CITA
DANDARA
Mi cabeza impacta con la pared, es un golpe suave, como esperaba que fuera. Intento descansar o al menos despejar mi mente. Pero creo que no lo lograré. Mi cama se mueve y suena cuando Orit se sienta a mi lado e imita mi posición. Su cabeza impacta mucho más suave la pared. Cruza sus brazos y me mira de lado.
— ¿Qué? —interrogo. Mi voz es débil, como si quisiera que ella no siguiera insistiendo con el tema de Velasco.
No fue buena idea contarle que él me había invitado al bar. Orit me tiene estresada por su hostigamiento. Me repite una y otra vez que me prepare y aliste para salir, porque es hoy. Y no tengo ganas de ir, en absoluto.
Luego de la primera reunión oficial, vinieron dos más. Y ambas se prologaron por demasiadas horas. De hecho hace poco llegué y lo que más deseo es dormir. Y lo último que sé, es que, los espías del clan susurro ya están en Alteria. El espía mensajero comentó que fue una misión difícil. El príncipe Archibeld duplicó el número de soldados en las calles e incluso ordenó buscar en todos los hogares del reino a los sospechosos. Para la poca suerte de los caídos, su plan no tuvo el éxito que seguramente esperaba. Cataldo ordenó mantener la calma y esperar tres días como máximo para ver si Alteria envía un diplomático.
—Nada —responde la lombriz. El tono de su voz me molesta.
Golpea con su brazo el mío.
—Puedes dejar de hablar así. Me enfada.
Ella suelta una risa.
—Es en serio, Orit —menciono.
Me quito la gorra. La que me acompaña a todos lados para combatir la luz solar que tanto lastima mi piel e irrita mis ojos.
—Y yo también hablo en serio, blanca.
—No debí haberte contado —murmuro más para mí. Dejo la gorra sobre mi almohada.
—Pero ya lo hiciste. Asume las consecuencias.
La odio. Juro que en estos instantes, mientras mueve mi cuerpo, la estoy odiando. Y puede que haya durado más, pero esa pisca de odio desaparece cuando veo sus ojos verdosos tan emocionados. A los cuales prometí salvar. La niña por la cual asumí ser líder algún día.
—Vamos. Cámbiate de ropa y sal a divertirte. Te lo mereces.
Ya lo sé. El problema es con quién debo salir. Desde que vi a Velasco en el río, no se me ha olvidado por un segundo la sensación que sentí al mirar sus ojos marrones. Una leve esencia de peligro que me hizo quedarme sin palabras y querer salir huyendo. ¿Tengo miedo? Probablemente....
De alguna manera eso me incomoda. Y ahora quiero dejar de sentirlo, lo antes posible si fuera necesario. No quiero desconcentrarme ahora. Ni con él, ni con nadie.
—Te lo volveré a repetir, lombriz. No quiero ir.
Intento ser lapidaria con el asunto. Ojalá esa técnica funcionara con la chica de cabello castaño.
Se para con rapidez. Ahora yo cruzo los brazos.
—Y yo no dejaré de insistir.
Suelto un resoplido. Cierro mis ojos. Quizá así me olvide de que está aquí. Y justo hoy Liam no está. Marta se lo llevó hacia las torres de tres alas y no volverá en mínimo cinco días. Así que conmigo tan ocupada con las reuniones y con el chico pelirrojo a demasiada distancia. Orit debe permanecer aquí en la torre. Obviamente debo estar aguantando sus quejas, ella lo llama encierro. Yo prefiero decirle protección. Además solo serán unos días. Con toda la tensión, es mejor que se quede aquí. ¿Cómo tolera una chica exploradora que ama estar al aire libre, permanecer por horas en una pequeña habitación? Bueno, la respuesta es no dejar de molestarme con Velasco.
—Anda, blanca —comenta. Abro mis ojos cuando siento como mueve mis pies. Intento liberarme.
—Basta Orit, por favor —suplico.
Ella ni me escucha. Comienza a revisar su mochila. No tarda demasiado en sacar una tela de ropa, una especie de vestido más bien. Tiene mangas y no es tan largo. Su color es marrón con pequeños detalles, flores de color blanco.
— ¿De dónde sacaste eso? —pregunto.
—Los muchachos me lo intercambiaron por unos accesorios que encontré excavando hace unos días —responde. El brillo en sus ojos sigue igual de intenso —. Es muy bonito. Debes usarlo.
—No niego que se ve llamativo. Pero no saldré, ya te lo dije, lombriz. Me quedaré en esta cama, tratando de dormir.
No alcanza a tratar de levantarme, porque golpean la puerta de la habitación. Mi corazón se acelera y golpea fuerte en mi pecho. Por favor que no sea Velasco, por favor.
Orit, enérgicamente se apresura a abrir.
—Hola.
Genial. Distingo la voz de Velasco. No me muevo cuando sus ojos oscuros me miran. Trae una ropa muy adecuada para nuestra supuesta cita. Camiseta azul oscuro y pantalones negros. Odio pensarlo, pero se ve elegante. Su barba sigue cuidada y su piel morena se ve suave y limpia. Admito que sí se preparó para esto.
—Hola —responde Orit el saludo. su emoción es visible en todos los aspectos —. ¿Vienes por Dandara?
—Sí, sí —dice él. Sus ojos no dejan de sofocarme.
Me levanto. Mis pies se sienten pesados, mis piernas tienen un leve dolor, producto del cansancio.
—Hola —saluda.
—Hola —susurro.
— ¿Estás lista?
Como deseo no ir. De hecho estoy a punto de decirle que o podré acompañarlo, pero Orit se adelanta.
—Lo estará. Solo espera unos minutos.
Después cierra la puerta. La miro seria.
—Rápido, vístete —indica. Me entrega el vestido.
Esta me la pagarás, lombriz.
Comienzo a quitarme la ropa, muy enojada. La tela del vestido se pega a mi cuerpo. Es cómoda. Además agradezco el hecho de las mangas. Así tendré menos piel expuesta al sol.
Siento como las manos de Orit toman mi cabello. Entrelaza unos mechones y hace una trenza que acomoda y cae por mi hombro derecho.
—Te ves hermosa.
—No bromees, lombriz.
Ella sonríe.
—Es la verdad.
Le doy un abrazo. Aunque siga pensando en no ir.
Busco mis desgastadas y cómodas zapatillas. Y luego, saco el anillo que conservo debajo del colchón. Me lo pongo en el mismo dedo de siempre.
—Suerte —susurra ella. Ladeo mi labio en una sonrisa.
La necesitaré.
Respiro con dificultad cuando abro la puerta. Velasco se asoma de inmediato. Por primera vez en la vida siento tantos nervios.
—Te vez... —piensa con mucha precisión lo que dirá —, bien.
—Gracias, tú también lo estás.
Sonríe. Lo imito.
Luego descendemos por la escalera. Intento calmar mis nervios y mantener mi mente ocupada contando cada paso que doy. De hecho ni miro a Velasco en lo que dura el trayecto hacia el piso.
— ¿Estás preparada para demostrarte que merezco una oportunidad? —pregunta cuando llegamos abajo.
—No prometeré nada, Velasco. Aún tengo mis dudas sobre ti.
Vuelve a sonreír. Juro que si lo sigue haciendo, los nervios terminarán ganando.
Agradezco el hecho de que supiera guardar silencio en lo que tardamos en llegar al bar. Porque no se me ocurre de qué hablar o decir y detesto que me suceda esto con él. Me siento débil e inferior. Y lo único que escucho son los latidos erráticos de mi corazón. Su presencia me inquieta.
—Aquí fue donde te hablé por primera vez y tú de inmediato desconfiaste de mí, sin siquiera conocerme —comenta. Me mira a mí y después al bar —, veamos si puedo cambiar eso.
Su tacto hace que mi cuerpo se estremezca. Coloca su mano en mi espalda y me empuja con suavidad hacia adentro. Solo quiero huir.
Por suerte el clan susurro se ha mantenido en silencio respecto a los múltiples asistentes que recibe día a día en el bar. Agradezco que no sean tan extremos como el clan reservado. Solo ingresan sus miembros, los representantes de los demás clanes y obviamente nuestro líder.
Velasco aleja su mano cuando llegamos a la barra. El breve silencio parece agradarle. Yo lo detesto. Suelto un suspiro de alivio cuando veo la cabellera oscura de Lea. Ella se acerca con calma cuando me ve.
—Blanca, hola. ¿Estás buscando a Jackson? —saluda. Sus manos limpian con destreza un vaso, para que quede listo para servir licor.
Niego de inmediato. Se perfectamente que Jackson está en Alteria. Era bastante claro que él debía ir con los otros susurros, no hay nadie más que conozca tan bien el reino como él.
—En realidad vengo con él —señalo hacia mi lado izquierdo, donde Velasco se encuentra. Él la saluda con una sonrisa y ella asiente.
—Entiendo, ¿qué quieren beber?
Mientras Velasco pide por los dos, recuerdo las primeras palabras que me dijo. Pensé que por tu condición eras fácil de ver, incluso a la distancia.
Solo se fijó en mí por mi condición y eso me hizo pensar que es igual a los demás. Solo ve a la chica de cabello blanco. La que posee el gen maldito, como dijo Fernanda.
Después de unos minutos, termino bebiendo un líquido bastante fuerte. Mi estómago lo rechaza y Velasco se percata. Pide un vaso de jugo.
—Gracias —digo, bebo poco a poco el contenido.
—No lo agradezcas. Eres mi invitada.
Asiento. Él también decide beber del mismo jugo que yo. Creo que es sabor frutilla. Probablemente vengan de las siembras que han logrado sobrevivir.
—Entonces. Dime quién eres, Dandara —comenta de repente —. Tú sabes casi todo de mí, creo que sería justo que me cuentes algo de ti.
—No tengo una historia con inicio bonito, Velasco.
—Pero es tu historia. Y merece ser escuchada.
No sé cuantos segundos me quedo mirando sus ojos. Pestañeo cuando el carraspea, incomodo.
—Bueno, no tengo recuerdos exactos antes de que Cataldo me encontrara. Supongo que a mis padres biológicos nunca les importé. Y no me acuerdo ni siquiera de sus rostros —inicio. Un sabor amargo se apodera de mi boca. No es agradable pensar en mi pasado —. Mi infancia fue difícil y tormentosa, al tal punto de no tener acontecimientos de que sí fui niña.
En serio no quiero seguir.
—Tranquila, toma tu tiempo —añade él. Veo compresión en su mirada.
Se para y camina hacia la barra. Mientras termino de beberme el resto del jugo que me queda. Velasco no tarda en volver. Me entrega un trozo de pan que contiene fruta molida en su interior.
—La especialidad de la casa —dice. Le da un mordisco —, delicioso.
Con leves dudas mastico el pan. No niego que está sabroso. De hecho me gusta.
—Aceptable —comento después de tragar.
Ambos comemos.
—Y bien, ahora que ya el sol se ha ido un poco, ¿me acompañas a un lugar especial?
Me quedo pensando en su pregunta. Se suponía que solo estaríamos aquí en el bar.
—Bueno —respondo.
No tardamos mucho en dejar el bar atrás y comenzar a adentrarnos en territorio reservado. Me detengo.
—Los que no pertenecemos a ese clan, no podemos ingresar, Velasco.
—Ya lo sé, pero ahora irás como invitada. No sucederá nada. Confía en mí.
¿Confiar en él? Después me arrepentiré de esto.
Lo persigo, sin protestar.
Las pequeñas y acogedoras casas se asoman a mi vista. El clan reservado se caracteriza por no involucrarse en temas relevantes, por lo general su habitantes solo buscan vivir en paz y alejados de la venganza. Ellos se asemejan a un ser humano normal. Y es el clan que más miembros posee. Al parecer muchos solo buscan la tranquilidad.
—Es por aquí —susurra Velasco.
En varias partes tenemos que caminar más agachados. Me siento como una espía.
Llegamos a una casa pequeña, en la zona más alejada del territorio. Velasco lleva la mano hacia su boca, me indica con su dedo sobre sus labios, que permanezca en silencio. Con lentitud abre la puerta. Hay una mesa dónde se encuentran platos y vasos sucios. Esta casa está habitada.
—Tranquila, seguramente están durmiendo —dice Velasco, con lentitud.
Los muebles están desgastados y algunos no tienen puertas. Hay una pequeña cocina que tiene todo lo necesario para preparar comida. Hay sillas que parecen haber sido reparadas. Velasco se adelanta mientras yo miro y guardo en mi memoria cada esquina de la casa. No hay duda que es un hogar, sencillo. Lo que de alguna forma yo deseo tener.
Sigo a Velasco, pasamos por una habitación con una cama vacía. Hay cosas parecidas a las que Orit encuentra cuando sale al exterior.
— ¿Te gusta mi habitación? —cuestiona él.
Nuestras miradas se encuentran.
— ¿Estamos en tu casa?
—Por supuesto —responde. Pasa por mi lado y entra. Espero unos segundos y hago lo mismo.
Me quedo mirando hacia una esquina, donde hay dibujos de paisajes.
— ¿Sabes dibujar?
—Sí —responde con orgullo —. También intento pintarlos.
Quita una tela de uno de sus cuadros.
El hombre de las rocas.
Está dibujado y pintado con dedicación y sutileza. Velasco es impresionante. Me sorprende el hecho de que lo haya pintado con colores llamativos.
—Es curioso —comenta, mientras acomodas sus demás obras —. Pintar se ha convertido en más que mi pasatiempo, de alguna manera me ayuda a mantenerme en calma.
Me dedico a observar los paisajes. Velasco a recorrido gran parte de la zona.
—Tienes talento, de verdad.
—Gracias —sonríe.
Mi corazón se acelera. Así que, decido moverme por la habitación. Me topo con una camiseta que se me hace conocida.
—James, él duerme aquí.
—Sí, de hecho. Ven.
Siendo muy sigilosos, nos movemos hacia otra habitación. Cuando Velasco abre la puerta, nos encontramos al chico de piel oscuro con una chica de cabello oscuro. Ambos se encuentran abrazados y durmiendo muy cómodamente.
—Ella es Katherine, la pareja de James y mi compañera de hogar —me susurra muy de cerca.
—Se ven felices —comento.
—Espero que así sea, porque estoy haciendo un gran sacrificio al dejarle mi habitación. Y solo quiero volver lo antes posible.
Nos alejamos para que ellos no se despierten.
—Me gusta esta casa. No digo que la torre esté mal, pero aquí es mi hogar. Aquí puedo ser yo mismo.
— ¿No sales mucho al exterior?
—No, esa es la razón por la que no nos conocimos antes, Dandara. Solo abandono mi círculo cercano una vez a la semana, cuando busco lugares en los cuales inspirarme para pintar. Y siempre lo hago cerca —se sirve un vaso de agua —, de hecho conocí a James cuando lo encontré aquí, nos hicimos amigos y acepté irme a su habitación por unas semanas. Fue ahí cuando te vi por primera vez. Recuerdo que había llegado recién a la torre y solo te vi. Distinta, única.
Bebe de un trago el contenido del vaso. Luego me ofrece uno a mí, pero le comento que no tengo sed.
—Tenía que hablarte.
—Y yo tenía que desconfiar de ti —añado.
Él ríe.
—Ven. Supe por ahí que te gusta mirar las estrellas.
Abandonamos la casa y caminamos hacia una zona alta. La noche ya es casi protagonista.
—Descubrí que aquí se pueden ver las estrellas y las potentes luces de Alteria —señala Velasco. Se sienta en el césped —, esperemos unos minutos. Podrías contarme cómo fue que encontraste a Orit, solo si quieres.
—Bueno, en realidad fue el clan guerra quien la encontró. Cerca de los límites con el reino, ella tenía cinco años. Al comienzo fue un verdadero misterio saber de dónde provenía. Pero a los días después encontraron a sus padres muertos, a unos kilómetros donde ella fue encontrada. Ambos eran del clan reservado. Intentaban huir y darle un mejor destino a su hija, pero solo se encontraron con la muerte. Cataldo la cuidó por unos años y fue ahí cuando nos hicimos unidas. Él decidió no separarnos y con los años nos convertimos en hermanas.
Juego con el anillo en mi dedo.
— ¿Ella te lo obsequió? —cuestiona él, no despega su mirada de la joya.
—Sí, lo encontró cerca del río y desde entonces lo llevo conmigo. Por ella acepté ser algún día líder. Se merece tener mejor futuro que yo.
Él me queda mirando. No entiendo qué busca en mis ojos.
—Lo lograremos, Dandara. La rebelión tendrá éxito y Orit tendrá una mejor vida —añade.
—Eso espero.
Dirijo mi vista al cielo cuando asoma la estrella de la venganza. La primera que aparece y que nos hace recordar que siempre estará ahí. Sea de día o de noche, no se extinguirá, seguirá fuerte como nuestra venganza.
—Son hermosas, ¿verdad?
—Sí —respondo, no dejo de miro el cielo.
—Escucha, Dandara. Sé que comenzamos muy mal —comenta. Me obligo a mirarlo —. Pero, podríamos iniciar de nuevo.
—Velasco, tengo miles de asuntos en mi cabeza ahora. Creo que será mejor que mantengamos distancia, al menos hasta que las cosas con Alteria se calmen.
—Entonces debo rogar al universo que todo termine lo antes posible. Porque quiero conocerte más, Dandara. Y demostrarte que sí puedes confiar en mí.
—Bueno, si sirve de algo, hoy fue agradable —me sincero. Esperaba que nuestra cita fuera incómoda o molesta. Pero con el paso de las horas, se me hizo divertida. Puede que incluso olvidara mis nervios.
—Vaya, supongo que es un alago, viniendo de ti.
—Lo es.
Nuestras miradas se cruzan. Nos quedamos así. Velasco no se incomoda y yo tampoco busco esquivarlo. El corazón me late con desenfreno, emocionado al sentir los ojos oscuros de él sobre mí. Una pequeña parte necesita quedarse así, al menos por unos segundos más.
Escuchamos unos murmullos más abajo. Así que, rompemos el contacto visual. Cuando las palabras de las personas comienzan a subir de tono, decidimos descender. De hecho, volvemos a su casa.
—James, ¿qué sucede? —pregunta Velasco.
James se encuentra afuera. Sus ojos se ven preocupados.
—No lo sé, creo que está relacionado con Alteria y los espías de clan susurro.
Siento una angustia en el pecho. Debí haberme quedado en la torre. Me despido de todos y con toda la velocidad que mis pies me permiten, regreso al gran salón.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro