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Capítulo 32

KATHERINE SUJETÓ EL ROSTRO DE AYLA, SUS UÑAS PRESIONANDO CONTRA SU PIEL CON FUERZA HASTA QUE UNA GOTA DE SANGRE SALIÓ y se deslizó por su larga uña, con expresión satisfecha la mujer de largos cabellos negros se llevó la uña hacia su boca y dejó caer la sangre en su lengua, dejando en evidencia los largos y blanquecinos colmillos ocultos de la vista sin olvidar que sus ojos se habían tornado negros como la tinta, sin iris alguno: todo el ojo era negro.

Ayla no profirió un solo sonido o quejido y tampoco hizo un solo gesto que demostrara que esa herida le había dolido, el dolor de su pierna rota nublaba el resto, sin embargo, sí esbozó una mueca de desagrado cuando la mujer ingirió su sangre.

—Me pregunto yo, ¿cuándo fue la última vez que te contaron un cuento?

Ayla no respondió.

—Alguien ha hecho caso cuando le dijeron que calladita se ve más bonita, me alegra. Déjame contarte una historia.

—No quiero escuchar nada que tú puedas decir —masculló la muchacha, mirándola furiosa.

—Entonces supongo que tendré que ir a ver si William sí está de humor para un cuento...

—William jamás está de humor para nada, es un amargado —espetó Ayla y Katherine soltó una estruendosa carcajada.

Katherine se puso de pie, aun riendo ligeramente, ignorando las palabras de Ayla y salió de la oscura habitación en penumbras, perdiéndose entre las sombras. Ayla miró a su alrededor buscando una salida, aun cuando no creía encontrarla, y tenía razón, podía salir por la puerta, pero por allí había salido Katherine, además de que no llegaría lejos con su pierna rota, y la única otra salida en la habitación donde se encontraba encerrada era una pequeña ventana por la que apenas lograría salir pero que estaba tan arriba que no la alcanzaría ni siquiera si se parara en una silla, y aun así... Incluso si lograra salir, no podía dejar a William.

Cuando Katherine volvió, Ayla había logrado acomodarse en una posición que no la hacía querer sollozar de dolor, la mujer arrastraba consigo un cuerpo como si no se tratase más de una bolsa de basura, el cuerpo no se removía ni trataba de escapar, lo que le hacía pensar que podía estar muerto, pero cuando se acercó más, la simple posibilidad de que estuviera muerto la horrorizó, era William.

Sangre manchaba su piel, su cabello también tenía sangre seca, aunque Ayla no vio heridas aparentes que pudieran justificarlo, William solo tenía algunos hematomas en su rostro y no dudaba que, en el resto de su cuerpo, tenía también su labio partido y su brazo izquierdo estaba doblado en un ángulo irregular que debía ser doloroso.

Katherine lo soltó, dejándolo caer en el suelo a varios metros de Alya, que trató de arrastrarse para acercarse a él.

—William —dijo, casi en un sollozo.

— ¿Ya estás lista para escuchar un cuento? —preguntó Katherine.

— ¡Por supuesto! ¿Cuál me vas a contar? ¿Caperucita Roja o la Bella y la Bestia? —preguntó con ironía y furia Ayla.

— ¡QUE GROSERA ERES! —exclamó Katherine, su grito sonando como un sonoro rugido que aterrorizó a Ayla— Yo, lo lamento, puede que hayas notado que tengo algunos problemas con mi temperamento, en fin, eso no importa, por el momento solo sé que es tiempo de despertar al perro.

Ayla se estremeció, si iban a matarla, si iban a hacerle daño prefería que estuviera inconsciente para poder ahorrarles dolor a ambos.

Katherine los arrastró a ambos hacia el fondo de la habitación donde un par de pesados grilletes oxidados colgaban de la pared. Ayla soltó un inevitable grito adolorido cuando sin cuidado alguno, Katherine colocó el grillete en su tobillo en su lesionada pierna, pero lo peor llegó después cuando colocó el grillete en William que despertó de inmediato soltando un aullido de dolor, su piel escocía con el tacto del metal y le quemaba dejando solo carne viva.

Ayla tuvo que retirar la mirada rápidamente al ver la herida sintiendo que necesitaba vomitar, las heridas que había en ambos le provocaban nauseas, ¡por eso no había estudiado medicina! Ella no quería ver eso, y menos en alguien que amaba como amaba a William.

William apretó la mandíbula con fuerza, atravesando una especie de transformación parcial en lobo, grandes colmillos se veían en su boca igual que afiladas garras en sus manos y sus ojos brillaban rojos... Los ojos de Katherine también eran rojos, pero mientras los de ella eran opacos, los de William eran brillantes.

—Will, ¿estás bien? —preguntó tratando de acercarse, pero siendo detenida por las cadenas, de igual forma forcejeó dando tirones a la cadena, poco dispuesta a no intentar ayudarlo.

William le dio una mirada, él jamás la había mirado de esa forma... Su cuerpo no era lo único que se debatía entre animal y humano, su mente también estaba dividida, esa mirada que le había dado era la de un animal rabioso.

Ayla mentiría si dijera que no estaba aterrada, estaba muriendo de miedo, paralizada por este, Katherine quería asesinarla y William deseaba ver correr sangre, confiaba en que sin importar nada, él no le haría daño, pero en aquel momento la capacidad humana de razonamiento era lo único que tenían que Katherine parecía no tener. Katherine parecía una loca, ellos pensaban y razonaban, aunque no en aquel preciso instante.

— ¿Este ya es el ambiente en el que quieres contar tu historia? —preguntó igualmente mordaz Ayla.

Katherine le sonrió ampliamente, eso le provocó escalofríos a Ayla, a continuación, le colocó una mordaza en la boca a ambos.

—Yo nací hace mucho, mucho, mucho tiempo. Hace más tiempo del que podrías contar, pero menos tiempo del que imaginas. Cuando yo nací, los padres acostumbraban a arreglar los matrimonios de sus hijos e hijas apenas estos nacían, pero mis padres no lo hicieron. Crecí en una familia adinerada, mis padres tenían un matrimonio estable, llevaban una relación de respeto mutuo, pero no amor. Mis amigas comenzaron a casarse cuando cumplí quince años y cuando llegué a los dieciséis yo era la única sin un matrimonio, me enfadé por supuesto y se lo dije a mis padres, "¿por qué no me he casado aún?" pregunté, y mi madre fue quien respondió: "no arreglamos un matrimonio para ti porque queremos darte libertad, darte la oportunidad de huir de esta vida de reglas con un campesino al que realmente ames, solo queremos que seas feliz" dijo, y yo estaba furiosa, yo quería esa vida, quería esos lujos, quería casarme joven con alguien con mucho dinero, no quería amor ni libertad. Le dije a mi madre, se lo dije, le dije que si en verdad quería mi felicidad entonces debía arreglarme un matrimonio con un guapo joven con mucho dinero, pero ella se negó, insistió en que quería mi felicidad y de ese modo yo no sería feliz.

›› Un año después, habiendo cumplido diecisiete supe que el tiempo para comprometerme con alguien digno de mí se agotaba, así que no acudí a mi madre en esa ocasión sino a mi padre, hablé un largo tiempo del honor de nuestra familia hasta que finalmente lo logré convencer de buscar a alguien para mí, no hubo ni un solo candidato en un largo tiempo debido a mi edad hasta que se apareció mi milagro, Malcolm Collins se llamaba si mi memoria no ha decidido fallar por primera vez en, no sé, un milenio. Malcolm era encantador, inteligente, astuto, atractivo y adinerado, además de que era tan solo un par de años mayor que yo, era demasiado afortunada, hasta que llegó ese cachorro perdido, Zack era su nombre, similar a un campesino y con la condición económica de uno.

›› Cuando conocí a Zack sentí que algo estaba mal conmigo, yo había tomado una decisión cuando tenía quince, me casaría con alguien adinerado y viviría una vida de lujos rodeada de gente a mi servicio, pero había algo en él, me atraía de forma magnética y me encantaba de un extraño modo, pero lo rechace, una y otra vez, pero él jamás se rendía, siempre volvía a causar problemas con mi prometido y por supuesto mi madre le daba todo su apoyo, para mí era cada vez más sencillo rechazarlo aunque la primera vez me había costado mucho, una semana antes de mi boda ya no sentía ni una pizca de atracción por él.

›› Un día antes de mi boda, yo estaba feliz como nunca antes pero de repente, como si fuera cuestión de magia, descubrí que estaba perdidamente enamorada de Zack y decidí huir con él antes de mi boda, mi madre ayudó y aun la odio por eso, si no hubiera estado ella tan cegada por su deseo de que huyera casada con un campesino hubiera notado lo extraño que era que me hubiera enamorado de un día para otro y que todos mis ideales cambiaran y quizá me hubieran detenido de tomar la peor decisión de mi vida, porque después de eso todo comenzó a salir mal.

›› Yo comencé a sentirme dividida, vacía, hacía y decía cosas que no quería, era como si yo estuviera atrapada dentro de mi cuerpo sin libertad alguna, pero a pesar de resistirme no era demasiado, o no lo era hasta que recién casados, Zack me confesó su secreto, era un hombre lobo, y mi conciencia comenzó a despertar poco a poco.

›› Siendo la primera humana en ser pareja de un hombre lobo, todos me trataban con cuidado, el alfa de la manada incluso nos cedió su casa y sus trabajadores así que al final, tuve la vida que quería, o al menos la tuve hasta que me enteré de que había quedado embarazada, el bebé que crecía en mi interior era el primer híbrido entre humano y cambiante en el mundo e incluso sin haber nacido aún me comenzaba a robar la atención. Fue ese miedo a lo desconocido, a lo que ese bebé me haría, lo que finalmente me despertó por completo.

›› Zack se fue a patrullar la frontera por orden del alfa y yo me quedé sola en casa, ordené a todos los que trabajaban durante la noche que se fueran y así lo hicieron, a la media noche exacta, tomé un cuchillo y lo clavé en mi vientre, matando así a ese monstruo que crecía en mi interior y que me habría matado de haber podido y también asegurando que nadie volvería a adueñarse de mi voluntad jamás. El bebé murió y mi cuerpo cedió, pero de algún modo yo seguía consciente, lo escuchaba todo, pero no me movía ni sentía nada, supe que Zack murió, consternado ante la pérdida y sintiéndose traicionado por mí. Poco tiempo después enterraron mi cuerpo, más por el amor que Zack me había profesado que por creer que lo merecía, cuando estuve bajo tierra finalmente, comencé a oír una voz, me susurraba que había hecho mal, que había despreciado la bendición que la Luna me había otorgado y que, por eso, la Luna me había maldecido.

›› Mi cuerpo despertó y emergí de la tierra, todo en mi había cambiado excepto mi deseo de venganza contra el mundo que había osado tratar de controlarme. Busqué a todos en la manada, tratando de matarlos y descubrí que tenía el poder para hacerlo, no era una simple humana, ya no, era la primera portadora de la maldición de la Luna y por el momento parecía bueno. Acabé con cada uno, y conté la desagradable historia de cómo la muchacha humana de la que todos habían oído que llevaba el bebé de un lobo había muerto, su vida drenada por su bebé. Había ganado esa batalla y el derecho a decidir cuál sería la verdad que se contaría en las siguientes generaciones.

›› Descubrí después más acerca de mi naturaleza, necesitaba sangre, la ansiaba, no necesitaba respirar ni comer, solo necesitaba sangre y cuando se me presentaba no me resistía a ella. Descubrí que no podía morir, era inmortal, pero la inmortalidad era solitaria así que encontré un truco, podía otorgarles a los humanos algo de mi naturaleza, fuerza, velocidad y sed de sangre, pero a diferencia mía ellos no eran invulnerables, con el tiempo siempre terminaban por lograr cazarlos.

›› Mucho tiempo después, me cansé, ya no quería vivir más, así que comencé a buscar por el mundo una solución, una bruja me dio una solución, me dijo que el único modo de que pudiera morir era arrebatar la vida de otra humana bendecida por la Luna, beber hasta la última gota de su sangre y entonces sería finalmente libre de la vida.

›› Tú, Ayla Wright, eres una bendecida por la Luna y antes de otorgarme a mí misma la libertad te la daré a ti, te daré la oportunidad que mi madre siempre me quiso dar, te permitiré ser feliz eligiendo sin que la magia de la Luna interfiera.

Ayla se removió con fuerza, luchando por liberarse con más frenesí que nunca al haber notado la daga del sol empuñada por la mano de Katherine, debía hacer algo, solo la Luna sabía lo que le sucedería a William sí la daga le hacía un solo corte, pero contrario a lo que esperaba Ayla, Katherine no se acercó a William sino a ella.

Sujetó su brazo con fuerza y deslizó la daga de extremo a extremo en su antebrazo, la herida no dolió casi, pero lo que vino después sí dolió, su sangre ardió igual que su mente, sintió como si ella estuviera a punto de explotar, su cuerpo quería ceder, hundirse en la inconsciencia, pero a la vez se resistía, sentía como si cada hueso en su cuerpo se quebrara y también sintió electricidad corriendo por sus venas como si un rayo hubiera caído en ella, dolía, dolía, dolía demasiado.

Un fluido negruzco salió de su herida, como sangre contaminada.

Antes de perder todo rastro de conciencia, se descubrió a sí misma gritando de dolor y sus gritos ahogados por la mordaza. La conexión entre William y Ayla se había roto. 

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