Parte única
Park Jimin corre desesperado. Lo único que quiere es huir, correr hasta que sus piernas no reaccionen y su cuerpo caiga con fuerza al vacío. Así que en este momento trata de esquivar a cualquiera que se interponga en su camino, sin importarle que pasó a tirar a un niño y que por poco es atropellado mientras cruzaba la calle. Pero es que su visión está nublada, las lágrimas a punto de caer por su rostro no le permiten ver bien su alrededor. Aunque es involuntario, porque Jimin ya no quiere llorar, ya ha llorado lo suficiente toda su vida. Y a pesar del llanto tortuoso, el cansancio en su cuerpo y las noches de insomnio, no se quiere dar por vencido.
Sin embargo, cada que la dalia negra se cruza en su camino, su alma se marchita un poquito más. Algunas veces su reacción es impasible, aunque otra veces —como ahora— ver la flor lo toma desprevenido y se pone como loco, pues a final de cuentas ver la dalia negra significa una cosa: muerte y dolor.
Pero no una muerte cualquiera, sino el final de vida de alguien importante para él. El primer atisbo de esto, Jimin lo vivió a una corta edad, cuando se encariñó con un perrito callejero que deambulaba por su hogar. Sus padres le prohibieron recogerlo y llevarlo a casa, así que el pequeño Jimin se conformaba con darle agua y alimento cada que podía; incluso le puso nombre al tierno canino: Mino. Después de un par de semanas en las cuales veía al perrito más feliz que antes, Jimin encontró una bellísima dalia negra a un lado del plato donde comía su amigo. Pensó que la flor era su recompensa por cuidar tan bien a Mino, por ser un buen niño, así que la recogió y se la llevó a casa para después ponerla en un vaso con agua; pero a las pocas horas se encontró a su mascota muerta en el pavimento, justo fuera de su hogar. Mino había sido atropellado y la dalia negra se mantuvo viva hasta muchos meses después.
Posteriormente, cuando iba en primaria, Jimin hizo su primer amigo. Un niño alegre y lleno de energía que corría hasta que su batería se descargaba. Jugaban juntos en cada recreo, compartían dulces, travesuras y Jimin se sentía cómodo con ese pequeño pelinegro. Una nublada mañana, Park llegó a la escuela y se encontró con que su amigo Hoseok no había asistido a clases. En su lugar, en su pupitre había una dalia negra. Al día siguiente Hoseok fue a la escuela a recoger sus libros y a despedirse de Jimin, pues se mudaría de ciudad. Otro adiós más.
Desde perder mascotas, ver cómo sus seres queridos se alejaban de él, como sus abuelos morían, amigos que enfermaban o dejaban de hablarle… Después de pasar por tanto, Jimin se dio cuenta de que nunca sería feliz. Pensaba que era una persona horrible y que por eso nadie quería estar con él. Si incluso sus padres le prestaban más atención a sus trabajos que a él, ¿qué podía esperar de las demás personas?
No fue hasta los 16 años que Jimin se enamoró, que entendió todo. La chica que le gustaba comenzó a responder sus sentimientos, poco a poco ambos abrieron sus corazones y una bonita relación floreció. Después de tanto tiempo siendo un chico solitario, SooHyun entró a su vida como una hermosa flor de primavera para hacerlo feliz. Jimin la quería mucho y ella era de lo más detallista con él, sin embargo el sentimiento duró poco, pues lamentablemente SooHyun desapareció un día cualquiera. Su familia, amigos y él mismo movieron mar y tierra para encontrar a la joven, pero ella nunca regresó a casa, nunca fue localizada y no hubo rastro de ella. Y claro, la dalia negra hizo su aparición un día antes de la tragedia pero Jimin la ignoró. Estaba tan dentro de su burbuja de amor que no prestó atención a la flor. ¿Por qué esa bella señal de vida llevaba consigo la muerte? ¿Por qué él tenía que sufrir mientras alguien se burlaba de su dolor?
Eso no podía ser una simple coincidencia, Park Jimin lo sabía. Pero los traumas constantes y la relación cercana con la muerte nubló su parte lógica y le hizo creer que algo estaba mal con él y que no merecía el amor ni atención de nadie, pues cada vez que se encariñaba con alguien, ese alguien desaparecía. Esta "maldición de la dalia negra", como a Jimin le gusta llamarle, hizo que el miedo de relacionarse con gente nueva gobernara su vida. Entonces, Jimin comenzó a ser un chico solitario, siempre con la vista al piso e ignorando a las personas de su alrededor. Le daba pánico cuando sus compañeros de clase querían entablar una plática con él con el simple propósito de conocerlo y formar una linda amistad. Pero Jimin sabía que era mejor ignorar, aunque por dentro estuviera sufriendo demasiado.
Aunque no siempre era tan fácil, pues como todo ser humano, Jimin necesitaba de la compañía de alguien. Un amigo, compañero, alguien con quien hablar y reír, compartir experiencias y secretos. Entonces había momentos en donde su mente se relajaba y olvidaba las desgracias que han ocurrido en su vida. Esos momentos efímeros en los cuales se permitía compartir risas, miradas y sonrisas reales; ya sea con sus vecinos, el chofer del autobús, la señora que sacaba a pasear a sus perros o ese chico que lo atendía cada mañana cuando visitaba su cafetería favorita.
Un capuchino de crema irlandesa y una dona de moka era su desayuno de casi diario, el chico que lo atendía siempre le entregaba su pedido con una alegría contagiable y con una sonrisa digna de un modelo de revista. Sus ojos cafés eran expresivos y desbordaban felicidad cada mañana, su energía era tan reconfortante que la coraza que Jimin había construido a lo largo de los años se agrietaba dejando pasar los rayos de luz de Kim Seokjin. Entonces cuando despertaba de mal humor, cansado o con los pelos de punta por alguna pesadilla, ver a Seokjin era como una recarga de luz y confort en el cuerpo de Jimin. Sin darse cuenta, empezó a crear un vínculo inexplicable con el chico de la cafetería.
Jimin se había aislado de las relaciones y cada que podía evitaba el contacto visual, entonces no se daba cuenta de la mirada de adoración que le daba Kim Seokjin cada mañana, ni del sonrojo que adornaba sus lindas mejillas y orejas. El chico brincaba de felicidad cada que Jimin le regresaba la sonrisa y lo veía con timidez. Nunca intercambiaron palabra alguna más que “Buenos días”, “gracias”, “igualmente”; y Jimin nunca pensó en él como alguien relevante en su vida, simplemente era el chico de la cafetería. Pero el corazón nunca miente. Y Jimin se dio cuenta de eso cuando llegó a la cafetería como cualquier otra mañana y se encontró con una dalia negra dentro de un vaso de cristal sobre el mostrador del local. Era grande y los pétalos se veían relucientes y llenos de vida, la luz del lugar enfatizaba el color de la flor y ella se erguía orgullosa en todo su esplendor. Jimin entró en shock, no sabía qué esperar, pues en los últimos meses no había hablado con nadie ni prestado atención de más a la gente de su alrededor. ¿Por qué aquí? pensó el pelinegro.
No fue hasta que llegó Seokjin a su encuentro que un click sonó en su cabeza, pues ese día en especial el joven se veía muy bien con su cabello negro peinado hacia atrás, dejando a la vista su frente y rasgos faciales. Era guapo, amigable, bonito y tenía una voz hermosa. A Jimin le gustaba Kim Seokjin. Pero no se había dado cuenta hasta ese momento, el momento en el que Jin comenzó a toser con fuerza y escupir sangre de la boca; después cayó al piso con un golpe fuerte y comenzó a convulsionar, su cuerpo moviéndose brutalmente por los espasmos y su mirada perdida. Fue ahí cuando Jimin y los otros trabajadores del lugar reaccionaron. Estos últimos corrieron a auxiliarlo y uno de ellos llamó a emergencias, ¿qué le pasaba al tipo que de repente escupía sangre y convulsionaba? Parecía ser alguien muy sano. Lo único que pudo hacer Jimin fue salir corriendo del lugar, no le importaba si el ataque de Jin se detendría o había visto su muerte incipiente ante sus ojos. Lo único que hizo fue correr y alejarse de la maldita cafetería, del maldito cuerpo y de la jodida dalia negra.
Sorpresivamente, tenía casi un año que la flor no aparecía en su vida, y a pesar de que vivía con miedo, Jimin se sentía un poco tranquilo en su vida diaria, fingía tener una vida normal. Pero, ¿por qué tuvo que ser él, por qué Jin? Ahora, mientras se esconde en un angosto callejón que huele a basura, orines y llora desconsolado, Jimin se siente el ser más infame y desdichado del mundo entero. Es un asesino, un maldito que arruina la vida de los demás y de paso se arruina a sí mismo. Llora porque nunca será capaz de ser feliz, por más que intenta no puede estar solo, necesita ser mimado y que alguien se preocupe por él. ¿Qué clase de embrujo tiene? ¿Quién está disfrutando de su miseria? ¿Por qué no puede ser feliz? Esto y más es lo que cruza por la cabeza de Jimin mientras está tirado sobre el pavimento frío y sucio, llorando y jalando de sus ropas, intentando controlarse para no comenzar a morderse las uñas o rasguñarse la cara. Ya no puede más, diecinueve años han sido suficientes de tanto terror, ya no puede seguir matando más gente. La única opción que tiene es morir también, ¿no?
Pero Park Jimin no quiere morir, sólo quiere que las dalias negras desaparezcan de una vez por todas. Quiere saber por qué esto le pasa a él. ¿Un castigo de su vida pasada? ¿Alguien lo ha estado vigilando desde siempre?. De algo está seguro, la persona que aparece las dalias no quiere que él viva bien. Y así le cueste toda una vida, Jimin encontrará el detrás de su maldición. Pero antes, se lamenta un poco más y llora la muerte de Kim Seokjin. Ya no verá más su rostro lleno de vida y esos labios rosados y gruesos, ya nadie le dará un guiño todas las mañanas ni le deseará un bonito día. Entonces su corazón vuelve a llorar lágrimas de dolor y angustia, mientras abraza su cuerpo y trata de darse un poco de calor. Poco le importa el lugar en donde está, al menos ahí nadie podrá molestarlo.
Muy cerca de la escena, alguien sonríe de satisfacción al ver la imagen tan patética y miserable. Jimin no deja de sollozar y se ve tan vulnerable y desdichado que eso hace reír a la persona que lo está viendo. Le causa felicidad ver a Jimin así y eso es lo único que importa.
Los preparativos en el jardín del palacio están listos. Es una tarde fresca, con el cielo despejado dejando ver el reluciente color azul. El aroma de las flores recorre el lugar, símbolo de la bella primavera; los colibríes deslumbran con sus colores y los rayos del sol se sienten como un beso de caramelo, es el espacio perfecto para lo que va a suceder. Incluso los espectadores se sienten a gusto y listos para el suceso. El príncipe deseaba que toda la gente del reino fuera testigo de su hazaña, pero debido a las políticas del palacio, sólo fue posible que la alta nobleza asistiera esa tarde de primavera.
Con los asistentes en sus respectivos lugares, rodeados de meseros ofreciendo ricos tentempiés y bandejas de oro llenas de copas con champán, el príncipe entra al jardín por la reja de oro acompañado de su fiel caballero. Detrás de ellos, la guardia real les hace escolta junto a las doncellas reales. En la parte posterior del jardín, junto a una fuente de mármol, la orquesta real ameniza el momento con música de violines, clarinetes y un arpa. El príncipe avanza con elegancia, la luz del sol realza la tela dorada de su traje y se refleja en los diamantes de su corona; camina con determinación y, aunque un sonrojo tiñe la piel suave de su rostro dándole un aspecto jovial, su mirada endurece su expresión seria. Mientras camina, todos los presentes hacen una reverencia en señal de respeto y adoración.
El recorrido termina cuando el príncipe se detiene frente a un templete de madera, sus pies resguardados en unas botas de cuero color marfil suben con delicadeza los peldaños hasta estar arriba. El único que lo acompaña es el general de su guardia personal, el caballero con temple de acero, y las demás personas se posicionan junto a la orquesta. Momentos después suben al templete cuatro guardias escoltando a una quinta persona, la cual está encadenada de pies y manos. Sus ropas están sucias y rotas, y a pesar del aspecto deplorable que tiene, su rostro sigue teniendo la belleza que lo distingue desde el momento en el que llegó al mundo. La nobleza susurra entre sí, levemente sorprendida por la imagen desaliñada del prisionero.
El joven encadenado se posiciona en el centro del templete, su mirada está vacía y se siente tan desdichado que podría echarse a llorar en cualquier momento, pero su orgullo le impide hacer dicha acción. Lo único que puede hacer es seguir las órdenes del caballero y resignarse a la situación. El príncipe ve al prisionero con odio y decepción, y aunque en otro tiempo le dirigió una mirada de amor y protección, los sucesos previos cambiaron su perspectiva por completo, aunque él no quisiera.
El caballero dice un pequeño discurso, agradeciendo la asistencia de los espectadores y anticipando el suceso El príncipe no se mueve de su lugar, sólo observa atentamente lo que pasa frente a él. A sus ojos todo fue en cámara lenta:
Su fiel caballero desenvaina su afilada espada de acero, se acerca al joven desdichado y le solicita sus últimas palabras.
El encadenado permanece con la cabeza baja y con voz rota dice: "te amo, lo siento".
Después de eso, el caballero alza la espada y con un movimiento certero y rápido corta la nuca del joven prisionero. Con una sonrisa en su rostro ve como la cabeza cae al suelo y gracias a la velocidad del corte, la cabeza sale rodando por los escalones del templete, bajando con gracia y salpicando con sangre todo a su paso hasta llegar al verde pasto. El cuerpo decapitado cae con brusquedad en la madera y ensucia todo con el líquido rojo.
Los espectadores aplauden con alegría, alabando al príncipe por poner en su lugar a ese asesino. Mientras la orquesta sigue armonizando el lugar, el príncipe baja del templete, pasa a un lado de la cabeza sin hacerle caso alguno. Sus botas se manchan de sangre y siente que su alma también, a pesar de que él no le dio muerte al asesino. El caballero ve por última vez el cuerpo inerte, regalándole una mirada de suficiencia para después guardar su espada y seguir al príncipe. No tiene sentido quedarse ahí más tiempo.
Los guardias dejan la cabeza y el cuerpo ahí, por órdenes del príncipe. Los rayos del sol se reflejan en el cabello rubio, ahora sin vida, del joven muerto. El príncipe y el fiel caballero salen del jardín, dejando atrás el regocijo de los invitados quienes disfrutan el baile de las doncellas reales y aprovechan el clima precioso que hay.
Todo salió perfecto, tal y como el príncipe quería.
Park Jimin se encuentra acostado en su pequeña cama, la sábana sucia cubre su delgado cuerpo y el cuarto está lleno de basura y cosas tiradas por doquier. Su espalda duele por estar acostado tanto tiempo, su cabello está sucio y su estómago arde por la falta de alimento. Hace tres días que no se levanta de la cama, excepto para ir al baño y tomar agua de la cocina. Jimin está determinado a no salir de su pequeño hogar nunca más, de esa forma no tendrá que hablar con la gente. Además, la reciente muerte de SeokJin le sigue calando los huesos y succionando su alma paulatinamente. Lo único en lo que Jimin piensa es en los ojos sin luz de Jin y en las dalias negras, si sigue así se volverá loco.
Sabe que no puede pasar así el resto de su vida, pero no tiene ganas siquiera de caminar. Sólo está existiendo en el espacio, esperando la muerte para poder descansar al fin. Además de la falta de alimento, el cuerpo de Jimin implora descansar pero el insomnio no lo deja si quiera dormir diez minutos. Si se duerme, empieza a soñar que está en un campo de dalias, un campo extenso y lleno de color. Empieza a caminar entre las flores pero se detiene cuando ve una única dalia negra empapada de sangre. Entonces todas las demás dalias se marchitan y Jimin empieza a escuchar risas por doquier. Es ahí cuando se despierta gritando y con la respiración agitada.
Es mejor sufrir en vida que en sueños. Al menos así Jimin sabe que todo es verdad y que no va a morir a manos de un zombie o una bruja. En vida tampoco va a atacarle un monstruo sangriento hecho de dalias negras.
Con ese pensamiento en mente, Jimin se levanta para ir a la cocina. Aunque quisiera estar en su cama todo el tiempo, tampoco quiere morir de hambre. Pero claro, en su refrigerador y alacena no hay nada más que un yogurth caducado y un tarro de mayonesa. Jimin entra en pánico al pensar que tiene que salir de casa para comprar comida. No quiere hacerlo, está seguro que se encontrará con una dalia y no está preparado.
¿Ahora qué hace? Puede pedir a domicilio pero no quiere gastar dinero de más. No quiere ver a nadie, no quiere salir.
Unos golpes firmes en su puerta lo hacen brincar. Nunca tiene visitas y no se le ocurre quién podría estar fuera de su casa. No va a abrir, eso sería caer directo en la trampa. Jimin se deja caer en su pequeña cocina sin luz y abraza sus rodillas, temblando de miedo. Los golpes siguen y siguen, él tiene frío y hambre. Le duele el estómago y se siente débil. Los golpes cada vez se hacen más fuertes y constantes, Jimin siente que en cualquier momento la puerta se caerá y el intruso irá a matarlo. Jimin tiene miedo.
Los minutos pasan y Jimin se queda en la misma posición, los golpes en la puerta han cesado hace apenas un minuto y él está apunto de caer dormido. Lo único que puede escuchar a la lejanía es el murmuro de la vida caótica, llena de claxons y maldiciones. Cuando está por caer en el mundo de los sueños, los golpes vuelven a aparecer, pero esta vez sólo tocan suavemente tres veces.
Jimin se levanta y se acerca a la puerta, por la mirilla no ve nada pero aún así no quiere abrir. Se asoma por debajo de la puerta y puede ver algo ahí, una especie de bolsa de plástico color verde. Vuelven a tocar una sola vez. Jimin se queda quieto boca abajo en el piso, temblando y tratando de controlar su respiración. En una inhalación profunda, el aroma de sopa de pollo y kimchi llega a sus fosas nasales. Pronto se da cuenta que el olor proviene de la bolsa que está justo tras la puerta. Con manos y piernas temblorosas, se levanta y abre levemente la puerta. Lo que vio por debajo es una bolsa con paquetes de unicel dentro, es comida.
A pesar de que sigue con miedo, Jimin sabe que su cuerpo ya no da para más y necesita alimentarse sino quiere terminar en el hospital. Entonces toma la bolsa de plástico y entra a su casa. Antes de cerrar por completo la puerta, se da cuenta que al final del pasillo hay un chico que lo está observando.
Es alto y tiene el cabello negro largo y ondulado. Su piel es levemente bronceada y un lunar coqueto adorna su mejilla izquierda. Aunque su rostro está serio, en sus ojos cafés se puede ver una tranquilidad tan pura que Jimin se siente bien. El chico le sonríe sin mostrar los dientes e inclina la cabeza para después dar media vuelta e irse.
Jimin se queda con mil dudas en la cabeza pero con el estómago lleno.
[...]
Kim Taehyung. Ese es el nombre del chico que le llevó comida a Jimin. Resultó que el tal Taehyung era nieto de su vecina y estaba viviendo con ella desde hace un par de meses. Pero como Jimin nunca hablaba de más con sus vecinos, ni siquiera los veía cuando los saludaba, nunca se dio cuenta que Taehyung lo había visto muchísimas veces. Tantas como para caer rendido con la belleza singular de Jimin.
Jimin no se consideraba guapo, tenía el típico cabello negro y ojos rasgados. Su cuerpo era delgado y su piel pálida. Tenía una estatura bajita y nada que ofrecerle a las personas. Por eso le dio mucha pena cuando se encontró con Taehyung en el ascensor unos días después del incidente de la sopa.
—Gracias por la comida —dijo sin mirarlo a los ojos.
—No es nada, me di cuenta que no habías salido de tu departamento en varios días, así que me preocupé.
¿Preocuparse? Nadie nunca se había preocupado por él.
Esa fue la primera conversación que Jimin tuvo con Taehyung. Después, cada que Jimin salía a caminar o comprar, casualmente se encontraba con Taehyung. Parecía que el otro pelinegro de cabello rizado sabía la hora exacta en la que Jimin salía o llegaba a casa. Taehyung siempre era atento con él y lo saludaba con voz dulce, no lo obligaba a hablar si no quería y de vez en cuando le regalaba alguna golosina o un paquete de ramen.
Todo era muy extraño, que alguien entrara a su vida de repente era desconcertante para Jimin. Trató de alejarlo y de ignorarlo, pero Taehyung era excéntrico por naturaleza y con una personalidad muy coqueta. Desgraciadamente, Jimin cayó en sus encantos.
Comenzaron a verse más seguido pero ahora organizando sus tiempos. Salían a correr por las mañanas, Jimin acompañaba a Taehyung a pasear a su perro, comían juntos en el departamento de Jimin. Todo era tan natural que Jimin se olvidaba de su maldición, disfrutaba tanto la compañía de Tae que el tiempo se le pasaba volando y por supuesto, no pudo controlar a su corazón.
Mientras reía y se sonrojaba cada vez que Taehyung le tomaba la mano para cruzar la calle, pensaba cuándo sería el día en el que eso desapareciera. Debía estar preparado, debía tener un plan B. No quería que eso se terminara, habían sido las tres semanas más felices de su vida y le rompía el corazón que no iba a ser para siempre.
Por eso mismo trataba de disfrutar del momento y no meterse en pláticas muy profundas. ¿Qué podría ofrecerle de su pasado? Si le contaba de la maldición seguro se alejaría de él.
Su relación era peculiar y para muchas personas tal vez arriesgada y rápida. No se conocían desde hace mucho pero parecían adolescentes descubriendo el amor.
En fin, Jimin tendría que encontrar una solución para el final que le esperaba con Kim Taehyung. Porque dejar de quererlo no era una opción.
Es entrada la medianoche y la luna llena se encuentra orgullosa en lo alto del cielo, siendo testigo de todo lo que pasa en el reino, desde amores prohibidos, lágrimas, sonrisas cálidas y miedo. La luna lo sabe todo, sin embargo, su silencio infinito no es de mucha ayuda.
Por el ventanal de cristal entra la luz blanca y pura de la desdichada luna, la luz alumbra con sutileza el cuerpo del príncipe que está tirado en el suelo de su alcoba. El dolor que siente es tan fuerte que ni siquiera puede abrir sus ojos o gritar para pedir ayuda. Lo único que hace es quedarse tirado mientras la sangre abandona su cuerpo fuerte y cálido. El príncipe acaba de ser apuñalado en su propio aposento, lo cual es una deshonra para la realeza. ¿En dónde estaba su escolta? ¿En dónde estaba su fiel caballero para protegerlo? ¡El príncipe estaba solo! Completamente solo y desarmado.
Todo pasó muy rápido, no supo en qué momento el intruso profanó su habitación, tampoco escuchó los pasos firmes ni sintió el cuerpo detrás de él. Estaba tan ensimismado leyendo el diario de su difunta madre que las seis puñaladas en su espalda lo tomaron por sorpresa. Al estar de espaldas a la puerta, el príncipe no pudo ver el rostro de su agresor, sólo sintió la punta afilada de la daga atravesar su carne y posiblemente algunos órganos. De la sorpresa no pudo gritar, sólo llorar de susto y miedo.
Después de ser herido, su cuerpo cayó al suelo de mármol negro. El príncipe llevó sus manos a su estómago, en dónde la sangre brotaba tranquilamente. Las heridas fueron tan profundas que atravesaron todo su cuerpo. Rogó a todas las diosas para que alguien llegara a auxiliarlo, pero su única compañía era la luz de la luna que iluminaba su cuerpo herido y el charco de sangre bajo él. Y ahí está, desamparado y muriendo poco a poco.
Piensa que su muerte es tonta, aunque en realidad un ataque hacia él es relativamente normal si tomamos en cuenta que está por subir al trono y convertirse en rey. Después de pasar por tanto, estaba listo para ocupar ese importante cargo. Pero al parecer su vida va a acabar justo ahora. El príncipe no está preparado, tiene tantas cosas por hacer y cumplir. Sin embargo, los minutos pasan y el príncipe se da cuenta que nadie irá a salvarlo.
Va sintiendo su cuerpo más ligero y ahora el charco de sangre bajo él es más grande. Se rehúsa a morir ahí, desamparado y patético, pero por más que quiere no puede moverse lo suficiente para llegar a la puerta. Todo le duele y eso lo llena de impotencia.
Mientras la luna llena sigue en lo alto del firmamento, alumbrando con su luz divina, la vida del príncipe se va apagando. Está llorando y pidiendo perdón por todo lo malo que hizo, esperando llegar al paraíso y reencontrarse con su amada madre. En su último respiro, escucha como la puerta de su alcoba se abre y alguien se acerca a él. La persona se arrodilla sin importarle que su ropa se empape de sangre y que sus manos se manchen con el líquido rojo. Entonces el príncipe lo ve.
Él le sonríe, pero no es una sonrisa amigable, es una mueca despiadada y llena de locura. El príncipe no lo entiende, pero qué más puede hacer cuando está en su lecho de muerte. No tiene las fuerzas para preguntarle acerca de su expresión. ¿Por qué no lo ayuda?
"Querido amigo, tu mente está llena de preguntas y de confusión. Lo sé, te conozco más que nadie.
Las respuestas ya no importan, lo único que tú necesitas es descansar e irte tranquilo. Yo me ocuparé de todo, del reino y de darte un funeral digno, te doy mi palabra".
A pesar de su discurso alentador, la sonrisa psicópata sigue en su fino rostro. Después comienza a reír, desconcertando al príncipe aún más. El herido trata de alzar su mano y el caballero la toma, poniéndola en su propia mejilla, manchandose de sangre.
"Yo la maté" dice entre risas. "Tú lo mataste a él y yo te maté a ti, ¿no es divertido?" el caballero se cubre el rostro con la mano ajena mientras sigue riendo a carcajadas. Ahora su cara está llena de sangre y del rostro del príncipe caen múltiples lágrimas amargas de traición.
"No llores, todo estará bien. Vete en paz, compañero".
El caballero se regocija con la expresión de dolor del príncipe y lo último que ve el príncipe es la sonrisa de su fiel caballero, después muere.
¿En verdad está muerto? Porque despierta en medio de la nada y aunque sigue teniendo las heridas en su cuerpo, ya no siente dolor. No siente nada.
Entonces ella se aparece frente a él y le sonríe tranquila mientras le regala una flor. Una dalia negra.
Es una tarde fresca y soleada, se puede ver el lindo azul del cielo y eso le sube el ánimo a Jimin. De cierta manera, el clima lo reconforta y siente como si los rayos del sol le estuvieran dando un abrazo apapachador. ¿El clima es una buena señal? ¿Al fin estaba haciendo lo correcto?
Jimin había citado a Taehyung para conversar, o al menos ese era el plan. Quedaron de verse en el pequeño parque que está cruzando el edificio donde viven y a pesar de ser bastante recurrido, habían espacios un poco más privados que Jimin conocía muy bien. Entonces ahí está nuestro protagonista, recargado en un tronco viejo, lleno de nervios y rogando al sol para que todo salga bien. Muy en el fondo sabe que no es la mejor decisión que pudo haber tomado, pero estaba tan desesperado que no se le ocurrió otra cosa; además era la forma más sencilla para que Taehyung esté a salvo.
El joven se deja caer en el pasto, recargando su espalda en el árbol y cierra los ojos. Pone especial atención a su respiración y trata de aislarse del sonido de los autos, los pájaros, los niños jugando y riendo. Quiere crear una burbuja que lo proteja, una barrera en la que nadie pueda entrar. Bueno, tal vez Kim Taehyung podía ser una excepción.
El área de juegos está a unos veinte metros, pero justo a un lado de donde está Jimin hay un par de columpios viejos, al igual que un sube y baja roto. También el pasto en esa zona está descuidado y en unas partes hasta quemado, es por eso que la gente no solía ir a esa parte del parque. Los niños no podían jugar ahí porque justo la calle estaba a un par de metros, los padres de familia no podían arriesgarse a un accidente.
Era el área perfecta para Jimin. Las veces en las que quería sentir la luz del sol sobre su pálida piel, como justo ahora, iba a ese mismo árbol a sentarse y perderse en su propio mundo.
Jimin se abraza a sí mismo, aunque lleva una chamarra de mezclilla que lo protege del aire fresco. Escucha pasos que se acercan, abre los ojos y ve a Taehyung frente a él. Lleva una playera negra sencilla dentro de sus pantalones de mezclilla también negros. Le sonríe a Jimin y le ayuda a levantarse. Se saludan con un abrazo y Jimin puede oler la fragancia cítrica de Taehyung, lo vuelve loco.
Ambos se sientan en los columpios y platican un poco de su fin de semana, o al menos Taehyung habla mientras Jimin le presta atención y se ríe de cualquier cosa. Si alguien los viera, pensaría que son dos chicos joviales en una cita sencilla, que recién se están conociendo y comparten miradas y sonrisas coquetas. Si la vida de Jimin fuera normal, serían eso y más. Pero ahora sólo puede conformarse con esa plática normal en una tarde cualquiera.
Después de un par de minutos, Jimin al fin habla.
—Taehyung, escucha, tengo que decirte algo.
Desconcertado por el tono apagado de Jimin, Taehyung le hace un gesto para que siga hablando.
—Me gustas mucho, nunca había conocido a alguien que se preocupara por mí tanto como tú lo haces. —La voz de Jimin tiembla, aunque también su corazón se quita un peso de encima—. Eres el ángel que no merezco.
—Jiminie…
—Deja que termine, ¿sí? —Jimin le sonríe y sus ojos se achican en un gesto tierno—. En verdad eres como un ángel para mí y te agradezco por tu compañía. Desde un inicio los ángeles y demonios estaban juntos ¿no? Al parecer tengo que llevarte al infierno conmigo...
Esto último Jimin lo dijo tan bajo que Taehyung no pudo escucharlo.
—Dioses, qué cosas dices Jimin. Tú eres el ángel dulce y tierno que llegó a mi vida, también me gustas mucho y si me lo permites, haré lo que esté en mis manos para que sonrías siempre y seas feliz.
Jimin ríe de nervios. Cuánto daría porque eso pasara en realidad.
—La verdad, tengo que viajar a Busan unos días a ver a mi hermana, así que no estaré aquí por una semana. Me voy mañana.
La sonrisa de Taehyung baja un poco, ¿por qué le decía que le gustaba cuando estaba a punto de irse?
—Sé que puede sonar mal pero, tengo un regalo para ti. Tomando en cuenta que no nos veremos por un tiempo, te preparé algo. —Jimin le sonríe pero sus manos tiemblan y aunque quisiera, no es bueno mintiendo.
—¿Un regalo? ¿Dónde está?
—Está en un lugar especial para mí, no muy lejos. Es un tipo de parque pero con mucha más privacidad que aquí, en verdad me gustaría que fuéramos juntos.
No sabe de dónde saca las fuerzas, pero Jimin toca el muslo de Taehyung y deja caricias firmes que poco a poco van subiendo hasta llegar casi a su entrepierna.
—Es un regalo muy especial —susurra con voz ronca.
Taehyung colapsa. Por una parte está confundido, ¿ir a un lugar lejano y solitario? ¿Por qué no podía ser en su departamento? Por otra parte, le impactó la insinuación del tímido Jimin, pero también las caricias en su muslo lo relajan de tal manera que cierra los ojos.
Jimin se acerca más a él hasta pegar sus labios a la oreja de Taehyung.
—Por favor, Tae.
Sorprendentemente, no es un tono seductor el que usa, sino más bien le habla con desesperación. Cómo si alguien lo estuviera obligando a llevarlo, le habla con miedo.
Entonces Taehyung ya no sabe qué pensar. Básicamente no conoce nada de Jimin, nunca le ha hablado de su vida, sus metas, sus miedos. Sólo sabe que es un chico dulce y tímido que ama ver televisión. Ni siquiera es un hobby tan rebuscado. No sabe nada de él, pero aún así le atrae, porque sabe que su conexión va más allá de la atracción física.
¿Jimin pensará lo mismo?
Taehyung abre los ojos y ve a Jimin. Sus ojos avellana le transmiten todo menos confianza, pero su corazón dice que eso no importa y que aproveche la tarde junto a él antes de que el mayor se vaya.
—Será divertido. —La sonrisa falsa de Jimin es el detonante.
Taehyung se levanta y empieza a caminar a prisa tratando de alejarse de Jimin. Su sexto sentido le dice que algo está mal y que no debe aceptar su invitación. Aún así, mientras sigue caminando con Jimin unos pasos atrás, le entran unas ganas enormes de darse la vuelta y besarlo. Quiere aceptar la invitación y perderse por unas horas junto a ese chico tan misterioso y atractivo. ¿Debería hacerlo?
Antes de cruzar la calle, Taehyung se detiene. Jimin choca contra su espalda y suelta un quejido. El corazón de ambos late rápidamente y sus cabellos se mueven gracias al aire de la tarde. Taehyung siente los dedos tímidos de Jimin rozar sus manos, como pidiendo permiso de tocarlo. También puede sentir la respiración caliente del más bajo contra su nuca, no sabe si esa zona quema gracias al fuerte sol o es el aliento de Jimin el que arde como el infierno. Son tantas sensaciones que, si bien no son nuevas para él, sí lo son porque está con Jimin; y con él todo es diferente. Taehyung está a punto de aceptar pero escucha una voz femenina en su cabeza que le ordena “Camina”, y como por arte de magia, sus largas piernas se mueven y comienza a dar pasos hacia enfrente.
Quiere regresar y tomar a Jimin de la mano, ya no le importa si no lo conoce, sólo quiere estar junto a él; pero Taehyung no puede controlar su cuerpo, sólo sigue caminando hasta estar a mitad de la calle y se detiene. Como si tuviera los oídos tapados, escucha a lo lejos como Jimin lo llama, escucha el trinar de los pájaros y el sonido de las hojas que se mueven con el viento. En su delirio, también puede reconocer la música de una orquesta, el sonido de los instrumentos lo relajan y lo hacen sonreír. Inconscientemente cierra los ojos y alza su cabeza en dirección al sol.
Es una tarde fresca con un cielo azul.
Taehyung escucha a la lejanía el motor de un auto. Jimin ve como una camioneta negra se acerca a toda velocidad mientras su amado sigue en medio de la calle. Taehyung no puede moverse. Jimin grita desesperado y avanza en dirección a él, quiere salvarlo aunque minutos antes quería llevarlo a un terreno abandonado para matarlo él mismo. El auto está cerca y Jimin no puede hacer nada más que gritar. Taehyung voltea a su izquierda y hace contacto visual con el conductor, cuando lo ve, le regala una sonrisa triste y vuelve a cerrar los ojos. Jimin se queda pasmado viendo como la camioneta atropella a Tae, ve su cuerpo ser empujado para después caer y pasar debajo de las cuatro llantas negras y sucias, como si fuera un muñeco de trapo. Todo pasó en cuestión de segundos pero para Jimin la escena pasó en cámara lenta.
La camioneta se detiene y el conductor se baja. Las risas de los niños que juegan en el parque se siguen escuchando a sus espaldas, nadie hace caso a la situación, nadie va a auxiliar a Tae ¿acaso eran invisibles? Jimin sigue en shock y sólo está parado ahí, viendo como el asesino de Taehyung se arrodilla a un lado del cuerpo que está por morir. El conductor está llorando y le pide perdón a Tae. ¿Perdón? Él no merece perdón, acaba de atropellarlo sin dudar. Jimin se acerca hasta quedar a cuatro pasos de la escena, puede ver mejor al conductor y se da cuenta que es joven, no pasa de los treinta años; tiene la piel pálida y está delgado, sobre su cabello rubio hay una corona de flores y viste un traje azul lleno de detalles dorados. Tiene los labios delgados y está llorando desconsolado mientras acaricia las mejillas de Taehyung, ya sin vida. Entre los sollozos del joven, Jimin escucha lo siguiente:
“Perdóname, perdóname, perdóname, perdóname, perdóname”.
Repite esa palabra como si fuera una especie de conjuro, lo repite de tal manera que la piel de Jimin se eriza; habla en un tono tan triste que Jimin siente un escalofrío en su nuca.
“Todo es su culpa, él nos hizo esto. Es su culpa, es su culpa. Tú no hiciste nada, lo sé. Te amo, perdóname”.
Jimin se da cuenta que está llorando, pero no por la tristeza de haber perdido a Taehyung frente a sus ojos, por haber presenciado su cruda e infame muerte o por ver llorar al otro joven; Jimin está llorando de impotencia y enojo. ¿Por qué el asesino dice tanta mierda? ¿Acaso conocía a Taehyung? Si es así, ¿por qué lo mató?
"Todo es culpa de él". Ahora el chico abraza el cuerpo de Taehyung y Jimin se acerca dos pasos. El llanto del asesino lo está empezando a desesperar.
—Todo es tu culpa, Jimin— susurra el rubio.
Jimin frunce el ceño, pues nunca en su vida había visto a ese joven. ¿Por qué sabe su nombre? ¿Cómo sabía que Taehyung iba a estar ahí con él?
—¿Quién eres?
El rubio ríe.
—Claro, no sabes quién soy. No recuerdas nada. —Se separa del cuerpo inmóvil de Taehyung y se levanta, encarando a Jimin—. Pero yo sí recuerdo todo.
Se miran a los ojos, los ojos del chico de la corona ya no reflejan tristeza, sino odio. Y la mirada de Jimin ahora está llena de confusión, su mente trabaja rápido tratando de encontrar alguna explicación. Entre tantos pensamientos se da cuenta de algo: Taehyung era importante para él y ahora está muerto, pero esta vez la dalia negra no apareció. Acaso…
—¿Tú eres el culpable de todo? —pregunta en voz baja.
—Yo no soy el culpable de nada, nunca lo fuí. Siempre fuiste tú, tú me traicionaste. ¡Eres una escoria, te odio tanto!
Jimin retrocede sin entender nada. ¿Él es el culpable? Más bien, él ha sido la víctima todos estos años, le han arrebatado todo lo bueno y han hecho su vida miserable. Lo han dejado solo, han abierto una herida tan grande en su corazón que es imposible sanarla. Muerte, muerte y dolor. Primero vio morir a Seokjin y ahora Taehyung está a menos de un metro de él, lastimado y lleno de sangre. Irónicamente, el sol le da en el rostro y aunque ya está muerto, se sigue viendo tan guapo como desde la primera vez que lo vió. Kim Taehyung está muerto y el culpable está frente a él, despotricando idioteces y echándole la culpa a Jimin. Eso no puede quedarse así.
—¡Estás loco, eres un psicópata! ¡Mataste a Taehyung, lo mataste!
—No iba a dejar que tú lo asesinaras de nuevo, no esta vez. Él era inocente y tú lo mataste. —De nuevo se suelta a llorar y lleva las manos a su rostro.
Yo no soy un asesino, nunca he matado a nadie. Todo es tu culpa, todo es culpa de la flor. Jimin aprovecha que el chico llora cual bebé y se avienta contra él, caen al suelo y Jimin comienza a golpearlo en el rostro.
—Lo mataste, lo mataste, lo mataste, lo mataste, lo mataste.
La sangre salpica poco a poco el rostro de Jimin mientras sus puños siguen golpeando el rostro fino y pálido. Descarga todo su dolor en él, toda su tristeza y toda su soledad. La luz del sol deslumbra un poco su vista y las lágrimas no lo dejan ver bien, sus nudillos duelen pero no quiere detenerse.
—Mi hermano n-no no podía… —El pobre sujeto trata de hablar mientras Jimin lleva las manos al traje ajeno y arruga con furia la tela cara—morir, Taehyung n-no, tú eres–
—¡Cállate!
—Cuando me di cuenta de que, que Tae te gus-tó yo no-no podía dejarlo sólo. No podré perdonarte nunca por l-lo que hiciste, Jimin. —El sujeto habla tan bajito que Jimin tiene que acercarse para escucharlo bien, ensuciando su cabello de sangre—. Pero no importa, porque en esta vida lo estás pagando. Las dalias negras son bonitas, ¿no? —Termina de hablar en un tono burlón.
Es él, él es el culpable de su miseria.
Jimin, aún encima del cuerpo delgado, acerca su mano a la bolsa que está dentro de su chamarra de mezclilla.
—¿Cuál es tu nombre?
—Min Yoongi —responde lentamente, pronunciando sílaba por sílaba con un tono solemne—. Y tú eres mi más fiel caballero, Park Jimin.
El loco está delirando, piensa Jimin. Aunque él no está tan lejos de eso, está tan enojado que ya no le importa nada más, lo único que quiere es vengarse. Sí, a final de cuentas Taehyung iba a morir, pero él era el único que podía matarlo. Taehyung era suyo, su muerte le pertenecía.
—Te odio —susurra Jimin. Después alza su mano derecha y comienza a enterrar la navaja que había guardado en su chamarra, esa con la que iba a cortar con amor la garganta de Taehyung.
Ahora se conforma con apuñalar al infeliz que está bajo él. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Seis puñaladas cargadas de rencor y tristeza. Jimin está llorando y Min Yoongi está sonriendo.
—Y la historia se repite —habla con dificultad, tan bajo que no es escuchado por su agresor.
Jimin suelta el arma y sigue golpeando el rostro de Yoongi. Lo golpea hasta que ya no puede más. El cabello rubio está despeinado y la corona tirada a un lado, su ropa está manchada de sangre y su rostro tiene diversos cortes y tonos rojizos. Cuando Jimin deja de golpearlo, Min Yoongi ya está muerto.
Como si de magia se tratara, una nube gris aparece en el cielo. Los rayos de sol se apagaron al igual que el corazón de Yoongi. El aire comienza a ser frío y Jimin se sienta en el pavimento, viendo sus manos llenas de sangre. Escucha el sonido de los columpios, el rechine del metal oxidado. El sonido se repite y a los oídos de Jimin, parece una risa siniestra y burlona.
Voltea a ver al tal Min Yoongi y se siente aliviado, la persona que le hizo la vida imposible está muerta y ya no tiene que preocuparse por nada. Al fin podrá ser feliz.
—Estás equivocado, Jimin.
Jimin nunca había escuchado una voz tan hermosa como esa, suave y al mismo tiempo seductora, hipnotizante y hermosa.
Alza su mirada buscando a la dueña de esa voz. Voltea al área de juegos infantiles y se da cuenta que los niños siguen jugando, sus padres vigilando que no les pase nada malo. Nadie voltea hacia donde está él, es como si no existiera.
—No pueden vernos, puse un hechizo de camuflaje.
En los columpios viejos que están junto al gran árbol, está sentada una mujer joven. Se balancea con gracia mientras mira fijamente a Jimin. Los ojos de la mujer son de un gris oscuro y un delineado negro los hace ver más grandes y penetrantes. La mujer se levanta y se acerca hacia Jimin. Lleva un vestido negro, de mangas aglobadas y cuello de tortuga; la tela se ciñe a su cintura y piernas y cae con gracia hasta el piso. Mientras camina, Jimin puede ver que lleva unos tacones color rojo, del mismo color que sus labios gruesos.
Mientras más se acerca, Jimin puede ver con más detalle a la mujer. Porta unos guantes de satín negros que le llegan hasta los codos, su cabello color carbón está recogido en un moño limpio, en la parte baja de su cabeza. Se ve tan elegante y pulcra pero al mismo tiempo misteriosa y peligrosa. Los últimos detalles que Jimin puede observar, son dos puntos rojos en la piel de la mujer, justo debajo de su ojo derecho; también en su oreja izquierda lleva una gran dalia negra adornando su piel. Una bellísima dalia negra.
Entonces Jimin comienza a temblar.
Cuando ella se detiene frente a él y se inclina para quedar casi a la misma altura, le sonríe. Pero en vez de que esa sonrisa le transmita calidez a Jimin, le provoca miedo.
—Por fin nos conocemos, Park Jimin. Mucho gusto, yo soy la Dalia Negra. —Acerca su mano al rostro asustado de Jimin y le acaricia la mejilla. Después se lleva la mano a su boca y da arcadas, como si fuera a vomitar, pero de su boca sale una dalia negra con todo y tallo. Se la ofrece a Jimin con una sonrisa grande.
—Esta es para ti.
La voz de la mujer es tan suave como la seda, pero para Jimin suena como un grito de angustia y terror.
Aún sin reaccionar, la Dalia hace que Jimin se levante y lo toma de la mano. Comienzan a caminar en dirección opuesta al parque.
—Vayamos a un lugar más tranquilo.
Conforme van caminando, el espacio se transforma y todo comienza a desaparecer. En su lugar, todo se vuelve de color gris plomo: el suelo, el cielo y todo lo que les rodea. Están en la nada, están en el limbo.
La Dalia suelta a Jimin y se para frente a él, sigue sin hablar y con los ojos llenos de miedo, no ha dejado de temblar desde que la mujer le dio la dalia y no tiene idea de lo que está pasando.
—Jimin, no me importa si estás tan sorprendido que ni siquiera puedes reaccionar. Lo único que me importa es que me escuches, ¿entendido?
Jimin no hace caso, en vez de eso comienza a morderse las uñas. Algo que nunca debes hacer es ignorar a la gran Dalia Negra.
La mujer chasquea los dedos y los brazos de Jimin se mueven hacia arriba, con las muñecas juntas. Es un movimiento involuntario, Jimin trata de bajarlos pero le es imposible; es como si dos varas estuvieran pegadas a sus brazos y no lo dejaran moverse. Voltea a ver a la mujer frente a él que le sonríe gustosa.
—Ahora sí, necesito que me escuches.
»Toda tu vida has estado llorando como un bebé, lamentándote de lo infeliz que eres y soñando tontamente con encontrar el fin de tu soledad. Pues, querido Jimin, tengo el honor de decirte que la maldición que tienes es de por vida. —La mujer camina de lado a lado, haciendo gestos con sus manos y a pesar de su tono serio y elegante, sonríe divertida—. Yo, la Dalia Negra, la mejor bruja de magia negra que ha existido, la diosa suprema del inframundo y la dueña de la muerte, fui quien te maldijo desde el primer segundo de tu vida. Deberías sentirte halagado, cariño.
Jimin trata de hablar, pero la bruja frunce el ceño y vuelve a chasquear los dedos y dos dalias negras cubren la boca de Jimin, impidiendo que hable.
—¿Acaso eres tonto? Te dije que me escucharas, no tienes permitido hablar, ugh.
»Como te decía, esta increíble bruja es la autora de la maldición. Sin embargo, no fue mi idea desde un principio, yo no soy el tipo de gente que le desea el mal a los demás. —Hace una pausa para reír dulcemente, mientras sigue caminando y el sonido de sus tacones resuenan por todo el lugar—. Yo simplemente ofrezco mis servicios a las almas llenas de odio y rencor, a las almas con sed de venganza. Ellos no pueden subir al estúpido cielo, entonces se encuentran conmigo. Así conocí a Min Yoongi.
Jimin no puede hablar ni moverse, está tan desesperado y además, lo que dice la bruja lo llena de dudas y no quiere creerle. Pero después de todo lo que ha vivido, ya nada le sorprende.
—Ya sabes, el príncipe Min Yoongi, el único amigo que tenías en esa vida. —Al ver la mirada perdida de Jimin, la Dalia resonga y se sienta en un sillón de cuero negro que apareció de la nada—. Bieeen, te contaré la historia resumida.
»Min Yoongi y tú eran los mejores amigos desde que eran unos críos, crecieron juntos y bla bla bla. Unos humanos inseparables. Pero cuando llegaron a la tan ansiada vida adulta, tú cabecita comenzó a delirar y te llenaste con sed de poder. Te diste cuenta de la envidia que le tenías al futuro príncipe, él tenía todo lo que tú deseabas. A decir verdad, tu yo del pasado me cae muy bien: mataste a la reina, la madre de Yoongi, e inventaste pruebas refutables para culpar al hermano menor de Yoongi. Después el príncipe ordenó la ejecución de su hermanito y justo cuando él estaba por convertirse en rey, lo mataste. Seis puñaladas en la espalda.
»Yoongi se dio cuenta en su lecho de muerte de la terrible traición que le jugaste. Ah, pobrecito. Por eso murió con odio y se encontró conmigo antes de ir al más allá, entonces me ofreció su alma a cambio para que te hiciera infeliz en tu próxima vida. ¡Fácil y sencillo! —La bruja aplaude emocionada—. Ahora sí, ¿comentarios, dudas, quejas, sugerencias?
Vuelve a chasquear los dedos y las dalias negras desaparecen, dejando la boca de Jimin libre. Por unos segundos no dice nada, mientras trata de procesar todo lo que dijo la mujer. Y entre tanta información, piensa en algo.
—Digamos que te creo y fui un bastardo en mi vida pasada… ¿Qué tiene que ver Taehyung aquí? ¿Por qué el muñequito de porcelana mató a Taehyung? —pregunta dudoso.
—Oh, eso es fácil. ¿No has unido las piezas? ¡Taehyung era el hermanito al que tú le cortaste la cabeza! Me divertí tanto cuando ví que ese niño bonito también renació en esta vida. Hubieras visto la cara de Yoongi cuando se dio cuenta que su querido hermano iba a morir, porque te enamoraste de él. Ah, tan patético.
La Dalia Negra se levanta y se para enfrente de Jimin.
—En fin, esto ya se alargó mucho y yo tengo trabajo que hacer. Así que escucha. —La bruja se quita con elegancia los guantes y deja al descubierto la piel negra de sus manos. Sus uñas son largas, puntiagudas y de color blanco—. Mi maldición tenía una sola forma de romperse, era fácil, sencillo y placentero.
»Lo único que tenías que hacer, era matar a alguien. Si hubieras hecho eso desde un inicio, la maldición de la dalia se hubiera roto y podrías haber sido feliz, Park Jimin. Pero estabas tan asustado que sólo podías esconderte como una rata en una alcantarilla. Qué pena. Sin embargo, mataste a Yoongi. Pero él te odiaba a ti y tú lo odiabas a él.
—Entonces ahora, ¿qué pasará conmigo? —Jimin habla con voz temblorosa, mientras la Dalia acaricia con sus largas uñas los brazos del joven, encaja las puntas y corta la piel de Jimin. Pequeñas gotas de sangre caen lentamente y la Dalia saca su lengua roja para chupar. El gris plomo de su alrededor se transforma en negro.
—Ahora… eres mío.
Los ojos de la bruja cambian a un color carmín, con sus pestañas negras y tupidas y el delineado negro. Jimin la mira y piensa que son los ojos más hermosos que ha visto en su vida. Están llenos de lujuria, avaricia, maldad y odio. La bruja sonríe y se acerca a su boca.
—Eres mío.
Lo besa.
Sus labios rojos manchan los propios labios de Jimin con una mezcla de labial y sangre. Acaricia su lengua mientras que con sus uñas rasguña la espalda y pecho de Jimin. Empieza a llover. La bruja se separa de él y toma su rostro con cariño, después acerca sus pulgares a los ojos de Jimin y con un movimiento rápido, le arranca los ojos.
Jimin empieza a gritar, alaridos de dolor. La Dalia sonríe y de su boca saca dos preciosas dalias negras. Las pone con cuidado en las cuencas llenas de sangre, sustituyendo a los orbes.
—Hermoso…
Ahora la bruja toma entre sus manos flacas el cuello delgado de Jimin que está lleno de sangre y comienza a ahorcar. Encaja sus uñas mientras ríe y disfruta de las gotas de lluvia contra su cuerpo, su peinado se va deshaciendo.
—Perfecto, así ya no puedes hablar ni gritar.
La bruja rompe su vestido y usa ese pedazo de tela para ponerlo como collar en el cuello de Jimin, termina por adornar con capullos de dalias negras. Por último, toma la dalia negra que tenía como arete, es su flor favorita por ser la más grande y bella. Abre la boca de Jimin lo más que puede hasta que la flor cabe perfectamente.
Aunque el rostro de Jimin está lleno de sangre, esta se va limpiando poco a poco gracias a la lluvia. La Dalia da tres pasos hacia atrás y observa a Jimin, chasquea los dedos dos veces para cambiarle el peinado y la ropa.
Ahora lleva puesto un traje negro con una camisa blanca y unos botines negros. Su cabello está peinado pulcramente hacia atrás, dejando a la vista sus bellas facciones y su mandíbula marcada. Lo que resalta son las dalias negras en sus ojos y boca.
—Precioso. —La bruja salta de alegría y empieza a dar vueltas como niña pequeña. Su ahora cabello suelto le llega hasta la cintura y se ve magnífica con la tela mojada del vestido pegada a su piel, marcando cada músculo de su cuerpo.
—Después de tanto tiempo, por fin tengo un fiel caballero. Vamos, cariño. —Toma de la mano a Jimin y ambos caminan bajo la lluvia, se alejan tanto que sus figuras ya no pueden verse.
A final de cuentas, el limbo es un lugar inmenso y la Dalia Negra puede pasearse a sus anchas.
Después de tanto, Jimin ya no va a estar solo nunca más. Era lo que él quería, ¿no?
¡Tan tan! Primera historia re-subida. Fue creada para un concurso de escritura, mi categoría era magia negra. ¿Qué les pareció la historia? Yo disfruté muchísimo de escribirla, es de mis historias favoritas owo
Muchas gracias por leer, tienen todo mi amorcito. Y antes de que se vayan, les quiero presentar a mi bella Dalia Negra:
Bibi, mi novia jajajs.
Bueno, creo que eso es todo (? ¡Nos leemos!
Moon
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