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PROLOGO


“En las paredes está la historia de la vida anterior, la que solo algunos conocieron y tomaron poder sobre ella, esos mismos que se aseguraron de mantener sus acontecimientos firmes e imborrables por los siglos. Y de alguna manera se espera que otros tomen control de la historia de esta vida, la tracen en tinta y la culminen inalterable, por siempre”.

Sueña, solo sueña. El niño corre por los pasillos del castillo encantado, aferrándose a la esperanza de ser libre, huyendo a través de las paredes sólidas e irrompibles de su destino, aquel dado antes de nacer, ese firmado por la sangre que le precedió hace milenios por sus más remotos ancestros.

Sueña, solo sueña. El niño ríe con vehemencia y fortaleza, sus gritos extasiados silencian el exterior, el viento se detiene, la lluvia se paraliza, todo se rinde ante su poder. Las paredes se cristalizan y se vuelven frágiles, temerosas de su felicidad. Existe posibilidad, hay libertad.

Sueña, solo sueña.

Los cantos de las profecías del Nuevo Mundo se perdieron en el primer incendio, el provocado por la rebelión de mis ancestros y el cual destruyó gran parte de esta nación y la biblioteca. Solo algunos lograron memorizar sus palabras entonadas, incluso se dice que con su ingenio inventaron nuevas. Palabras falsas, enredadas, sublimes o verdaderas, eso no se sabrá con exactitud, ya que pasaron los siglos, las personas cambiaron y también sus decisiones, la biblioteca se reparó y finalmente el primer Constantino, la cerró. Y se sabía de la existencia de los descendientes de los primeros hablantes, pero de eso, ya no se tiene información,  de hecho, la última vez que vi uno real de carne y hueso, fue cuando era niño, me aprendí la melodía de su voz de memoria, porque hablaba de un niño prisionero de su destino, quien más que nunca soñaba con escapar y ser libre. Y precisamente en ese entonces, me sentía como el niño protagonista del canto, nacido bajo una familia que solo se formó con un objetivo.

Miro los trazos pincelados con un suave azul cielo, el cuadro ocupa la pared de entrada al gran salón de coronación, mostrando al gran Clemente, el primer Constantino y fundador del reino de Alteria, mi primer ancestro y el encargado de liberar a la nación de las torturas impuestas por el Nuevo Mundo. El hombre que gracias a su astucia e inteligencia, impuso su fe por sobre el poder de la presidente Agatha, y de esta manera aseguró nuestro futuro, ese maravilloso sueño donde tendríamos prosperidad, riqueza y estabilidad. Las elipsis abundan en su historia, pero nosotros las leímos y las aceptamos desde pequeños, ¿es la verdadera? No lo sabré jamás.

—Sigues cuestionando a tu salvador —expresa Calíope.

—Siempre lo haré.

—El pasado es historia, Archibeld. Y nuestros ancestros se encargaron de mantenernos a salvo, es todo lo que debes mantener en mente.

En las paredes está la historia de la vida anterior.

Suspiro con pesadez, las clases de historia en mi niñez pasan por mis recuerdos y las incontables horas donde pasé día tras día leyendo cientos de libretas, todas seleccionadas por Clemente para que fueran enseñadas en el reino, de esa manera controló el pensamiento y perspectiva de los demás ciudadanos, incluso la de su propia descendencia.

Calíope roza su hombro con el mío, ese leve tacto hace que mi mente regrese al mundo real.

— ¿Qué haces aquí?, se supone que debes estar en la base del ejército.

Ella deja escapar una risa un tanto burlona, la que me recuerda a nuestra niñez, cuando jugábamos al escondite en los pasillos de castillo y ella ganaba en todas las oportunidades, lo cual me restregaba y decía que nunca iba a dejar de ser lento para esconderme.

—Yo también te extrañé, hermano. Han sido meses sin verte y así es como me recibes.

—No estoy para bromas, hermana, lo sabes.

Ella suspira y se aleja, luego me sonríe.

—Relaja tu mente un poco, llevas esperando este momento toda tu vida.

—Esa es la cuestión, Calíope, llevo todos mis años de vida esperando un suceso que no pude controlar.

Camino hacia la entrada del salón de coronación, Calíope me sigue de cerca.

—No estás en posición ni edad para victimizarte, Archibeld.

Sus palabras son acertadas.

A pesar de nuestras diferencias tanto en personalidad como en forma de ver la vida, Calíope es la única que me conoce a la perfección y lo agradezco, haber compartido años a su lado, permitió que nuestra relación sea estrecha al día de hoy.

Me gustaría decir lo mismo de Armida, pero con ella, incansablemente tendré diferencias y siempre terminaremos discutiendo.

—Tarde o temprano te sentarás en el trono del castillo y te convertirás en el rey de Alteria.

Mis hombros se tensan y una leve gota de sudor cae por mi frente, se detiene al tener contacto con mi ceja.

Miro hacia el interior del gran salón y allá en el fondo, está mi destino.

La corona.

Un símbolo capaz de unir a una nación en desequilibrio y de establecer la paz por milenos. Pero en las manos incorrectas, ese símbolo se puede transformar en un arma de caos que provoque la destrucción de un pueblo entero.

¿En qué se convertirá esta vez?

Ella tiene la respuesta, lo sé.

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