Cap27: El amante
Entreno con el resto de caballeros. Aún no sé bien cómo usan estas espadas, pero no logran resistir los choques cuando ataco.
Señalan que mi postura es incorrecta, mis movimientos salvajes y mi ataque efectivo. En poco tiempo he vencido a la mayoría de los caballeros del palacio en los entrenamientos, la otra mitad no quiere enfrentarme.
Siempre ando con un gorro negro que Victoria pidió que hicieran para mí, de esa manera logro ocultar mis orejas, pero debo recalcar que no es de mi completo agrado.
Por ello lo acomodo una y otra vez cuando estoy solo hasta poder quitarlo si no hay ojos cerca.
La extraño...
No puedo verla todos los días aquí dentro, quiero poder abrazarla, olerla y besarla.
No entiendo cómo se complican la vida los seres de otras razas, lo sencillo que sería que solamente estuviese a mi lado.
Siento los pasos de otro soldado entrar a la habitación, así que cubro mi cabeza de nuevo y le observo. Es Jared, un humano bastante alegre al que aquí le dejan apartado de todo.
Veo que se tira en su cama, sus brazos presentan los morados de los entrenamientos, los demás se empeñan en usarlo de saco de boxeo.
Victoria me dijo que evitara hablar con los humanos en demasía, que no diese señales de ser un hombre lobo u algo más. El problema es que la mayoría de las cosas que hay aquí no había tenido que convivir con ellas antes.
Si te golpeas, lo devuelves. Si te expulsan de la manada, moriste. Él parece estar pasando por algo así, lo que me hace pensar que todo no es completamente distante de mi bosque.
Cierro los ojos y me acuesto en la cama, solo puedo esperar a tener a mi albina de nuevo entre mis brazos. Me he destacado lo suficiente como para poder ir a su lado. Pensar en ella hace que la sonrisa se haga en mi rostro, es tan perfecta...
—Jared, así que aquí estabas, volviste a huir como gallina del entrenamiento. No sé por qué las niñas se apuntan para la guardia —dice un hombre en la habitación.
No me interesa...
—Deja de meterte conmigo, el entrenamiento se acabó —comenta Jared—: algún día voy a hacerlo tan bien como ustedes.
—Los debiluchos y niñas nacieron para ser solo eso, deberías largarte. Definitivamente, no serias alguien a quien le confiaría mi espalda en una guerra —responde otro hombre y puedo sentir el impacto de un golpe.
Otro más se escucha a continuación, pero suena más débil en su choque.
—¿Eso es lo único que puedes hacer? —Habla el último hombre.
¡Mis orejas, así es difícil, quiero desdoblarlas!
Quito la almohada de mi rostro para ver la escena. Están golpeando al más delgado, ciertamente no debería ir a la guerra en ese estado.
Victoria dijo que no interviniera en nada...
Pueden echarme al no ser noble y causar líos...
No puedo, la verdad no puedo aguantar eso, así que me levanto usando la velocidad de mi raza y agarro por el rostro a uno de los dos atacantes para estrellarlo contra el suelo.
Al notar que esa velocidad y fuerza podría matarlo me freno, dejo su cara apretada entre mis dedos y me detengo a un centímetro del impacto con la superficie.
Abro mi mano y le dejo caer. Me aparto de ellos para ver el terror en sus ojos.
—Somos compañeros, deberían tratarse mejor. Él también puede crecer, incluso a ustedes les falta —respondo tratando de usar la amabilidad, de esta no me salvo.
No puedo evitar actuar de forma un poco impulsiva. Los ojos de Jared paran en mí, tiene la boca abierta como si esto no fuese normal... ¿Lo es, no?
Ambos hombres se largan dejándome solo con el delgado.
—Tú... —Las palabras salen como balbuceos de sus labios—: Esto... Gracias.
—No hay de que, ay, lo que ahora estaré en líos... —Respondo mientras pienso en las marcas de mis dedos en la cara de aquel hombre.
Por suerte no lo golpee, solo fue un pequeño susto, menos mal que frené a tiempo, los humanos son muy frágiles, madre mía.
—Ellos tienen razón, pero voy a tratar de mejorar —expone el muchacho de cabellos rubios con una sonrisa nerviosa mientras rasca su mejilla.
—Debes hacerlo, con tus niveles actuales, sí sería difícil que sobrevivas a un enfrentamiento serio —le respondo con lo que considero la verdad.
—Enséñame —contesta Jared.
—¿Yo? No tengo técnica con la espada, no te puedo ayudar en eso. Mis habilidades son en lo propiamente físico e instinto —le indico.
—Aun así, cualquier avance sería bueno, ayúdame —dice juntando sus manos, quitándome las posibilidades de negarme.
En la noche no resisto más, así que voy a la habitación de Victoria. Evito a las personas uso los olores y mi oído para ello. Logro entrar por el pasillo y adentrarme en su habitación.
Ella no parece estar presente. ¿Dónde se metió? Llevo ya tres días sin verla, eso hace que me ponga nervioso.
Su ropa de dormir está en su cama, por lo que aún no llega. Subo sobre esta y la tomo soltándola de golpe. Verdad, que no le gusta que huela sus cosas.
No puedo lograr un enlace con ella... No puedo llevar la forma de querer como en mi manada, pero Victoria es alguien que quiero proteger. Quizás no pueda vivir ese romance explosivo como pudo ser con Diuna al ser mi pareja destinada, no de esa manera, pero es algo que debo superar y continuar.
Vivir una experiencia como la de otra raza no está mal, aunque realmente me molesta que esté con ese pelirrojo.
La quiero solamente para mí.
A mi mente viene el rostro de Irithel diciendo que se marchaba, se le notaba triste, pero realmente no pensé que me viese de esa manera. Menos lo iba a imaginar cuando decidió correr y dejar a todos atrás, todos se van, todos tienen sus caminos.
Quizás por eso no pude dejar que su carruaje siguiese de largo cuando lo vi pasar. Había perdido a muchas personas, todos se marchaban, no, la vida me los quitaba.
Siento que la puerta se abre, así que corro al balcón para evitar ser descubierto.
Victoria entra con una cara que presenta una leve sonrisa, esa que usa para situaciones formales. Sin embargo, se le ve agotada, borra esta de golpe y va a su cama para dejarse caer.
—Maldito Lewis... —Susurran sus labios y golpea la cama a modo de perreta.
Es como una niña pequeña cuando está sola.
Quito el gorro de mis cabellos dejando mis orejas al descubierto y me acerco a ella para abrazarla por la espalda.
—Te extrañé —le susurro.
Ella mueve su mano hacia atrás y acaricia mi cabeza. Termina por voltearse y me besa mientras me abraza. A los segundos se separan nuestros labios y se me queda mirando.
—No debes venir a la ligera, nadie puede verte aquí, Rudolf —me regaña.
—Tres largos e insufribles días sin ti —le comento.
Siento dos olores en su cuerpo y el otro me es sumamente familiar... es el de... Daniela.
—No puedo evitarlo, tengo demasiadas cosas que hacer y... —sus palabras se esconden, pero decide seguir—: fui a ver a mi hermano, más bien me secuestró.
—Es así —le respondo, no es alguien de mi agrado.
Tengo una lucha interna enorme con ese asunto. No puedo perdonarle lo que le hizo a Diuna, no puedo y no tengo cómo. Por otra parte, es el hermano de Victoria, ella le odia a su forma, pero no puedo tampoco dejar que haga algo como asesinar a su familia.
Abrazo su cuerpo y mantengo el silencio mientras escondo la cabeza en su cuello.
—Rudolf, yo lo sé, no debes contenerte conmigo. Me gusta el hecho de que podemos decirnos todo —me responde ella tomando mi rostro en sus manos.
—Mi Victoria —le susurro sin soltarla.
—Rudolf, no voy a dejarte ir, lo sabes, ¿verdad? —Me responde ella—: me diste fuerzas.
—¿Fuerzas, para qué? —Levanto la vista hacia su rostro.
—Para no caer de nuevo en un mar de mentiras, para no ser un simple juguete y para poder sentir que algo es mío sin miedo —me responde y su mirada se ve triste.
Lleno su mejilla de besos, luego su frente y pongo su mano en mi cabello porque sé que le gustan mis orejas. Es sorprendente como me doblega alguien tan pequeño.
—No te dejaré sola, al menos estaré contigo mientras nada malo te pase por mi culpa —sentencio y ella mira ahora mi boca, busca llegar a mi legua.
—No me importa si traes desgracias a los que te rodean, quédate, eres mío —dice Victoria.
—¿No te da miedo? Las personas suelen morir, enfermar y perder a mi lado —le cuestiono esperando de verdad que no le asuste.
Me siento de alguna forma como alguien... como una mala persona por hacerle pasar por esta posibilidad.
—No sé qué haré con eso, déjame dar un paso a la vez o me voy a volver loca —me contesta ella y se le nota agotada bajo los ojos—: debo hacer algo con Oliver.
—¿Hacer qué? —Le cuestiono.
—Algo que evite que quiera asesinarme. Lewis me dijo eso, alguien en este castillo me quiere muerta. ¿Sabes lo peor? Podría ser cualquiera, muchos odian a los Roosevelt. Pero si muero, no fue su culpa, de Lewis. Quiero creerle pero, ¿y si simplemente dice eso para que si algo me pase no tomen medidas contra él? —Me dice para luego rechistar.
—Te vas a volver loca de verdad —le indico quitando el cabello de su frente—: puedo estar a tu lado y cuidarte, pero no me hace gracia que digan que vas a morir pronto.
—A mí tampoco, estoy cansada, quiero volver al lago contigo —me susurra dejando caer su cabeza hacia detrás.
—¿Sabes que cuándo quieras vamos? Iré donde vayas, Victoria —le expongo de forma seria—: gobernar todo esto está supra-valorado. ¿Para qué quieres esta corona que te pone en la mira de todos?
—Lo peor es que no creo que sea mi cargo, creo que son mi familia y las personas que conozco —dice empezando a zafar su ropa.
—No entiendo lo complicado de los Roosevelt —le digo.
—Realmente son muy simples, todos y cada uno de ellos quiere estar por encima de los demás —me indica dejando su ropa interior al descubierto en la parte superior.
Es una bata blanca de telas muy suaves y finas. Comienzo a morder de forma suave su cuello para llevar mi mano a su muslo levantándolo a mi lado. La deslizo por su suave piel y no puedo evitar dejar que su aroma me vuelva loco.
—Rudolf, te quiero —me dice ella haciendo que me detenga.
Busco su rostro un momento y le sonrío, me alegra, me alegra demasiado escuchar eso de sus labios. Victoria es mala expresando muchas de las cosas y esto realmente es algo grande.
—Victoria, te quiero, mi albina —le respondo sin parar de sonreír.
Ella mira mis labios, luego sonríe levemente.
—Lobo estúpido —susurra—: abrázame hoy para dormir, pero debes irte antes de que amanezca, ¿sí?
—Puedo quedarme abrazándote, aunque ya me emocioné —le respondo mirando a otro lado.
Su mirada baja a mi entrepierna y se empieza a reír.
—Mío, mío, mío —me abraza—: pero vamos a dormir.
—No seas cruel —le susurro bajando mi boca a sus pechos para empezar a besarlos.
—No me tientes, Rudolf —me comenta.
—Me es imposible —le respondo terminando por zafar lo que queda de su vestido para ver su cuerpo con el delgado vestido pegado.
—¿No me harás caso? —Me cuestiona.
Tomo sus piernas y levanto sus caderas juntando nuestras áreas íntimas.
—Pídelo de nuevo y no haré nada —le pregunto bajando a su cuello para besarlo.
Ella para de responder, así que nada evita que esa noche la pasemos juntos. La extrañaba, cada centímetro de su cuerpo, sus palabras, su mirada tan sincera. No puede ser que me guste tanto, es de locos.
En la mañana salgo de la habitación por la ventana, no siento a nadie en el perímetro, así que regreso donde los caballeros. Cinco días, solo quedan cinco días para que nos vayamos juntos al campo de batalla.
—Si tan solo ella no estuviese casada con ese Oliver, podríamos estar juntos sin ocultarnos, odio ocultarme —susurro al viento.
La serpiente de mi boca comienza a brillar haciendo que mi lengua duela, arde como el demonio y no puedo evitar gritar. Es como si me hubiesen pegado un hierro hirviendo en ella.
No, no, no, no lo vayas a hacer...
Golpeo el suelo evitando pensar en el dolor. Varios de mis compañeros salen a verme y me tengo que reincorporar para tomar una espada de madera y fingir que practico.
Mi maldición, mi estúpida maldición...
Lo que deseo lo consigue, lo que quiero me lo da... Roba la suerte de mi alrededor para dármela a mí. Limita mi vida hasta los veinte para volver a empezar como un bebé. ¿Por qué me dieron algo tan retorcido? Yo no soporto causarles desgracias a otros en pos de mi beneficio.
No quiero que muera el marido de Victoria...
No lo hagas.
—Estoy bien, solo fue la espada de madera que se partió y me golpeó en el labio —me justifico ante los que llegan al ver la sangre que sale de mi boca.
Una clara mentira...
Aunque una espada de verdad se hubiese roto y venido hacia mí, algo la detendría, algo haría que no pasase una herida hasta mi cuerpo, mi extrema y ladrona suerte.
Capítulo narrado por alguien que, creo, no esperaban XD
Espero que lo hayan disfrutado, ahora saben más de la maldición de Rudolf y que hace en realidad.
Creen que logre salvar a su entorno de esta?
Voten si les gustó, los leo en cometarios.
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