RIO
Doy un brinco, mi piel suda. Siento el corazón acelerado.
El mapa que estaba sobre mi abdomen, cae al suelo. También lo hacen las fotografías.
He estudiado y repasado como seis veces. La memoria o recordar cosas, no va muy bien conmigo. Pero los recuerdos que he formado con Cataldo, Mayida y la lombriz; esos jamás los olvidaré.
Me levanto con un leve dolor de espalda. Miro hacia afuera, la noche aún está presente, pero las estrellas se ven menos, deben faltar unas horas para el amanecer.
Bebo sin dudar un vaso con agua.
Recojo el mapa, lo doblo.
Me detengo unos segundos, cuando poso los ojos en los dibujos de los miembros de la realeza. Sus rostros son como gotas de agua. Aunque el príncipe heredero tiene una mirada diferente. Me percaté de eso en el primer momento que Jackson me entregó su dibujo. Se ve compasivo, amable y gentil. Cualidades muy raras de encontrar en personas como él.
La boca se me llena de un sabor agrio al recordar que sus antepasados provocaron nuestra miseria. Dejo de lado su dibujo. Tomo el de Fernanda. La mujer que cree que todos son buenos.
Ladeo mis labios en una sonrisa. Muy pronto la prometida de la princesa Armida, conocerá la realidad.
Siento a Orit moverse. Se gira hacia y queda dándome la espalda. Siempre ha tenido el sueño inquieto. En eso nos parecemos.
Dejo todo encima de mi cama, me muevo en silencio por la habitación, busco la ropa que ocupé ayer y hoy.
Una brisa helada pasa por mis piernas. Suelto un escalofrío. La prenda que me pongo para dormir es demasiada delgada y hace demasiado frío.
Saco una manta de la cama. Si aquí está helado. Me imagino que afuera está peor. Cubro la parte de arriba de mi cuerpo
Salgo lentamente de la habitación. También bajo un escalón a la vez. No quiero despertar a nadie.
Miro al cielo una vez que estoy abajo. La luna está grande y hermosa. Me iluminará todo el camino al río.
Suelo bañarme dos veces en la semana. Y siempre lo hago en la noche, cuando la radiación solar no me daña y el agua está libre de calor.
Paso los árboles, mis pies están descalzos y siento las hojas bajo ellos. Noto que el silencio no es absoluto, ya que, escucho grillos y algunas aves nocturnas.
El río está a unos metros. El cual viene de la cordillera que mantiene nieve todo el año, eso nos garantiza que este verdadero milagro no se seque, porque hay muy pocas fuentes de agua bebible. El océano que está al oeste, su agua, no sirve.
Escucho su sonido y sonrío.
Me quito la manta y el camisón, solo quedo en ropa interior.
Llego a la orilla y dejo mi ropa. Después de sumergirme, la lavaré con el pequeño trozo de jabón que se nos entrega.
El agua fría roza mis pies. No espero muchos segundos, camino hacia lo hondo. Sumerjo mi cabeza. Mi cuerpo se relaja.
Salgo a la superficie.
Ahogo un grito cuando veo una figura afuera del río.
Analizo su cuerpo. Tiene el cabello negro y corto. Lo reconozco.
Es mi supuesto nuevo vecino.
—Creí que bañarse en la noche era un factor riesgoso, ya que, somos más propensos a resfriarnos.
¿Somos?
Comienza a quitarse la ropa inmediatamente después de que termine de hablar.
—Hey, Velasco. El río es demasiado grande, puedes ir a ducharte a otro sitio.
No responde.
Deja sus prendas al lado de las mías.
Solo queda en ropa interior.
Se lanza de manera brutal al agua, me salpica.
—Nada mejor que una ducha en la madrugada. El agua helada, muy buena para la circulación.
Me alejo un poco.
Solo tengo los hombros a la vista.
Él nada un par de veces, también se sumerge. De hecho demora bastante en salir, eso me inquieta.
— ¡Ah! —grito asustada.
Veo su cuerpo delgado a unos metros. Distingo el marrón oscuro en sus ojos. Noto su piel morena, húmeda y brillante.
—Tranquila —su voz se me hace extrañamente suave.
Suelta una risa rara.
—Hace unas horas decías no confiar en mí. Pero mírate ahora, estás tan cerca y no te has movido ni un centímetro.
Mi corazón está desbordado. La respiración acelerada.
¿Qué está pasando?
Pestañeo y recapacito.
Me alejo de su posición.
Salgo del agua. Rápidamente me coloco mi camisón.
—Oye, vamos. No te haré daño —modula.
Comienza a salir del agua.
No puedo hablar.
Recojo la ropa. Me olvido por completo de lavarla.
Y camino, a no sé dónde. Todavía no entiendo que me sucede.
— ¡Espera! Dandara.
Me detengo cuando escucho mi nombre.
Giro.
—Te olvidas de esto —dice, sostiene el jabón.
El corazón me vuelve a latir fuertemente cuando observo su cuerpo.
Se acerca al notar que no me muevo.
Me extiende la mano.
Nuestros dedos rozan, eso provoca una descarga en mi pecho. Levanto los ojos, él me está mirando. Y solo hay silencio.
Velasco reacciona. Carraspea y aleja sus dedos.
Yo solo retrocedo y me giro. Me adentro en el bosque.
Camino a paso apresurado.
Mi mano derecha lleva la ropa con la manta y el jabón. La otra mano la tengo en mi corazón. Late tan deprisa que me aterra, tengo miedo a esto que estoy sintiendo.
Llego al final de los árboles. Analizo el cielo, necesito ocupar mi mente en otra cosa. Las estrellas se ven escasas y poco nítidas. La luna se ha movido de su posición anterior. Aun así, distingo ese cúmulo, a veces pienso que cada vez se acerca más a mí. Es simplemente hermoso.
Inhalo y exhalo.
Decido seguir caminando hacia la torre.
Siento la brisa, traspasa mi cuerpo mojado. Me detengo para cubrirme con la manta. Esta vez la ubico desde mi cabeza. La cual duele por el frío.
Cuando llego a la entrada, procuro subir los escalones uno por uno. Solo escucho mis pasos hasta llegar arriba.
Orit sigue durmiendo, dejo la ropa sucia sobre mi cama. Me enfada el hecho de que no recordé lavarla.
Muevo mi cabeza en el momento exacto que los ojos marrones de Velasco aparecen en la memoria. Nunca me había sentido así. Tan expuesta, rara. No tengo más palabras para expresar lo que sentí al verlo tan de cerca. Había visto a muchos chicos con el torso desnudo, pero él, todo fue distinto.
Tomo el mapa. También agarro el lápiz que ocupo para marcar y subo al techo. Estoy convencida de que no podré dormir.
Me siento en el colchón. Abro el mapa.
Zona noroeste. Árboles de pino. Sendero altamente vigilado por guardias con orden de matar a cualquier desconocido. Ocho torres, en diferentes direcciones. Escaleras, tercera torre. Punto muerto.
Miro una y otra vez el castillo Constantino. Marco la ruta que tomaremos. Cerca de la cordillera.
Oigo unos pasos. La lombriz ha despertado.
— ¿Qué haces aquí? —bosteza. Sus ojos verdes están cansados.
Debería estar durmiendo.
No le respondo, prefiero enseñarle el mapa.
Se sienta a mi lado, de inmediato acaricia mi cabello, húmedo.
—Deberías haberme despertado, te abría acompañado —comenta.
—No hizo falta, estoy bien —repongo.
Quiero abrir mis labios para comentarle sobre Velasco y su repentina aparición en el clan reservado.
— ¿Qué me ocultas?
Suelto un suspiro, dejo de lado el mapa.
—Hoy, en el bar conocí a un hombre. No lo había visto nunca, ni siquiera en los recorridos que hago con Mayida. Se me hizo extraño y le comenté a Cataldo. Dijo que le preguntaría al representante del clan reservado.
— ¿Y?
—Y después me lo encontré abajo, me dijo que estaría cuidando la habitación de James.
Ella me mira. Sabe que oculto otra cosa.
—También lo vi en el río, hace unos minutos —revelo —, fue extraño.
— ¿Extraño?, parece que te estuviera siguiendo —añade, me da un leve codazo —, quizá le gustes.
Sonrío. A Orit siempre le parece que yo les gusto a los demás. Ya no sé cuántas veces le he repetido que nadie se interesaría en mí. Soy una rareza entre todos.
—Lombriz. Lo conocí hoy.
La sensación que sentí se viene de nuevo a mi mente.
—Pero por lo que puedo notar, algo sucedió en el río —su voz se me hace molestosa.
Niego. Vuelvo a concentrarme en el mapa.
— ¿Cómo te sientes con la nueva misión? —interroga.
—Sinceramente, aterrada —confieso —, de esto depende la esperanza, de luchar por la libertar y acabar con la maldición.
Orit calla. Después afirma su cabeza en mi hombro. Es una forma de decirme que está apoyándome.
Comienzo a repasar el trayecto, por varias horas.
Mis ojos ya no soportan y se cierran. Siento que alguien me cubre con la manta.
—Te vendré a despertar, en cuanto comience a salir el sol —escucho la voz de la lombriz a la distancia.
Después de eso, caigo en un sueño profundo.
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