Capítulo 6
—Estoy bien —murmuró al instante, intentando calmarme.
Los latidos erráticos de mi corazón no cesaron. Sobre todo, porque podía sentir su dolor como si fuera mío.
La magia oscura no le hacía daño.
Pero podía herirlo indirectamente. Me acerqué en tiempo récord hasta él. No sabía si mis pies fueron los responsables o sí de nuevo me había teletransportado inconscientemente, pero apenas estuve a su lado, sentí las lágrimas quemar en mis ojos. Tomé su rostro entre sus manos, llorando amargamente al sentir su dolor.
La sangre corría por un lado de su cara. Y aunque él trataba de fingir normalidad, noté que se encontraba mareado, sus ojos vagando por lo que antes era una sala armoniosa.
La casa se estaba derrumbando a nuestro alrededor, pero no temí.
Mi prioridad era el bienestar de Nathan. Luego me lamentaría por haber destruido mi hogar.
—Perdóname, Perdóname.
—Estoy bien, conejita —habló con suavidad.
—¡No! Lo siento, lo siento.
Las lágrimas corrían por mi rostro a la vez que la sangre corría por el suyo. Intenté, con dedos temblorosos, sanar su herida con magia. Él notó lo que estaba haciendo, intentando apartarse, pero ya era tarde. Con el mayor control que podía tener, cerré su herida cuidadosamente. La magia oscura se veía entre mis dedos, pero sonreí un poco al ver que sanaba a la perfección.
Nathan parecía sorprendido. Era la primera vez que podía usar la magia oscura y, además, lo había hecho bien. O al menos eso creí hasta que sentí el desgarro de uno de mis órganos cuando la magia oscura decidió atacarme internamente.
Él me miró con pánico, justo antes de elevarme entre sus brazos. Sus heridas habían sanado a la perfección, pero ahora podía percibir las consecuencias de usar la magia oscura.
Me sentía segura ahí, acurrucada junto a él, como si nadie pudiera hacerme daño. Como si la oscuridad no existiera. Como si no importara que ahora no era capaz de usar magia, porque él estaba allí para salvarme.
Pero yo sabía que eso era imposible. Incluso si Nathan intentaba protegerme, nunca podría hacerlo de mí misma.
Mi llanto no cesó, el dolor no se contuvo, incluso cuando lo noté correr conmigo a cuestas por el bosque. Susurraba cálidas palabras de apoyo, consolándome mientras intentaba llegar junto a Elliot. Sabía que sería más rápido si se convertía en lobo, pero no me encontraba en condiciones de montarme en su lobo sin caerme en el proceso.
—Tranquila, Elle.
Lloré un poco más al escucharlo. Él intentaba consolarme, calmar los latidos erráticos de mi corazón que él mismo podía notar.
Y es que el collar con la protección de la diosa luna podría sanar mis heridas, pero no cuando me encontraba tan alterada.
Primero necesitaba calmar la magia oscura. Y aunque yo la contenía dentro de mi cuerpo, eso no significaba que no hiciera estragos en mí.
—¡Elliot! —gritó con desesperación.
—Respira —me recordó.
Al instante una ola de dolor me recorrió entera. Nathan me apretó más contra él, mientras llegaba a la cabaña de Elliot. Lo suficientemente cerca para estar a la mano en caso de emergencia. Lo suficientemente lejos para no correr peligros con la magia oscura.
No era buena idea recurrir a él, pero no parecía haber otra opción.
—¿Qué sucedió? —preguntó apenas nate cruzó la puerta con una patada.
Después nos mandaría la factura, estaba segura de eso.
—No lo sé —respondió con honestidad—. La dejé con el vampiro.
—Donovan no tuvo nada que ver —repliqué entre jadeos.
—Ven aquí.
Ya teníamos una habitación preparada para estas cosas. En caso de emergencia, era lo único que podría contenerme. Si dejaba salir la magia, esta dejaría de lastimarme. Estaba aislada, para que así nadie pudiera salir herido. Desde allí, Elliot podría curarme sin arriesgarse. Desde algún punto cercano, mi hermano podría dirigir la magia hacia mí y curarme.
—Quédate tranquila.
Me dejó sobre la mullida camilla, saliendo de la habitación y dejándome completamente sola.
Al ser un proceso indirecto, tardaba mucho más en hacer efecto.
Tosí sangre antes de darme cuenta. Escuchaba a Elliot discutir con Nathan. Todo a mi alrededor daba vueltas y estaba segura de que iba a desmayarme.
Duerme, Ellie...
—¿Cómo esperas que lo sepa? No sé todo lo que ocurre en la manada.
