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Capitulo 4

Me entretuve organizando las cosas para la academia, después de que Nathan partiera hacia la manada. Estábamos en medio de la construcción, pero gracias a que los brujos estaban colaborando activamente, todo estaría hecho en dos semanas.

La magia era algo increíble. Tardamos más en ponernos de acuerdo respecto a la arquitectura de la academia que construyéndola. Solía tener algunas discusiones con mi abuelo y Kyo, quienes aseguraban que lo mejor era mantener a los estudiantes separados por especie. Solo Elliot y Kaos me apoyaron ante mi idea. La madre luna me había llamado la unificadora. Eso significaba que tenía la oportunidad de unir a las tres especies más grandes del submundo y no iba a parar hasta conseguirlo.

Así que debía comenzar a buscar profesores que estuvieran realmente dispuestos a guiar a aquellos jóvenes. Debía escogerlos con sumo cuidado, proteger a aquellos chicos de caer en las manos equivocadas de nuevo.

Por eso había llamado a Donovan Black, el monarca de los vampiros.

No había nadie que pudiera leer a las personas como él, sobre todo porque podía ver algunas pequeñas partes de su pasado con sus poderes. Si alguien tenía malas intenciones, él sería el primero en notarlo.

—Sé que andas por aquí —hablé sola.

Cualquier persona que me escuchara creería que había terminado por volverme loca, pero no me sorprendió cuando repentinamente una sombra apareció en medio de mi despacho.

Después de tanto tiempo conociéndolo, había aprendido a reconocer su presencia, siempre acechando en las sombras.

—Me llamas solo cuando me necesitas —interrumpió con gracia.

—Siempre apareces cuando pienso en ti —bromeé.

—No creo que eso sea cierto —replicó con seriedad—. De ser así, estaría aquí todo el tiempo, porque siempre piensas en mí.

Guiñó un ojo en mi dirección y yo reí con él. Nos habíamos terminado de acercar durante aquella batalla. Él mismo me entrenó físicamente y gracias a él pude sobrevivir en más de una ocasión.

Incluso si fue el responsable de que tuviera que huir desde niña, todo eso estaba más que en el pasado.

Éramos grandes amigos. Solíamos hablar al menos una vez por semana y siempre estábamos disponibles el uno para el otro.

—¿Trajiste lo que te pedí? —pregunté, volviendo a nuestros asuntos.

—Por supuesto que lo traje, criaturita.

Lanzó sobre el escritorio al menos cien aplicaciones para profesores de la academia. En cada uno tenía una foto, información importante y la opinión de Donovan a un lado. Aquellas anotaciones me parecieron las más relevantes, así que me aseguré de darles una buena ojeada.

—Vaya, son más de los que pensaba.

—Me mandaste a hacer un trabajo. Así que hice un buen trabajo.

Le sonreí un poco al escucharlo. El ego de Donovan era algo que siempre lograba ponerme de buen humor, por tonto que sonara.

—¿Cómo has estado? —pregunté, dándole un vistazo a los papeles, pero sacándole conversación.

—Aquí y allá —respondió vagamente, curioseando por el lugar.

Me fijé en su ropa. Se veía como todo un viajero, con pantalones desgastados, una camisa negra que tenía alguna mancha aquí y allá. Su aspecto era desaliñado, algo nuevo en todo el tiempo que estuve conociéndolo. A su espalda cargaba un gran morral, lleno de todo tipo de cosas necesarias para la supervivencia.

—¿Buscas algo en particular?

Fingí que mi tono era relajado y no tan interesado.

Había logrado investigar un poco sobre los vampiros. No tenían un mate, no como tal. A sus conexiones lo llamaban donantes. No existía demasiada información al respecto, pero mi abuelo era un brujo muy sabio.

Así que cuando le pregunté, me aseguró que algún antiguo monarca había desterrado toda la información al respecto, pero me contó todo lo que él sabía.

¿Eran ideas mías o Donovan estaba intentando encontrar a su alma gemela?

—No estoy buscando a nadie —respondió alzando una ceja en mi dirección.

—Oh, vamos. Tú también debes tener curiosidad.

—No estoy interesado en almas gemelas, criaturita.

—¿Por qué no?

—Porque son una debilidad —su tono fue un poco hosco, pero franco—. Es como darle a alguien un arma y rezar para que nunca la apunte hacia ti. No quiero amar a alguien y no quiero que alguien me ame a mí. Estoy bien por mi cuenta.

No pude responder nada ante su tono. Su expresión desolada, la crispación en su cuerpo. Su boca hablaba con firmeza, pero todo en él gritaba que ansiaba tener a alguien en quien confiar.

—Espera. ¿Por qué están aquí los papeles de Aria Matthews?

No había intentado cambiar el tema, pero al ver su nombre resaltante entre los papeles llamó mi atención. La había descartado desde el primer segundo, por el simple hecho de que fue parte del ejército de Luxu.

Me mantenía en silencio, pero aún no confiaba en ella del todo. Jamás me atrevería a expresar mis dudas en voz altas, no teniendo en cuenta que era la mate de mi mellizo.

Elliot jamás me perdonaría si decía algo malo sobre ella. La amaba con demasiada intensidad, entregando todo sin dudar.

—Ella aplicó.

—¿Por qué? —fruncí el ceño.

—Dijo que quería ayudar —se encogió de hombros.

—Pero ella era parte del grupo —refuté.

—¿No te cae bien tu cuñada?

La pregunta maliciosa de Donovan me tomó por sorpresa.

No es como que odiara a la mate de mi hermano. Era más como que nunca llegamos a interactuar. Además, el hecho de que fuera parte del ejército de Luxu no era precisamente una buena referencia. Sus ojos parecían ver más allá, lo que me ponía nerviosa cada vez que estábamos juntas.

Quizás era exagerado decir que no confiaba en ella, pero aún así mantenía mi distancia.

—Es complicado...

—Nunca estuvo con Luxu —confesó—. Los siguió porque no tenía a donde ir, pero cuando intentó escapar, fue tu hermano quién la atrapó. Tuvo suerte, otra persona la hubiera asesinado sin dudar.

Parpadeé dos veces, sorprendida. Donovan soltó el pasado de Aria como si estuviera comentando sobre el clima. Aquellas cosas que nadie se atrevió a decirme, ahora él me hablaba con toda la franqueza de su ser.

—¿Qué?

—Aria tuvo una vida difícil. No tenía muchas opciones. Y quiere ayudar.

—No estoy segura —murmuré.

—Los chicos la conocen, confían en ella, la respetarán. Además, sus poderes podrían ayudarnos a orientar a los chicos con magia especial. Tiene buenas intenciones y solo quiere ayudar. Es tu decisión, pero no la eches solo por tus prejuicios.

—¡No tengo prejuicios!

—Claro que los tienes —sonrió con diversión—. Eso y el hecho de que odias a tu cuñada.

Le dediqué mi peor mirada, para luego concentrarme en los papeles en mis manos. Él había hecho un excelente trabajo, además, sus anotaciones resultaron muy útiles.

—¿Por qué algunos tienen esta marca roja? —pregunte.

—Son las personas que rechacé.

—¿Para qué me muestras a personas que ya han recibido tu desaprobación?

—Porque tú eres la jefa —respondió como si fuera obvio—. Fuiste la única en dar un paso al frente por esos chicos. Es tu proyecto. Sin importar si terminas usándolos como piezas en un tablero de ajedrez, ellos te están agradecidos. Irían hasta los fines de la tierra por ti, así como tú lo harías por ellos.

Sentí mis labios temblar al escucharlo. Había algo en él que resultaba increíblemente sincero. Si lo hubiera dicho alguien más, quizá no tuviera tanto impacto en mí.

Pero lo tuvo.

—No te pongas llorona —sacudió la mano—. Si te hago llorar, creo que el perro va a perseguirme hasta la muerte.

—Estás exagerando —reí.

—No, creo que no lo estoy —murmuró lentamente.

Noté que su mirada cruzaba las paredes, como si el percibiera algo que yo no. Ladeó la cabeza, confundido. No se veía feliz, pero tampoco comentó algo al respecto.

—Tienes visitas —me notificó.

Fruncí un poco el ceño. ¿Quién se atrevería a acercarse aquí? Los días que Nathan bajaba hasta la manada, solía quedarme sola hasta que regresaba o simplemente acompañarlo. Elliot no se atrevía a venir y mi abuelo no llegaba sin notificación.

Aria no tenía tanta confianza conmigo y no tenía a ninguna otra amiga, después del sacrificio de Carol.

Entonces... ¿Por qué se escuchaban pasos en nuestra dirección?

Y no solo un par.

Conté al menos doce personas, marchando con firmeza hacia aquí. Incluso sin verlos, supe que no venían con buenas intenciones.

Tuve un mal presentimiento. Por alguna razón, esto no parecía una casualidad.

—El ataque de ayer fue premeditado —concreté.

La intención era interrumpir nuestra visita y molestarme a mí lo suficiente como para no querer salir en unos días. Así se aseguraban de que me encontrarían a solas.

Alguien estaba tomándose demasiadas molestias para hablar conmigo.

—¿Ataque? —alzó una ceja en mi dirección.

—Creo que quizás sea mejor que te vayas —sonreí, tensa—. Gracias por toda la información, Donovan.

—No deberías quedarte sola.

Sus ojos brillaron como rubíes por un segundo, usando sus poderes para saber qué sucedió el día anterior. Rodé los ojos ante su expresión, comenzando a guiarlo hacia la salida.

—Estaré bien —noté que estaba un poco preocupado por mí—. No será una charla pacífica.

—Precisamente —sonrió.

Sin embargo, contrario a sus palabras, se retiró tras una corta despedida. Algo me dijo que se quedaría lo suficientemente cerca como para intervenir de ser necesario.

Y yo esperaba que no tuviera que ser necesario.

Antes de que la puerta principal sonara, me les adelanté y la abrí de par en par. Sonreí ante los invitados no deseados, solo para hacerlos enfadar.

—Hola, suegris —saludé.

La madre de Nathan me dedicó una mala mirada. Noté que las personas detrás de ella eran exactamente mis personas menos favoritas de la manada. Me devolvieron la mirada con odio, con todo el resentimiento de años reprimido.

Porque cuando un humano, o lo que ellos creían que era un humano, llegaba a la manada, no todos estarían contentos y dispuestos a recibirlo.

Y todos aquellos que siempre mostraron su desaprobación con mi lugar en la manada ahora estaban aquí, frente a mí. Incluso Loan, aquel que se atrevió a disparar una flecha contra mí en una ocasión y Leo, el responsable de mi estallido el día anterior.

Todos hicieron un semi circulo, rodeándome y rodeando a la madre de Nate. Estuve a punto de reír al ver sus caras de seriedad, pero entonces ella abrió la boca.

—Eleanna Wood —anunció con voz solemne—. Yo, Hania Wyrfell, luna de la manada Wyrfell, ordeno tu exilio.




¡Hola, hola! 

Las fans de Donovan deben estar amando este capítulo. Yo me incluyo, como siempre.

¿Qué les pareció? ¿Les gustó? Esto va agarrando formaaa, ya verán, esta historia será mucho más intensa y quizás un poco más drámatica.

Sé que estuve desaparecida por muchos días por aquí, avisé en facebook pero olvidé avisar por wattpad. Justo ahorita estoy recuperandome del covid, me dio bastante fuerte y me compliqué bastante, pero aquí estoy y eso es lo que importa. 

Disculpen la demora y muchas gracias por seguir aquí.

Los amo.

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