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Capítulo 17

A LO LARGO DE LA VIDA, LAS CIRCUNSTANCIAS ESTÁN CONSTANTEMENTE SUJETAS A GRANDES CAMBIOS, aquello que creías imposible se vuelve una posibilidad, aquello que esperabas eventualmente sucede y aquello que considerabas una certeza se transforma en la base de una leyenda.

Tras la muerte de sus padres, Ayla había decidido esperar un tiempo antes de poder ver nuevamente a Eleonor, quería con todas sus fuerzas mirarla y pensar que no era su culpa lo que le había sucedido a sus padres pero no estaba segura de poder evitar divisar las sonrientes figuras de sus padres tras ella, como fantasmas que las perseguirían a ambas.

Ella no quería culpar a Eleonor por algo que no era su culpa pero no estaba segura de sí le sería posible evitarlo y eso la horrorizaba más de lo que creía posible. ¿Podría mirarla a los ojos y sentir que no era su culpa la muerte de sus padres? Cuando de culpables se trataba, Ayla tenía una gran variedad de opciones, podía culpar a su asesina, a la madre de Christina que había señalado a la asesina en dirección a sus padres, a Christina por haber tenido aquella visión, a Eleonor por saber lo que sucedería y no decirle nada...

La muerte de los padres de Ayla no había sido un trágico accidente en el que no había culpables, había sido un cruel y brutal homicidio con una asesina que lo había ocasionado, había alguien que tuvo la culpa, pero inclusive en aquel momento que tenía un nombre al cual odiar ella sentía su propia culpa que trataba desesperadamente de no proyectar en el resto del mundo, porque ella no era así.

Ayla se sentó al lado de William en el sofá que había en la habitación, desde que la verdad se había revelado, él trataba de apartarse lo menos posible de ella pero aun así debía ocuparse de sus asuntos a veces, William había resultado ser un hombre de negocios, la manada se mantenía a flote por los negocios que el alfa mantenía con los humanos usando una empresa que pasaba de alfa en alfa, de generación en generación.

William deslizó su brazo por sobre los hombros de Ayla con cuidado, envolviéndola en un medio abrazo al que ella no se negó, moviendo su brazo para devolverle el abrazo. El tacto de William quemaba contra la piel de Ayla inclusive a través de la tierra, pero no quemaba como los cortes en su piel antes de comenzar a sangrar ni como si estuviera expuesta al fuego, sino como si el fuego estuviera en su interior, expandiéndose y llenándola de calidez, quemaba como el fuego pero eso no era necesariamente malo.

Cada vez que ambos estaban cerca sentían con fuerza un tirón en el interior de ellos que los hacía unirse, una sensación que los hacía aferrarse el uno al otro tan fuertemente como les fuera posible, aferrarse y jamás dejar ir sin importar nada, siendo el otro lo único que necesitaban para vivir.

—Debo hablar con ella —murmuró Ayla a William, él frunció el ceño, sin importar cuanto amara a Ayla eso no implicaba que tenía que estar de acuerdo con sus decisiones y él era particularmente rencoroso así que permanecía reticente a cualquier interacción entre Eleonor y Ayla.

Eleonor había puesto en peligro la vida de Ayla y eso no era algo fácil de perdonar para William, a quien ella le importaba más de lo humanamente posible, después de todo, era importante no olvidar que él no era humano.

—Si es lo que quieres, le pediré venir.

—Gracias —dijo ella, esbozando una pequeña sonrisa al mismo tiempo que unía las manos de ambos y entrelazaban sus dedos.

— ¿Por qué quieres verla? No lo entiendo —declaró William, sonando molesto—. Pudiste morir por su culpa, algo pudo haberte sucedido, pude haberte perdido...

Al final, su voz se había comenzado a quebrar lentamente para terminar en un ahogado suspiro repleto de dolor, un dolor que le dolió a Ayla como si fuera propio y casi lo era, sentía su dolor en carne propia y era horrible saber lo mucho que le dolía la sola idea de perderla puesto que para ella era imposible prometerle que eso no sucedería, era una humana y si bien su esperanza de vida normalmente sería de unos ochenta años, con una homicida sobrenatural cazándola y conviviendo con la magia... Su esperanza de vida se había visto notablemente reducida.

—Crecí con Eleonor como si fuera parte de mi familia, ahora ya no tengo familia, es la única persona que me queda de mi infancia y debo aferrarme a ella —se esforzó por decir, pero en su interior calló la persistente idea en su mente de que debía aferrarse a culparse a sí misma y no a Eleonor, porque necesitaba culpar a alguien y una homicida cuya existencia se desdibujaba entre los límites de la realidad y el mito no era una opción aceptable para culpabilizar, no, ella prefería odiarse a si misma en lugar de consumirse odiando al resto.

Aceptar la propia culpa era bueno, excepto cuando no era tu culpa pero así lo querías creer.

Los ojos de Ayla destellaban, brillantes y hermosos pero también severamente atormentados, consumidos y nublados por algo que nadie podía ver, ardiendo dolorosamente por las lágrimas que se negaba a seguir soltando cada día de su vida pues sus padres no volverían, su prima le había mentido y su mundo se volvía una fantasía, pero a veces simplemente no te puedes permitir derrumbarte, no te puedes permitir caer, a veces lo único que puedes hacer es luchar por seguir adelante, crecer, cambiar y adaptarte.

William soltó un profundo suspiro para después abrazar a Ayla, permitiéndole recargar su cabeza en su hombro y que hundiera su rostro en la tela de su camisa, permitiéndole que también lo rodeara con sus brazos, esperando que ese alivio que él sentía, esa magia que fluía entre ambos, llegara también a ella y eso la hiciera sentir un poco menos desdichada.

Ayla deseó gritar, en serio deseaba gritar, deseaba que las lágrimas pudieran correr con libertad sin que ella sintiera que sus emociones eran una tontería, deseo dejarse caer al suelo nuevamente, de rodillas y abrazándose a si misma con mucha fuerza.

Deseó gritar al mundo que la escuchase, exigir ser oída, quería que el mundo entero pudiese oír su irrefrenable grito y sangre saliese de sus oídos, que aún en el suelo, que aún oculta en el interior del bosque, que aún prisionera de su culpa, que aun siendo nadie para el resto del mundo, que aún de ese modo todos supieran que aún quedaba algo vivo en ella, que ella aún amaba, que no lo había perdido todo y que aunque comenzara de nuevo y no entendiera el mundo sobrenatural, aun así ese se había vuelto su mundo.

Ella sufría, eso significa que el corazón en el interior de su pecho aún latía y que por ende, vivía, y mientras eso siguiera ahí necesitaba que el mundo lo supiera.

Quería gritar para que todos supieran que le dolía, que no estaba hecha de hierro, que había pasado por muchas cosas y no era perfecta, que estaba cansada de reprimir el dolor y necesitaba hundirse en su culpa, quería que el mundo lo supiera porque significaría que aun siendo cazada y unida a alguien por un mágico lazo ella seguía siendo libre.

Pero a pesar de lo mucho que deseaba gritar, permaneció en silencio, conservando el secreto de su libertad para sí misma.

Se apartó lentamente de William, sin haber permitido que una sola lágrima cayera de sus hermosos ojos, había cosas que nadie necesitaba saber, cuan atormentada estaba por la culpa era una de esas cosas y esperaba que él pudiera comprenderlo, porque de lo contrario no sabía lo que haría, no sabía lo que haría si se veía obligada a mentirle descaradamente, mirarlo a los ojos, perderse en la profundidad y mentirle, no, prefería confiar en que él entendería pero prepararse por si no lo hacía.

—Ella viene en camino —dijo en voz baja, apartando con delicadeza un mechón de cabello que cubría el rostro de Ayla.

Ayla le dirigió una desconcertada mirada, ¿cómo...? ¿Cómo le había dicho...?

— ¿Eh?

Su voz sonó tenue y débil, denotaba que estaba desconcertada, era el tipo de voz que alguien tenía cuando su profesor le hacía una pregunta y estaba desprevenido, ambos habían estado profundamente hundidos en su estupor y en la mirada del otro.

—Se lo informé a Nathaniel, él no es solo mi hermano, también es uno de los betas de la manada, tenemos una especie de enlace mental por el que puedo comunicarme con él.

Ayla aún pareció confusa algunos segundos más antes de simplemente asentir con la cabeza habiendo aceptado el hecho sin más preámbulos, había muchas cosas que no entendía de aquel nuevo mundo que se le había revelado de forma reciente así que estaba dispuesta a simplemente aceptar los hechos y aceptar que había cosas que jamás lograría comprender del todo porque a diferencia suya, el resto se había criado creyendo en la magia mientras que ella había crecido con las afirmaciones de sus padres de que había que creer en aquello comprobable, pero de repente, la magia se había vuelto comprobable para ella.

William acarició con suavidad la mano de Ayla, ella se estremeció al instante debido a un escalofrío que recorrió toda su espina dorsal y él la miró con confusión.

— ¿Estás bien?

—Sí —murmuró suavemente—, es solo...

Ella movió su mano suavemente en un gesto ligero, breve y también cortante, como si espantara una mosca, pero en realidad solo trataba de espantar algunas desagradables ideas.

—Entiendo —consoló en un susurro.

Ella se acercó a él y con tranquilidad depositó un suave beso en los labios de William, cuando se apartó la expresión inescrutable de él le hizo sentir levemente intimidada, él era justo igual que como cuando se habían conocido, su interior era tan frío como un tempano de hielo, rígido e inflexible y de ese modo lo quería, porque ese era William Black y ella era incapaz de imaginarlo siendo diferente.

Golpearon suavemente la puerta desde el exterior y William esbozó una mueca de desagrado que hizo que Ayla soltase una pequeña risa, ella se separó de él antes de que siquiera pudiera procesarlo y cuando lo notó, ella estaba abriendo la puerta a Natalie, que la miraba expectante.

—Eleonor está aquí, está abajo, la dejé esperando en la puerta principal, ¿le pediste venir o quieres que le diga que se vaya directito a la...?

— ¡NATALIE! —interrumpió ella en un sobresalto, deduciendo lo que Natalie habría dicho después de haberle permitido terminar su oración, no era que no pudiese tolerar ese tipo de lenguaje sino que simplemente le incomodaba cuando iba dirigido a alguien que le importaba, Eleonor por ejemplo— Sí, yo le pedí venir, voy enseguida.

Natalie murmuró algo incomprensible antes de darse media vuelta para alejarse por el pasillo en dirección a la entrada principal.

—No, espera —dijo William a Natalie, su voz estridente hacía parecer que había sido un grito, la muchacha con cabellos anaranjados giró nuevamente en su dirección, cuando Ayla lo sintió tras ella dio un pequeño salto debido al susto, no le había escuchado acercarse en su dirección—. Yo me iré a mi oficina, puedes traer a Eleonor acá para hablar con ella.

—Sí, está bien, es una buena idea —accedió rápidamente Ayla, agradeciendo silenciosamente el hecho de que tendrían algo de privacidad para hablar, sin las muchachas de la cocina o limpieza escuchando su conversación para después contarla a otros entre murmullos alterando la historia como haría un teléfono descompuesto.

Natalie asintió con la cabeza y fue a buscar a Eleonor para llevarla a su encuentro con Ayla y William siguió sus pasos escaleras abajo sin intercambiar miradas una última vez con Ayla.

Ayla volvió a la cama donde antes había estado con William y se sentó dispuesta a esperar el momento en el que Eleonor cruzara la puerta para tener esa conversación que había estado posponiendo, ese momento llegó unos minutos después cuando ella entró a la habitación.

Ayla se sintió mal inmediatamente al verla, Eleonor estaba hecha un desastre, su cabello rojizo seguía siendo la misma rebelde melena que tan bien se le veía, su piel seguía estando ligeramente bronceada en un cobrizo tono pero había oscuras sombras bajo sus ojos marrones que indicaban noches sin dormir además de que su nariz estaba ligeramente enrojecida denotando su previo llanto. Ayla le había hecho eso, su necesidad de tiempo le había hecho eso. El egoísmo del que nunca había sido consciente de que era poseedora la atormentaría mucho tiempo.

—Lo siento —susurró Eleonor, sus ojos estaban repletos de lágrimas, su voz se quebraba, ella a diferencia de Ayla no se había dicho a si misma que había llorado suficiente y seguía llorando, por Ayla, por los padres de Ayla y también por sí misma.

A Ayla se le hizo un nudo en la garganta, la había visto a punto de pelear con William por ella, la había visto resistirse a quitarle su libertad, la había visto arriesgarlo todo por ella una y otra vez igual que la había visto equivocarse. Esa era Eleonor, era una persona y como tal tenía derecho a equivocarse, ella sufría la ausencia de sus padres en el día a día pero Eleonor también.

Eleonor se había equivocado, pero ya había pagado su penitencia con creces.

—Yo también lo siento.

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