—Algo la descontroló. No se ponía así desde hace meses.
Di vueltas por la sala, percibiendo su dolor como si fuera mío. La conexión entre nosotros palpitando violentamente en mi pecho. Podía verla vomitar sangre, unos segundos antes de que terminara por perder la conciencia.
Era mucho más de lo que cualquiera podría aguantar, como si me estuviera quemando vivo desde adentro.
—Está vomitando sangre —le informé.
—Estoy haciendo todo lo que puedo.
—Lo sé —admití.
Lo único que me molestaba era sentir que eso no era suficiente. Si ella se sentía tan mal, nada podría ser suficiente.
—Ve a la manada —sugirió, sudando por el esfuerzo—. Alguien debe haber visto u oído algo.
No me sentía cómodo dejándola sola, pero el mal presentimiento que se había instalado en mi cuerpo se acentuó, haciéndome saber que había mucho más de lo que yo creía.
Donovan no dejaría a Eleanna sola sin razón alguna. Mucho menos unos minutos antes de que esta perdiera por completo el control de sus poderes.
—Dile que volveré apenas termines de sanarla.
—Lo haré.
Sabía que podía confiar en Elliot, el mellizo de Eleanna la amaba casi tanto como yo. Y tenía muy en claro que daría todo por ella.
Teniendo eso en mente, comencé a caminar rumbo a la manada. Algo había ocurrido, algo lo suficientemente grave como para desestabilizar a Eleanna.
Y yo iba a encargarme de averiguarlo.
Supe que algo estaba mal apenas llegué a la entrada. Todos se veían cabizbajos, con un semblante oscuro. Nadie se atrevió a darme la cara y aunque quise averiguar qué demonios había ocurrido, decidí que lo mejor sería recurrir a mi padre.
Entré a mi casa a paso apresurado. Moría por regresar con Eleanna y acompañarla en su dolor, intentando apoyarla. Pero no podía ser de apoyo si ni siquiera sabía que pasaba.
Nathan, ten cuidado con lo que buscas.
¿Por qué? La voz de mi lobo me tomó por sorpresa, pero ni eso me detuvo.
El despacho de mi padre, que técnicamente ahora era mío, me dio la bienvenida. Ahí estaba él, teniendo una discusión acalorada con Tyler.
—¿Qué pasó? —mi pregunta fue clara, tomándolos por sorpresa.
—Nate...
—No, necesito que me digan exactamente lo que ocurrió. No intentes mentirme Tyler.
—Todo está en caos.
—Ya pude notarlo —alcé la ceja hacia él.
—No, no lo entiendes —interrumpió mi padre, hablando por primera vez—. Tyler, déjanos a solas.
Vi a mi beta asentir, considerando las palabras del antiguo alfa como una orden. La mirada que ambos compartieron fue sospechosa, demasiada complicidad.
—Siéntate, Nathan. Tú y yo tenemos que hablar.
—No te andes con rodeos.
Me miró con severidad hasta que me senté de mala gana frente a él. Mi padre siempre fue alguien serio, pero no esperaba que estuviera mortalmente serio, como si de algo mucho más grande de lo que me imaginaba esperara por mí.
—He sido un padre inconsciente. Debí haberte hablado de esto desde el principio.
—No es demasiado tarde.
—Sí, si lo es.
Lo miré con confusión, pues aún no estaba seguro de que a rayos se refería. Estaba harto de los secretos y algo en mi rostro debió decírselo, pues lo vi armarse de valor, cuadrando los hombros, mirándome directamente a los ojos.
—Hannia Wyrfell. Ese es el nombre de tu madre. Mi mate.
—¿Qué tiene que ver... —me interrumpió antes de que terminara la pregunta.
—Guarda silencio y solo escucha, Nate. Hannia era mi mejor amiga. Así como tú y Eleanna. Crecimos juntos y luego descubrimos que éramos mates. Estábamos felices. Toda la manada prosperaba y todos solo esperaban con ansias tener al nuevo Alfa en la manada. Pero tu madre no se embarazó con el paso de los años.
—Espera. ¿Qué?
—Hannia era infértil. Hicimos pruebas en el pueblo, pasado un tiempo. Después de varios abortos e intentos fallidos. Ahí fue cuando descubrimos que no habría manera de tener un hijo juntos.
—¿De qué diablos estás hablando?
—Fue abrumador —ignoró mis preguntas—. Tu madre entró en depresión y toda la manada se sentía inestable. Por primera vez en milenios, el apellido Wyrfell desapareciera.
—Papá...
—Hasta que un día un milagro ocurrió. Tu madre estaba embarazada. Le habíamos rezado tanto a la madre luna, ansiando tu llegada. Eras el bebé más hermoso del mundo. Me miraste con esos ojos bicolores y aunque algo en mí supo que había algo más allí, yo solo lo ignoré.
—Porque no hay otros lobos con mi condición —deduje.
Nathan, no escuches más.
No. Necesito respuestas. Alguien va a darme las respuestas que por tanto tiempo busqué y que nadie se atrevió a decirme.
—Exactamente —sonrió con amargura—. Tenías cinco años cuando lo supe, Nathan.
—¿No soy tu hijo? —pregunté con pánico.
Me miró con asombro. Se veía desconcertado. Quizás porque era para él algo difícil de hablar. Pero era para mí mucho más difícil sentarme aquí a escucharlo.
Mi cuerpo se tensó, esperando por su respuesta. Mi corazón se aceleró casi tanto como el día que casi pierdo a Eleanna.
Porque la simple idea de no ser el hijo del alfa... El hijo de aquel que consideraba mi padre, sería devastador.
—¿Qué? ¡No! Por supuesto que eres mi hijo.
Sentí que el alma me regresó al cuerpo. Al menos no se trataba de eso, pero algo en su expresión me dijo que no me relajara aún.
—Tu madre estaba embarazada de ti cuando conoció a un brujo. Este le dijo que el bebé dentro de ella no iba a durar mucho tiempo y le ofreció una solución.
—Esto no me gusta —hablé inconscientemente.
—Para que tu vivieras, Hannia secuestró a una mujer de la manada, quien estaba embarazada. La mantuvo cautiva y con la ayuda de la magia, le quitó la vida a su hijo para dártela a ti.
Maldito viejo. ¿No podía al menos tener más tacto?
Sentí mis oídos taparse. Todo se detuvo a mi alrededor. Podía ver la boca de mi padre moviéndose, pero no procesé ningún sonido.
—¿Qué?
—Apenas lo descubrí, la confronté. Le dije que no era posible estuviera atacando a una mujer inocente, la cual murió como parte del sacrificio. Dijo que lo hizo por mí, para que tuviera una descendencia. Yo enloquecí. La envié lejos porque no soportaba verla, pero tú eres mi hijo, no podía perderte a ti, así que la hice renunciar a su maternidad para criarte por mi cuenta. Les hice creer a todos que ella no quería ser una luna y que por eso se marchó.
Parpadeé, confundido. Toda la información que llegaba a mí solo me confundía más y más. ¿Mi madre era una asesina? ¿Todo para que yo naciera?
—El nombre del brujo era Luxu, Nathan. Eres mi hijo, pero también eres un hijo de la magia. Tu alma está unida a otra. Por eso estabas confundido con Rosie. Quizás si nunca hubieras conocido a Eleanna, ella sería tu luna.
—¡No puedes! —exploté—. No puedes sentarte aquí y hablarme de todo esto como si estuvieras conversando sobre el clima.
—Nathan...
—¡No! —gruñí—. No me digas nada.
—Aún no he acabado.
—¿Me estás tomando el pelo?
—Eleanna no sabe nada de esto —soltó, llamando mi atención—. Esto no fue lo que la descontroló.
—¿Entonces qué fue?
—Tu madre volvió a la manada. Reunió a un montón de lobos y fueron a tu cabaña hacia unas horas. Dicen que atacó a Eleanna.
—Voy a matarla —declaré.
No me hizo falta saber todos los detalles. Sabía perfectamente lo que había ocurrido. Eleanna no se dejó atacar y ahora era víctima de la magia oscura en descontrol, de nuevo. Y todo a causa de una asesina que recurrió a aquella misma magia, todo para darme a luz.
—No puedes.
Volteé a verlo con asombro. Su rostro nunca antes se vio tan demacrado. Estuve a punto de lanzarme sobre él, furioso. No podía creer que estuviera deteniéndome. No cuando esa mujer fue la causante de todo.
¿Mató a alguien de la manada? Y no solo eso, una mujer embarazada. Mi alma estaba dividida en dos por culpa de ello, incluso hasta el punto de hacerme lucir con ojos heterocromáticos.
¿Y él iba a intentar defenderla?
—No por lo que piensas Nathan. No me importaría morir. No puedes hacerlo porque unas horas atrás, tu luna la desterró de esta manada.
¡Hola, hola! Lo prometido es deuda y puede que ustedes no lo sepan, pero...
¡Hoy es mi cumpleaños! ¿Y que mejor manera de celebrar que con las lágrimas de confusión de mis lectores?
Bueno, es chiste. Pero si ustedes quieren no es chiste.
¡Los amo mucho! Nos leemos el 28, besos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro