están siendo bastante moderados por nuestro mandato, pero ya debe haber cientos de ataques en otras ciudades y no va a ser eterno el poder ocultarlo...
Trato de mantener mi semblante de calma y miro a mi pueblo, a esos que con esperanza y último recurso antes de la violencia recurren a los Roosevelt.
—Voy a investigar la cuestión, por ahora, no hagan daño a nadie. De hacerlo estarían acabando con la vida de un ser humano inocente y no tendrías la posibilidad de entrar al cielo —sentencio.
Las masas siguen golpeando la entrada. Los murmullos invaden todo el sitio, no saben qué más hacer y el miedo les gana, tratan de contenerse. Ante mi retirada la intensidad aumenta hasta ir disminuyendo de a poco.
Lo sé...
El miedo les ganará...
Esta noche será el primer asesinato.
¿Quién y dónde?
Dentro de mi mansión el hombre rata me espera para hablar de negocios. Él mordisquea con gusto un queso mientras su esposa, la prostituta que le salvó, le sonríe. Una humana y una criatura, no es imposible su convivencia...
—¿Para qué requiere mis servicios, joven Roosevelt, futuro duque de Narciso? —Me dice el hombre rata con la boca llena.
—Información, lo mejor que sabes hacer y además, —le contesto con calma—: tus ratas deben ir a la casa de los Anderson.
—¿La familia de los Elfos? —Cuestiona él—: suelen ser pacíficos y ocuparse de los sembrados. No creo que los ataquen.
—Claro que lo harán —le respondo para tomar del te qué nos trae una de las sirvientas—: porque van a sentirse provocados.
—Pero los elfos son sumamente similares a los humanos, la única diferencia es su pasión a la naturaleza. A demás sus orejas están cortadas —dice el hombre rata.
—Exacto, la esposa, el marido y la hija de quince años —le indico—: saca a la niña de casa...
—¿Está seguro? —Cuestiona junto a una risa bastante aguda.
—Sí, encontrarán el primer fallo en la lista. Deja que suelten su rabia, déjalos que sientan el haber matado a alguien por equivocación. A los elfos no les afectan los objetos religiosos, nada los delatará porque al ser de baja casta no manejan la naturaleza —sentencio dándole a conocer el plan.
—¿Realmente debemos vivir a la sombra de los humanos? —cuestiona el hombre rata—: somos más fuertes que ellos, por mucho, todos y cada uno de nosotros.
—¿Lo cree así? —Le respondo dirigiendo mi objetivo a sus ojos, él da un brinco ante mi mirada.
—S-sí... Son débiles —responde.
—¿Se acuerda de la iglesia? Esos que pusieron un pie en Narciso no son ni los más peligrosos —respondo con serenidad—: incluso sin ellos, los humanos nos ganan en número, a usted podría matarlo un simple humano.
—¿Otra monja loca? No, no, ¡no quita! —Contesta secándose el sudor.
—Peor Narciso, van a venir inevitablemente, ya que somos la que más nombres presenta. Más de la mitad de nuestra población lo es. De aquí a unos meses vendrán, si usted deja que se compruebe será un problema. Al menos debemos probar que ese número es un error —le indico.
—¿Es consciente de que la mayoría se revelará en cuanto toquen a los suyos? —Me confiesa el hombre rata.
—Lo sé, pero lo único que debemos ganar es tiempo —le respondo.
—¿Cuánto tiempo? —Apunta.
—El suficiente. —Concluyo.
Ya debe estar llegando, es el reino que quieres, pero tu cuna está en Narciso. ¿No es así, padre? He dejado que Gen sepa todo esto, así que es igual a que la noticia llegue a ti.
Observo por la ventana mientras veo a la chica amordazada en mi habitación. Esa elfa de la familia Anderson. Su familia ahora está corriendo por todos lados buscándola, están desesperados y arremeten contra humanos usando solo... sus manos.
Desvío mi mirada a ella, sus ojos llorosos sin saber lo que pasa. Somos los verdugos, debe de pensar que no sobrevivirá.
—Quince años, ¿cómo te llamas? —Le pregunto soltando la mordaza de tela de sus labios.
—Florín, soy Florín Anderson —Responde con miedo.
—No te haré nada. Luego de esto tendrás una mansión en Axtrinia. La pondré a vuestro nombre —le comento tomando asiento de nuevo.
—¿Por qué? ¿Qué le hace ser tan amable? —Me cuestiona.
