Capítulo 24
EL HOTEL EN EL QUE SE QUEDARÍAN, EN EL QUE WILLIAM HABÍA RESERVADO HABITACIONES PARA UNA SEMANA (AUNQUE ESPERABA QUE SE FUERAN ANTES), era grande y se notaba elegante desde que entras al vestíbulo y observabas la reluciente cerámica blanca y sus impecables ornamentos
Ayla había visitado México anteriormente, era la ventaja de vivir cerca de la frontera, su familia solía visitar el país frecuentemente y ella sentía un especial apego por el lugar, aunque en las ocasiones anteriores no se había quedado en un lugar como aquel. Por sus visitas constantes a lo largo de su infancia sumado a unas clases particulares, había logrado aprender el idioma, lo que le venía excelente en aquel momento ya que no entender nada en absoluto la hubiera hecho sentir incómoda.
Cuando entraron en el vestíbulo acudieron de inmediato al mostrador donde una mujer alta y delgada pero encorvada estaba terminando de atender a una pareja algo mayor, que en aquel momento iba en dirección a las ascensor arrastrando sus enormes maletas, de un color tan chillón que hizo a Ayla recordar el equipaje de los padres de William durante su breve estadía con la manada, tuvo que reprimir un escalofrío, eran recuerdos bastante desagradables y recientes.
Mientras William y Ayla acudieron por las llaves de las habitaciones, los demás se quedaron sentados en unos mullidos sillones de apariencia cómoda frente al elevador, su equipaje lo había subido un hombre uniformado a su carrito apenas habían llegado y aguardaba a que le indicarán a donde llevarlo para subirlo por el ascensor.
Cuando estuvieron frente a la mujer, Ayla notó que no era tan delgada vista de cerca, a la lejanía parecía esquelética pero a esa distancia se veía bastante normal. La mujer les miró con desagrado, era evidente que no disfrutaba su trabajo.
— ¿Puedo ayudarlos con algo? Si quieren hacer una reserva deberían llamar a sus padres primero —dijo la mujer y tanto Ayla como William fruncieron el ceño, sí, eran algo jóvenes y eso pero tampoco para ser confundidos con adolescentes.
Ayla acababa de conocer a la mujer pero de inmediato supo que no le agradaba en absoluto. Entonces, se percató de que la mujer les había hablado en español, de inmediato volteó a ver a William pero este se notaba tan molesto como ella así que pudo deducir que él también hablaba español, no entendía cómo no lo había considerado antes.
—Iré con los demás, te esperamos allá, quiero sentarme un rato —dijo Ayla a William, él soltó un suspiro y asintió con la cabeza.
Ayla fue con los demás y se sentó en un sillón para una persona con Natalie, por fortuna ambas eran delgadas así que entraban perfectamente. Estuvieron allí al menos quince minutos hasta que William regresó con unos pequeños sobres y algunos folletos, había parado con el hombre del equipaje antes para indicar el piso, las habitaciones estaban seguidas, todas en el mismo piso.
Todos caminaron hacia el ascensor sin decir nada y, al llegar, sabiendo que no entrarían todos en el mismo, se dividieron automáticamente. Christina, William y Ayla subieron con el hombre del equipaje, mientras que Natalie, Eleonor, Allison y Nathaniel subieron en el otro.
—Me sorprendiste hablando español —comentó Ayla.
William rio y ella se ruborizó por algún motivo, se recriminó a sí misma aquello, tenía veinte años y no podía comportarse como adolescente de quince.
—Mantengo relación con otros países con fines comerciales —explicó, enfatizando la palabra comerciales para demostrar otra connotación.
Ayla comprendió de inmediato, se giró en dirección a William.
—Lobos y sus negocios turbios —dijo Christina en un aburrido suspiro, el hombre del equipaje los miró de inmediato, alarmado, ella se limitó a reír suavemente y guiñarle el ojo.
— ¿Tienes negocios aquí? —preguntó Ayla, sorprendida, ignorando la consternación del hombre del equipaje.
William no respondió, el ascensor acaba de detenerse en su piso, salieron y esperaron a los demás que llegaron tan solo un minuto después. Todos se repartieron llaves y entraron a sus respectivas habitaciones, Ayla guardó la llave de la habitación que compartía con William.
El hombre que había llevado su equipaje se fue casi corriendo, Christina tuvo el presentimiento de que él evitaría a toda costa ser quien llevara su equipaje cuando se fueran, probablemente lo había asustado un poco.
Ayla no estaba segura de cómo había sucedido, pero un par de horas después se encontraba en el inmenso bar del hotel en compañía de Christina, Allison, Eleonor y Natalie, se preguntaba si el restaurante sería igual de grande aunque lo dudaba bastante, por el momento el bar parecía insuperable.
Las paredes eran altas y el techo tenía doble altura, el mostrador era de madera oscura y las vidrieras estaban impecables. El sillón donde estaba sentada con Eleonor era de piel sintética color marrón (o al menos Ayla suponía que era piel sintética), era sorprendentemente cómodo aunque un poco bajo así que al sentarse sentían que caían.
Todas llevaban ya varios tragos encima, incluyendo a Christina, que tras varios shots de tequila, de repente se llevaba mejor con ellas. Ayla había bebido la mitad pero estaba tan borracha como ellas, tenía bastante aguante pero acababa de descubrir que ellas tenían una tolerancia al alcohol sobrenatural, debido a su rápido metabolismo o algo así, incluso el mesero que les había servido ronda tras ronda estaba notablemente impresionado, Ayla se había detenido hacía un rato y ya solo bebía algo con sabor frutal y sin demasiado alcohol, pero las demás seguían y seguían.
El costo por aquella noche de diversión sería indudablemente alto, aunque no estaban seguras de cuanto ya que no sabían cuál era el valor actual de la conversión entre dólares y pesos.
Todas ellas tenían distintas reacciones a la cantidad de alcohol en su sistema. Christina y Ayla se habían soltado, relajándose y siendo bastante habladoras. Allison y Natalie se veían más bien nostálgicas, para ser suaves y no decir al borde del llanto. Eleonor, por otra parte, tenía la risa fácil pero no mostraba más síntomas adicionales.
—Que trágico, estamos en otro país y ninguna puede tener una noche de diversión porque todas tienen pareja —dijo Christina, bebiendo un trago de su pequeño vaso, nadie estaba del todo segura de lo que era.
—Yo puedo —dijo Allison, sonando más triste que entusiasmada, ninguna podía culparla dadas las circunstancias del final de su última relación.
—Yo quisiera ser soltera —agregó Natalie, todas rieron aunque a ella no pareció hacerle demasiada gracia.
— ¿Problemas en el paraíso? —preguntó Eleonor, entre risitas.
—Podría decirse. No quedamos en los mejores términos cuando decidí venir a cuidar a Ayla sin decirle nada, y fue aun peor cuando él aceptó ser el alfa provisional sin consultarme.
—No te preocupes, ya regañé a William por eso —dijo Ayla.
Ella manejaba el alcohol de una forma extraña, a ratos parecía risueña, en otros se veía seria y en otros triste, su humor se volvía terriblemente cambiante con la influencia de la bebida. Por eso no solía consumir demasiado alcohol, pero en aquel momento realmente había necesitado un descanso de lo que su vida se había vuelto.
—Parece que los problemas amorosos son contagiosos.
—Mi ex novio encontró a su alma gemela y todos desconfían de mí porque piensan que en cualquier momento los voy a traicionar porque quiero que la maten —dijo Allison—. Su situación ni se acerca a lo que puedo considerar un problema.
—A veces las cosas van mal incluso cuando dos personas son almas gemelas. Edward y yo nos estamos dando un tiempo —dijo Natalie—. No sé qué creer. Las cosas entre nosotros se sienten rotas, me aterra pensar en que podemos terminar cortándonos con los pedazos.
—Pero se supone que son almas gemelas, una pareja perfecta —comentó Christina, parecía genuinamente intrigada.
—Lo sé. A veces es extraño pensar que somos almas gemelas, ¿no? Que dos personas que están destinadas a estar juntas se hagan tanto daño entre sí —dijo con melancolía Natalie, para después dar un largo trago a su bebida.
—La Luna pudo equivocarse —se atrevió a decir Ayla, con simpatía.
—No. No lo hizo —dijo Natalie, sonriendo con desgana—. Ella no se equivocó, un dios no se equivoca, quienes cometen errores somos los humanos. No podemos vivir culpando a alguien superior de nuestros propios problemas. El ser humano es la única criatura que se tropieza dos veces con la misma roca, dicen, es cierto, al final siempre termino volviendo a él.
— ¿Y eso te hace sentir mal?
—Al contrario, me hace sentir muy bien, completa. Eso es lo que lo vuelve tan terrible.
Una sombra se alzó tras Ayla, de repente ella se sentía particularmente identificada con las palabras de Natalie, conocía aquella sensación, sentir que encajaba por primera vez, siempre le había faltado una gran parte de sí misma pero no lo notó hasta que encontró esa pieza, como dos mitades ligeramente opuestas pero del todo complementarias.
Sin embargo, no tardó en darse cuenta de que no parecía el momento para pensar en eso, no al percatarse de la sombría expresión en el rostro de William al notar que las cinco tenían un potente olor a alcohol, venía en compañía de Nathaniel que le secundó al darles miradas de desaprobación.
Todos estuvieron fuera del bar en segundos, la cuenta se había cargado directamente a la cuenta de William así que pudieron irse de inmediato. Todos se esfumaron tan pronto como les fue posible, algunas incluso prefirieron usar las escaleras en lugar del ascensor para no quedar atrapadas en la tensión con la pareja.
Los primeros minutos en el ascensor fueron de completo silencio, pero Ayla notó que William temblaba, se estaba conteniendo.
—Me preocupé, dijeron que irían al restaurante del hotel a cenar algo, pero tardaron mucho así que salí a ver que estuvieran bien. Y te encontré borracha en el bar.
De repente, Ayla sentía un fuerte deseo de llorar por algún motivo, pero no planeaba disculparse por beber algo de alcohol, no en aquellas circunstancias y no cuando él parecía querer que ella se sintiera culpable por eso.
—Planeábamos ir al restaurante a cenar, pero no encontrábamos el restaurante y terminamos ahí.
El ascensor emitió un suave tintineo cuando las puertas se abrieron, indicando que habían llegado a su piso, entonces William ya no pudo contenerse por mayor tiempo.
—SE PUEDE SABER, ¿EN QUÉ MIERDA ESTABAS PENSANDO CUANDO DECIDISTE PONERTE EBRIA? —rugió William, Ayla no lo había visto tan molesto desde lo sucedido con Eleonor.
El piso se sintió retumbar ante el grito de William, cuya furia se notaba en sus ojos que se tornaban rojizos.
—Ah, lo lamento, me disculpo por buscar un descanso de todo esto, por si lo olvidaste, ¡hace un año no sabía que todo esto existía! —gritó Ayla, en respuesta, habiéndose puesto a la defensiva apenas él comenzó a gritar— ¡mataron a mis padres! ¡Las personas en quien más confiaba me ocultaron un secreto que pudo matarme!
— ¡Eres tan egoísta!
— ¡¿YO SOY EGOÍSTA?! ¡Es evidente que tú no lo entiendes! —gritó Ayla, la garganta le comenzaba a arder por gritar y la vista se le empañaba por las lágrimas, ya ni siquiera sabía si estaba enojada, triste o simplemente era el alcohol tomando control de su cuerpo.
La discusión había escalado bastante con mucha rapidez, Ayla no necesitaba visión de rayos x para estar segura de que la gente en las habitaciones de aquel pasillo estaba tratando de escuchar la conversación, de igual forma no le importó, estaba demasiado enojada y, además, había bebido demasiado.
—Lo que yo entiendo es que todos nosotros estamos aquí para protegerte y tú fuiste a emborracharte, haciéndote un blanco fácil incluso para un humano normal. Dejé mi manada al cuidado de alguien más para buscar algo que te salvaría la vida, ¡desterré a mis padres por ti!
— ¿Y qué te hace pensar que quería eso? Te tengo noticias, yo solo quería morir con los míos pero no pude porque me quitaron mi maldita libertad —dijo Ayla, listo, lo había dicho, aquello que carcomía su mente desde hacía tiempo y se sentía menos liberador de lo que había esperado, probablemente por la expresión en el rostro de William, cuya furia hablaba por él—, un montón de gente que no conozco depende de mí porque tu dependes de mí, yo no pedí eso, así que lo siento, por querer algo para mí en una sola ocasión.
—No sabes lo que dices. No eres la única en el mundo que la pasa mal así que deja de ser tan jodidamente cobarde y de justificar todas tus tonterías con la muerte de tus padres.
Ayla retrocedió un paso, con una expresión como si William acabara de darle una bofetada, él reaccionó al instante y soltó una expresión tan malsonante que habría sido incapaz de repetirla.
—No lo entiendes —dijo Ayla, sollozando—. No sabes lo que es querer decirles algo y recordar que no están. No sabes lo que es pensar en ellos y que los buenos recuerdos solo traigan miseria. No sabes lo que es.
—Ayla, no quería decir eso —dijo William, se había calmado y sonaba arrepentido.
—Dijiste exactamente lo que querías decir, de hecho, apuesto a que te lo llevabas guardando un rato.
—No era mi intención —insistió, más calmado, pero ella solo se había alterado más.
—Ese argumento no funcionaría en ninguna corte, menos conmigo.
— ¿Estoy siendo juzgado?
— ¿Tú que crees?
—Ayla, solo estaba enfadado porque te pusiste en riesgo, y...
— ¿Y crees que eso te da el derecho a decir que uso la muerte de mis padres como excusa? ¿Crees que te da derecho a juzgarme por sentirme mal con eso? Mi mundo se desmoronó, de un día para otro todo se volvió diferente. Lamento no ser lo que esperabas y no lidiar con la pérdida de mis padres de la forma perfectamente madura en que querías.
—No era mi intención.
—La intención no importa, porque al final es lo que hiciste. Estabas demasiado concentrado en tratarme como una muñeca de porcelana a la que debes guardarle secretos y decirle mentiras, tanto que ni siquiera sabes quién soy. Tu querías que fuera frágil, eso era lo que querías y eso fue lo único que pude ser entrando a la boca del lobo, siendo solo yo.
— ¿En serio no entiendes que necesitas protección? Quieren matarte. Quizá en el mundo humano no eres frágil, pero aquí no eres más fuerte que nadie, ni más rápida, ni más poderosa. Pero te diré algo, tu problema no es que creas que no te conozco, yo sé quién eres, el problema es que tú no lo sabes y tratas de desquitarte conmigo por eso.
Las palabras de William la golpearon con fuerza, quizá por la verdad en las palabras o por el hecho de que era él quien las decía, no lo sabía.
—Hazte un favor y ve al vestíbulo a solicitar otra habitación, porque la única posibilidad de que pases la noche en la misma habitación que yo es que duermas en el suelo.
—Está bien que estés asustada. Yo lo estoy. Lo lamento mucho Ayla, lamento que la Luna te haya elegido y que sientas que esto arruinó tu vida, sobre todo lo lamento porque te amo y ese es un mal que no le desearía a nadie.
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