Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 33

AYLA DESPERTÓ EN EL COMEDOR, DONDE HABÍA CAÍDO INCONSCIENTE PARA EMPEZAR, y creyó por una milésima de segundo que quizá todo había sido un sueño, una horrible pesadilla, hasta que su antebrazo ardió y su pierna quemó, un amargo y agobiante dolor que volvió reales sus temores trató de no gritar, pero algunas lágrimas salieron de sus ojos. Vio en la mesa, justo frente a ella, la daga del Sol, y a ella estaba adherida una nota.

Decide cómo quieres morir, como alguien libre... O como una prisionera. Mátalo. —K.

Ayla sintió la tentación de arrojar la daga lejos, las manos le temblaban. Observó de reojo a William, que aún yacía inconsciente, no dudaba que le hubiera dolido más a él la ruptura de su vínculo que a ella. Igual, trató de no mirarlo demasiado, temerosa de no sentir nada más que un vacío, la ausencia de un lazo que ya se había convertido en una parte de ella.

Pensó en el dolor que había causado un pequeño corte de aquella daga, y se recordó a sí misma sujetando su empuñadura y atravesando a una bruja con ella, solo para que después Christina asesinara a la mujer sin dudar ni por un segundo, y quizá aquello había sido un acto de clemencia, porque ella misma no tenía ni idea de cómo viviría después de lo sucedido.

Luchó por recordarse a sí misma que el dolor indicaba que seguía viva, tal como se había dicho cuando sus padres habían muerto, pero el remanente de su agonía no se desvanecía, al contrario, permanecía como un ardor en una extremidad inexistente.

Ella jamás podría asesinar a William, sin importar cuán mejor podría resultar su vida sin él, así que se llevó la mano al vientre y sollozó, un sollozo humillante y estruendoso, cargado de agonía y que habría causado escalofríos a sus escuchas.

Fue completamente consciente del momento en el que Will despertó, quizá era debido a que era demasiado consciente de todo en aquel instante, y lo escuchó removerse en su sitio para un instante después levantarse como un resorte tras ser aplastado. No sabía si él la miraba, probablemente no, pero, de igual manera, ella no lo miró, no podía.

— ¿Estás bien? —preguntó William, y a Ayla se le erizó la piel, un desagradable escalofrío recorriendo su columna vertebral.

Sus ojos ardieron. Sus mejillas se tiñeron de rojo.

Ojalá pudiera solo tomar esa maldita daga y convertirla en cenizas por lo que le había arrebatado, excepto porque aún la necesitaban, aún debían vencer a Katherine, aunque no supieran si ella todavía podría usarla después de que fue empleada en su contra.

—Tan bien como se podría estar, supongo. Creo que mi pierna está rota... —dijo Ayla, y fue consciente de la aspereza de su voz, probablemente debido a los incansables gritos que había liberado antes de caer desmayada, trató de no llorar.

—Yo ya sané, tengo algunas heridas un poco delicadas, todavía, pero no duele. Iré a ver a la manada —dijo William—. Buscaré a Christina y le diré que venga aquí, ella debería poder curarte. Y, Ayla, cuando estés bien, prepárate, no dudo que en el momento en el que el Sol se oculte, ellos vengan por ti. Se avecina una batalla.

—Ojalá solo fuera eso —susurró Ayla, a pesar de que escuchó los pasos de William al alejarse—. Se avecina una guerra que no sé si podremos ganar.

En aquel momento, Ayla descubrió que el silencio era un enemigo aún peor que la misma Katherine, porque el miedo tenía una voz propia, y el silencio no hacía más que ayudarte a escucharla.

Ella escuchó la puerta crujir al abrirse, y siguiendo sus instintos, tomó la daga del Sol y la ocultó tras ella. No sabía porque lo había hecho, no pensaba correctamente en aquellos instantes, su mente estaba nublada por el dolor y el miedo, así que sus instintos habían sido los que habían tomado el mando, como ver sus propias acciones desde una perspectiva externa, como un sueño.

—Tu pierna se ve horrible.

—Se siente tan mal como se ve —aseguró Ayla, con la voz ligeramente quebrada.

Christina, de entre todas las personas, se convirtió en su salvavidas cuando atravesó la estancia en su dirección, y, entre lágrimas, Ayla se disculpó, porque era consciente de que aquello era lo último que querría estar haciendo la bruja.

—Lo siento —susurró Ayla, repetidamente.

—Yo lo siento más —replicó Christina, tratando de contener su enfado—. Se los llevaron justo frente a nuestras malditas narices. Aquellos malditos traidores...

—Estoy segura de que el alfa ya se está encargando de ellos.

—Lo llamas el alfa —comentó Christina, confundida.

Ayla tragó saliva y se llevó las manos al vientre.

— ¿Crees poder arreglar mi pierna? —preguntó Ayla, tratando de cambiar el tema.

—No puedo creer que tengas el descaro de preguntarme siquiera.

Las manos de Christina brillaron, envueltas en bruma dorada, y ella las deslizó lentamente sobre su pierna, aunque sin tocarla en ningún momento, y pequeños hilos de luz se entrelazaron como costuras sobre su piel, dando a Ayla un alivio instantáneo. Pronto, su pierna se encontró en perfecto estado, aunque con algunas manchas de sangre seca sobre su piel.

—Necesito pedirte otro gigantesco favor —dijo, su mente aclarándose con lentitud debido a que el dolor se había detenido—. Necesito que hagas un hechizo para mí, ¿crees que puedas revisar al bebé? Solo necesito saber que está bien.

Christina soltó un suspiro, pero asintió con la cabeza. Las manos de ella adoptaron nuevamente su brillo dorado mientras colocaba lentamente su mano sobre el estómago de Ayla.

Ayla examinó la mano de Christina, sin saber que debería esperar que sucediera, y cuando abrió la boca para preguntar, descubrió que no podía escuchar su propia voz, no podía escuchar nada, hasta que escuchó: pum, pum, pum... Era un sonido rítmico y apenas audible, sonaba cada vez más fuerte, y debido a sus veces jugando con el estetoscopio del médico cuando iba a consulta durante su infancia, pudo identificarlo, se trataba del latido de un corazón.

Estaba escuchando el corazón de su bebé latir.

Sonriendo ligeramente, Ayla se limpió las lágrimas y apartó suavemente la mano de Christina.

—Está perfectamente bien —dijo Christina—. Lo escuchaste. Pero, necesito saber, ella los tuvo, y me cuesta creer que los dejara ir con tanta facilidad... Una pierna rota no es nada comparado con lo que sé que es capaz de hacer. Tuvo que haberles hecho muchísimo daño para decidir liberarlos.

—Gracias por curarme —respondió Ayla, en cambio.

Christina rodó los ojos, notando que evidentemente no tenía la intención de responder, pero decidió dejarlo estar, ella mejor que nadie sabía el daño psicológico que Katherine era capaz de hacer y comprendía que Ayla no quisiera hablar al respecto.

—No necesitas agradecer, no así, al menos, te pediré algo a cambio, te lo advertí, y llegó el momento de que me devuelvas el favor por lo que he hecho por ustedes...

Ayla sentía sus ojos arder, se puso de pie, se apartó de Christina y le dio la espalda.

— ¿Qué es lo que quieres? —preguntó, tensa.

—Quiero que me cortes.

Ayla la volteó a ver.

— ¿Disculpa?

—Me escuchaste. Quiero que tomes la maldita daga del Sol, la que les ayudé a conseguir, y me hagas un corte.

—Pero, un corte con esa daga, y perderías...

—Perdería mis poderes. Justo por eso quiero que lo hagas.

—Pero la batalla... Sabemos que Katherine viene hacia acá, ¿cómo pelear sin ser una bruja?

—Simple. No pelearé.

—Estoy confundida, creí que querías vengarte de Katherine.

—Y así es, pero jamás me preguntaron con exactitud qué tipo de venganza quería. Crecí bajo sus garras, y ella estuvo ahí cada vez que tuve una visión para usarla a su favor. Ella estuvo ahí cada vez que aprendí a hacer algo con mis poderes, para enseñarme a utilizar eso para lastimar y destruir. En cierto sentido, ella me creó, así que merezco matarla más que nadie, y la realidad es que no puedo hacerlo, solo tú puedes, así que lo único que puedo hacer además de ayudarte a intentarlo, es privarla de su creación.

—Pero...

—Soy su hija —declaró Christina, con rotundidad—, y si me amara, entonces me suicidaría, pero no lo hace, lo único que ama es la posibilidad de tenerme nuevamente bajo su dominio, controlarme, usarme, y le voy a arrebatar eso.

—Necesitaremos tu ayuda. No podemos vencerla solos.

—Quizá, pero si ella me obtiene, habrán perdido antes de comenzar, y lo sabes. Así que hazme un favor a mí, a William y a toda la manada que dicen que tanto les importa, toma la daga que escondiste detrás de ti cuando entré, y hazme un corte con ella.

— ¿Cómo supiste que la escondí atrás de mí?

—Cariño, ¿notaste que estás sentada solo en la mitad de enfrente de la silla? Parece que en cualquier momento te vas a caer, además, hay una nota en la mesa con la letra de Katherine, sé que ella no les quitó la daga porque William lo habría mencionado, y de vez en cuando miras inconscientemente hacia atrás de reojo. ¿Necesitas más explicaciones?

—No, gracias. Pero hay algo que debes saber. Tuviste razón, Katherine no nos habría dejado ir así nada más, y aún menos con un arma que podría destruirla, ella se aseguró de destruir nuestras posibilidades antes. Ella usó la daga conmigo, hizo un corte ligero en mi antebrazo —dijo Ayla, y se le quebró la voz—, rompió mi vínculo con William, y probablemente me hizo perder la bendición de la Luna, ya no puedo ser la elegida, y ya no creo que la daga funcione para mí.

Christina llevó su mano a sus rizos y tiró de ellos, frustrada.

—Pero no estás segura, ¿verdad? Quizá todavía haya una posibilidad... Quizá la daga pudo no haberle funcionado.

—No, sé que sí funcionó. Puedo sentirlo, el hilo que me ataba a William, aquel que nos permitía sentirnos entre nosotros incluso a la distancia, se rompió.

—Pero la bendición de la Luna en ti pudo no haberse roto —dijo Christina, tomando la daga de la mano de Ayla con un escalofrío, quitando la funda para volver a ponerla en la mano de Ayla, apretándola sin demasiada fuerza—. Debes intentarlo.

—Si no funciona, estaremos seguras de que no hay nada que hacer, moriremos cuando llegue la noche y Katherine aparezca —dijo Ayla, mirando la daga en su mano con furia.

—Prefiero prepararme desde ahora para mi muerte que lidiar por más tiempo con la incertidumbre. Así que hazlo, seré tu sujeto de prueba.

Christina extendió su mano izquierda hacia Ayla, entregando su palma, un último sacrificio...

Ayla hizo un corte en el dedo índice de Christina, un minúsculo corte que podría haber sido hecho con papel, y Christina pudo haberlo dicho a ciencia cierta, la daga aún funcionaba para Ayla, Ayla era todavía la elegida, sin embargo, no necesitó decirlo, pues la gota de sangre negra que salió de la herida fue respuesta suficiente para ambas.

Aún podían ganar, aunque Christina no fuera a pelear a su lado.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro