Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

SECUESTRO




Mi cuerpo arde en venganza. Solo quiero asesinarlo y liberar a mi pueblo. En mis manos formo puños, en un intento de opacar mi instinto de saltar a su cuello y ahorcarlo. Pero su cuerpo es más grande y ancho en los hombros. Una pelea cuerpo a cuerpo, solo para él es ventajoso.

El príncipe parece desentendido por la situación. Borra los rastros de lágrimas en su rostro. Su piel varía entre lo moreno y pálido, es como un balance. No quita su mirada de mí. Por eso logro notar que es idéntico a sus hermanas. Y tiene la misma mirada. Eso borra por completo lo que creía de él.

No demuestra que quiere hablar. Así que tendré que comenzar actuar.

—Lamento molestarlo, alteza —digo. Un sabor agrio nace en mi boca.

Detesto hacerlo, pero hago una reverencia. Él asiente levemente con su cabeza. Me acerco con alerta y de manera hostil.

—Solo quería ver a nuestra maravillosa reina, una última vez —comento. Dejo de observarlo y me concentro en su madre.

El retrato es para admirar su determinación y belleza. El cabello oscuro lacio y suelto cae por sus hombros. Su rostro se ve muy joven. Debe ser a la edad en que asumió el reinado. Noto que su hijo, heredó la misma expresión de su rostro.

—Descuide, ciudadana.

Si supieras que esta ciudadana te asesinará antes que llegues al trono.

Asiento y sigo mirando a la reina muerta.

—Su madre era muy hermosa, alteza —añado. Aún mantengo mi papel.

—Sí que lo era. Fue la mejor madre, sin duda —la emoción tiñe su voz ronca. Se posiciona a mi costado derecho.

Mis manos aún siguen en puños.

—Lamento su perdida. No puedo ni imaginar el dolor que siente.

—Se lo agradezco.

Es vulnerable. Está sin seguridad. Puedes actuar rápido. No hay guardias alrededor.

Mis instintos ya no resisten estar ocultos.

—Debería ir al gran salón, ciudadana —anuncia. Se aleja.

Continúo con mi papel. Hago una reverencia.

—Ahí lo veré, alteza.

Veo como su silueta se va perdiendo. Mis manos se relajan. ¿Cómo dejé escapar la oportunidad?

Camino más hacia adentro del pasillo. Voy mirando como los retratos cambian cada diez pasos. Perdí la cuenta cuando pasé por el número diez u once. Tantos rostros. Y ninguno fue capaz de reconocer nuestra existencia.

Las palabras que escuché mientras me mantenía en el escondite, hace eco en mi cabeza. Todos sabemos que la biblioteca del reino tiene la entrada restringida desde hace cien años, solo la familia real conoce los secretos que para sus habitantes están prohibidos. No entiendo por qué el príncipe se escuchó tan decidido a no destruirla.

No alcanzo a llegar al final, porque a través de los ventanales, me percato que el sol ya se ha ido. Camino de regreso, hacia el gran salón. Creo que Jackson ya debe haberse comenzado a impacientar al no verme allá. Me cruzo con varios guardias, ninguno de ellos es mi compañero. Y mientras muevo mis pies, me pregunto ¿Por qué algunos en este reino creen que nosotros no existimos? Bueno, mirando el inmenso poder y belleza que hay aquí, creerías lo que fuera. Quizá por eso Fernanda piensa que todas las personas son buenas. Probablemente, toda su vida ha crecido rodeada de dicha y amor. Y el amor es capaz de cambiar a las personas. Para bien o para mal, eso lo decide cada uno.

Me sorprende ver cada esquina del castillo adornada; telas con encajes, cuadros con paisajes antiguos, mueblería refinada, comedores con mesas enormes. ¿Por qué teniendo tanto no son capaces de compartirlo?

Llego al gran salón, agradezco a mi mente por no olvidar el mapa. La presencia de espectadores es abrumadora. Veo enormes cosas que proyectan el ataúd de la reina. Busco un punto más alto para encontrar a mi objetivo. Pero me detengo para analizar el ataúd de Roswitha. Está cubierto por una tela roja con detalles refinados donde está bordada el ave de Alteria. En el centro está su corona. Una joya repleta de perlas rojas. No lo voy a negar, es hermosa. También logro ver un anillo al lado de la corona.

—Dandara.

Escucho susurrar mi nombre. Me detengo. Disimuladamente busco al ejecutor, quien obviamente es Jackson. Distingo sus ojos verdes en una zona alta, también hay guaridas a lo lejos. Camino para quedar cerca, por unos minutos.

— ¿Dónde estabas? —interroga preocupado.

—Lo siento. Me perdí en un pasillo —miento. Sus ojos verdosos no me creen. A pesar de eso, decido no hablar más respecto a ese tema —. Deberíamos ir a un punto alto, para localizar a Fernanda.

Jackson asiente. Sabe que no tenemos tiempo para desconcentrarnos. Se aleja. Manteniendo la distancia. Él no deja de actuar como si fuera un verdadero guardia, yo camino despacio. Subo las escaleras, dan a un balcón donde hay demasiadas personas. Tendré que buscar la forma de abrirme el paso. Debo ver a la prometida de la princesa. Así que, de manera firme e insistentemente paso entre ellos. Jackson decide moverse por abajo, creo que examina las posibles salidas que tomaremos cuando tenga a Fernanda.

Las personas alrededor me complican la tarea. Golpeo a varias, me disculpo para no levantar sospechas e intento cambiar la expresión de mi rostro. Quiero verme triste y desbastada por la muerte de la reina.

Llego al balcón. La vista me da una mejor percepción de cuantos espectadores existen dentro de este salón. Es impresionante, las personas se apilan para estar más cerca del ataúd. También distingo los tronos de sus hijos. Hay cuatros y me sorprende ver uno vacío. Ya que el otro es porque Calíope está bajo secuestro por el clan dolor. Ese restante debe pertenecer al príncipe Gustav, del cual nada se sabe. Esperaba que sí estuviera presente para la ceremonia, después de todo, es su madre quien ha muerto.

Me centro en analizar a la princesa Armida. Viste un vestido negro, con escote recto y mangas hasta sus muñecas, donde tiene la misma pulsera que el muchacho me colocó, la que varias personas también traen. La princesa tiene la mirada fija en el ataúd. Su cabello es negro y ondulado, es el mismo que el de su hermano mayor. Su expresión puede ser triste, pero no deja de demostrar a una mujer firme. Y a nuestra más principal enemiga. Sus estrategias de guerra no se comparan con las nuestras.

Desvió mi mirada más abajo, hacia la primera fila, donde hay más asientos. Probablemente ahí estén ubicadas las personas más cercanas a la familia real. Es ahí donde encuentro a Fernanda. Su cabello es de color dorado, lo tiene recogido en una coleta alta. No me cabe duda que es la mujer del dibujo, la mirada gentil la distingue de los demás.

Todos comienzan a quedarse callados. Es señal de que la ceremonia ha iniciado. Veo cómo un hombre camina hacia un pequeño escenario. Lo reconozco, es el sujeto que hablaba con el príncipe hace unos minutos. Mientras él se prepara para hablar, veo a la hermana de Roswitha, la princesa Alka. Está sentada en la primera fila, junto a su pareja, Luna. Se ve destruida. Ha quedado sola, su hermana mayor muerta y su hermano menor desaparecido, probablemente también esté muerto.

—Del fuego y del aire, nacemos. Del agua proviene nuestra sangre. De la tierra, son nuestros ancestros —da comienzo a su discurso. Odio las primeras palabras que salen de sus labios —. Hoy es duelo nacional. Nuestra reina Roswitha se ha ido y nos ha dejado un vacío en nuestros corazones. Fue una reina distinguida y honorable en todos los sentidos, su compromiso con Alteria era profundo y leal. Nos enseñó el coraje con el cual debemos enfrentar nuestros temores. Así como amar y respetar el símbolo de la última nación de la raza humana. Eso nos convierte en un tesoro que debe ser protegido. Y ella nos hizo sentir a salvo —mis ojos van de él hacia los hijos de la reina —. Entiendo la angustia que sienten, pero no se consuman por ella. Nuestra reina se aseguró de dejarnos en las manos correctas. Seguiremos siendo la nación que fuimos en el pasado y la cual seremos en el futuro.

El rostro del hombre se ve en las pantallas enormes. Se limpia las lágrimas. ¿Cómo puede idolatrar tanto a una persona?

Se aleja del escenario con lentitud. Y antes de volver a su lugar, hace una reverencia al ataúd.

El príncipe heredero se para. Se queda ahí unos segundos, cada gesto que hace se ve en las pantallas. Parece contar sus pasos, ya que, avanza despacio. Primero se dirige al ataúd. Se acerca y lo besa. Ese gesto provoca llantos a mí alrededor. Mis ojos se topan con los Jackson, con su manos parece decirme que muestre dolor en mi rostro. Y lo intento. Él parece más conforme. Vuelve a adaptar su posición de guardia.

Archibeld se dirige el escenario.

—Mi madre se ha ido —escucho su voz temblar —. Y no sé cómo seguir sin ella. No sé lo que me espera desde ahora y eso me aterra. Es una incertidumbre que daña mi corazón —se detiene para respirar. Supongo que reprime sus ganas de llorar —. Ella me daba la seguridad de que mi futuro era próspero, a permanecer de pié, aún si algunas personas solo me hacían más inseguro. Ser el príncipe heredero ha sido un tormento que llevo cargando desde que nací.

Tengo el presentimiento que no está listo para liderar a Alteria. Y nunca antes había visto tan viva la llama de la esperanza. Archibeld, nunca podrá ser rey, sus miedos son mayores, lo distingo en su mirada oscura.

—Y ahora es momento de asumir mi destino —continúa —. No les mentiré, estoy aterrado —el salón es silencio absoluto —. No solo porque me haré cargo de la nación, sino, que no puedo tolerar las injusticias que hemos cometido a lo largo de los siglos —por primera vez, su voz se estabiliza —. La historia no debe ser quemada, ni olvidada. Roswitha lo tenía más que claro. Hay personas allá afuera que sí existen.

Pienso. ¿Habla de nosotros?

—Roswitha quería hacer las cosas bien, intentar remendar el daño —es obvio, se refiere a los caídos —. Por eso hoy, yo, Archibeld Constantino, futuro rey de Alteria, prometo ante todos, cumplir el último deseo de mi madre. Intentar dialogar con la nación caída.

Ladeo mi labio en una sonrisa. No negociaremos. Ellos deben morir.

Los murmullos invaden el balcón donde me encuentro. A estos espectadores no parece gustarle el discurso de su futuro rey.

Dedico caminar para poder tener mejor acceso a Fernanda, ya que, en cuanto termine la ceremonia, todo será un caos.

—Te extraño, madre —sigue el príncipe —, y lo haré a cada segundo que respire. Viva Alteria y dicha eterna a la reina Roswitha.

Las últimas palabras son repetidas por todos aquí.

Llego abajo y de manera rápida me muevo hacia la primera fila. Jackson camina conmigo, a una distancia prudente. Levanto la vista hacia las pantallas. Archibeld ha regresado a su puesto. Después, Armida se para. Camina hacia el ataúd, lo besa. Se mantiene con su cabeza apoyada unos segundos. Se endereza y limpia sus lágrimas. Creo que ha llegado su turno de hablar.

—Reina, su majestad. Así te llamaban los demás, yo te decía mamá —comienza. Mientras camino, la escucho —. Hiciste de mí una gran mujer, eso lo sé. Me dijiste que nosotros cuatro dependerían el futuro de la nación, que apoyáramos a nuestro hermano. En todas sus decisiones y actos.

Se me dificulta el acceso a la primera fila. Las personas son testarudas y no quieren moverse. Me detengo.

—Lo prometo mamá. Solo protégenos, porque Calíope y Gustav te necesitan, donde sea que estén.

La princesa se baja del escenario. El gran salón se llena en un ambiente melancólico. Me quedo pensando en las palabras de Armida. Sé que Calíope está bajo secuestro, pero del príncipe, nada se sabe. Salvo por el dibujo de Jackson, nadie conoce su rostro adulto y puede haber cambiado bastante.

La ceremonia culmina cuando los hijos de Roswitha abandonan el gran salón. Debo apresurarme, porque Fernanda puede ir con ellos. Y perdería la oportunidad de secuestrarla. Por fin las demás personas se mueven. No sé si serán los nervios, pero siento una brisa fría inundar el salón.

Las personas se reúnen alrededor de unas mesa, dónde la comida sobra. Es un banquete para los presentes. Cuando llego a la primera fila, Fernanda no está aquí. Me desespero y no veo a Jackson en ningún lado. Decido moverme, así encontraré a mi objetivo. La situación me frustra, porque, ya tenía a la vista a esa mujer y ahora, no la veo por ninguna parte. Y probablemente se encuentre con Armida.

Camino hacia los mesones, intentaré compartir con los demás para no demostrar una actitud sospechosa. En eso, diviso a Jackson. Me hace una seña con su mano, quiere que camine, así que, me muevo hacia su dirección.

—Vi a Fernanda, se iba con la princesa —me dice de inmediato. Suelto un suspiro de decepción —. Tendremos que esperar.

— ¿Esperar? Jackson, sabes que no tenemos mucho tiempo. Los guardias pueden sospechar de ti o de mí en cualquier momento.

—Ya lo sé, Dandara —añade tranquilo.

Odio su faceta de ocultar sus emociones a la perfección.

—Bien. Estaré en el banquete —señalo. Mi compañero asiente y se aleja con rapidez.

Vuelvo a la mesa. Creo que pocas personas tienen hambre, al parecer su tristeza es más grande, muy pocos han tocado la comida, otros beben un líquido que desconozco. Decido comer una especie de pan o no sé lo que es. Al llevarlo a mi boca me percato que es delicioso. Es un sabor que nunca había probado, ya que, solo acostumbraba a comer comidas ácidas o agrias e incluso a punto de caducar. La realidad de los alterianos está el doble por arriba de nosotros. Viviendo de esta manera, donde la comida sobra y no tienes preocupación a que se te acabará o no tendrás para mañana. No te preocuparías por alguien que apenas sobrevive. ¿Por qué cambiarías un castillo de oro por una vida en la miseria? Son egoístas, todos aquí. No merecen compasión ni piedad por parte de los caídos.

—Mira mamá, su cabello es blanco —escucho la voz de una niña. Ella y su madre están de frente.

La mujer morena, de cabello oscuro, toma a la niña por los hombros y la aleja.

—Ya lo vi, corazón. Anda, vamos a buscar un poco de agua —añade la mujer con molestia. Sus ojos marrones no esconden el desprecio hacia mí.

Por suerte el muchacho tiñó mi piel, porque todos aquí no me quitarían los ojos de encima.

—No la culpes. Es raro ver personas distintas aquí. La mayoría son de pelo y ojos oscuros.

Y como si el destino o la suerte me acompaña hoy, Fernanda me está hablando. Sus palabras son cálidas.

—Entonces, para usted también debe ser raro —añado, señalo su cabello dorado.

La mujer sonríe. Todo en ella irradia amabilidad.

—Con el tiempo te acostumbras. Además, no todos tienen perjuicios con el cabello blanco.

— ¿Por qué? ¿Tiene algún significado? —interrogo, suavemente. Debo verme sutil.

—Bueno, hace años. Se comenzó a especular que una persona con tu cabello, destruiría todo Alteria.

—Y algunos lo creen —asumo.

Fernanda asiente. Saca un trozo de lo mismo que yo había comido antes.

—Sí. Pero son palabras inventadas por alguien con demasiado tiempo libre.

Me ofrece un trozo. No dudo en tomarlo. Ganarme su confianza es primordial.

— ¿Qué más decían esos rumores? —pregunto. Muy curiosa.

—No hay demasiada información. Como te he dicho, solo son rumores.

Su tono es convincente. Me quedo analizando su rostro y su mirada demuestra una mujer gentil. Su rostro es una melodía de cosas fantásticas y frescas. Armida sufrirá su pérdida. Estoy segura.

—Al menos debemos disfrutar la comida —añade Fernanda —. La muerte de su majestad ha traído dolor, no hambre.

—Concuerdo con usted. He visto a muchos no tocar la comida.

—Creo que a la reina no le hubiese gustado ver desperdicio. Ella era partidaria de que los recursos no debían sobreexplotarse.

Asiento.

—Y, ¿en qué zona del reino vives? —cuestiona. Su tono de voz demanda una respuesta.

Por unos segundos no sé qué decir. Su pregunta me sorprende. Era más que obvio que podría hablarme de algo así. Y no estudié ninguna zona del reino, además del castillo.

—Pues, resido cerca de la calle principal —respondo —. No suelo salir mucho de casa. Ya sabe, los prejuicios.

—No dejes que te eso no te permita vivir. Mientras tú sepas quién eres, la opinión de los demás no debe importarte.

Le sonrío. Puedo estar actuando, pero sus palabras son significativas.

—Gracias. Es usted una gran mujer.

Fernanda mueve su cabeza, acepta mis palabras.

Cuando saco otro trozo de comida de la mesa. Mis ojos se topan con los de Jackson, creo que me quiere decir que es hora. Debemos sacar a Fernanda del castillo. Él se aleja y se va por la misma zona que ingresamos.

— ¿Estás bien?

Pestañeo. Ha llegado el momento. Inicio.

Me afirmo en la mesa, quiero simular que me siento mal. Siento la mano de Fernanda tocar mi hombro.

— ¿Estás bien? —vuelve a preguntar.

Me llevo una mano a la cabeza. Hago que mi respiración sea agitada. Y niego.

—Creo que la comida me ha caído un poco mal —digo. Mi voz suena descompuesta.

Ella se preocupa. Qué fácil es engañar a una persona de buen corazón.

—Necesito salir, un poco de aire me hará sentir mejor.

Finjo no tener equilibrio. Fernanda me sujeta del brazo derecho.

— ¿Quieres que te ayude?

Asiento.

La guío por donde se fue Jackson. En todo momento no mejoro mi estado, de hecho, a veces finjo estar peor. Ella me cree cada gesto de molestia que hago con mi rostro.

Me asusto cuando veo a unos guardias que vienen a nuestra dirección.

— ¿Todo en orden, señorita? —pregunta uno. Los otros dos me miran.

Fernanda no suelta mi brazo.

—Sí, sí. Descuiden. Solo se siente mal. La llevaré a un lugar más amplio para que respire con más facilidad.

Los guardias asienten después de un silencio que se me hace eterno. Debo fingir más. Dejo caer el peso de mi cuerpo sobre Fernanda. Ella se ve obliga a sentarme en una banca.

—Estoy bien —anuncio. Los guardias siguen aquí.

Respiro. Inhalo y exhalo. Fernanda está a mi lado.

Les hace unas señas a los guardias para que sigan con su trabajo. Ellos, se van de mala gana. Es seguro que le avisarán a Armida que su prometida está con una mujer en los pasillos. Disminuyo mis síntomas inventados.

—Creo que ya estoy mejor —comento. Intento pararme, simulo un leve mareo.

—Tranquila. Solo descansa. Podemos volver cuando te sientas mejor.

Espero que Jackson se esté impacientando. Porque es muy probable que me queden unos minutos antes que llegue Armida.

—Lo lamento —finjo la disculpa —. No quise incomodarla.

—Descuida. Lo que te pasó no es algo que puedas controlar.

Me levanto y esta vez no demuestro mareo o nauseas. Fernanda se para de inmediato.

— ¿Mejor?

Asiento. Le sonrío.

Mis pies dan hacia el parque.

—Quisiera caminar un poco. Usted podría volver al gran salón.

Ella se posiciona a mi lado.

—Tranquila, te acompañaré.

Desearás no tener un buen corazón.

Con lentitud nos movemos.

—La princesa Armida debe tener demasiada suerte, para tenerla a su lado. Usted es una mujer increíble.

—Bueno, solo intento ver lo mejor de las personas. Todos en el fondo tenemos una pizca de bondad.

— ¿Incluso yo?

—Por supuesto. A veces mostramos versiones de nosotros que no son correctas. Intentamos ocultar nuestra verdadera identidad, porque revelarla puede ser un acto de debilidad.

Llegamos. Veo la silueta de Jackson. Cerca de la torre.

—Algunos creen que la debilidad es una desventaja —comento.

—Yo creo que la debilidad nos hace humanos. Nuestras emociones son parte de la esencia de cada persona. Sin ellas, estaríamos vacíos.

Cuando ya Jackson está lo suficientemente cerca, borro mi faceta y muestro mi verdadera personalidad.

—Pues, te equivocaste conmigo, Fernanda. No soy una buena persona y mis intenciones no son buenas.

Su rostro se sorprende. Me mira de pies a cabeza. Y se detiene en el anillo de Orit. Intenta tomarme la mano. La esquivo.

— ¿De dónde sacaste eso? —cuestiona. Su tono de voz amable desaparece. Es reemplazado por miedo.

—Eso no debe importarte —suelto, seria —. Mira bien el castillo. Porque esta será la última vez que lo verás.

Mi compañero aparece por detrás y le pone un paño en sus labios. Suelto un suspiro de alivio cuando su cuerpo cae dormido en los brazos de Jackson.

—Bien hecho, blanca.

Él toma su cuerpo y lo levanta. El arma falsa que tenía, queda en el suelo. Nos apresuramos para salir.

El hecho de que haya podido engañar a Fernanda, me llena de esperanza. Sin ella, Armida estará confundida y débil. Sus estrategias de guerra se pueden ver afectadas.

—Rápido. Estela nos espera —menciona Jackson. Después baja a Fernanda. Le tomo sus pies y él la parte de arriba.

Antes de meternos en el orificio. Nos percatamos que nos han visto. Unos guardias vienen desde el inicio del pasillo.

— ¡Hey!

Grita uno. Escucho que alguien da la orden de no disparar. Una voz femenina, es la princesa. Luego, nos movemos con velocidad, porque nos están siguiendo.

La tarea de sacar a Fernanda se nos dificulta bastante. Pasamos a rasguñar su vestido. Y mis brazos se rozan con la pared, las heridas me arden.

Cuando salimos por el otro extremo. Evan se baja y toma el cuerpo de Fernanda. Corremos.

—Los guardias nos vieron —anuncio de inmediato.

Evan deja a la mujer recostada y se mueve hacia el asiento del chofer.

—Los perderemos. Andando —ordena Estela.

Respiro erráticamente. Sé que esta misión aún no ha acabado. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro