RENACER
Los retratos no solo muestran a nuestros ancestros, también nos enseñan la historia. Aquella que no se debe olvidar.
Eso es lo que dicen los alterianos en sus pasillos repletos de pinturas congeladas en el tiempo. Inician con el primer rey de la nación y acaban con la última familia real, liderada por la reina Roswita, el rey Keanu y sus cuatro hijos: Archibeld, Calíope, Armida y Gustav. De este último, solo hay un cuadro, que es de bebé. Nadie sabe cómo es, ni qué edad tiene actualmente. Se dice que la reina quiere mantenerlo alejado, además de ser su preferido. Es lo que te dirá cada habitante de la última nación de la humanidad. La historia restante está guardada en la biblioteca, custodiada y protegida por los soldados del reino. Dicen que ahí se guarda el secreto de nuestra maldición.
Nacer en la soledad y la miseria no me molestó. Me acostumbre a ser una niña debilucha y crecer sin nada. Sin padre ni madre, a nadie a quién querer. Bueno eso cambió y ahora solo tengo a Cataldo, quien fue mi guía, por diecinueve largos años en la calle. Después encontré a la lombriz.
Subo al estrado. Me posiciono en la silla a la derecha de mi líder. Él se prepara para una conferencia de última hora. Sé que sucedió algo extremadamente importante. Todos los clanes están aquí, incluido los reservados. Aquellos que solo atacan en la oscuridad y la sombra.
—Como la lluvia cae sobre la tierra. Como las estrellas iluminan el cielo. Seguiremos siendo inevitables, hasta el final de los tiempos —comienza Cataldo, todos callamos, solo es su palabra —, nos reunimos a medio día, ya que, nuestros espías traen noticias esperanzadoras, prometen acabar con nuestra desgracia —su voz es calmada —, hoy, exactamente a las diez de la mañana. La reina Roswitha ha muerto.
Los aplausos y gritos de felicidad llenan el salón. Mi corazón late con frenesí. Me levanto y abrazo a Mayida. La pareja y segunda al mando de Cataldo.
La emoción llena estas paredes, nunca había presenciado tanta. Al fin llega nuestra oportunidad.
—Inevitable —murmuro.
Mayida se separa y toma mi rostro con ambas manos.
—Hasta el final de los tiempos —completa.
Limpia las lágrimas que caen por mis mejillas.
—Necesito su atención —dice nuestro líder.
Todos guardamos silencio. Pero la emoción sigue presente.
—Esta muerte significa el inicio de la guerra. Es la clave para volver al poder que nunca se debió arrebatar —anuncia con alegría —. Reuniremos los consejos de guerra. Debemos crear un plan para destruir Alteria desde sus cimientos. Tendremos que ser más inteligente que la princesa Armida y ahora está vulnerable. Es la oportunidad.
Los principales representantes de los tres clanes se mantienen en el salón. Hasta ahora cuento diez.
—Dandara, necesito que estés presente en la reunión —me dice Cataldo.
—Por supuesto, señor.
—Te veo en diez minutos.
Asiento. Cataldo desaparece con los demás representantes.
Antes de seguirlos, decido volver a mi pequeña habitación, está en lo alto de la torre, donde tengo vista privilegiada de las estrellas. También veo las distantes luces del reino. A unos kilómetros. La noche es perfecta para mí.
El sol se encuentra en su punto alto, quema mis brazos pálidos y delgados. Trato de esconderme en la sombra. Eso ayuda.
La torre aparece de inmediato, veo a los traficantes en la entrada.
— ¿Qué tal estás hoy, Liam? —interrogo. El chico más gentil de todos me mira.
Su herida en el cuello ya comienza a sanar.
—Perfecto, varios ricos de la zona me compraron piezas de rubí. Son capaces de dar hasta su alma por conseguir un trozo pequeño.
Estoy de acuerdo. Sonrío.
—Excelente, solo no te metas en problemas. Sobre todo ahora que nuestra maldición parece llegar al fin.
—Somos inevitables, se veía venir.
Asiento. Sus ojos oscuros irradian felicidad.
— ¿Has visto a la lombriz? —pregunto mirando hacia arriba.
—Nop, debe estar en tu habitación.
Camino hacia el interior. Subo las escaleras. Ruego que esa chica no esté en el techo. Ya no quiero estar más tiempo bajo el sol.
— ¿Lombriz?
Entro y veo su cama vacía. Suelto un suspiro.
Subo la escalera que da hacia el techo.
— ¡Blanca! Mira lo que encontré.
Está sentada, a su alrededor están las mayoría de las cosas que ha encontrado bajo tierra.
Todo el objeto, es triangular, plano y duro. No le encuentro ningún sentido.
—No entiendo de dónde sacaste esta afición por excavar en la tierra, lombriz.
—Yo tampoco lo sé. Hoy iré con Liam a recorrer los montes del sur.
La analizo. Se ve emocionada y empiezo a entender por qué ese chico también estaba así. En parte es por salir con Orit.
—Solo ten cuidado y ya volvamos a la habitación.
—Bien, blanca.
Sonrío. No pensé que después de cuatro años, nos volveríamos tan unidas. No tuve padre ni madre, pero sí tengo una hermana. Muy curiosa y molestosa.
—Qué lástima que no puedas acompañarme —menciona cuando vamos bajando las escaleras.
Lleva su mochila repleta de cosas que supongo que le sirven para excavar. Le saco la gorra que encontró la semana pasada. Cubro mi cabello blanco.
—Yo también. Pero sabes que el sol quema mi piel, mucho más rápido que la tuya. Y eso duele.
—Eso te pasa por ser blanca.
Llegamos a la entrada. Liam sigue en la parte donde estaba antes.
—No te alejes de ella, si me llego a enterar que algo le sucede. Tú me las pagarás —le menciono al chico de cabello rojizo.
Le doy un beso en la mejilla a Orit. Supongo que en la tarde le contaré que estamos a punto de acabar con esta miseria.
Camino con velocidad hacia el salón. La reunión debe estar comenzando. Es primera vez que Cataldo me convoca a una. Eso me llena de intriga. Por lo general, me mantengo alejada de los problemas estratégicos. Bueno, una vez sí asistí, pero era con dos clanes involucrados. Esa vez estuve dos días en el reino, como espía y me fue muy bien.
Llego al salón. Cataldo de inmediato me hace señas. Me extraña no ver los ojos verdosos de Mayida. Me posiciono a su lado.
—Ahora que ya estamos reunidos, es momento de iniciar —dice de inmediato.
Nos sentamos.
—Las revoluciones en el reino están al tope —habla el representante del clan susurro.
Son los espías.
—La muerte de la reina fue devastadora. La princesa Armida está destruida —añade la gobernadora del clan robo.
A ese clan pertenece Liam.
— ¿Y los demás príncipes? —interroga nuestro líder.
—El príncipe heredero está en el norte, bajo orden. Custodia los ejércitos. Hace dos días que partió.
—Entonces, ya debe estar enterado de la muerte de su madre —deduce Cataldo.
—Así es. La princesa Calíope está bajo custodia del clan dolor —menciona Xavier, su presidente.
—Perfecto, Alteria no tiene reina, su heredero está a dos días de aquí. Su princesa, comandante del ejército está secuestrada y muy pronto la estratega del reino caerá en nuestras manos, por el desespero de encontrar a su prometida —la voz de nuestro líder es calmada.
Sus ojos verdosos están firmes seguros. Su mandíbula se ve marcada, sus labios están curvados en una sonrisa plena.
—Xavier, ¿crees que la princesa Calíope nos dé una actualización concreta de cuán grande es tu ejército? —pregunta Cataldo al hombre de piel oscura.
—Por supuesto, señor. Enviare a mis mejores torturadores, ella hablará.
Nuestro líder dirige la mirada hacia el clan guerra. Liderado por Caín y Estela.
— ¿Cuántos guerreros tenemos?
—Ahora tenemos diez mil, listos y preparados para seguir sus órdenes, señor.
—Bien —murmura, se gira hacia mí —, pero primero tendremos que idear un plan para infiltrarnos en el castillo.
—Ya tenemos a varios espías, listos para actuar en la ceremonia privada, que se realizará en tres días —comenta el representante del clan susurro.
— ¿Cuántos exactamente, Brian?
—Diez.
— ¿Crees que podrían integrar una más? —cuestiona sin dejar de mirarme.
—Con todo respeto, señor. Dandara no pasará desapercibida en la multitud. Su piel y cabello son notorios desde lejos. Y también hay que añadir sus ojos azulados —excusa —, no es la candidata perfecta para espiar.
—Pero ya lo hizo una vez. Tengo fe, no fallará —Cataldo me defiende.
Brian suspira. Lo analizo.
Sus ojos oscuros se ven tensos. Su rostro está rígido. No le gusta la idea. Y siendo sincera, a mí tampoco me gusta.
—Señor —llamo su atención — ¿por qué yo?
— ¿Y por qué no? Has estado conmigo desde que tenías siete años. Confío en ti.
Me remuevo incómoda. Todos en el salón están callados. Pero nadie se interpone.
—Está bien, señor. Mañana debe ir a la base, en el bosque. Espero que pueda caminar bajo el sol —cuando Brian dice esto último suelta una risa burlona. Nadie se ríe.
Lo miro seria, aunque no lo enfrento.
—Perfecto, ahora los clanes se pueden retirar, excepto por el clan guerra. Debo coordinar unos asuntos.
Todos comienzan a desaparecer del salón. Cataldo me detiene cuando me levanto.
—Quiero que estés presente, hay un rumor desde hace días e implican al clan susurro —me comenta, muy despacio —, por eso necesito que vayas. Quiero que te ganes su confianza y busques algún indicio.
— ¿Indicio de qué?
—De un intruso. Hasta ahora solo lo saben Estela, Diana y nosotros dos. Y no quiero que nadie más lo sepa, ni siquiera Mayida, ni Orit.
—Entiendo.
Cataldo me sonríe.
—Es todo por ahora.
Asiento y me paro. Camino hacia la salida.
Una vez afuera, me cruzo con Brian.
— ¿Qué te dijo? —interroga. No quiero responderle.
Respiro, finalmente lo hago.
—Que de lo mejor de mí, en nuestras manos está el futuro de los caídos —miento, pero sueno segura.
Brian parece conformarse con esa respuesta.
Camino en búsqueda de Mayida, ya es momento de ayudar con las otras labores. Para mí son las más importantes.
Ayudar a las personas que más lo necesitan. Repartimos comida, ropa y todo lo que puedan llegar a necesitar.
— ¿Cómo te fue? —pregunta ella cuando aparezco.
Tomo un canasto con frutas, verduras y frutos secos.
—Bien, Cataldo está seguro que encontraremos la forma de recuperar el poder. Además me dio una misión con los susurros.
— ¡Eso es increíble! —me abraza.
Mayida siempre ha sido una mujer de piel.
—Sabía que tu destino sería brillante. Hay que añadir el hecho de que eres única —toca mi cabello largo.
—Gracias Mayida. Tú, Cataldo y Orit le dieron sentido a mi vida.
Me separo. Además del canasto, tomo una bolsa con ropa.
Hemos intentado rescatar a muchas personas de las calles, incluso se han integrado a varios clanes, pero nuestra población crece cada día y varias veces hemos encontrado bebés recién nacidos abandonados.
Vemos con nuestros propios ojos la crueldad del ser humano.
Recorremos la mayor parte entre la sombra. Mayida me prestó un abrigo, eso le da calma a mis brazos. La gorra de Orit también me ayuda.
Encontramos a varios niños abandonados. Les damos comida y ropa nueva. Después los convencemos de volver con nosotras. Seguramente el clan guerra los recibirá, siempre buscan soldados y guerreros.
A mí me hubiese gustado unirme al clan, pero mi condición no lo permite.
Cuando ya llega la tarde y el sol comienza a caer, me quito la gorra. Volvemos a la zona central.
—Mañana tendré que ir al clan susurro. Le diré a Orit si puede venir —menciono.
Mayida me quita la canasta.
—No te preocupes, le pediré a Serky que me ayude. Es un chico listo —modula.
Su rostro se ve cansado.
—Cuídate, niña. No sabes lo mucho que me importas.
—Sí lo sé, Mayida.
Me abraza.
Después de despedirnos, camino hacia la torre.
Los chicos traficantes no se ven, seguramente estarán vendiendo rubí o cualquier otra gema valiosa.
Subo las escaleras de manera lenta. Me duelen las piernas y mis hombros están cansados.
La habitación está silenciosa.
La lombriz debe estar en el techo. Ordenando sus nuevos objetos.
— ¿Orit? —interrogo una vez que llego al techo.
Veo luz en su pequeña oficina, muevo una lata del techo, está a punto de caer.
— ¿Qué nuevas cosas tienes esta tarde?
—No mucho, recorrimos gran parte de los montes, pero solo encontramos esto.
Me muestra una caja de madera. Parece estar bien sellada.
—No la puedo abrir. Eso me tiene molesta.
No veo candado, ni cerradura. No comprendo cómo abrirla.
— ¿Qué tal si vamos a comer un poco? Tenemos la comida de ayer.
Ella suspira.
—Además, debo contarte algo.
—Ya lo sé, la reina murió. Los clanes hablan solo de eso, dicen que se acerca el fin de nuestra maldición —comenta con cierta alegría — ¿crees que sea posible?
—Claro que sí, alguna vez fuimos los poderosos. La maldición se romperá y seremos libres.
—Inevitables.
—Hasta el final de los tiempos.
Bajamos a la habitación, comemos con calma.
— ¿Qué tal, Liam? Se nota que le gustas —modulo en un tono molestoso.
Ella sonríe.
—No pasa nada, solo es mi compañero —dice nerviosa, sus pómulos se sonrojan, le añaden un toque hermoso a su piel morena —, a veces creo que el amor no es para los caídos.
—En eso tienes razón. Pero mira a Cataldo y Mayida. Son muy felices juntos y se apoyan mutuamente —explico.
—Y también veo a Brian, es bastante notorio que le gustas.
Me río.
—Se pasa burlando de mí, me odia. No le gusto.
La lombriz se ríe.
Una vez que terminamos de comer, subimos al techo. Nos recostamos en un desgastado colchón. Nos cubrimos con una manta.
—Como las estrellas en el cielo —murmura Orit.
Suelto un suspiro, me relajo.
—Lombriz, mañana iré al clan susurro. Cataldo me ordenó ir, es una misión.
—Pero....
—Estaré bien, lo prometo. Tú debes jurarme que te cuidarás y que solo saldrás con Liam.
— ¿Cuántos días? —interroga con temor.
—No lo sé, pero puede ser una semana o menos. Pero estoy segura que volveré.
Ella se gana más cerca. Afirma su cabeza en mi hombro. Su vista sigue en las estrellas.
—Nos tenemos una a la otra —murmura.
—Así es, lombriz. Hasta que la vida abandone nuestros cuerpos.
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