Cap31: Ventisca en otoño
La semana se cumplió ayer, mi esposo pudo marchar a la guerra simulando ser yo o al contrario, puede que se quedase en el castillo. Lewis me dijo que solo yo podría saber cuál de los dos roles él acató primero.
¿Irá a la guerra fingiendo ser yo o ejercerá su papel de rey?
Ese maldito ser al que le voy a arrancar la garganta...
Mantengo el ritmo del violín blanco en mis manos. El viento corre por toda la sala dejando que mi cabello se ondee. Esto me ayuda a pensar. Mis manos se mueven viajando sobre la memoria, cada acorde lo sé desde niña, aunque hace un tiempo no practico.
Este salón me recuerda a mi madre... Todo lleno de blanco y con los instrumentos que amábamos.
Quizás no deba decirle así, al final, somos la misma alma solo que fraccionada.
Definitivamente, Lewis no es Lewelyn a pesar de todo lo que se parecen. Quizás un hechizo del conde Walker, pero, ¿Quién eres?
Madre tenía razón...
Lewis no era un Roosevelt, si no es un Roosevelt solo quedamos Lewelyn y yo, de ser así, asesinarle es igual a terminar todo lo que puede seguir de nuestra familia.
Muevo mi muñeca con ágiles movimientos, trato de tocar la canción favorita de Lyra, "Invierno" de las cuatro estaciones de Vivaldi, ahora se me hace aún más bella. Tan blanca como la nieve se me concibe su vieja figura y los objetos blancos que dejó detrás, ahora conmigo.
Cierro los ojos para dejarme llevar, siento la presencia de alguien, pero no me detengo, mantengo los movimientos.
¿Quién eres? Quizás solo haya sido un simple humano con la desdicha de nacer donde nosotros...
Un simple humano que me rechaza...
Tan hilarante y estúpido, no puede ser que a alguien no le guste ni me piense perfecta...
Soy la parte femenina de los Roosevelt, prácticamente creada para ser la perfección...
Mis emociones se alteran mientras va entrando la tormenta de nieve en mis notas, como la canción, todo aumenta su intensidad. Abro los ojos para verlo sentado, recostado al marco, mi querido hermano, me observa para que mi mente caiga, caiga como en la melodía.
Su rostro no se encuentra tenso, su comisura se levanta y mis ojos vuelven a cerrarse para continuar hasta el final. Dejo el instrumento sobre la mesa en su soporte de cristal para ir hacia él.
Siento su corazón latir, siento otra vida más, mi poder me lo dice, puedo controlarlo. Podría deshacerme de ese niño, podría librarme de tantas cosas. Aún no le he dicho que ya sabía de su existencia.
Me detengo justo a un paso de él, miro sus ojos y me cuestiono... ¿Cómo hubiese sido si me amaras? Sería simplemente perfecto, serías la imperfección junto a mí, pero que deseo poseer.
Una pequeña adicción, una bastante irritante que me duele y hace feliz.
—Vivaldi, era esa la canción que más le gustaba a Lyra —responde Lewis.
Su vientre se ve levemente crecido. Evito bajar la mirada hacia allí, no quiero, no quiero...
—Últimamente, siento que hay cosas que han cambiado en mí, trato de mantener la mayoría a raya. Una de ellas es el sentirte un impostor —le respondo con sinceridad.
—No es que importe lo que yo sea a estas alturas —comenta Lewis.
—Sabes, soy la única generación de los Roosevelt que nació sin su compañero. Siento mi lazo hacia un humano que ama a otra persona —le comento.
La ráfaga de aire se hace más intensa, estamos entrando al otoño y los árboles se comienzan a secar. Una de estas hojas cae en mi cabello y Lewis se acerca a mí para retirarla.
—Un humano que no durará mucho más. Debo reconocer que todo ha cambiado, demasiado. Incluso esta habitación donde antes siempre alguien terminaba por dejar gotear su sangre desde el techo —me dice.
Su mirada va a mi espalda, ese sitio donde estaba la cruz de juegos de madre, todavía se encuentra ahí como un fantasma del pasado.
Ahora nos puedo ver ahí, él en el suelo y yo mirándolo con superioridad. Esas viejas escenas de nuestra dañada infancia.
Lo recuerdo, madre torturaba a sus sirvientas de formas atroces, algo que no debo hacer, no debo, al menos no es lo que haría ni mi pasatiempo. Nunca he perdido ese sentido de superioridad, simplemente, fui una Roosevelt que se enamoró de lo inferior.
No muevo mi cuerpo mientras retira la hoja, no propicio una cercanía entre nosotros. Desgraciadamente, su tacto, por diminuto que sea, provoca reacciones en mí. Quiero creer que es en su mayoría culpa de mi destino atado a mi compañero...
—¿Realmente estás dispuesto a morir? —Le respondo.
—¿Me creerías si te digo que era algo que no tenía otra solución? El final no puede ser diferente —Me responde Lewis colocando las manos en su abdomen, pero también me mira.
Su mirada es como si me culpase, pero a la vez tratase de arroparme.
Siempre encuentras una solución, ¿por qué no tendrías una a esto?
—¿Cómo lo llamarás? Será un varón, puedo sentirlo. Víctor estaría bien, me recuerda a mí —le indico cruzando los brazos.
—Aún no lo sé, cuando llegue el día lo pensaré —me dice Lewis.
—Seré tía —susurro.
Aunque realmente quería ser su madre. No debiste nacer mujer, Lewis.
—Lo serás —responde.
No parece sorprendido de que lo sepa. Termino de avanzar hacia ella, ciertamente es un "ella", le abrazo bajando hasta su vientre para poner mi oído en este.
—Tía cuidará de ti cuando tu madre muera, pequeño —susurro con una sonrisa leve en mis labios.
Mi corazón se hace pequeño ante esa idea de terminar de perderle. Perderé para siempre a Lewis, a mi gemela.
—¿Estás lista para marcharte, Victoria? —Me responde desde arriba.
Me reincorporo para retroceder hasta mi posición original, resisto cada impulso de mi cuerpo, de mi alma.
—Sí, todo está detalladamente listo —respondo con firmeza.
—Entonces este es nuestro adiós —me indica.
Mantengo la mirada en sus ojos, el dolor en mi pecho se hace más fuerte. Quiero salvarlo a la fuerza...
Si le muerdo ahora podría ser mi sirviente, solo para mí, amarme si se lo ordeno, pero perdería a su hijo.
¡¿Por qué demonios me he vuelto incapaz de hacerte daño, Lewis?!
Mi rostro mantiene una sonrisa elegante, de esas que cada dama debe portar, mientras se rompe lo que algún día sentí por él.
Realmente no creo que se destruya, creo que me será demasiado difícil apartarlo de mi corazón, pero no quiero creer que imposible.
Me dispongo a marcharme, no puedo dejar que mis emociones me ganen, no más, no en algo que no tiene sentido.
—Victoria —llama mi nombre usando sus labios.
—¿Si, hermano? —Respondo sin darme la vuelta.
—Hubo un mundo bastante lejano, donde te amé —me responde él.
¿En un sueño? Sea donde sea... Ese Lewis de sueños no eres tú y esa Victoria ya no sería yo.
—¿Es así?, Lewis, algún día, nuestros destinos van a volver a enlazarse —le respondo.
El silencio reina en la habitación y lo único que se sienten son mis tacones mientras avanzo hacia la salida del salón de música. Una vez fuera de este me detengo tras las puertas cerradas.
—Este es nuestro adiós —susurro sus palabras.
¡No, no, no, no!
Me volteo hacia la puerta para arañar con mis uñas el marco de esta, dejando las marcas descender en un sonido irritante que se me hace doloroso.
Yo no merezco perder, o no puedo renunciar a ella, yo la amo.
Yo, Victoria Roosevelt, amo a esa estúpida humana, a Lewis Roosevelt...
La puerta se abre quedando frente a mí, mis manos están en alto por mis viejos movimientos y ahora me abraza.
No te entiendo, no logro entenderte, deja de jugar conmigo.
Correspondo su abrazo con la fuerza que puedo permitirme para no dañarle y me quedo en silencio.
—No juegues más —le indico.
—Elige un nombre —me indica.
—Levic, me gustaría ese —respondo sin pensarlo mucho.
—Es demasiado obvio, Victoria —me responde acariciando mis cabellos.
—Claramente, es nuestros nombres juntos —respondo sin dudarlo.
—¿Levic Roosevelt? ¿Sabes lo raro que suena? —Me dice.
—Es el nombre más bello que habrá porque lo escogí yo, nunca dudes eso —le indico para separarme de él.
—Ten cuidado, mi último consejo para ti es que nunca te confíes, da igual que poderosa seas —me confiesa.
—Lo haré bien, céntrate en cuidar de ese saco de pulgas que llevas en la barriga. Ojalá no salga feo como su... padre —le apunto dudando que palabra usar al final.
—No creo, tranquila —me responde mirando mi rostro mientras me aparto más calmada.
—Iré al castillo, creo que ya sé qué hará Oliver —le respondo.
—Primero ve a donde él no esté —me dice Lewis.
—Ahí, no estará en el castillo. Si tanto me aprecia, él será quien estará usando mi cuerpo, no dejará que nadie más lo manche, por ende, debo hacerme primero con el cuerpo de mi esposo —le respondo con una ligera y bella sonrisa deslizando mi dedo por mis labios.
Lewis coloca su mano en mi mejilla y como si de nuestra última despedida se tratase, deja un suave beso en mis labios. Uno lento, se sintió diferente, cálido pero efímero.
No pronuncio más palabras, simplemente me marcho. Siento su mirada en mi espalda y a pesar de que no se calma mi preocupación, sí me encuentro mejor.
Levic, mi adorado y sucio sobrino, espero que no mueras...
~o~
Llego a mi habitación para encontrar el mapa sobre la cama. No necesito nada más, simplemente mis habilidades. Lo sé, sé que estará cuidando mi cuerpo. Espero que Rudolf no haya hecho nada notorio en estos días, le advertí que no me hablara en una semana.
Bunny me espera en una esquina con las orejas caídas pero una sonrisa en su rostro. Por fin puedo volverlo a tener a mi lado.
Uso el espejo con diseños de gato para mirar a través de los reflejos del castillo el lugar necesario. Puedo ver al rey a través de los cristales de la ventana de su oficina trabajando solo en su escritorio. Si no es Oliver, ¿quién eres?
Luego de calcular el sitio y ampliar el mapa lo suficiente como para dejar en claro la sala a la que debo ir, me atrevo a enviar a una de mis sirvientas.
Ana de Céspedes y Samantha Edonell, aquellas que me propiciaron en el castillo hace años. Ahora modifiqué sus cuerpos mientras era una Roosevelt completa.
Su fuerza debe ser superior ahora, junto a su velocidad. El único detalle es que agregué alas a sus espaldas, de esas finas que poseen las hadas. Las hice parecidas a las criaturas, de alguna forma, las volví cercanas a seres sobrenaturales, aunque de una forma hermosa que no deformó sus cuerpos. Si quisiera, pueden ser gigantes o cualquier monstruo.
Samantha pasa al otro lado del mapa para ver la reacción de Frederick entre gritos. Definitivamente no es Oliver.
Ella camina hacia él para tomarle por el cuello pegando su cuerpo al cristal de golpe.
Las voces no pasan al otro lado del espejo, por lo que no sé qué habla, pero seguramente está rogando, puedo ver el temblor en sus manos.
Samantha cae al suelo luego de un temblor para apoyarse sobre sus manos y levantar su cabeza. Frederick, por su parte, se acrecienta y trata de correr, pero la elasticidad del cuerpo de mi sirvienta lo aguanta de la camisa evitando que salga. Comienza a enredar ese brazo elástico en su cuello a modo de soga, mientras no para de sufrir, se ve en su mirada.
¿Qué le está haciendo? La magia de Oliver es solamente de almas, complementado con barro y sellados. Posiblemente, esté atacando directamente su alma... Posiblemente, al tacto por los momentos en que se activa.
Dejo escapar un suspiro y paso al otro lado junto a Ana y Bunny, pero desde el lado contrario a la puerta por la que intenta escapar Frederick. Este al lograr abrirla se topa con nosotros y aplico la hipnosis en él.
—No me toques —sentencio como primera orden.
Lo que no puede evitar cumplir al instante.
—Ve a tu silla y siéntate en ella —apunto como segunda orden.
El rey no tarda en obedecer. Lewelyn no vendría y yo estoy bajo tu poder, claramente no queda alguien más que consideres capaz de usar el control mental mediante hipnosis.
Ana y Bunny caminan a mi espalda y yo me coloco delante de la mesa de Frederick.
—Por favor, juro que no he hecho nada malo, de verdad. No me haga daño —ruega por su vida el impostor.
—¿Quién eres? —Exijo.
—Soy Marcus, el secretario del rey. Déjame vivir, juro que no he hecho nada malo, mi reina —sigue suplicando.
Miro el cuerpo de Samantha inconsciente en el suelo y regreso la mirada a Frederick. Así que dejaste ese preciado cuerpo a manos de un humano, al menos pusiste algo que impide tocarlo. Pero mi querido Oliver... ¿Quién dijo que necesito que viva?
—Marcus, debo decir que estoy de extremo mal humor. ¿Sabes? Mi semana ha sido difícil, incluso su presencia me hizo entender que mi marido era alguien que no quería la compañía femenina. Sí, recuerdo vuestros rostros obscenos mientras estaban en esa habitación —le comento con una sonrisa—: debería asesinarte ahora que puedo, por traición.
—Juro que no lo haré más, este no es mi... No, no es el rey, pido perdón, su alteza —me sigue suplicando, puedo ver el terror en su rostro.
Mientras Oliver no esté, solo queda deshacerme de él, puedo incluso hacerle pagar por su afrenta.
—Agáchate y besa el suelo —le ordeno sin usar la hipnosis y él duda—: ¿A caso quieres morir?
Mis palabras son suficientes para que se arrodille y cumpla lo que le pedí. La satisfacción invade mi cuerpo, una extraña y retorcida.
—Ahora lámelo —ordeno con una sonrisa amplia en mi rostro.
Él sin dudarlo desliza su lengua por la suciedad del piso, yo por mi parte me siento con calma en uno de los muebles de la sala.
—Ahora, ¿qué tanto estarías dispuesto a hacer para vivir, maldita escoria? —Le indico con una voz dulce.
Su mirada está envuelta en terror, puedo saborearlo y lo amo. Enfrentar a lo desconocido viviendo de las dos personas que gobiernan tu tierra. No soy solo yo, Oliver también se te impuso.
—¡Haré cualquier cosa, lo que sea, lo que sea! —Súplica arrastrándose ante mí con ese cabello rojo y la mirada angustiada.
—Bien, dejaré que vivas. Por ahora ocuparás el cuerpo del rey como hasta ahora, pero te advierto. No trabajas para Oliver, sino para mí —le indico.
Él parece dudarlo, su decisión se hace complicada.
—El rey cuando vuelva... Me matará si le traiciono —susurra él.
—Él no sabrá qué le traicionas. Frederick no se atrevería a matar humanos, Marcus. Puedo asegurarle que yo sí, puedo afirmarle que si no me obedece, toda vuestra familia va a morir devorada por mis mascotas —le expongo señalando a mis sirvientas.
Ellas aún razonan lo suficiente, solo que también tienen que acostumbrarse a su nueva vida sobrenatural. Samantha la rechaza un poco, pero Ana la ama.
—Yo... Lo haré, lo que sea, pero no los toques —pide juntando sus manos—: lo juro por Dios.
Estallo en risas ante la mención, ¿Dios?
—¿Dios?, ¿¡Dios!? ¿Cómo te atreves a mentar a tal ser en mi presencia? Mi querido Marcus, ese Dios misericordioso al que le rezas, te ha abandonado desde que caíste en esto —le indico viendo la desesperanza cada vez más acentuada—: ahora, empecemos el juego, cada pieza va a jugar perfectamente en este tablero, siempre he pensado que la reina es mejor atacando que el rey.
Bunny se coloca a mi lado en el asiento de pie, mientras, mis otras dos sirvientas se postran ante mí junto a Marcus, los tres pegan la cabeza al suelo rogando. No amo esto, pero es necesario, yo, debo poner todo en orden, no aceptaré que me pisoteen más.
Oliver, dime, ¿cómo quieres que sea tu penitencia? Estoy dispuesta a cubrir todo lo que aborrezca tu alma. Te arrepentirás del día que intentaste tocar a una Roosevelt.
Me demoré un tin, el cap era de ayer pero me enredé. TwT
Puse las fotos para que puedan recordar mejor de quienes se trataban ya que hacía mucho no salían.
Creo que se siente bastante lo de Lyra en Victoria pero me gustaría saber vuestra opinion. Al final ahora volvieron a ser una.
Voten si es gustó, nos vemos pronto. Tecnicamente estamos cerca del final del tomo, rezo por no extenderme XD, pero no se los aseguro, dejo que el viento me lleve...
Oh, si llegaste a este punto y eres fan del BL te invito a leer el circo 7u7, cuando termine este tomo voy a seguir con la segunda parte de esa historia. Si amas lo psicológico y pues quizas el romance , entonces Reflejo rojo que ya está concluido. :3 Ambas obras de este perfil.
Familia, un beso, nos vemos pronto.
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