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01. Dos cabezas son mejores que una

No se consideraba un hombre presumido, pero con cada victoria una sonrisa pícara aparecía en sus labios.

El ultimo conejo no pudo escapar de la flecha, por lo que Jimin concluyó la caza de ese día con un total de cinco presas. A pesar del pequeño número tenía asegurado la cena de esa noche, satisfecho, soltó un suspiro, nada más gratificante que una labor cumplida.

Agarró a los animales muertos - colocados debajo de un árbol - y los ató con una cuerda vieja, llevándolas en la mano en vez de reposar el peso en su adolorida espalda. Los rayos del sol le quemaban la piel y la ropa se humedecía por la transpiración, por fortuna, la cabaña no estaba tan lejos. Conocía el bosque como la palma de su mano y, gracias a sus años de experiencia, poseía una gran agilidad que le permitía deslizarse por los arbustos sin ser visto. Antes del atardecer ya había llegado a su hogar.

Dejó las presas en su patio trasero. Con ayuda de sus dedos peinó su cabello hacia atrás - una costumbre que había adquirido hace poco - y se sacó la remera lo más rápido que pudo. Decidió tirarla lejos, no había durado el tiempo que él deseó: había más agujeros que parches y no podía darse el lujo de seguir gastando hilo.

Al entrar en la cabaña, su buen humor lo dejó solo.

Ver la falta de muebles todos los días lo estresada, los lugares con mucho espacio libre jamás fueron sus favoritos, solo un sillón, una chimenea, una cocina vieja y dos mesas con sillas construidas por él mismo decoraban la sala. En el lado izquierdo había unas escaleras empolvadas que crujían con facilidad, siempre se olvidaba de reforzarlas.

A veces, acostumbraba a darle a su hogar un ambiente esperanzador así que recolectaba flores del bosque y decoraba la sala hasta quedar colorido. De cierto modo, ayudaba a soñar con que, tal vez, algún día podría irse de allí. Jimin agradecía la resistencia de su casa, hacía años que debía haberse hecho pedazos y todavía seguía en pie, pero últimamente, las ganas de vivir en otro sitio mejor lo habían apresado hace varios meses.

Por el rincón más alejado de la puerta se encontraba una desordenada mesa de trabajo y Jimin se dirigió allí. Tomó una chaqueta marrón que estaba encima de unos papeles y se la colocó con dificultad debido a los hematomas bajo su espalda provocados por su torpeza en la caza. En ese mismo escritorio también sobresalía un cuchillo desafilado, agarrarlo le trajo la misma sensación pesada de siempre, odiaba con todo su ser usar el abrigo, pero no tenía más opción, la navaja solo entraba en esos bolsillos.

Tragó duro, luego de unos minutos salió silenciosamente de la cabaña rumbo al pueblo.

Su mirada iba dirigida al piso como de costumbre y luego de una hora el bullicio de la gente se escuchó cada vez más cercano. A simple vista, las facciones de su rostro mostraban a un hombre melancólico que pasaba a comprar provisiones como el resto de los aldeanos. Tan solo bastaba brindarles una de sus encantadoras sonrisas a los soldados que custodiaban el mercado principal, el resultado era su confianza. A las demás personas, en cambio, no les prestaba la mínima atención para evitar interacciones innecesarias, ese era el manual de cómo pasar desapercibido en ese lugar. Igualmente, a pesar que llevaba cuatro años con la misma rutina, pequeñas bocanadas de aire reflejaban su pelea diaria con la conciencia.

Llegó a un callejón polvoriento y con las paredes del mismo color deprimente del carbón. La diferencia del tipo de gente que frecuentaba allí era abismal porque, para empezar, nadie que se metiera a un callejón en ruinas estaba libre de culpas. Todos los negocios parecían estar abandonados, no había luz, la humedad era tan densa que era capaz de ponerte la piel de gallina. Un mundo de mercado ilegal y tratos con traidores se escondía detrás de aquella fachada de callejón fantasma, pocos tenían acceso a las entradas secretas de ese negocio, pero todos sabían cómo intentarlo. Los soldados hacían la vista gorda a cambio de pases vip y perder la memoria porque días después se sentían orgullosos de explicar la pureza y honestidad de sus capas blancas.

Se metió entre los escombros de un negocio que se había incendiado hace años, con la ayuda de sus pies hurgó entre las malezas y un conjunto de tablones hasta encontrar una irregularidad. El piso de tierra terminaba en un cuadrado de madera desgastada, Jimin hizo fuerza con sus dos brazos para abrir la entrada al sótano, una mueca de dolor le recordó lo débil que se encontraba.

