Cap25: Diferentes
Salgo de la habitación soportando el dolor de mi ojo, siento como la zona arde sin parar. Podría él curarlo con su sirvienta, pero no lo hará ni lo desea.
No soporto como puedo ser pisoteado tan fácilmente. Desgraciadamente, su plan es casi perfecto, pero no puedo confiarme, no, no puedo. Afortunadamente, esto es menos de lo que pensé que haría.
Sin darme cuenta, llego a la habitación que había preparado para mi estadía estos pocos días. Helios me espera en la puerta y se alarma al ver mi ojo cerrado. No lo abro, mantengo el derecho así.
—¿Qué sucedió? —Me cuestiona él.
—Mentí —respondo—: es solo un castigo, cuando vea que pagué el precio quizás lo sane. Aunque, creo que fue más bien una pequeña forma de pagar otra afrenta...
—¿Cómo lo justificará? —Me cuestiona Helios entrando conmigo a la habitación.
—Tengo mis formas, incluso estética —respondo entrando a la habitación—. Tenemos que hablar.
Él hace reparo en mis atuendos permitiéndose el arreglarlos.
—¿Qué sucede? —Responde Helios.
—En la cena, mi padre parece haber visto algo en ti, no sé qué fue, aunque parece que cree que sí, debes tener cuidado —le hago saber.
—Lo tendré en cuenta —sentencia Helios.
Con cuidado se acerca a mi rostro para revisar el ojo, no logro ver de este, debe haberse afectado por el calor, posiblemente una quemadura.
—Olvídalo, es solo algo pequeño —le respondo—: ¿Conseguiste lo que pedí?
Helios asiente para acomodar mi cabello, los mechones también se habían desordenado.
—Sí, ¿está usted segura? —Me indica él.
—Lo estoy, es la última oportunidad, pero debes marcharte ya —le respondo colocando la mano en su mejilla para dejar un beso en sus labios.
—Lewis, no puedes morir —me plantea juntando nuestras frentes.
—Confía en mí, pero no puedes demorar en irte —le contesto tratando de sonreír, pero no funciona, así que dejo de intentarlo.
Quizás sea la última vez que nos veremos, pero no quiero decirle algo como eso. Confiaré en qué todo saldrá bien. Para ello, lo necesito lejos.
El incendio comienza en el castillo, el humo se está esparciendo por los corredores, es la señal de que debe irse.
Helios vuelve a tomar mi rostro para besarme, lo prolongo e incluso avanzo un paso para que no acabe, aun así, lo hace. Él termina saliendo por la ventana, abandonando el castillo junto a una botella en mano, una de cristal.
Abro la puerta de mi habitación y Bralen está en esta, tocándola con fuerza.
—¡El fuego se descontroló, se volvió loca! —Grita el niño.
Yo solo hago un gesto de molestia para ir a donde se hacen más fuertes las llamas. Donde debe estar Charlotte. Cubro mi rostro con un paño mojado con el agua de uno de los jarrones, de esta manera logro avanzar hasta el salón central. Belén no me sigue, lo dejo detrás en el incendio.
Ella mantiene las llamas girando como un tornado alrededor.
—¡Lewelyn! —Grita su nombre de una forma desesperada, como si esperase que él se presentase.
Primeramente, sus llamados son ignorados hasta que se empieza a derretir el techo de la casa y a caer como una ligera lluvia. Yo me parto de la zona de ataque de mi padre. Charlotte esquiva la mayoría, pero aunque la toquen, no la daña, es inmune al daño físico.
Él termina por descender por las escaleras mientras trata de congelar el cuerpo de ella sin resultados, su lado bendito evita que pueda lograrlo.
Charlotte se abalanza sobre él para golpearle, aunque pensé que la evitaría, logra sostener el puño de ella con su propia mano. La niña lanza una patada lateral a continuación, que es agarrada por la otra mano de mi padre. Al verse inmovilizada desprende una ola de fuego de su cuerpo acompañada de la rápida reacción de él.
—Esto es inaudito... —Susurra Lewelyn lanzando a Charlotte contra la puerta con el simple empuje de una de las manos que la sostenía—: Ferllynder, encárgate.
La joven de cabellos verdes sale de detrás de mi padre y avanza hasta Charlotte. El suelo bajo ella se convierte en un pantano lleno de raíces, estas últimas la agarran, pero con la fuerza se libera de golpe.
Simplemente, observo el hecho, no me atrevería a intervenir en algo así.
Charlotte usa la fuerza de sus piernas para dar un salto hacia una zona segura antes de hundirse. Con su fuego vuelve a incendiar la mansión, gran parte de las habitaciones se deben haber perdido, como medida de contención Lewelyn congela todo dentro, evitando mi espacio haciéndome salir a verlo.
—Maestro, terminaré esto pronto —susurra la sirvienta levantando todo el lodo del suelo tragando a Charlotte.
Mi sirvienta queda cubierta por el lodo quedando sin posibles salidas. Puede ser inmortal en cuanto a daños físicos, pero necesita respirar y allá abajo no puede. La tierra sigue bajando como una cascada de lodo hasta que queda perdida en el fondo.
Respiro profundo, debo decirles adiós a los tres... espero que solo sea temporal.
El hielo se dispersa del castillo, dejando un lugar reducido a paredes quemadas y ningún mueble funcional.
—Gen, ¿cuál es el estado de ese salón? —Dice Lewelyn molesto.
—Se quemó, completamente, solo quedaron algunos objetos —responde la sombra de mi padre luego de dos minutos.
El mismo se dispone a avanzar a la habitación, yo le acompaño luego de ver el lodo donde debe haber muerto Charlotte.
Los pasos por el pasillo resuenan entre crujidos. Dudo que la estructura lo resista mucho más dado el previo ataque de padre.
Mientras llegamos a la habitación, el techo se cae tras nosotros. A pesar de todo, siempre avanzo un paso detrás de él, es algo que respeto.
Se deshace de la puerta, dado que no abre por un desnivel en el marco, para encontrarse con una habitación quemada en su mayoría. El fuego atacó con intensidad esta zona.
Un espejo quemado, una estantería deshecha y varios objetos incapaces de romperse que hacen presencia en el suelo, objetos mágicos. Debo decir que aprecio esa fascinación que le di a aquella familia por los tesoros así.
—Gen, revisa el fondo del fango, dime si esa niña sigue ahí —exige mi padre.
La sombra obedece para darle una respuesta negativa y entrar en mi cabeza, lo intenta y siento su presencia, pero no logra avanzar más... parece que justamente para evitar que sepa más del otro mundo.
—Ella al final era muy ligada a la iglesia, una lástima, la consideraba una buena arma —digo a mi padre, el cual voltea a verme.
La habitación tiene el espejo, el reloj de arena y sin número de objetos valiosos, aunque otros se perdieron.
Si faltase el genio posiblemente me tomaría como responsable, pero nada de esto da indicios de que falte algo en especial.
Me acerco a la mesa y reviso el recipiente de los genios. Pensar que creé esto hace mucho tiempo.
—Jefecito, los otros dos sirvientes tampoco están, pero encontré las cenizas de uno de ellos en su habitación, la del enano —comenta Gen.
—Lewis —pronuncian los labios de mi padre mientras me observa, nota que nada que considere importante falta—: estaré vigilando vuestros pasos.
Sabe que no murieron, sabe que huyeron, puedo verlo en su mirada hacia mí. Algo que nunca pasará es que alguno realmente se doblegue ante el otro.
Si solo quisiese que se fueran, lo hubiese hecho en silencio, sin destruir este sitio...
La sombra de Gen se traga todos los objetos que quedaron intactos, los guarda en su almacén interno... Uno que realmente no puedo decir exactamente cómo funciona.
No esperaba salvarme de esto en su totalidad, soy obligado a intentar hablar, padre recurre a varias de sus formas, pero le dejo ser, alego que no hay nada que agregar, simplemente vieron la oportunidad para la iglesia y actuaron. No me asesinó y esas heridas Ferllynder las sana a diferencia de mi ojo, juzgo que creyó esto ante el hecho de que siente la capacidad de poder doblegarme.
Pasan dos semanas antes de que él me ordene viajar a la mansión de los Roosevelt, me quiere totalmente lejos de Victoria, ignorando el hecho de que le comenté que ella moriría pronto.
A pesar de que confía en mis capacidades mentales, no se atrevió a enviarme al frente de las tropas de Barlow, fue personalmente a encargarse de ello.
Realmente necesito apresurarme, el tiempo no es lo mejor para mí en este momento.
Bralen intercepta el carruaje a medio camino de viaje. Sube en este para sentarse al frente mío y entregarme un espejo de mano con adornos de gato.
—No sé por qué deseaba tanto estas cosas como para llevar este plan a cabo —responde el niño.
Miro en mis manos el espejo, en este puedo ver las acciones de los nombres que pronuncie y estén cerca de uno. Por ejemplo, ahora mismo puedo ver a mi hermana siendo atendida por sus damas de compañía frente a su tocador.
—¿Charlotte te devolvió el mapa? —Cuestiono y también lo recibo, un papel con todos los puntos del continente para viajar.
Si esto sigue al pie de la letra lo que escribí, debo poder viajar a través de él a voluntad.
—Helios y Charlotte están cuidando el tercer objeto —responde Bralen.
—Necesito que ese lo mantengan a salvo todo lo que puedan, nadie puede encontrarles —le respondo.
—¿Puede decirme cuál es su plan? —Me cuestiona Bralen.
—No tengo uno, ya no importa que tenga un plan, Bralen —le indico—: estoy cerca del final.
—¿Qué quiere decir? —Indaga el albino.
—Lo prometí, ¿no? Charlotte y... tú, no tienen que volver más a Narciso. Deja en manos de Helios el último pedido —le respondo.
—Sabe, Lewis, no, joven amo, si se marchase ahora con nosotros podría vivir lejos de toda esta porquería —me dice el niño desde el desdén, pero con una calidez oculta.
—Bralen, me estoy muriendo —le confieso.
Me mira como incrédulo, un Roosevelt no puede morir así, lo sé.
—Lo debes haber notado, no soy un vampiro y mucho menos un vampiro noble, soy un simple humano —le respondo sin dejar de mirar su rostro con el único ojo sano que me queda.
—¿Por qué me lo confiesa? —Cuestiona.
—Porque confío en ustedes, son lo más preciado que tengo y aunque para mí esto termine pronto, no quiero que desperdicien su vida cerca de los Roosevelt —le respondo—: crea una casa con Charlotte, sé su padre, su hermano, su abuelo, lo que desees, pero busquen borrar estos años.
—¿No nos enviaste lejos para usarnos en algún factor sorpresa? —Dice el niño sin entender.
—No, los envié lejos porque... —pierdo las palabras—: los quiero.
—Eso es estúpido —responde Bralen.
—Lo harías por Charlotte —contesto tajante.
El silencio se apodera del carruaje, el pequeño aprieta los dientes y chasquea la lengua.
—Eres increíble —suelta en un tono que no denota perfección, sino desconcierto y rechazo.
—No les digas, deja que esperen el día que alguna vez les llame de nuevo —le expongo.
—Nunca llamarás —me contesta.
—Nunca más lo haré —respondo.
Bralen se levanta de su asiento y me abraza, toma todas las ventajas de su falta total de respeto. Pasa su mano por mi cabello y habla desde su siempre entendida superioridad.
—Eres un renacuajo, Lewis. Sabes, me molesta demasiado que trates de encarar todo como si debieses ser más fuerte que el mundo. Odio que obliguen a los niños a crecer —responde el enano de más de... quién sabe cuántos años—: eres otro esclavo más.
Soy un adulto Bralen, desde que llegué aquí lo he sido. Aun así, sí, soy un esclavo de mi destino del que no pude escapar.
—Tan insolente —respondo sin corresponder el abrazo, pero el niño no me suelta.
—No tienes que buscar la forma a todo, tu familia lo hará por ti, prometo quitar ese peso de tus hombros —responde el anciano.
Es... de alguna forma... la primera vez que alguien dice que no tengo que pensar, que algo no debo solucionarlo por mi cuenta.
El pequeño da dos palmadas en mi cabeza y baja del carruaje dándome la espalda, no veo más su rostro, se aleja y las ruedas vuelven a girar.
Respiro profundamente calmando lo alborotado de mi pecho para centrarme en lo que debo hacer. Primero que todo, salvar a mi hermana.
Miro el espejo para verla acomodándose sus cabellos, cuando todos salen de la habitación ella se queda observando el cristal en soledad. Más que débil se le ve pensativa.
Toco el lugar del castillo y visualizo su habitación, logro viajar hasta ella a través del mapa. Su sorpresa al verme es tanta que casi grita, pero tapo sus labios con mis manos.
—Escucha, Victoria, tenemos que salir de aquí —le confieso para llevarnos hasta el primer lugar que logro tocar en el mapa ante la urgencia de que ella me rechace.
Ambos caemos en el heno de una granja, parece un cobertizo, no sé siquiera de qué país o lugar es.
Unos hombres entran al lugar a recoger algo. Ella me mira con desconcierto y sus ojos se tornan rojos. Yo solo hago presión en su boca para que no hable hasta que se marchen los hombres y la libero. Mi cuerpo está sobre el suyo en el heno.
—¿Se puede saber qué demonios te sucede? —Expone furiosa.
—Te salvo de tu estupidez —le respondo en igual tono.
—No necesito que me salves, Lewis —sentencia molesta.
Usualmente, ella vería esto como algo romántico, es notable que sabe que no la amaba.
—Victoria, necesito que confíes en mí —le indico.
—Eso es imposible, eres una sucia rata mentirosa, de la peor calaña y un asqueroso. Debí arrancarte el cuello de niña —escupe sus palabras mientras me deja ver sus colmillos.
Yo abro el cuello de mi camisa y pongo su mano ahí.
—Asesíname, tienes el permiso de hacerlo si eso deseas y no crees en lo que digo —le expongo acercando mi rostro al suyo.
Ella hace presión en la zona, pero me aparta a un lado molesta, puedo sentir los latidos de su corazón en los dedos por lo acelerado que está. Se voltea boca abajo controlando el impulso de morderme.
—Eres lo peor... —Indica para tratar de salir y la detengo por la muñeca.
—Tenemos que hablar, necesito que confíes en mí, Victoria —le respondo.
—Asesinaste a nuestra madre, imbécil —responde entre furia y dolor—: me quieres... asesinar también.
A pesar de tener ese pensamiento, no me ha atacado.
—Dejaste de ser una de las personas que odiaba —le contesto con la verdad—: cambiaste...
Ella afloja su mirada un segundo para volver a su enojo.
—¿Dame un solo motivo para creerte? —Me dice esperando algo más.
Realmente, si respondiese ahora que la amo o algo como ello, creo que todo se salvaría, que podría solucionarse todo.
—Vine desobedeciendo a padre, luego de perder un ojo y arriesgando mucho para poder verte ahora. Si quisiese solo asesinarte y quitar de tus manos el cargo de reina, tengo mejores formas de hacerlo, créeme, tengo al menos cinco maneras —le respondo con la verdad sin soltar su mano.
—¿Me amas? —Pregunta de la nada tras escucharme.
—Nunca he podido decir que amo a alguien, Victoria —le contesto con la verdad—: es algo que no he podido decir con sinceridad, nunca.
—¿Por qué viniste? —Responde saliendo del heno para romper la pared del otro lado camino a la granja, por suerte están trabajando del lado contrario.
Voy junto con ella, avanzo a su lado camino, una colina donde comen las vacas.
—Morirás —le respondo—: a manos de alguien que posiblemente se haga pasar por mi ante... ese lobo.
Ella se detiene en seco y voltea a verme.
—¿Cómo sabes de él? —Se le ve preocupada.
—¿Qué tienes un amante de naturaleza licántropa? —Respondo—: tengo suerte para que las noticias lleguen a mí.
—Nadie sabe qué él y yo... Ni tú deberías saber —me comenta.
—No sé exactamente como será, pero él querrá asesinarme por algo que piensa que te hice —le contesto con la verdad.
—Él te quiere asesinar porque mataste a su prometida, maldito, estúpido —responde avanzando hacia mí, apoyando el dedo en mi pecho de forma acusadora.
Agarro su muñeca mirando sus ojos, trato de no llevar a cabo una vieja costumbre, contengo el impulso de besarle.
—¿Hablas de Rudolf? —Respondo mientras recuerdo aquella vez, recuerdo que fue de las pocas veces que sentí algo de culpa.
—Exactamente, al menos recuerdas el nombre —me dice desviando la mirada, debe estar luchando contra las costumbres también.
Pensar que hubo un tiempo que se portó como lo más dulce hacia mí.
—Es irónico —le respondo.
—¿Asesinar a la prometida de alguien? —Sigue llena de rabia.
—No, que antes deseaba que me asesinase, él —le confieso.
—¿Nunca piensas algo normal? ¿Por qué pensar en tus últimos momentos? —Me responde.
—Ser humano indica saber qué vas a morir, como morir y demás usualmente no es de nuestra elección, pero la vida me dejó claro como moriría —le respondo sin soltar su muñeca y manteniendo la cercanía—. Si te soy sincero, volvería a matar a esa mujer, más ahora que él te separó de mí.
Está Victoria, debe ser una escena principal...
—Rudolf no me separó de ti, Lewis, lo hiciste tú mismo —responde bajando el tono—: vas a ir ante él y hacer lo que sea por qué te perdone.
—¿Qué hago? ¿Me arrodillo? —Respondo irónicamente—: Dime, cuando me amabas, si alguien me hubiese asesinado, ¿lo hubieses perdonado solo por pedirlo?
Ella aprieta los colmillos ante mi respuesta. Creo que es de las pocas veces que evito poner un filtro a lo que pienso. Con Victoria lo hacía demasiado, todo para enamorarla.
—Solo... sal de mi vida —expone apartando su rostro del mío, pero no la dejo retroceder.
¿A qué tiene miedo? ¿Qué le preocupa?
Acerco mis labios a los de ella y no retrocede, su cuerpo no la permite apartarse, es como si recibirlo no fuese un problema. Esta vez solo lo dejo en su mejilla tras una ligera rozadura.
—Ódiame, vengo a salvarte, me creas o no —le respondo al oído ahora pasando la mano por su cintura.
—Aléjate de mí, no te quiero cerca —suelta clavando las uñas en mi hombro.
—Victoria, de nuestra familia, actualmente eres la única que me importa —le respondo tomando sus mejillas con una mano y besando sus labios un segundo.
Ella me mira molesta, posiblemente hasta consigo misma.
—A los demás juré que los asesinaría, a ti también, pero ya no es así —le respondo.
—¿Qué demonios te apartó de mí? Lewis, tu corazón muchas veces se aceleraba a mi lado —responde desde el deseo de saber la verdad.
Mentir, si no miento no hará lo que necesito...
—Hubo alguien que se coló en mi cabeza, sentía que avanzar contigo era traicionarlo y lo sentía a cada segundo. Incluso cuando esa persona murió —le contesto.
—¿Era hombre o mujer? —Me dice Victoria cerrando los ojos, está tratando de controlar su ira.
A nuestro lado, una de las vacas se deforma aunque sigue moviéndose como una masa de carne amorfa.
—Era un hombre —le respondo—. ¿A caso importa?
—¡Estoy evitando asesinarte ahora mismo, cállate! —Dice ella cubriendo sus oídos—. No, no, yo no voy a caer tan bajo de decir esas cosas... ¡Devuélveme a casa!
—Solo puedo viajar tres veces en un día, el mapa ya se usó esa cantidad, debes esperar a mañana —le respondo observando como las vacas se vuelven cañones de sangre y órganos.
—¡Te odio, te odio, lárgate de mi vida! Estaba recuperando la calma hasta que volviste a aparecer. ¡Déjame ser feliz! —Expone golpeando mi rostro y tomando mi cuello.
Comienzo a toser, algo que la desconcierta. Más cuando ve la sangre en mi mano. La tos no para y se hace mucho más fuerte.
—Calma —le respondo al ver su desconcierto.
—¿Qué sucede? —Responde ella sin saber qué hacer, sus manos tiemblan.
Yo de a poco paro de toser y logro recuperar la compostura.
—Solo estoy enfermo, no es nada —le indico.
—Lewis... ¿Qué sucede? —Me cuestiona ella.
La visión me empieza a fallar y caigo al suelo de rodillas. Victoria se agacha a mi lado preocupada, comienza a dar golpes en mi espalda hasta que se me pasa. Cuando por fin estoy bien, ella me abraza.
—No me des esos sustos... —Responde molesta, con un tono más dulce—: no puedes morir.
En el fondo, ella siempre me va a querer y no puedo evitar tenerle algo más de cariño. Tomo su mano y me recuesto en su regazo. Sus brazos por primera vez se me hacen cálidos para descansar, pero no cierro los ojos, nos quedamos así, juzgando nuestras acciones en silencio. Nuestros destinos están inevitablemente juntos y entrelazados, de una forma u otra.
Espero que hayan disfrutado el capítulo. Vic tiene aun problemas para superar completamente a Lewis, pero a ver que tal sale el asunto XD
A ver si adivinan que era la botella que se llevó Helios 7u7, les reto XD
Ya vamos a la recta final de este libro, espero que lo hayan disfrutado y continúen apoyandolo.
Los quiero, familia. Voten si les gustó, nos vemos pronto.
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