Bralen y yo vamos en dirección al bosque, siguiendo las pisadas que dejaron los bandidos y el camino abierto entre el césped por el paso humano. Debemos resolver el problema, solos, ya que Riven es probable que no sobreviva, ni siquiera dejándolo descansar en el carruaje.
Todavía nos encontramos en los bosques aledaños a la salida de Narciso, por lo que la composición no cambia mucho con respecto a los de nuestra tierra. El único problema es el fango del suelo, ya que llovió la noche anterior.
Mi sirviente se mueve rápido bajo los árboles, portando las telas negras. Él se sube en los troncos para tener mejor visión, mientras, yo avanzo en el suelo siguiendo el recorrido de rastreo que hace. Ante sus ojos debo ser capaz de percibir el olor también, así que no puedo perderle de vista.
Avanzamos varios metros entre la naturaleza. Las huellas son claras por el peso de lo que llevan, así que no me cuesta seguir el rastro. El problema es cuando la oscuridad empieza a hacerse más acentuada y mi vista se ve limitada.
A lo lejos empezamos a ver el fuego que sale del bosque, es demasiado para ser de una simple hoguera. Debe tratarse de un campamento de paso o quizás acentuado.
Una vez en el lugar, encontramos a todos corriendo, huyendo del humo. Charlotte está amarrada a un árbol que se consume en llamas, con un semblante de tristeza. Logra zafar sus manos y corre hasta una mujer desmayada en el suelo, sin prendas en su cuerpo, ella posee el cabello rojo como el fuego.
Es tan parecida a Walker, ese color me recuerda a los brujos de su aquelarre, pero según recuerdo, a todos los quemaron tras los hechos de hace dos años.
El bandido de la cortada en la cara apunta a Charlotte con el arma, para intentar acabar con su vida, pero Bralen corta los tendones de su mano sin ser visto en un ágil movimiento desde el suelo, para luego degollar su cuello haciéndolo caer. Sus pasos son casi imperceptibles y totalmente certeros.
—Idiota —susurran sus labios antes de desaparecer en la oscuridad de nuevo, como una sombra.
Su táctica ha mejorado, la entrenó y llegamos a la conclusión de que sus habilidades brillan más si las usa de forma indirecta, no en peleas frontales. Un estilo más apegado al de los ninjas.
—¡Charlotte, apaga el fuego, vas a quemar todo el bosque si lo dejas propagarse! —Le ordeno a mi sirvienta.
Ella se calma al escuchar mi voz, no se atrevería tampoco a desobedecerme. ¿Qué debió haber percibido que actúa de esa manera?
—Es ella, la esposa de Walker. La qué me enseñó en el sótano, esa es parecida a su alma, pero más débil —dice Charlotte sin dejarme entender.
¿Charlotte la llegó a conocer? ¿Cómo...? ¿Qué hace aquí?
Un bandido viene hacia mí con una espada, pero me deslizo por el costado para tomar su mano y proyectarle al suelo. Prosigo a golpear su mandíbula con mi zapato desde el lateral y hacerle perder la conciencia, aunque creo que se le dislocó.
—Charlotte, te espera una larga plática —respondo yendo a ayudar a la mujer.
Es solo una entre una jaula con cinco más, con los rasgos parecidos, pero no iguales. Todos con la mirada perdida y ojos vacíos. Decido atreverme, golpeo la cabeza de la joven y esta termina por deshacerse en barro. Es un clon y posiblemente lo sean los demás.
¡¿Qué demonios está pasando?!
—Tiene alma, joven amo —susurra Charlotte con una voz triste y molesta—, al menos fragmentos... es muy débil su luz, pero por eso no puede ni moverse correctamente.
¿Experimentos con almas?
—Esto es algo que haría ese aquelarre. Deben estar tratando de revivirlos —respondo y termino de destruir los cuerpos de arcilla a golpe. Estos se deshacen como arena, no prestan resistencia. Alguien intenta revivir el aquelarre, ojalá sea Walker... si fuese así, él estaría vivo. Sería la primera pista que tengo de él en años.
—Esto no está bien, no está bien traer de vuelta a los muertos —expone Charlotte, su voz suena dolida, desaprueba esa práctica en su totalidad e incluso se molestó cuando la usé en Helios. Ella levanta la mirada al cielo, parece que ve algo allí, pero para nuestros ojos, no hay nada.
—Lewis, ya los eliminé a todos —plantea Bralen, apareciendo delante de nosotros con sus mangas llenas de sangre y el rostro salpicado por ese escarlata—. Me dejaron todo el trabajo, solo espero que me empiecen a pagar.
La boca del niño también está manchada, parece haberlo disfrutado, volviendo a sus contrincantes un sabroso festín.
—Al menos quedó uno —comento posando mi pie en la espalda del que está en el suelo—. Debemos saber de dónde sacó estos cuerpos de barro. No duran más de dos días, así que no debe estar lejos.
—Puedo interrogar al hombre —me dice Bralen—. No esperé que hubiese sobrevivientes de ese aquelarre.
Nadie piensa en William Walker, nadie sabe qué intenté salvarlo.
Podría estar vivo...
Podría ser él...
La esperanza me consume de una forma que no quiero, podría haber un barranco de decepción detrás. Me exigí a mí mismo dejar de lado los sentimientos humanos hasta terminar mi tarea, pero en momentos así, afloran en mí ser de nuevo.
—La noche de las veintitrés antorchas. Las veintitrés purgas —comenta Charlotte sin apagar el fuego a nuestro alrededor, pero lo mantiene únicamente en cinco árboles cercanos y el suelo.
Esa noche...
Nadie en Narcisos la olvidará...
Tan solo de recordarlo, hace que el fuego a nuestro alrededor se sienta helado, a un punto que nuestra piel arde del frío. Las palabras y rezos aun resuenan en nuestros oídos, también los gritos por piedad de los incinerados.
Ocurrió una semana luego de la muerte de Walker. Los caballeros templarios de la iglesia llegaron a su mansión para quemar y saquear todo. El pueblo los ayudó e iniciaron el fuego. Sacaron a niños, a mujeres y ancianos por igual, todos fueron tratados como perros sin alma. Los ataron y golpearon públicamente, les pateaban el rostro y dos murieron en este proceso, con rostros irreconocibles.
Pasaron varios días siendo interrogados, pero ninguno habló y esto hizo enojar más a la iglesia. Ataron a los veintitrés a postes de madera alrededor del pueblo, incluidos los dos muertos en descomposición.
Aún recuerdo las palabras del padre Julio: "Esto es la prueba de lo sobrenatural en la ciudad, hoy inicia la caza de estas bestias. Los demonios y seres de la noche no volverán a gobernar en Narciso".
Los cuerpos ardieron, los niños de cabellos rojos en las estacas gigantes lloraban mientras se calcinaban y los niños humanos, que observaban, reían de felicidad ante la liberación de su pueblo.
Los humanos son iguales, todas las razas son iguales. Jamás se aceptarán ni respetarán, por eso cualquier maniobra debe ser hecha en silencio o serás quemado, serás un cadáver que se deshace en cenizas bajo rezos.
—A veces no sé qué hacer respecto a esto. Hay criaturas sobrenaturales que hacen daño y me alegra que Dios me permita purificarlas por el fuego. Pero, realmente no creo que este aquelarre hiciese algo malo —susurra Charlotte apretando la cruz en su pecho y decaída—. No quiero que las personas sufran así, no quiero que los buenos sufran.
Ella es de todos nosotros la que más pasaba tiempo con ellos. Ella, al final de cuentas, nació en un aquelarre que hacía sacrificios humanos y vio la diferencia en este, uno que solo buscaba la paz entre los humanos y criaturas aunque fuesen puestos en la mira de ambos bandos, sin aceptación completa en ninguno.
—El mundo jamás será purificado mientras haya vida —le contesto a Charlotte—. Si buscas una felicidad general, no la encontrarás y si la deseas, debes llegar a un alto puesto e imponerla. Pero al final cuando mueras todo lo que hiciste el próximo lo hará a su manera y solo será un recuerdo.
—Ellos se lo buscaron, Lewis les avisó —responde Bralen mientras clava una daga en el muslo del hombre inconsciente. El bandido despierta sobresaltado y grita por la herida, pero al hacerlo mi pie se posa en su cuello para que no se mueva, haciendo presión. No tengo algo malo en contra de él, pero este recuerdo hace que no logre controlar al cien por ciento mi impuso. Ni siquiera los humanos merecen piedad en su totalidad, no es tema de razas, todos presentan un grupo dispuesto a odiar y destruir.
—No hagamos esto largo. Podrías ser el único sobreviviente de este altercado, solo debes decirme donde conseguiste esos cuerpos de barro —le expongo.
—No le diré nada a los amigos de una bruja —balbucea el ladrón, moviendo el brazo para tomar mi pierna, pero Bralen le clava otra daga en el miembro que intenta mover.
Los gritos de dolor no se dejan esperar, danzan en nuestros oídos sin ningún tipo de piedad. Seguramente muchas de sus víctimas gritaron de igual manera y las violaron para luego asesinarlas.
—Habla, morir será el menor de tus miedos —le comento mientras los ojos rojos de mi sirviente se hacen visibles.
—Lo diré, lo diré, pero no me hagan nada demoníaco, por favor —dice el bandido, la pobre alma que sobrevivió, dejando ver el terror ante el rostro de Bralen. Uno que se deforma, dejando ver unas profundas ojeras y colmillos que sobresalen de sus labios manchados de sangre.
—Estás tardando —comenta Bralen, relamiendo sus labios para asustarlo más.
—Los encontramos vagando por el bosque mientras se arrastraban. Como eran muy extraños decidimos no avanzar más. Eso es lo único que sé. Muchos se deshicieron en nuestras manos —dice el hombre y le disparo a la cabeza sin dejarle saber siquiera que su paso por esta tierra terminó.
—Si sabe de nosotros ahora, es mejor que no viva. Bralen, peina el bosque y avísanos de lo que veas. Charlotte y yo nos quedaremos acá y tomaremos el botín de estos ladrones —les ordeno.
—Seré lo más rápido que pueda —responde el albino antes de marcharse.
—Joven amo, ¿soy egoísta? —me susurra Charlotte una vez quedamos a solas entre este bosque iluminado por más que la luna.
—¿Por qué lo piensas? —le cuestiono.
—Me alegró ver a Helios vivo, pero me disgusta que traigan las almas de los muertos en este aquelarre. Rompen el orden divino, pero por pensar así me siento egoísta, por un amigo lo tolero y hago la vista gorda. Sin embargo, no por los demás —expone su pensamiento mientras extingue el fuego a nuestro alrededor, nada fue quemado, ni siquiera los árboles que ardían intensamente.
La oscuridad se vuelve a apoderar de nuestro alrededor. Mas, no importa, somos una familia que vive entre tinieblas. Podría decir que es más cómodo así.
—Charlotte, eres humana, por ende eres egoísta. Todos lo somos, hasta la persona más pura —comento y acaricio su cabello, dudando si cubrirla en un abrazo, pero lo hago. Su cuerpo ya no es menudo, no es el mismo de aquella niña que tomé como sirvienta hace años. Aun así, sigo sintiendo un aire de pureza en su ser. ¿Cómo es posible si su cabello huele a sangre?
Bralen nos lleva una hora después hasta una cabaña en medio del bosque. Esta no presenta ninguna otra estructura alrededor, dejándole un aspecto bastante solitario. Ni siquiera se encuentra en buenas condiciones, la madera está mojada y los agujeros debieron dejar que el agua entrase en los días lluviosos.
Una mano me agarra del tobillo, llamando nuestra atención a esa zona. A nuestra espalda, yace un agujero enorme, lleno de cuerpos y barro entre ellos. Esto último debe ser de los que ya se destruyeron. Cabellos escarlatas y pieles desnudas, no hay más que eso junto a un aire de dolor.
Uno de estos susurra sin soltar una verdadera voz, solo gagueos: "a-a-yu-yuda". Más que un pedido, parece una súplica ahogada en dolor. Se siente desde fuera el olor a químicos y sangre. Un grito desgarrador sale del interior de la cabaña sin previo aviso.
—¡No otra vez, no otra vez! —expone una voz femenina, no la reconozco—. Sí, el próximo funcionará.
La puerta de la casa se abre y sale un niño pequeño de cabellos rojos arrastrándose con sus manos, las piernas no le funcionan y sus ojos están vacíos. Carece del brillo en la mirada de un vivo, es como si fuesen de cristal. Su cuerpo tiene malformaciones horribles que van desde un brazo extra en su espalda a una oreja en su frente.
—Tiene alma... —comenta Charlotte.
—Bralen —le digo a mi sirviente y este sostiene al niño.
Decido entrar a la cabaña, me imagino encontrando al conde. Quizás sea él, pero de serlo ha perdido la cabeza, habría perdido la cordura. Los gritos salen de la boca de una mujer, la cual se lanza al suelo cubriendo su rostro. Los cabellos rojos con canas se pueden ver en los rizos de la joven, su ropa está sucia como si en meses no la hubiese cambiado y el olor es simplemente asqueroso.
—¿Quién eres? —se voltea al escucharnos entrar, agarrando un cuchillo de cocina.
De sus muñecas cae el líquido rojo de la sangre, desperdiciándose en el suelo adornado con círculos mágicos que no comprendo.
—Soy un amigo de lo que era vuestro aquelarre —digo haciendo reparo en sus labios cuarteados y ojos cristalizados.
—No hay amigos, nadie nos ayudó... ¡Nuestro jefe nos abandonó! —expone la mujer, dejándose llevar por la ira, dolor y paranoia.
—Soy Lewis Roosevelt, debes haberme visto alguna vez por la mansión Walker —le comento.
No me duele su imagen, es poético, es el fragmento de lo que queda de ese poderoso aquelarre. Los bendecidos por el manejo de almas. Aun así, estoy decepcionado, creía que vería a Walker. Ella debe haber logrado escapar de ese infierno, aunque parece que perdió más que lo que puede costar la vida, perdió su cordura.
—¡Lárgate! —grita desesperada y deja caer el cuchillo al suelo cuando ve a Bralen asesinar al niño que acaba de crear. Cortó su cuello, dejando que el barro se desparrame en sus manos—. ¿¡Qué le haces a Finns!?
Ella corre hasta Bralen y lo golpea con todas sus fuerzas, incluso araña su rostro mientras llora. No nos atrevemos a movernos, solo la observamos tratar de agarrar lo que antes eras una malformación.
—¡Lo mataste, lo mataste de nuevo! ¡Él es solo un niño! ¡Había niños ahí! —expone ella entre lágrimas—, estaba mi hijo...
Mis ojos buscan a Charlotte, veo como muerde su propio labio aguantando sollozar. Se tapa sus oídos para aislarse, pero su boca empieza a sangrar por la tensión.
—Siempre alguien va a sufrir, Charlotte, te dejo elegir a ti —me acerco a ella y retiro sus manos de los oídos, cubriéndolas con las mías.
Dejo que se empape de los gritos de dolor y desvaríos de la mujer, para luego llevar mis dedos a su mejilla.
—No puedo con esto. Joven amo, la iglesia no es mala, ellos también eliminaron a criaturas crueles —susurra ella.
—No te he preguntado eso, Charlotte. Quiero que decidas tú si ella merece vivir o no —le digo.
—Usted decide, yo no —responde ella y hace fuerza para tapar sus oídos, pero no la dejo.
La mujer comienza a recitar un grupo de nombres que desconocemos. A la vez recoge el barro para mancharlo de su sangre y regresar a los círculos mágicos, llegando a ignorar nuestra presencia como si nunca hubiésemos existido.
—Te dejo decidir si acabar con su sufrimiento ahora o dejar que se prolongue. Tu misión es eliminar a los seres de la noche según la palabra de Dios. Ella es uno, Charlotte —le comento.
Charlotte sigue en su nuble, pero ante la pronunciación de los canticos de los brujos, despierta. Aprieta sus puños, dejando mis manos dentro, para luego pasar por mi lado, deteniéndose a la espalda de la pobre mujer.
—Espero que puedas descansar en paz junto a los demás. Perdona por haber tenido que hacerte pasar por esto —le argumenta mi sirvienta antes de posar su mano en la espalda de la mujer e inmolarla hasta las cenizas, liberando un pilar de fuego que en el fondo toma matices blancos.
Los alaridos de dolor por la incineración no hacen que nuestros rostros cambien, pero creo que es mejor que muera. Al fin de cuentas, ya ella había perdido la posibilidad de dejar de sufrir.
—No le hagas esas cosas a la niña, Lewis —responde Bralen tomando a Charlotte de la mano para sacarla de la cabaña. Él, incluso más que yo, trata de proteger su inocencia.
—Estoy bien. Es solo qué hasta ahora no había visto a nadie sufrir por alguna criatura muerta. Ellas siempre eran agresivas y ahora que no sea así, me es difícil digerirlo —expone Charlotte.
—Todos son iguales, valóralos por sus actos y no por su naturaleza. Solo eso debes saber y quiero enseñarte, antes de que termines pensando como los de la iglesia, ellos no distinguen, Charlotte —le comento para entrar a revisar la tienda, no me molesta pisar el desastre que quedó.
En la pared del fondo hay una nota atrapada por un clavo. Puedo reconocer la letra. La arranco y reviso con precisión una y otra vez.
Para Ciria:
"Debo marcharme, te ruego que pares las resurrecciones, sé que es doloroso y difícil, pero créeme, te entiendo. Lo intenté por años y traer a alguien de regreso siempre sale mal. Regresaré cuando logre conseguir un cuerpo que sea más que este recipiente de barro, mi magia casi se agota y mi vida también. Le prometí a alguien que nos veríamos de nuevo, así que no puedo permitirme morir."
Firma: El brujo de los cien años.
—William estuvo aquí... —susurro al terminar de leer la carta, quedándome por un momento de piedra y sintiendo una grieta en mi muro.
El brujo de los cien años, así se le conocía en el mundo de las criaturas de la noche.
Buenas ;3
Espero que hayan disfrutado este capítulo. Quería dejarles un fragmento de que pasó con el aquelarre de los Walker y pudieron ver un poco más a fondo como fue. Al menos ya saben que William sigue vivo... lo que hay que ver cuanto dura...en ese estado.
Charlotte...les adelanto que va a ser un personaje muy importante en esta entrega.
¿Qué les da más miedo, la locura junto al sufrimiento o la muerte?
Nos vemos pronto en otra entrega, si les gustó el capítulo los invito a votar.
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