Pocas personas sabían de esto, en su mayoría solo eran jóvenes que se escondían allí para tener relaciones sexuales. Jimin se preguntaba el motivo por el cual los burdeles no parecían ser la preferencia de hoy en día, sin embargo, él no era quien para juzgar las cosas que uno podía llegar a hacer por la falta de dinero. O por querer cuidarlo.

El interior del sótano era oscuro, Jimin se guiaba por su intuición y la memoria, había un estante vacío y las paredes estaban adornadas con moho, su calzado no podía protegerlo del frio suelo.

Dejó su chaqueta a un lado después de sacar el cuchillo y agarró una túnica negra que estaba escondida en el rincón. Cubrirse el cuerpo con eso ya era una tortura, pero ese día hacía tanto calor que la idea de taparse también el rostro lo hizo replantearse por un segundo si era tan necesario encubrir su identidad. Despeinó su cabello y esperó el momento adecuado mientras sostenía la navaja con fuerza.

Al salir, las víctimas fueron un sastre y una curandera.

Los bullicios del mercado desaparecían a medida que el sol se escondía a pasos de tortuga, Jimin no tenía tiempo de regresar por su chaqueta así que acomodó su túnica de tal forma para que se pareciera más a un monje que un criminal. Sus pasos eran largos y su mirada fija en el horizonte hacía notar su desesperación por llegar a casa, no le enorgullecía llegar de noche, pero si no se apuraba lo suficiente las estrellas se convertirían en sus compañeras de viaje.

La orquesta de los primeros grillos de la zona se vio interrumpida por las familias que cerraban las ventanas de sus hogares sin cuidado alguno. Poco a poco, Jimin se convertía en el único lunático rondando por las calles del pueblo y ni siquiera era de noche como para entrar en pánico. Era sabido que el riesgo era enorme si al apagar la última vela te encontrabas fuera de tu hogar. Solo los borrachos sabían llegar hasta las tabernas clandestinas sin ser descubiertos, aunque algunos no contaban con la misma suerte.

No obstante, si Jimin mostraba temor era mentira. No era la primera vez que regresaba a su cabaña después del atardecer y todavía le quedaba algo de dinero para sobornar a un Capa Blanca e irse en paz. A lo lejos divisó los primeros arboles del bosque, consideraba un éxito el hecho de haber llegado antes que tocaran las trompetas puesto que la Hora del Silencio se acercaba.

De un momento a otro detuvo su andar, sorprendido por una niña que se había cruzado en su camino. Si no hubiese frenado a tiempo probablemente la habría chocado.

Se la quedó observando cómo corría feliz rumbo a los brazos de su madre que la estaba esperando en la entrada de su casa. Jimin la conocía, se habían encontrado hacía unas horas atrás y se dio cuenta que ella también lo recordaba en cuanto sus miradas se cruzaron. Dejó de abrazar al infante y la atrajo hacia su cuerpo de forma protectora, el joven escuchó que llamaba a alguien por ayuda y eso lo alertó. Estuvo a punto de ir hacia ellas con el objetivo de tranquilizar a la mujer, decirle que con su hija presente no le haría daño. Era un ladrón, no un monstruo, le alteraba que lo compararan con eso.

Un ruido detuvo toda acción. No eran las trompetas, sino campanas.

Jimin sabía lo que significaba y por esa misma razón también era consciente que no podría escapar. Aceptó que llegaría demasiado tarde a casa, frotó su cara de la frustración y esperó a la llegada de los soldados. Dejó de prestarle atención a la pequeña familia.

Los Capa Blanca rodearon el lugar en cuestión de segundos y, por desgracia, la razón era muy diferente a lo que Jimin suponía.

Los gritos confirmaron aquello.

Las puertas de las casas fueron derribadas causando temor en los aldeanos, los soldados entraron sin permiso y sacaron por la fuerza a la gente de sus hogares. Aquellos que se resistían o exigían explicaciones, eran tirados al suelo y amarrados como un costal de papas para llevárselos a rastras. Otros soldados preferían usar los puños sin distinguir hombres de mujeres, confiscaban objetos personales y revisaban todo de arriba abajo, si encontraban algo sospechoso para ellos, reportaban a los dueños, llevándolos directamente a un carruaje de la Prisión de Brujas.

Jimin estaba congelado en su sitio, nunca había pasado algo así. El mercado silencioso de repente se había transformado en un caos que se alimentan de la desesperación colectiva. Tragó duro, las preguntas no tardaron en invadir su mente ¿Por qué tanto alboroto para un simple Anuncio? ¿Qué carajos estaba pasando?

Los hombres que salían de las tabernas ilegales fueron golpeados y reportados por incumplir la ley de Silencio. Jimin tenía la oportunidad de salir corriendo y aprovechar el caos para irse de una vez por todas, pero su miedo fue tan fuerte que era incapaz de mover un músculo. Las antorchas que llevaban los soldados, irónicamente, daban vida a aquella escena de terror frente a sus ojos. Así no eran los Anuncios, esto era algo más.

Un empujón le recordó que los hematomas de su espalda aun existían, un brazo lo agarró y lo obligó a encarar a su agresor. Jimin sintió los latido frenéticos de su corazón.

— ¡No me toque! — exclamó, intentando zafarse de su agarre — ¡Ustedes los Capa Blanca son unos salvajes!

— El rey ordenó Nupsio, camine o lo reportaré como traidor — respondió el soldado. Jimin murmuró incongruencias confundido por aquellas palabras. La espalda le quemaba y maldijo por lo bajo cuando comenzaron a caminar hacia la Plaza Central. Su mirada se dirigió al nombre grabado en una cadena de oro que sobresalía de su pecho, creaba un contraste con su armadura plateada.

Agust.

"Nombre de mierda" pensó.

Bien, si antes había dificultades para llegar a casa, ahora estaba jodido. Ya de por si los Anuncios eran un dolor de cabeza para Jimin, sin embargo, había más organización, los soldados se comportaban de manera civilizada, cada aldeano tenía su respectivo lugar y no duraba mucho tiempo. Ahora todo sería diferente.

Era la primera vez que Baja Capital recibía un Nupsio, el pueblo siempre había acatado a raja tabla todas las ordenes que daba el rey a través de los Anuncios, por lo que era una sorpresa para todos que el monarca tomara esta decisión abrupta sobre la única provincia leal desde la Caza.

Cuando el rey Kim ascendió al trono, una de sus primeras leyes fue sustituir al Consejo Negro por Anuncios y Nupsios. Cada gobernador tenía el deber de notificar al pueblo las novedades que diera el rey a través de una reunión pacífica. Los Capa Blanca solo estaban autorizados a reportar a las personas que no iban y luego las trasladaban a la Prisión de Brujas, donde si pasaban la mitad de su vida allí era porque tuvieron suerte de sobrevivir. No asistir a los anuncios, aun con el llamado pacifico del gobierno, era un crimen igual o mayor al de robar o estafar.

Los Nupsios, en cambio, era lo contrario al reinado pacifico que el monarca quería aparentar tener. Una táctica de intimidación que sufrían los pueblos más rebeldes como Tribea o Roda. Baja Capital contaba con el privilegio de no haber tenido que experimentar aquello, gracias a los que entregaron a casi todos los antiguos miembros del Consejo Negro en el pasado. Hasta ahora, por supuesto.

—¿Sabes caminar? — preguntó Agust, su voz mostró más irritación de lo normal — no hagas que pierda la paciencia.

Jimin puso los ojos en blanco.

—¿Cómo se atreve a tutearme? Podré ser un aldeano cualquiera, pero merezco respeto.

— Lo dice el que acaba de llamarme salvaje. Agradece que soy piadoso contigo, debería haberte amarrado hace rato — y dicho esto señaló a su compañero. Un hombre alto y robusto que tiraba una cuerda, ignorando los gritos de un joven por la fricción que ejercían sus manos atadas. Jimin escupió la armadura de Agust.

— Son las personas más hipócritas que conocí.

Agust detuvo sus pasos de golpe y miró a Jimin a los ojos. La luz de las antorchas de alrededor era tenue, más eso no fue impedimento para que notara el cabello colorado de su prisionero. Hizo el amague de tocarlo, no obstante, el colorado fue más rápido y echó su cabeza hacia atrás con asco. El soldado alzó una ceja, soltando una carcajada burlona.

— Es la primera vez que hay Nupsio ¿Por qué tanto odio? El rey cometió un error en haber mimado tanto a este pueblo de porquería. Nosotros solo cumplimos ordenes de su majestad.

— Imbécil.

Se arrepintió de decir aquello cuando su cuerpo terminó en el suelo boca abajo. El soldado comenzó a patear su espalda causando aullidos de dolor tan humillantes que se vio obligado a cerrar los ojos. Unas manos rodearon sus brazos y las juntó hacia atrás, sintió algo aspero envolver sus extremidades con fuerza. Se sentía expuesto, la rabia hizo preguntarse cómo se sentiría ese tal Agust si los roles estuviesen invertidos. Su corazón se aceleró cuando sintió al soldado hurgar entre sus ropas, específicamente en la zona de su abdomen y pelvis. Forcejeó como pudo sin obtener éxito.