¿Amable? Soy un monstruo en verdad.
—Quiero que seas mis ojos y oídos en la capital. Arreglaré todas vuestras comodidades, pero debes partir esta noche —le respondo.
—¿Y dejar de vivir del campo? —Apunta.
Ya siento la emoción en su mirada, el deseo de huir de una pueblerina que no desea esto.
Unos de mis sirvientes la saca de la ciudad sin problemas para llevarla lejos de aquí. No mentí, realmente le daré una nueva vida, una donde no necesitará más de sus padres.
No es una justificación, es lo necesario.
Acomodo mi atuendo con una capa para salir a la ciudad, no debo perder ni un segundo más. No sin antes darles la orden a los guardias de revisar la casa de cierta persona.
La casa Anderson arde en fuego mientras la esposa y el marido agarran de la camisa a varias personas preguntando donde está su hija Florín.
Un hombre empuja a la mujer y el marido la defiende.
El marido recibe un golpe del humano.
—¡Suéltame! ¡Ustedes son de las posibles bestias! —Apunta el humano.
—Pero... Si nos hemos conocido de siempre, a usted le vendíamos nuestra cosecha —plantea el elfo de forma pacífica.
Ellos, siempre se han caracterizado por su docilidad.
Ante la insistencia no tardan en empezar a pelear y el resto de la multitud aviva la disputa. Cada vez se vuelve todo más violento. Los niños observan asustados la escena y las madres se los llevan del lugar.
Dos inocentes incapaces de defenderse se ven llenos de moretones en el suelo mientras golpean sus cuerpos con palas, asadores, piedras, patadas, todo. Un grupo de cuatro hombres se encarga de ello.
No se detienen hasta que un pequeño se escapa de las manos de su madre para meterse en el medio. Es un niño humano, uno que no está en la lista.
—¡Para, el señor Anderson fue quien me ayudó con comida gratis cuando mi mamá se enfermó! ¡¡Ellos no son malos!! —Grita el niño llorando y recibiendo ahora más de estos golpes.
—¡Quítate mocoso! ¿A caso estás a favor de las bestias? —Plantea uno de los hombres.
El cadáver de Anderson yace en el suelo con los ojos perdidos.
Los vecinos ven a su compañero, uno que nunca hizo nada malo. Uno que, según sé, se disponía a ayudar a quien fuese.
—¡Alto! —Llegan dos guardias de la ciudad.
Uno de ellos carga un saco con un cadáver dentro. La silueta se reconoce como humana y la sangre aún gotea fresca del saco.
Todos prestan atención a la escena, la macabra y desastrosa escena.
—Es Florín Anderson, estaba secuestrada y descuartizada dentro de la casa de este señor —comenta el guardia.
El hombre que golpeó al niño se voltea hacia ellos con incredulidad.
—¡Mentira! Yo nunca hice eso —responde molesto.
Era una delgada línea entre que la masa se le sumase a golpearlos y la de que le hiciese rechazo a sus actos inhumanos. Aunque realmente caracterizo la violencia como algo del ser carnal.
Salgo de la multitud descubriendo mis cabellos blancos.
—Di la orden de no atacar a nadie hasta que esa lista no fuese confirmada. Mira lo que han logrado, la muerte de un inocente y su esposa está en últimas —digo al pueblo.
Todos los presentes están consternados y sin saber bien que hacer. En el fondo, muchos sienten la pérdida de sus vecinos.
—Señor Roosevelt, nos llevaremos a este asesino. También a los que golpearon a los Anderson —me responde el guardia en firme.
Él es uno de los seres de la noche también.
—Llévalo al calabozo. Todos los que participaron en el ataque a estos pobres ciudadanos de forma injustificada serán llevados a la guillotina mañana —sentencio.
Jonathan de dentro de la multitud sale, aquel joven que cuida mis propiedades tomadas de los Blackburn y al cual adopté. Él se lleva a la mujer bajo la voz de buscar un médico.
La noche cae, todo cae. Los humanos empiezan a correr la voz de su acto criminal ante esa pobre familia como un hecho desgarrador. Los Roosevelt no apoyan la violencia y la castigarán, son las palabras que siguen junto a su mensaje.
No solo somos sus protectores, también su verdugo. Humano que toque a una criatura sobrenatural, no podrá escapar de su cita con la guillotina, es algo que circula en el bajo mundo.
El hombre rata regresa en la mañana antes del evento. Más bien lo hace una de sus ratas para dejarme una carta.
Abro este pedazo de papel para encontrar su letra enredada, algo de lo que ningún médico se salva.
"Justo como me dijo, ya la iglesia ha intervenido en la provincia de Dorada, han aniquilado a cada persona que se lee en la lista".
Arrugo la carta y la lanzo al fuego para dar un golpe en la mesa. Era de esperarse, no dudo que muchos de esos nombres estuviesen ya bajo su ojo.
Comienzo a toser de forma descontrolada, veo las gotas de sangre manchar mi mano, la cual cierro para no ver esta, mi debilidad.
Tiempo, lo que no tengo es tiempo...
Tampoco puedo dejar que pisen Narciso o si su presencia no es erradicada, Helios morirá. Un dolor fuerte invade mi cabeza y también lo hacen los mareos. Me apoyo de la mesa para no perder el sentido y sobrellevar el fallo de mis piernas.
Los segundos pasan, los minutos corren y logro recuperar la fuerza.
Solo un poco más, debo resistir más.
Me dirijo a la plaza en el carruaje de mi familia, el emblema de los Roosevelt se deja notar en él. Un escudo blanco con una flor roja en el centro, solo los bordes, justo un narciso. Sin embargo, visto de una forma diferente, esos cinco pétalos pueden malinterpretarse.
La plaza está llena y muchos lloran. Otros más les lanzan cosas a los cuatro hombres que se paran en el podio esperando su destino.
Me coloco delante de todos, el sol pega con fuerza en mi piel y logro mantenerme lo suficientemente bien como para expresarme.
—Hoy no estamos castigando la desobediencia a mi palabra. Lo que hoy vamos a penar es el uso de una confusión para asesinar a ciudadanos inocentes de Axtrinia —expongo y el silencio es sepulcral.
La esposa de los Anderson llora desconsolada en la primera fila, su rostro está desfigurado. La muerte de su esposo y también la de ver un falso cadáver de su hija es suficiente para que sea motivo de lástima. Varias madres humanas la consuelan lo mejor que pueden.
—No se trata de hacer caso a un papel, se trata de comprender y velar por los vecinos y demás ciudadanos que su nombre y vida se ha puesto en juego por esto. Sí, ya hemos podido comprender que las criaturas sobrenaturales existen, pero no podemos dejarnos cegar —indico haciendo una pausa—: Cualquiera que cometa un acto de violencia de este nivel va a ser castigado de la misma forma. Sin pruebas, un asesinato sigue siendo un asesinato y en mis tierras se paga con la muerte.
La plaza se llena de murmullos, pero todo parece haber quedado claro. No tuvieron resultados en su primer intento y ya tienen la advertencia de lo que sucederá de ser violada mi palabra.
El verdugo coloca la cabeza del primer hombre en la horca, este sigue gritando que él no fue, ¡que lo que sintió fue una enajenación! Claramente... Lo provoqué usando a los empáticos, los Empiri, criaturas que son capaces de controlar las emociones al tacto.
Quité filo a la hoja de la cuchilla para hacerlo más dramático y cruel. El pueblo ve como la hoja cae y no logra cortar la cabeza de una. El dolor debe ser enorme. Vuelve a caer hasta que solamente en la tercera esta rueda con los ojos abiertos.
El pueblo lo ve, observa esta desagradable escena, tan diferente a la que ha mantenido mi familia en Narciso. Los hemos protegido de esto, es normal ver a algunos vomitar. Ahora, díganme, ¿realmente quieren renunciar a su paz? Han vivido un día en el mundo real, ¿lo desean?
El rostro de mi padre se hace presente en el fondo de la multitud, es solo un segundo, pero se marcha, parece que acepta mi resolución. No lo necesité, él puede volver a la capital y mantener el orden tras asegurar el fuerte en Rotia.
Hágalo, hazlo antes de que la iglesia se meta en nuestro país hasta purificar nuestras tierras con su manto de sangre.
Para que entiendan mejor, Xd por si es enredado, Narciso es el de los Roosevelt. Varlice es ahora las tierras que Victoria debe tomar y Barlow es donde Lewelyn aseguró el territorio. Dorada es donde andan cortando cabezas la iglesia, por donde mepezó XD.
Este viene siendo el mapa de Axtrinia, el país.
Nos leemos pronto, tengan un lindo día, :3 Voten si les gustó.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro