Capítulo 23
CUANDO LAS MIRADAS DE CHRISTINA Y AYLA CHOCARON, AYLA NOTÓ QUE LOS OJOS DE CHRISTINA BRILLABAN TAN DORADOS COMO EL MISMO SOL, tan relucientes que tuvo que apartar la vista cuando los suyos comenzaron a arder del mismo modo en el que arden al pasar demasiado tiempo frente a la pantalla de la computadora, como un suave escocimiento que sabes que posteriormente será reemplazado por una desagradable jaqueca.
El baño no tenía un aspecto demasiado pulcro pero Ayla no le dio importancia a aquello al tomar en consideración que acababa de vomitar, así que ni siquiera se sacudió la ropa al ponerse de pie para encarar a la bruja, aunque aun tambaleándose ligeramente y sin que las náuseas hubiesen desaparecido, lo que la hacía ver excesivamente vulnerable ante alguien como Christina, alguien perteneciente al mundo sobrenatural que era capaz de asesinarla con un movimiento de manos.
El cabello de Christina parecía opaco ante el brillo de sus ojos, estaba despeinado y se levantaba en ángulos irregulares, había estado recargada todo el vuelo mirando por la ventanilla así que había quedado aplastado en algunas zonas y esponjado y rebelde en otras. Ayla la compadecía por tener que lidiar con su cabello rebelde todos los días, el suyo era bastante fácil de domar, después de todo.
— ¿Sabes? Tu reacción a volar en avión es demasiado severa, ¿has considerado que quizá estés embarazada? —preguntó Christina, examinando su expresión enferma con la misma curiosidad con la que había visto como vomitaba.
La expresión ya antes atormentada de Ayla se volvió sospechosamente turbulenta, las náuseas y el mareo acrecentaron por momentos y sintió como si la estuvieran ahogando, habría pensado que quizá Christina usó sus habilidades si no le hubiera sucedido antes, recordar cosas como aquella siempre la enfermaban, siempre la mareaban y la hacían sentir que se ahogaba, como si el mundo girara a mayor velocidad mientras ella permanecía estancada en la misma posición y la tierra se la tragaba como estando en arenas movedizas.
—No lo estoy —dijo con simpleza, ignorando el nudo en su garganta.
—Eres afortunada entonces, pocas cosas buenas le deparan a una humana que queda embarazada de un hombre lobo —dijo Christina, aunque ligeramente reticente ante la idea de que Ayla no estuviera embarazada, sus instintos nunca se equivocaban y estaba poco dispuesta a creer que esa era la primera vez.
— ¿A qué te refieres?
Los golpes en la puerta aumentaron pero esta no cedía, probablemente debido al poder ejercido por Christina ya que la puerta por sí sola no se veía demasiado resistente a la fuerza de una mujer humana y mucho menos a la de tres mujeres lobo cuya molestia por la tardanza era notoriamente creciente.
—Parece ser que en realidad no se tomaron la molestia de contarte —dijo Christina, con un tono burlón y algo sorprendido que fastidió ligeramente a Ayla, le costaba acostumbrarse a su personalidad cambiante—. Yo misma te hablaría de eso pero no creo que sea el lugar ni el momento para escuchar una leyenda que puede tener tanta mentira como verdad.
El corazón de Ayla latió desbocado, la curiosidad y el dolor aglomerándose en ella, de algún modo tenía la certeza de que aquella historia era justo lo que todos habían luchado por ocultarle desde su llegada, tantos secretos, tantas verdades a medias... Ella no quería seguir conformándose con eso, prefería todo o nada, quería conocer toda la historia o no escuchar nada en absoluto, no quería solo migajas de pan dejando un sendero por seguir.
—Cuéntame —pidió, aunque sonó más como a una orden que a una petición, se arrepintió de su tono de inmediato pero no se retractó, eso pareció divertir aún más a Christina que se sentó en el lavabo.
—Bien. Es una historia que todos los seres sobrenaturales conocen, aunque se supone que solo los hombres lobo deberían, los chismes corren rápido en el submundo.
— ¿Tienen alguna aplicación especial estilo Instagram para comunicarse o qué? —preguntó sarcásticamente, acababa de vomitar, seguía algo mareada y sentía que la bruja la estaba haciendo perder su tiempo.
—Claro que no, los humanos no son los únicos con derecho a usar Instagram ¿sabes? Bueno, da igual. La historia dice que la diosa Luna escogió a uno de sus hijos para ser el salvador de los suyos, eligió al más digno y noble de todos para ser un héroe pues sabía que si se limitaban a unirse solo con los de su propia especie tarde o temprano, aún en contra de los deseos de la diosa, los hombres lobo se iban a extinguir y su creación moriría.
El tono con el que Christina contaba la historia, como una horrible historia de terror, le hacía sospechar a Ayla que los planes de la Luna no habían salido como había esperado lo que la hizo sentir afligida, aquello significaba que la Luna podía equivocarse y por tanto, haber cometido un error con ella.
—El hombre lobo que ella escogió, era un joven que aún no había encontrado al verdadero amor que la diosa había creado a su semejanza y que aun así, siendo tan infeliz como era posible, era el más noble de todos, así que colocó en su camino un alma gemela humana que ayudaría a salvar la vida de todos. El joven conoció a la humana poco tiempo después, y ambos quedaron enamorados uno del otro, tan enamorados que poco tiempo después ellos se casaron, sin saber que en ese momento ella cargaba con el primogénito del lobo en su vientre. Cuando ellos lo descubrieron, lo anunciaron a la manada, y todo era júbilo y felicidad.
Las palabras dichas por Christina le generaban una sensación de poco sorprendente amargura, aún a sabiendas de que el final de esa historia no iba a ser lindo, ese momento le ocasionaba una desagradable emoción con la que lamentablemente ya se había familiarizado.
—Sin embargo —dijo Christina, lo que no sorprendió a Ayla pues había esperado ese momento desde que la historia había comenzado, una historia como aquella que todos insistían en ocultarle no podía tener un final feliz—, el día en que la mitad del embarazo de la joven humana se cumplió, justo a la media noche, con la luna llena brillando, ella comenzó a sangrar, gritó por ayuda pero nadie llegó pues su esposo y todos los soldados se encontraban patrullando en el bosque, entonces, el bebé comenzó a consumir la fuerza vital de su madre en un intento involuntario de sobrevivir.
›› Desde el bosque, en el lugar más recóndito del territorio, el joven hombre lobo pudo sentir como algo iba mal, sin embargo, estaba atado con el deber de servir a su alfa así que se quedó allí con el resto de los soldados. Al amanecer del día siguiente, cuando su esposo regresó al pueblo y a su casa, encontró a su mujer gélida y recostada en su cama, la llevó de inmediato con el médico de la manada, deseando que algo pudiese hacerse por su hijo y esposa, pero todos sabían que ella estaba muerta y tenía a su hijo también muerto aún en el interior de su vientre, en el momento en el que su esposo lo supo, en el que al fin uno de sus hermanos se atrevió a decirle, el dolor lo consumió por completo.
Ayla estuvo a punto de arrojarse sobre el retrete para vomitar nuevamente pero logró no hacerlo, por fortuna, pues pensar siquiera en vomitar la hacía sentir peor, detestaba hacerlo.
—Esa noche, no solo murió una familia completa, sino también la esperanza de la diosa Luna por preservar la especie que había creado, murió la esperanza de que los hombres lobo sobrevivieran cuando una amenaza de la que la diosa no pudiera protegerlos, los acechara.
— ¿Crees que sea una historia real, o solo un invento de alguien con una gran imaginación? —preguntó Ayla.
—Te haré una pregunta, ¿cuántas de las historias que creías producto de alguien con mucha imaginación han resultado ser reales? En este mundo, toda historia es al menos parcialmente real, lo complicado es descifrar que parte es cierta y cual es falsa.
—No necesitas preocuparte porque ese vaya a ser mi destino —dijo Ayla, sintiéndose mal por su escepticismo—-. No puedo tener hijos, nací con ese problema y no hay nada que se pueda hacer, ahora parece que eso es un beneficio, quizá por eso la Luna me eligió. Pero gracias, por contarme eso que nadie más quería decirme.
Christina sonrió, mirando a Ayla desde los lavamanos que había decidido usar como asiento mientras contaba su historia.
—De todos modos no es eso lo que quería hablar contigo, fue más bien un bonus. Esta conversación es sobre otra cosa, cuando encontremos a las brujas, tu pareja seguro tratará de invocar una guerra para poder quitarles la daga del Sol y tu obligación es impedirlo. La pelea de hijos del sol contra hijos de la luna lleva siglos transcurriendo y llegar exigiendo que entreguen una reliquia sagrada para nuestra gente solo lo va a empeorar. Y, en una pelea entre ustedes y los hijos del sol, yo apoyaré a los míos sin importar que deba despedirme de mi oportunidad de venganza.
—Y yo creí que te agradaba —masculló Ayla.
—Me agradas. Pero yo tengo bien claro el concepto de lealtad y sé cuáles son mis prioridades.
—Yo no controlo las decisiones que toma William, somos personas distintas y no puedo influir en él. Puedo intentarlo, jamás permitiría que se derrame sangre inocente si de mí depende, pero no puedo hacer promesas que puede que no cumpla.
—Solo te daré un consejo Ayla. Si no quieren perder una guerra, entonces no la comiencen.
—Haré todo lo que está en mis manos, de igual forma no creo que él tenga planeada una masacre, no arriesgaría a su hermano y a mí en algo como eso.
—Eres nueva en el mundo sobrenatural así que es comprensible que no lo sepas, pero todos los hombres lobo son igual de sanguinarios, crueles e impulsivos. Sin conocimiento de la lealtad, paciencia o misericordia.
—No entiendo porque pretendes saberlo todo si te molesta cuando ellos hacen lo mismo, hablas de los hombres lobo como si supieras todo de ellos pero te molesta cuando hablan de las brujas de forma genérica y sin conocer toda la información, quizá ese concepto no lo conozcas pero se llama hipocresía. Se critican entre sí fingiendo saberlo todo el uno del otro cuando evidentemente todo su conocimiento se limita a lo que han leído en libros escritos por los suyos, tan prejuiciosos como ustedes. Soy nueva en esto, quizá, pero la discriminación y los prejuicios no se limitan a lo sobrenatural.
Christina la miró en silencio, los golpes en la puerta aumentaron su intensidad y resonaron en el interior del baño de mujeres, Ayla sintió que iban al mismo ritmo en el que su corazón palpitaba, una y otra vez, veloz y fuertemente contra su cavidad torácica.
Christina movió con rapidez su mano que soltó su usual resplandor dorado y la puerta se abrió de golpe, Allison, Natalie y Eleonor estuvieron una a cada lado de Ayla en un santiamén gruñendo en dirección a Christina como perros a un gato, sus ojos se habían vuelto plateados como los de Ayla pero mucho más relucientes, como mercurio, y pequeños pero peligrosos colmillos se asomaban.
—Todo está bien —declaró Ayla, tan calmadamente como le era posible—. Christina y yo solo estábamos teniendo una bonita conversación respecto a algunas cosas que podría hacer para disminuir las náuseas en el vuelo de regreso a ca... Washington.
Ayla se reprochó a si misma sus palabras, Washington, la manada, ese no era su hogar. Su casa estaba en Texas, donde sus padres habían muerto hace pocos meses y donde había crecido. No podía olvidar tan rápido aquella parte de sí misma que había marcado su camino y la definía como persona, el entorno en el que una persona crece es un factor decisivo de su identidad.
Las demás por fortuna no notaron su desliz, se siguieron mirando desafiantes.
—Debemos irnos —cedió finalmente Allison—. La puerta ya está abierta y no podemos correr el riesgo de que alguien nos vea a medio transformar.
El brillo en sus ojos se desvaneció y volvieron a su habitual tono verde esmeralda, sus colmillos se encogieron hasta el tamaño habitual (bueno, quizá un poco más afilados de lo que son en los humanos).
—Hay que irnos —repitió Ayla, cuando nadie se movió—, me sigo sintiendo bastante mal así que quiero llegar al hotel donde nos vayamos a hospedar y descansar un rato, entonces les agradecería si caminamos todas a donde están William y Nathan. Para hoy, de preferencia.
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