Una vez terminado, el Capa Blanca tiró de la cuerda haciendo que Jimin volviese a aullar del dolor por ser levantado de forma tan bruta. Agitado, abrió la boca para soltar un insulto más grave que el anterior, sin embargo, dos remeras y medicinas fueron puestas en su campo de visión. Agust le dio una mirada cínica.

— No te reflejes en mí — canturreó, tiró los objetos robados y notó la mueca derrotada de Jimin — Ahora, más te vale que colabores si no quieres terminar en la Prisión de Brujas por hurto e insubordinación.

Sin tener más opciones, Jimin mantuvo el silencio lo que quedó del trayecto. Se sentía parte de un ganado vacuno.

La cuerda raspaba sus muñecas causando pequeños gemidos de dolor, tenía la esperanza de que Agust no los haya oído. Unas cuantas hebras se colaron por su rostro y dificultaron su visión, por lo que sacudió su cabeza en un intento de acomodar su cabello y así poder contemplar con nitidez la imagen frente a él. Todos estaban de rodillas con la cabeza gacha.

Los niños se hallaban al otro extremo de la plaza, rodeados por soldados al igual que ellos. Estaban amordazados y mirando hacia el frente, quien se atreviera a girar su cabeza, el Capa Blanca más cercano les daba un golpe para hacerlos recapacitar. Varias mujeres gritaban los nombres de sus hijos, siendo calladas por aquellas malditas figuras de autoridad lo que provocó el desmayo de las más débiles a causa del shock.

Agust tiró a Jimin al final de la última fila de aldeanos, si es que podía llamarse así. No había espacio alguno, ni orden, la piel de sus compañeros estaban pegados a la de Jimin generándole algo de incomodidad. Una gota de sudor resbaló por su frente, alzó la vista y vio a Agust alejarse de él rumbo a quien sabe dónde. Volteó al lado contrario y vio el conjunto de personas que estaban en un estado peor al suyo. Trago duro, no le quedó más opción que esperar.

Al frente de ellos, había un cubo hecho de madera y al lado dos hombres, ambos tenían la cabeza cubierta por un saco de tela y dos guardias reales que vigilaban sus movimientos. Una figura misteriosa los observaba desde el lado opuesto con vestimenta simple y oscura al igual que Jimin, la diferencia era que su rostro estaba oculto, no sabía distinguir si detrás de aquel disfraz se encontraría un hombre o una mujer. Dedujo que la respuesta era la primera opción.

Las campanas de la torre volvieron a sonar, era un aviso que el Nupsio había comenzado. Todos los aldeanos guardaron silencio y los niños seguían mirando al frente, esta vez, con aquellos dos hombres siendo sus protagonistas al ser movidos un poco más hacia atrás.

Un anciano con dificultad para moverse apareció y la con ayuda de un soldado se subió a aquel cubo de madera, obteniendo la atención de todos los presentes. Llevaba un vestido blanco adornado con collares de oro que le llegaban hasta la panza, a los ojos del ladrón, siempre le vio un gran parecido a los gnomos de los cuentos con su apariencia gorda y bajita. Reprimió una risa tras pensar en aquello, no era buena idea que los Capa Blanca cerca de él se dieran cuenta de sus burlas hacia el gobernador.

— Señoras y señores, lamento que nos veamos en estas difíciles circunstancias. La corona lamenta que un pueblo tan leal como el nuestro haya tenido que experimentar el Nupsio — hizo una pausa, la tos lo atacó de sorpresa. Estuvo unos cuantos segundos agarrándose el pecho con la esperanza de que el motivo de su vergüenza desapareciera. Todo estaba en completo silencio. Cuando carraspeó, dando fin a su pequeña crisis, sonrió falsamente, haciendo que sus arrugas se pronuncien más de lo debido.

Del su bolsillo sacó un papiro mal doblado y debido al temblor de sus manos estuvo un largo rato intentando abrirlo, el soldado que anteriormente lo había ayudado se acercó a él con sutileza y desplegó el comunicado. El gobernador rio, nervioso, le hizo una señal al Capa Blanca para que se retirara y leyó rápido lo que debía decir antes de continuar.

— Como saben, hace un mes nuestra nación experimentó la muerte de otro heredero — habló con tristeza fingida - la noticia nos conmocionó a todos y el rey está al tanto de su preocupación por las peligrosas Islas Margorie. Lo primero que quiero anunciar, es que las protestas en todas las provincias, después de tantos años, dio frutos. El rey Kim prohibió el paso de barcos por ese territorio.

Unos murmullos de alivio se extendieron por toda la plaza. Incluidos los de Jimin.

— Dentro de unos días, se iniciará una investigación para dar con el paradero de las sirenas que se asentaron allí. El objetivo de nuestro rey es acabar con ellas o echarlas y así, las Islas Margorie vuelvan a ser habitables. El rey Kim envía sus condolencias a las familias que perdieron a sus seres queridos y les agradece su paciencia-

Jimin dejó de escuchar en el momento que sus ojos se cruzaron con los del sujeto misterioso. Por un breve instante, el pánico recorrió todo su cuerpo en forma de escalofríos. Aquella mirada era hipnotizante, tan cautivador como un conejo antes de ser cazado, tal y como se sentía el colorado: un inocente roedor a punto de perecer ante la flecha de su cazador.

La noche era espectadora del Nupsio y por algún motivo el desconocido parecía ser el verdadero protagonista de aquel extraño espectáculo, Jimin no se había dado cuenta del interés de la luna por alumbrar al sujeto de túnica negra, estaba demasiado ocupado convenciéndose a si mismo de que el cansancio le estaba jugando una mala pasada, porque lo que sí pudo notar fue el violenta brillante que desprendían sus ojos. El ladrón apartó la vista y observó a su alrededor, era imposible que nadie aparte de él se haya dado cuenta.

Cuando se decidió a enfrentarlo de nuevo, éste ya no le prestaba atención.

— Sin embargo, el Nupsio fue por otro motivo — la voz del gobernador se coló de vuelta en sus oídos — la semana pasada, un criminal logró ingresar al Cementerio de Reyes y casi consigue robar la joya del difunto príncipe Felipe, los guardias no pudieron capturarlo y actualmente está prófugo. Los investigadores del rey confirmaron que alguien de aquí lo ayudó a ingresar y le dio cobijo — de pronto, la tensión en el ambiente congeló los huesos del ladrón ¿Qué tan estúpido tenías que ser para intentar robarle a la corona? — mi intención no es preocuparlos, aun si, mi deber como gobernador me exige revelarles el nombre de tal monstruo. No solo está prófugo, sino que continúa escondido en algún lugar de Capital, recibieron reportes que saqueó pequeñas aldeas y mató a varias personas. Todavía están dando con su paradero. Aldeanos de Baja Capital, me temo que "el asesino de príncipes" está con nosotros.

Los ojos de Jimin se abrieron de par en par y su respiración entrecortada fue ignorada por la ola de pánico que se desató entre la multitud. Varias personas fueron inmovilizadas por los Capa Blanca y un pequeño caos se desató en la plaza. No supo en qué momento comenzaron los empujones y las insistencias por querer salir, pero en cuanto su cuerpo fue tirado boca abajo por un golpe de su compañero de al lado, cayó en cuenta que nada bueno ocurriría si la gente no lograba calmarse.

Un soldado lo ayudó a ponerse nuevamente de rodillas y el ruido de las campanas dio un llamado de silencio. El Nupsio todavía no estaba concluido, desafortunadamente para todos, recién estaba comenzando.

— Los hombres con la cabeza cubierta que ven aquí, son los responsables del castigo que nos espera — siguió el gobernador — estos dos ayudaron al Asesino de Príncipes a infiltrarse al cementerio por las alcantarillas del castillo. Está de más decirles que esto es un acto que solo puede pagarse con la muerte. De parte de la corona y mía, esperamos que, si alguno sabe algo del pirata, acuda a las autoridades de inmediato. Los cómplices recibirán el mismo destino. Guardias, ya saben qué hacer.

Los dos guardias llevaron a esos hombres cerca del público de adultos, el gobernador se despidió rápidamente y desapareció cual truco de magia de un tirano de cuarta. Los susurros entre la multitud se expandieron como pólvora, causando que los soldados apuntaron a todos con sus espadas dando un claro mensaje: si alguno se atrevía a escapar, moriría.

Un Capa Blanca se acercó a los sentenciados y les quitó el saco revelando asi sus identidades. Sus rostros eran comunes como cualquier otro, ambos tenían ojos azules y las mismas facciones encantadoras, por lo que Jimin concluyó en sus adentros que aquellos dos eran hermanos. Lucían jóvenes, pero sin alma o emoción, idos en sus propios pensamientos. Al público no le gusto eso, sin embargo, los abucheos nunca llegaron. Muchos habían sido amigos de esos traidores en el pasado.

El hombre de túnica negra esperó a que la multitud se acostumbrara a las caras de los culpables para entrar en escena. Lento y cauteloso, sacó de quien sabe dónde un hacha brillante y perfectamente afilada, Jimin no tuvo tiempo de parpadear.

El verdugo levantó sus brazos sosteniendo su arma con júbilo y la dejó caer sobre el cuello de uno de los hermanos. Un grito en particular detuvo su acción, con el filo rozando la piel del contrario y haciéndole un pequeño corte. La sangre no tardó en aparecer.

El grito había sido de Jimin.

— ¡NO!

Aquellos ojos violetas se posaron por última vez en los del ladrón antes de volver a levantar el hacha, su rostro estaba completamente cubierto, pero Jimin no tenía dudas de que una sonrisa malévola yacía escondida. El contacto visual esta vez le provocó mareos.

El verdugo no esperó más y bajó los brazos haciendo un corte frío en el cuello del primer hermano. Toda la plaza quedó atónita cuando una cabeza rodó hasta los pies del otro acusado, quien no tuvo oportunidad de oponerse a su destino ya que la misma acción se repitió con él. Ahora eran dos cabezas en el suelo, ambas con los ojos abiertos, sin rastros del miedo que habían mostrado segundos atrás.

El sujeto hizo una reverencia dando fin a su acto y se fue sin decir una sola palabra.

Cinco Capas Blancas fueron hasta los cuerpos y los pusieron en una bolsa, dejando en evidencia el poco valor que tenían para ellos. Las cabezas las dejaron ahí, uno de los guardias reales las tomó y las puso en una estaca. Jimin no pudo contenerse más.

Por lo menos, no fue el único que terminó vomitando.

Escuchó una voz desconocida, dedujo que era el mismo guardia real.

— A partir de ahora, habrá nuevos protocolos debido al Nupsio. Hasta que su majestad ordene lo contrario, todos deberán irse a sus hogares cada atardecer como de costumbre. Sin embargo, aquellos que se encuentren en las calles no irán a la prisión de Brujas, serán acusados de traición y posterior a eso tendrán una ejecución sin honor. Sus cabezas serán puestas en esta plaza como señal de advertencia para los demás - el caballero hizo una pausa.

Jimin no podía ver nada aun, lo poco que había desayunado había sido un desperdicio, su piel de porcelana se tornó rojiza debido a la presión que ejercía cada vez que vomitaba. El compañero de al lado se quejó del olor.

— Los impuestos aumentarán y cada domingo se hará una revisión de hogares a mano de los Capa Blanca. Habrá más patrullas vigilando las calles y nadie tiene permitido entrar a cualquier lugar que no sea su casa. Se cerrarán las tabernas, los mercados, y las escuelas serán dictadas por soldados. Aquellos que quieran comprar o vender, lo harán en un horario establecido y aquí, en la plaza. Cada puesto tendrá un Capa Blanca que lo vigile y el diez por ciento de las ganancias de cada día será destinado a la corona. Nadie puede salir del pueblo, deben notificar una vez por semana sus movimientos y si no concuerdan, serán allanados y sacados de sus hogares. Por ahora eso sería todo, muchas gracias por su atención y recuerden, si no quieren terminar como ellos, estas reglas se seguirán fácilmente.

Jimin levantó la mirada luego de terminar de vomitar y se arrepintió en seguida de haberlo hecho. La estaca con las dos cabezas estaba incrustada en el césped, a la vista de todos. Sus manos temblaban mientras pensaba en como carajos iba a adaptarse a las nuevas normas.

Suspiró, al parecer ya no podría recuperar su chaqueta, la había perdido para siempre.

La puerta estaba entreabierta.

Su cuerpo todavía lamentaba el infierno de horas atrás pero aun con el dolor golpeando sus músculos su atención se centró en la entrada de su casa. Frunció el ceño y tanteó un poco el cerrojo con los dedos, Jimin podía ser muchas cosas excepto despistado, eso solo ayudaba a los animales a escapar. Su pecho se comprimió tras pensar en la pequeña posibilidad de la visita de Capas Blancas, sin perder más tiempo, abrió la puerta deseando con todas sus fuerzas que el terror del Nupsio le haya nublado el juicio.

Tuvo que guiarse con sus manos para no chocarse con algún mueble, el interior no contaba con la luz de luna puesto que los árboles que rodeaban la cabaña eran demasiado altos y ninguna vela estaba encendida. Jimin pensó lo peor.

— ¡Amelia! ¿Dónde estás? ¿Estás bien? ¡Dime donde estás!

— Estoy aquí — la dulce voz provino del centro de la sala.

Rápidamente, el muchacho llegó hasta un sillón y se acomodó como pudo quedando de rodillas. Su tacto sintió la piel hirviendo de su mejor amiga, un suspiró de alivió se escuchó en la silenciosa habitación. Acunó las mejillas de la mujer con sus manos y sonrió con cariño a pesar que sabía que ella no podría verlo. Tuvo suerte de encontrarla acostada, tal y como la había dejado.

— Creí que habían venido los Capa Blancas, hubo un caos en el pueblo. Lamento llegar tarde.

— S-si vinieron, pero les mostré el certificado de salud débil y me dejaron en paz — la mujer carraspeó, alertando a Jimin, con sumo cuidado apoyó los labios en la frente de Amelia. Muy caliente, los paños con agua no habían servido de nada - me dijeron que al próximo llamado no tendré excusas.

— Son una mierda. El rey ordenó Nupsio en Baja Capital, nos llevaron a la Plaza Central como si fuésemos esclavos — Amelia hizo el ademan de sentarse, su preocupación hizo que estirara sus brazos hacia el cuerpo de Jimin, quería revisarlo. Su amigo la detuvo enseguida — no te preocupes, estoy bien, pero te he fallado. Un soldado me quitó las medicinas y la ropa nueva. Y con el nuevo protocolo, no creo que pueda conseguir más, ni siquiera tenemos dinero. Soy un desastre.

Ignoró a Amelia antes de que tuviese la oportunidad de refutar, se alejó un poco y de forma torpe gateó hasta llegar a una mesa, tanteó entre los objetos buscando una vela y un par de cerillos. Nunca esperó demorar tanto en encender la leña de la chimenea, con las cosas simples podía llegar a ser muy estúpido.

Una vez iluminada la habitación, se acercó a su amiga de nuevo. No pidió permiso para acariciar su cabello rubio ni tampoco contemplar la belleza que Amelia poseía. Se sorprendía que, a pesar de su enfermedad, seguía siendo muy bonita.

— Deja de mirarme tanto, actúas como el esposo de la señora Turdo — Jimin no pudo evitar reír.

—¿O sea que hago bien mi papel?

— En efecto, esposo mío.

— Entonces deja que admire a mi bella mujer solo un ratito más.

Amelia sonrió, incrédula, su amigo siempre hacía bromas en los momentos menos oportunos. Estaba del asco, hacía días que había enfermado y todavía no lograba recuperarse. Ni siquiera tenía fuerzas para darse una ducha.

Sin embargo, Amelia era ajena a los verdaderos pensamientos de Jimin, porque mientras que ella creía que su mejor amigo le estaba tomando el pelo, él luchaba por controlar los latidos de su corazón.

Ellos se habían casado hace un año, aunque en realidad no tenían una relación. Cuando Jimin la conoció ella no tenía donde ir, estaba sucia, sola y sin ganas seguir con vida. Tomó mucho tiempo ganarse su confianza, pero en cuanto la tuvo, ambos comenzaron a vivir juntos en aquella cabaña que en ese entonces la habían abandonado los antiguos dueños. Para la desgracia del colorado, desde que se vieron por primera vez nunca le pudo confesar lo agradecido que sentía, porque en las noches donde extrañaba su antigua vida, ella era como un recordatorio diario de que ya no tenía por qué estar solo.

No obstante, la sociedad tenía reglas y por más que sus visitas juntos al pueblo podían ser contadas con una mano, las miradas juzgonas los obligaron a contraer matrimonio. Una mujercita viviendo bajo el mismo techo que un hombre sin portar anillo solo podía ser tratada de zorra. Por supuesto, Jimin no iba a permitir que la reputación de su amiga se arruinara por culpa suya.

Y también, aunque no lo admitiera en voz alta, se casó con ella porque en verdad quiso hacerlo.

Con el tiempo habían llegado a un acuerdo, Amelia no podía ser vista en el pueblo por mucho tiempo así que se encargaría de los quehaceres del hogar, Jimin traería comida, medicinas y ropa cada vez que necesitaran. Un plan que ahora, por culpa de un pirata demente, ya no servía.

— No sé cómo, pero encontraré la manera de enmendarlo.

— Deja de culparte, no sabías lo que pasaría.

— Sí, pero ahora no tienes ropa, medicinas y solo tenemos cinco miserables conejos - el joven peinó su cabello hacia atrás - si tan solo hubiese huido cuando tuve la oportunidad. Soy un cobarde.

Un golpe en su hombro lo hizo callarse.

— No sé qué habrá pasado con exactitud, no quiero saberlo tampoco. Recuerda que somos un equipo, encontraremos la forma de superarlo. Un Nupsio de mierda no nos va a detener, robaremos las reservas del gobernador si es necesario.

— No comprendo tu positivismo.

— Oye, si Tribea y Roda pueden sobrevivir a las locuras del rey Kim, nosotros también.

Jimin la miró perplejo, una parte de él agradecía la inocencia de sus palabras. Trató de imaginarse a su esposa presenciando la ejecución y al instante quiso deshacer la imagen de su cabeza. Era mejor así, la actitud entusiasta de Amelia en estos momentos era lo único que podía llegar a mantenerlo cuerdo. Jimin resolvería su desastre mental, la rubia no cargaría con sus tormentos.

— Traeré más paños fríos.

Amelia soltó un suspiro.

— Antes de eso...necesito decirte algo importante.

Un ruido en la habitación de arriba no la dejo continuar.

Jimin ignoró por completo la voz de su amiga y caminó hacia las escaleras, se quedó estático por unos segundos, analizando si era buena idea subir o si su paranoia lo hacía exagerar. Otro ruido parecido a un golpe fue lo que lo ayudó a decidirse.

— Jimin, necesito que me escuches — imploró Amelia.

Con pasos débiles y temblorosos, subió cada una de las escaleras hasta llegar al cuarto. Otra puerta entreabierta, el ladrón tuvo que calmar el ritmo de su respiración antes de animarse a abrirla completamente. Deseó tener el arco consigo, nadie podría intimidarlo con su mejor arma.

— ¡Jimin, baja y escúchame!

Fue demasiado tarde, el mencionado pateó la puerta y colocó sus puños al frente, dispuesto a pelear con quien sea que se haya atrevido a usurpar la cabaña. No obstante, que vio nunca se lo hubiese imaginado, iba más allá de sus delirios.

Frente a él yacía un hombre tirado en el suelo, a sangre adornaba la cama y por donde estaba su cuerpo, formando un camino tétrico digno de un libro de terror. Jimin dedujo que el intruso se había caído, su pecho estaba al descubierto, cortes profundos recorrían desde su tórax hasta el abdomen y los brazos no se quedaban atrás, se encontraban en peor estado que la espalda del colorado.

El cabello del desconocido era negro azabache, su flequillo era lo suficientemente largo como para cubrir parte de su rostro, dejando sus ojos escondidos. Su vestimenta estaba sucia y rasgada, como si un gato lo hubiese atacado. Llevaba una camisa y pantalones de pescador. A simple vista, parecía indefenso.

Hasta que levantó la cabeza.

Jimin no supo qué cara puso en ese momento, pero debió ser graciosa porque en cuanto hizo contacto visual con el intruso éste soltó una carcajada seca. Bajó los puños de la sorpresa y su cuerpo comenzó a temblar, los latidos de su corazón latían de forma descontrolada. Tomó una bocanada de aire mientras recordaba algunas imágenes que había visto antes por el pueblo.

Carteles de "Se busca vivo o muerto".

El rostro de un asesino.

El Nupsio de Baja Capital.

El ladrón maldijo para si mismo, si antes creía que ver la decapitación de dos hombres sería el peor de sus problemas, entonces estaba completamente equivocado. Porque ante él, sin tener idea de cómo es que había descubierto su cabaña, estaba Jeon Jungkook, el pirata más buscado por la corona Dorneuna.

Nota de la autora:

Hola, Bae aparece :)

Desde ya me disculpo por los errores del capítulo, sin embargo, el motivo de este mensaje es otro.

A mi me gusta centrarme mas en la trama que en el romance en si. Si bien tendrá eso (no se preocupen) no esperen que sea en el capitulo 5. Para que se den una idea, en este primer capitulo ni siquiera aparece el protagonista, por lo que vayan dandose una idea de como me manejo en mis historias. Todos los personajes son importantes para mi, y todos merecen su propio desarrollo.

Otra cosa, quizas en este cap haya dado info incompleta, pero la idea es que lo vayan descubriendo a medida que avance el fic. Jimin es un personaje muy querido para mi, ojala hayan simpatizado un poco con el (aunque sea el primer cap) jsjasjds

Por ultimo, si ven algun nombre que no concuerda, avisenme. Escribo los capitulos con los nombres originales y despues los edito y pongo el de los tannies

Espero que les haya gustado, nos leemos pronto!

- Bae.

PD: STREAM HAPPY.



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