Cap10: Una madre complicada
Esa persona que desgraciadamente catalogan como mi hijo se voltea a verme con sus ojos vacíos.
—Madre, es una carta del padre Julio, está en mi despacho y corroe, llevando a lo que se le acerca a la degradación —me responde sin dejarme ver algún indicio de intranquilidad.
—Lewis Roosevelt, esto es una vergüenza, has dejado que llegue su estúpido juego hasta nuestro núcleo —le planteo mientras camino hacia él o ella, realmente se me hace difícil ya distinguir.
—Mis disculpas —responde sin dejar de observarme.
—Ciertamente, se expande el área que abarca —le hago saber levantando la vista al aura roja con matices negros que se escapa por las ventanas de la mansión.
—Sería de ayuda, madre, que se deshiciera del objeto, sacándolo de los límites de la estancia y enviándolo a la iglesia con sus poderes. Si logra dejarlo en lo más cercano a la entrada, los ciudadanos lo asociarán más con un acto divino, quizás un castigo —me responde Lewis.
—Arrodíllate y pídelo de nuevo —le hago saber mientras le sonrío amablemente.
No parece dudarlo, simplemente lo hace, se doblega agachando la cabeza ante mí, a su vez lo hace su último juguete favorito, esa ciega.
—Por favor, madre, retire el objeto de la mansión —indica sin cambiar su tono opaco.
—No es tan divertido si no presentas resistencia, parece que terminaste ya por quebrarte —le comento posando un pie en su espalda, usándolo de escalón para luego con mis poderes y elevarme hasta la altura de la ventana.
Allí logro apreciar el cadáver descompuesto, no puedo evitar ampliar mi sonrisa, ahora conociendo la facilidad con la que mi pequeño desastre se escapó de esta situación dejando un sacrificio. Pero es mejor así, no dejaría que una rata de la iglesia acabe con algo que tiene mi preciada sangre sin mi permiso.
Observo el cadáver descompuesto y lo levanto en su totalidad del suelo, de este caen varios gusanos al jardín. Mantengo mi distancia y también conservo en el centro de la putrefacción ese objeto que la causó.
Comienzo a caminar por sobre el techo llegando a lo más alto sin esfuerzo para luego observar la dirección en que debe ser entregada. Lo divido en varios círculos que llevo hacia el lugar y hago llover a lo lejos los restos, todo sobre el techo sagrado de la iglesia que logran ver mis ojos.
¡Lástima que nadie acá sabrá que fui yo, es una hermosa obra de arte!
Bajo hasta mi posición inicial y Lewis me observa.
—Madre, deberíamos evitar llamar la atención —me hace saber él ya levantado del suelo.
—No hace falta, Lewis, limpiaremos Narciso de cualquier presencia pura y sagrada esta noche, de cualquier manera, ya esos perros están sobre nuestro rastro. No hay mejor prueba que este ataque tan directo, claramente querían asesinarnos —le respondo tomando su mentón—: ¿Has estado perdiendo el tiempo o perdido vuestra facilidad para sacar la basura?
—Nadie de nuestra familia cuenta con la capacidad para deshacernos de Dolores. Ni usted, madre —me responde Lewis haciendo que mis uñas se claven en los costados de su barbilla; sin embargo, no cambia su mirada.
—Son las órdenes de Lewelyn, tenemos veinticuatro horas —le respondo.
Desde las sombras sale disparada una carta con un sello sagrado que cae en mi mano y se la entrego a Lewis para que la lea.
—No puede ser... —Susurra él.
—Ese cura ha estado de alguna forma logrando que las cartas salgan. Se ha estado comunicando, por lo que sus altos mandos saben de la situación de Narciso. Debemos actuar rápidamente, esta carta pide una confirmación a la que le quedan cuarenta y ocho horas de vigencia para ser entregada —le hago saber.
—Y mientras Julio viva, siempre podrá usar ese mecanismo secreto para informar. Ciertamente, debemos actuar antes del tiempo límite —responde Lewis aceptando mi argumento, pero sigo sin verle perder la calma.
—¿Lo sabías? —Le cuestiono.
—No, pero ya había evaluado este escenario —me responde Lewis ahora avanzando hacia la entrada de la casa—: madre, debió ser un largo viaje, no le vendría mal una cena familiar.
Observo su malintencionado cuerpo, su vacía mirada y sus pasos silenciosos para ser humano. Comienzo a avanzar hacia dentro de la casa de nuevo mientras Gen se mueve en mi sombra como siempre, llevando mi equipaje.
Los sirvientes se mantienen como si nada hubiese pasado, tal y como debe ser. Me dan la bienvenida con una elegante cena para mí y mi pequeña cría.
Los platos perfectamente crudos son servidos y las copas llenadas. Tanto tiempo fuera ha hecho que varios detalles sean imperfectos, pero ya me encargaré de arreglarlos.
—¿Cómo se encuentra mi hermana? —Comenta Lewis rompiendo el silencio para luego posar sus labios en la copa llena de sangre.
—Perfectamente, aunque su esposo no llega a sus tobillos. Esperamos salir prontamente de la situación, ella ha estado averiguando sobre la maldición —le comento para comenzar a cortar un filete sobre mi plato.
—Lo supuse, padre no dejaría vivo a Oliver Walker para otro motivo. Aunque no creo que hable, él sabe que su única atadura a la vida es mantener la boca cerrada —me responde Lewis, ahora buscando mi mirada.
—Infravaloras lo que es capaz de hacer un hombre o mujer cegados por el amor —le respondo antes de tomar bocado—: pero es imposible que un alma tan vacía como la tuya sea capaz de sentir empatía por alguien, al final de cuentas, Lewelyn te ha criado.
Solo por un segundo los ojos de Lewis se ven débiles, pero no dura demasiado, aunque de mis intuiciones no se escapa nada.
—La estupidez no tiene límites —responde él.
—Ahora que lo recuerdo, sí había alguien, aunque es mejor que esté muerto. Gracias deberías dar que posees la oportunidad de tocar siquiera a Victoria siendo un humano, perdías el tiempo revolcándote con un sirviente —le respondo ahora dejando descansar la carne en mi lengua para hacer silencio.
—Es mejor no hablar de los muertos, madre —contesta Lewis dejando descender la copa de sangre por su garganta, ha dejado de vomitarla.
Tan patético, fingir ser algo tan alto desde lo más bajo. ¿No se cansa de aparentar ser un cazador cuando vive siendo la presa?
Solamente dejo ver mis pensamientos tras una sonrisa.
—Mantendré lejos a Dolores mientras cazas al cura —le respondo—: no creo que falles.
Sus ojos se levantan con curiosidad ante mis últimas palabras. Ciertamente, no le confiero valor, pero sí el hecho de que sobrevive más que las cucarachas.
—Será difícil —me responde él.
—¿A qué le temes, Lewis? —Le contesto.
—No es temor, sé que vendrán pronto a la mansión. He estado estudiándolos estos dos años, madre. Si un cadáver cayó en su iglesia junto al "regalo" que nos obsequiaron, si saben que adulteramos sus cartas y seguimos vivos, vendrán, porque suponen que de no ser así, iremos nosotros —me responde limpiando sus labios con una servilleta.
—Reconstruir este territorio será un problema —digo con total calma pero llena de rabia, aunque podríamos usar a los sirvientes pasa ello.
—Si mis cálculos no me fallan, ya se encuentran aquí. Perderíamos la edificación, pero sería nuestro terreno, siempre representa una ventaja, madre. De cualquier manera, le dejo decidir qué hacer —me responde Lewis regresando la vista a mí.
—Tienes poco tiempo para deshacerte de ese cura, contra la monja puritana debo dedicarme puramente a esquivarla, así que no puedo asegurar hasta dónde nos lleve la pelea, posiblemente me desvíe al bosque —le contesto levantándome de mi asiento—: Si cuando regrese no has acabado con el cura, desquitaré mi ira contigo en lugar de su cadáver.
—No he esperado una resolución diferente si me equivoco, madre —dice él.
Me termino de retirar del comedor dejando la cena a medias. Mis sirvientes se ofrecen para ser mi compañía esta noche, sin embargo, los rechazo. Últimamente, solo deseo los brazos de Lewelyn y ambiciono concluir esto lo antes posible para volver a su lado.
Deslizo la mano por mi cuello recordando sus torturas y caricias, después de tantos años por fin vuelvo a tener este tipo de atención por su parte, de ser así, no necesito a ningún otro. Al menos hasta que nos volvamos a aburrir, la eternidad es, para estos casos, un pequeño problema.
Preparé mi tina de agua para tomar un baño rápido, pero relajante. Aunque las ratas corriesen por mi mansión, solo debo esperar a que aparezcan para deshacerme de ellas.
La música suena en el tocador y deslizo mi cabeza hacia detrás al ritmo de la música, uno suave y seductor.
Me levanto de la bañera con calma para tomar mi bata de baño, una blanca con mis iniciales grabadas en dorado. Me subo sobre unos tacones a juego con pequeños detalles de perlas en la parte superior. Rocío mi cuello con perfume para luego desenredar mi cabello. Luego selecciono un vestido que solía usar para mis visitas a la casa del señor los domingos.
Parece que aún no se dedican a atacarme, así que me acerco a la habitación de Lewis para tener su localización. Lewelyn me ordenó que confiase en él, aunque sabe que no lo soporto. Intentaré mantenerlo vivo mientras se deshace del padre Julio, pero sería difícil una pelea frontal contra alguien que no puedo siquiera hacer un rasguño.
—Madre —me responde mi hijo abriendo la puerta—: Solo necesito treinta minutos, incluso si la llegase a atrapar, no morirá.
—¿Dudas de mí? —Le respondo acomodando el cuello de su traje negro.
—No dudo que salga tal como lo planee, sin embargo, no deje que destruyan su centro —me comenta Lewis.
Pensé y pienso que hará lo que sea para que yo muera, sus argumentos son solo falsas palabras.
—No es menos cierto que me arrepiento de haberte dado a luz, sin embargo, no dejaré que mueras a manos de los que más odio —le comento haciendo que su cuerpo se dé la vuelta para tomar su cabello entre mis dedos—: a diferencia del blanco de Lewelyn, el rojo se ve mejor en ti.
Mientras le hablo, coloco una cinta para hacerle una coleta baja a la altura de sus hombros. Esta me la dio Victoria rogándome que se la hiciese llegar.
—Madre, solo necesito que cuando llegue a mí, no posea su hábito, principalmente el que cubre su cabello —me confiesa Lewis de la nada.
Me decido a avanzar por los pasillos para encontrarme con un cadáver de uno de mis sirvientes tratando de regenerarse.
—¿Miedo, mi señora? Puedo guiarla hacia la intrusa —dice Gen, dejando ver sus ojos rojos en mi sombra.
—Hacía años no peleábamos juntos, sigue la misma estrategia —le hago saber mientras avanzo con mi atuendo perfecto y los tacones blancos.
—Creo que no tendré que avisarle, la monjita está arriba, desde aquí le veo las bragas —responde Gen mientras se ríe.
Acto seguido el techo se rompe, dejando una nube de humo que no deja ver al frente. Mi instinto de supervivencia se activa, por lo que uso mi velocidad y poderes para moverme a un lado, dejando que ella siga recto quedando de espaldas a mí.
Completamente de negro, con su ropa impecable, su crucifijo al cuello y una sonrisa inocente con ojos azules se voltea hacia mí.
—El padre Julio tiene razón, debo liberar a mi amigo de este lado oscuro —responde la monja observándome.
—No creo que ese viejo decrépito sea capaz de tener razón en algo, niña —le comento para verla abalanzarse hacia mí.
Entorpezco su camino usando los escombros que ella misma dejó para retroceder hasta perderme en los pasillos. Me molesta seriamente no ser capaz de atacarla efectivamente, pero al tener un cuerpo bendecido no puede ser afectado por mis poderes.
Hago caer la pared de rocas sobre ella, pero no tarda nada en despejarlas para salir. Decido dejar el interior de la mansión usando una ventana para hacer que me siga. Alejarla de Lewis, debo completar esa pauta.
Su manga está destrozada; sin embargo, su brazo no. ¿Por qué necesita que le quite sus hábitos? Tendría que analizar cuál es el deseo de Lewis y que gana con ello.
—¿Dónde está? Debo ayudarlo, el padre Julio no debió atacarlo, él es humano —confiesa la monja ahora saltando hacia mí de forma sobre humana.
Yo, en cambio, me deslizo hacia un lado y comienza una serie de movimientos esquivando sus ataques. Mi ropa hasta ahora no tiene siquiera una sola mancha ni rotura.
—Ese anciano decrépito no va a diferenciar entre un humano o criatura si se refiere a destruir lo sobrenatural, ¡porque es la voluntad de su estúpido Dios! —Le respondo mientras evito que me toque, entramos en un paso de baile interesante, a veces consigo deslizar su cuerpo valiéndome de sus atuendos.
—Él no atacará humanos, cállate, eres una criatura creada por demonios, no debes existir y mi deber es librar al mundo de tus daños —me confiesa la monja lanzando un golpe directamente a mi rostro.
Podría intentar atacarla ante su abertura, pero solo sería ponerme en riesgo, no soy idiota, así que la aprovecho para deslizarme a un costado y arrebatar de sus cabellos el manto que los cubre.
Ella deja un rostro de decepción, lo hizo esperando que la atacase para poder tener mi brazo.
—Tengo más de cinco veces la edad que tú, niña —no usaré palabras de respeto hacia ella.
Ella se pone nerviosa y lo trata de recoger para resguardarlos, pero los veo. Son negros como la noche y largos...
Sus cabellos son tan largos que reposan en el suelo y aun así, tienen la posibilidad de acumularse en este. Es prácticamente dos veces su cuerpo.
Cuando va a tomar su velo lo hago venir hasta mí usando una piedra del suelo, ya que es una prenda bendecida.
—¿Por qué tan tensa, pequeña? —Le pregunto sin dejar de sonreír.
—Suéltalo... —Responde dejando libre su cabellera ahora.
—No lo haré. —Con mis poderes me deshago de la prenda lanzándola lo más lejos de nosotras, incluso se pierde a la vista y dudo que ella sea capaz de localizarla.
La monja arremete contra mí a una velocidad mayor que la anterior, casi me alcanza y me decido a moverme, pero impacta en mi cuello, algo que no soy capaz de detectar con mi radio.
Me termino por alejar con dificultad y perdiendo sangre que regenero, pero la herida no se logra cerrar.
Mi mirada se posa en la posición desde la que vino la bala, veo a un niño pequeño de cabellos blancos sosteniendo un arma extraña parecida a en las que ha estado trabajando Lewelyn.
—Maldito... Lewis, sabía que no podía bajar la guardia contigo —expongo molesta.
—Sabía que él no me engañaría —plantea la monja y puedo ver sus mejillas, tomar un tono más vivo mientras su corazón se acelera.
No puedo evitar reírme mientras la sangre brota de mi boca, me mantengo en pie y termino por regenerar lo que quedaba herido de mi cuello.
—Me cansé de jugar —le hago saber.
Mis ojos toman ese tono escarlata y mis colmillos salen dejando a relucir todo su esplendor. Mi piel deja ver unas ligeras venas a través de la pálida piel y el aura se siente más pesada a nuestro alrededor.
Justo en ese momento, varias de las estructuras de la ciudad y árboles se empiezan a levantar en el aire, junto a temblores fuertes en la tierra, y las mantengo elevadas sobre la población en la distancia para acercarme a la monja mientras evito ahora consciente las balas benditas de la distancia.
Ella mira lo que ocurre y se dispone a atacarme.
—Ni te atrevas, a mí, a diferencia de ti, no me importa la vida de esos asquerosos humanos. Si mueren cien, mil o dos mil, no me afecta, monja —le digo observando su cara de preocupación e ira—. Solo debo dejar caer los edificios y todos esos a los que protegen morirán, no me malinterpretes, no es mi última carta, ¡esto es simplemente para darte la bienvenida a mi juego!
El francotirador se detiene y no me ataca, Lewis es muy blando para permitir que tantas personas mueran.
Ella no sabe qué decir, veo las gotas de sudor caer por su rostro, y la desesperación abordar su mirada. Exquisito, por estas cosas extrañaba mi ciudad, esta que es mi propiedad y sus vidas también.
A este capítulo no le pude hacer imágenes TwT, perdón.
Fuera de eso... ¿Qué les pareció?
Lyra es bastante radical y las opiniones sobre ella varían, me interesa mucho vuestros puntos de vista.
Espero que hayan disfrutado el capítulo, voten si les gustó.
Les reto a adivinar cuál creen que sea el plan de Lewis acá...
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