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Cap17: Una única salida de Barlow

La noche cae sobre Barlow y sorprendentemente se ve mucho más vivo y colorido, con una gran cantidad de personas asistiendo al circo.

A pesar de ello, las únicas mujeres que salen a esta hora son las que se rigen por las costumbres de Axtrinia, las que cargan las tradiciones de la antigua Barlow no salen de noche.

Como Bralen se quedó cuidando a Charlotte, solo asistimos Helios y yo a este encuentro. Él va como mi sirviente y yo con los atuendos de noble. Los trabajadores nos dejan pasar sin boletos a la función dado nuestro objetivo.

Lo primero son los acróbatas, personas que a mi parecer perdieron el miedo a las alturas y adoran lo que les causa.

—¿Habías venido antes? —Le cuestiono a Helios.

—No, nunca tuve la oportunidad —me responde sin dejar de observar al frente—: ¿y usted?

—Una vez cuando era niño, aunque fue una función muy diferente —le comento para verle un segundo, aun así, no me mira.

En el escenario avanza por la cuerda floja un joven de cabellos castaños atados en una coleta. Este parece tan liviano que no se siente el miedo de que caerá. El público aplaude ante su función, una perfecta y magnífica.

Todos ellos, al menos los más entrenados, presentan habilidades dirigidas a la captura de criaturas mágicas que desplieguen problemas.

—Son humanos que parecen haber cruzado una línea curiosa —me comenta Helios y dada la oscuridad desliza su mano hasta la mía para tomarla entre nuestros asientos.

No le llamo la atención, simplemente dejo de mirarle y sigo apreciando el espectáculo. Nadie verá nuestras manos, nadie lo hará.

—Considere esto como la segunda —me indica él y no puedo evitar regresarle la mirada.

Segunda cita...

—Siempre tomando las libertades que te placen —le contesto.

—No me he rendido, joven amo —me responde.

El espectáculo sigue, pero no logro concentrarme en ello completamente. En realidad lo tomo como una demostración de las habilidades que poseen los trabajadores del circo para con los Roosevelt. Desde perfectos tiradores, alpinistas, fuerza, agilidad, habilidades extrañas, domadores de animales. Incluso uno se atreve a hacer cruzar a un lobo un aro de fuego, puedo asegurar que ese animal es más que una simple bestia.

Helios entrelaza nuestros dedos y me distrae de mí análisis. ¿Si esta no fuese una función de trabajo? ¿Si solo fuese una cita real con él? Quizás si fuese tan fácil no me daría tantos dolores de cabeza la posibilidad de llevar realmente algo en mi vientre. Estoy tan paranoico que lo pienso así, podría ser una simple indigestión... pero por si acaso... debo buscar un abortivo o alguna forma de sacarlo. No puedo permitirme tener un hijo ahora, si no lo asesino... alguien más lo hará por mí y también rodará mi cabeza.

—¿Estás bien? —Me pregunta Helios.

Cuando reacciono noto mi mano libre en mi abdomen y la quito de forma rápida.

—Creo que estoy enfermo, es solo eso —le informo.

—Al terminar vayamos a comer, su salud es un dilema, joven amo —me responde él observando cada detalle de mi rostro—. No se deje llevar tanto por sus preocupaciones.

Debo tener cuidado, no puedo olvidar su facilidad para leerme y engañarme.

—No lo hago, pero no puedo evitar siempre estar pensando —le comento.

—Confío en usted, a veces me gustaría poder ayudarle más —me confiesa Helios.

—Lo has hecho, aunque ello implicó hacerte hacer cosas horribles en el pasado, ¿aceptarás que las siga haciendo? —Le cuestiono.

—Cuando lo pienso, creo que usted se vio obligado a hacer cosas peores —me expone.

—Quédate a mi lado o huye, de igual manera, si sobrevivo voy a buscarte donde estés —le respondo.

—Luego de haberme ganado su favor, no voy a escapar, estaré a su lado hasta que decida cerrar este espectáculo —me dice Helios.

Mi instinto y deseo me hacen desear besarle, pero no lo hago ni él tampoco. Estoy seguro de que nos están observando, al menos a pocos metros. Por suerte, Helios está acostumbrado a mí y estas situaciones.

En el escenario, la joven de esta tarde, la que se hizo llamar Cadena, aparece en el tablado llevando a cabo el papel principal como domadora.

Ella pide un voluntario y me señala, me llama de entre todo el público. Las personas aplauden y me animan a ir. No logro escaparme de ello, así que termino aceptando.

El espectáculo es sencillo y a la vez complicado. Ella me hace entrar en una jaula junto a un león. Es un espacio de cuatro metros cuadrados. La bestia está encadenada a los barrotes de la jaula y yo me mantengo en el centro.

El público grita de miedo ante la simple idea. La joven de cabellos verdes en las puntas me sonríe amablemente y coloca un pañuelo rojo sobre la jaula. En este hay unas palabras bordadas en la parte interior.

"Si eres un Roosevelt, no le será difícil neutralizar a esta bestia."

Las cadenas se sueltan y los rugidos se hacen presentes, el público grita de euforia sin saber que pasa dentro, durmiendo lo negativo con el pensamiento de que es un simple espectáculo.

¿Cómo neutralizar a un león? Encima no piden que lo mate, aunque no tengo intención de acatar esa norma. El simple hecho de atreverse a dudar...

La bestia se levanta y me mira de frente. Mantengo mi ritmo y respiración calmados. Nada en mí se sale de lugar, por lo que se mantiene de frente. Llevo mi mano hacia mi chaqueta para tomar dos de los sedantes que suelo cargar. No sé cuál sea la dosis que lleve, si me paso realmente no me interesa. Simplemente, los disparo hacia él cuando se decide a lanzarse sobre mí. Su cuerpo cae sobre el mío y debo hacer una fuerza enorme para poder apartarlo.

Su peso casi no me deja respirar. Retiro los dos dardos para quitar las evidencias y me cuestiono si asesinarlo o no, sin embargo, la jaula se abre bajo de mí para caer en una caja oscura. Golpeo la parte superior, pero no logro abrirla.

Siento como esta se mueve y una voz susurra mientras avanzo.

—Perdone las molestias, será llevado ante el jefe —me dice algún desconocido que no veo y mueve la caja en la que me encuentro.

La libera una vez fuera de la carpa. Nos encontramos en un área de trabajo. Las personas llevan los materiales y se ven las diferentes tiendas de dormir de algunos.

El hombre que me lleva es el que caminaba por la cuerda floja, ese que parecía ser en extremo liviano. Avanza conmigo sin hacer ningún tipo de ruido, juraría que su presencia es prácticamente nula si no le ves.

—Soy Pluma, perdone el trato. No había una forma de comprobar que fuese usted un Roosevelt por la entrada secreta que hizo en la ciudad —me dice él sin detener su andar.

Sus ojos son marrones y su mirada es suave, no parece ser alguien de quien te cuidarías, más bien incita a ser protegido, pero no puedo dejar de pensar que es peligroso.

—No era necesario —le contesto siguiendo sus pasos.

—No es difícil hacer clones de barro y un sin número de impostores —me comenta volteado a verme con suavidad y sin detenerse.

—No estoy en contra de ser precavido, pero no deja de ser una falta de respeto —le cuestiono.

Llegamos a una carpa amplia, en esta hay un hombre más bajo en estatura que el que me lleva. Sus cabellos son rubios y posee un parche en uno de sus ojos, el visible es de color verde.

Él, en cambio, se arrodilla ante mí mostrando respeto.

—Señor Lewis Roosevelt —pronuncia con una sonrisa.

—Al menos alguien muestra algo de respeto —le apunto.

—Soy Daga, actual dueño del circo Los Ángeles Rojos. ¿En qué puedo ayudarle? —Expone el rubio.

Según tenía entendido, el dueño era otro. Aunque pudo haber muerto, de cualquier manera, no es mi problema.

—Información, sobre todo referente a los aquelarres de brujas y los demonios a los que le rinden culto —le comento sin rodeos.

Él hace silencio un momento y luego levanta la cabeza para hablar.

—Poseo esta información, pero necesitamos su ayuda, aquí en Barlow —me comenta Daga.

Justo cuando voy a contestar, se escuchan gritos fuera del campamento. Las personas parecen estar correteando, aunque no hay un revuelo masivo, al menos no del nivel donde los visitantes se dan cuenta de ello.

Siento los gritos de una mujer pidiendo que la suelten y como algo es arrastrado por el suelo.

Cuando miro hacia la puerta veo a Helios llevando de los cabellos a la mujer que se hace llamar Cadenas y por el pescuezo a lobo que la acompañaba.

—Suelta, maldito —exclama la joven mientras apuñala con un cuchillo la muñeca de Helios.

Lo normal sería que los ligamentos le hicieran soltarla al ceder, pero él se encargó de hacer amarres con los cabellos de la joven y su velocidad de regeneración es lo suficientemente rápida como para cubrirlo antes de soltarse. Llegaría a suponer que es incluso más veloz que la de mi familia.

Al final de cuentas para Helios, ahora, su principal fuente de poder es su absurda inmortalidad prácticamente absoluta.

La joven es liberada al él verme. Puedo percibir en la mano como su cuerpo expulsa el veneno como sudor en el área. El cuchillo que ella usa, está cargado de este.

—¿Qué criatura mágica es? No había visto una así —sentencia Cadena molesta, pero controlándose en mi presencia.

Ella corre hacia el lobo y trata de ayudarlo, este adopta la forma de un hombre y comienza a toser, parece que el agarre no lo dejaba respirar.

—Joven amo —me dice Helios quedándose en esa posición, una distante, pero en la que tiene visión de mí—. Nadie en el público se dio cuenta ni creé disturbios.

—Es un sirviente de los Roosevelt, no nos limitamos solamente vampiros o los más conocidos —le respondo a la mujer.

El joven de pies ligeros va donde Cadena a ayudarla, ella lo llama padre y se calma ante él.

—Ciertamente, es magnífica —dice el rubio con una sonrisa—. Referente a lo que hablábamos.

Es alguien que no para de sonreír, tampoco significa que deba bajar la guardia, al contrario. Siento que son bastante buenos manteniendo un espectáculo, pero no hay mayor evidencia de su hostilidad que el hecho de que hayan apuñalado la muñeca de Helios con acónito.

Mi sirviente no dice nada, solo se mantiene a la espera y su mirada en puntos vacíos, tal como le enseñé.

—Sea directo —le exijo.

—Barlow, hay algo extraño en Barlow. Muchos de nuestros artistas desaparecieron cuando intentamos salir de la ciudad.

¿Qué? No había escuchado de algo como esto.

—Explíquese —le digo.

—Algo extraño sucede, pero algunas de las personas que entran en las tierras de Barlow, son incapaces de salir de ellas —expone el rubio.

No conozco una criatura que directamente haga algo como eso. Podría decir brujos, pero se necesita más de mil para un hechizo que tome toda una provincia.

No esperaba una situación como esta, esto jamás se mencionó en el libro.

—Lo comprobaré por mí mismo, ¿pero hay alguna relación específica en esas personas que no pueden salir? —Le cuestiono.

—Sí, todas nacieron aquí o son descendientes de familias de Barlow —me indica Daga.

—Entiendo, lo investigaré, aunque realmente es parte de vuestro trabajo —le expongo.

El de los pies ligeros se acerca a mí con unos archivos, ni siquiera soy consciente de cuándo logró llegar. Me entrega estos antes de hablar.

—Son los informes de las brujas —me dice y en sus manos hay otras carpetas.

Las tomo y reviso por arriba, luego de asegurarme de que todo está en orden, lo entrego a Helios.

—Volveré cuando sepa algo —le expongo para caminar hacia la puerta, pero me detengo y atrevo a preguntar—: ¿Por qué simplemente no dejan detrás a los que no pueden salir?

—La familia nunca se abandona —expone el rubio con una amplia sonrisa.

¿Qué les pareció el capítulo? Espero que lo hayan disfrutado.

Algunos deben haberse dado cuenta ya por los nombres de los personajes XD, sí, son los de Amor de Circo. Si quieren saber más de ellos les invito a leer ese libro aunque, es un BL (chico x chico) pero no es obligatorio para entender algo de acá.

Por ese mismo motivo no pondré fotos de estos personajes del circo porque son de otro libro y allá no les di un rostro en imagen, prefiero que conserven la libertad de imaginaros como quieran.

Nos vemos pronto. Voten si les gustó.

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