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26

La aventura

Ayla

—Piénsalo bien cariño —escucho a mi madre, quien está atrás mío.

—No necesito pensarlo madre —respondo decidida.

—Se que los amas, pero no puedes alterar lo que les depara.

—Quién dice que no —la miro para luego desaparecer entre las sombras.

Llego a una cueva en dónde yo estuve, venía cuando los niños se dormían y yo salía un rato para practicar mis poderes. En un ataque de irá, liberé algo de mi poder.

—¿Segura de que quieres hacer esto?

—Debo de hacerlo, él busca mi poder, y a pesar de que los niños lo poseen, no lo tienen tan desarrollado, así que buscará a los tres para juntarlos, y si puedo evitarlo, de una vez derrotarlo —miro el cielo.

—Es riesgoso —me advierte.

—No me importa, con tal de ponerle fin a todo esto, es más —lo miro—, si algo pasa, cuídenlos —me voy.

* * * * * * *

Bianca

La pelea seguía, tanto Gina como yo, ya estábamos cansadas. Pero seguíamos de pie.

Me vuelvo a transformar en humana.—¡Ya ríndete Gina! —la miro.

Ella imita mi acción. —Hay que parar, y me refiero a ambas —me mira lago cansada.

—¡¿Qué no puedo recibir un No de tu parte?! —la ataco de nuevo.

—NO —me sonríe—. Ya vez, ahí tienes un no de mi parte —ahora su sonrisa se vuelve burlona.

—Ya me tienes harta —uso mi viaje sombra para acercarme a ella y le doy un golpe en su pómulo izquierdo, abriéndole un poco más la pequeña herida en ella.

Me mira. —Tú te los buscaste —me empieza a atacar, pero yo lo esquivo usando mi viaje sombra, aunque si cansa el usarlo seguido. No sé que hizo, pero quise usar de nuevo el viaje sombra y no pude, algo lo impedía. En eso recordé lo que dijo Pitón, y con esto quedó claro que lo que decía era verdad. Pasaron unos minutos y mi poder apareció de nuevo, para luego ver como mi trilliza se trataba de mantener de pie.

—Gina —Mateo se acerca a ella para ayudarla a estar de pie, y después se acercan los demás.

—Estoy bien, tranquilos —les sonríe.

—Bien, pero bien cansada niña —Val se cruza de brazos.

—Tiene un punto a favor Val —comenta Sebas.

—Danna —una chica pelirosa se acerca—, lleva a los jóvenes a sus respectivas , a excepción de ellos dos —mira a Gina y a Mateo.

—Entendido señorita Artemisa —se acerca a nosotros—. Vamos.

Nos encamina a las tiendas de campaña. Para después entrar Val, Mila y yo, y marcharse la chica.

—¿Alguien sabe por qué Artemisa quiere hablar con ellos? —pregunto mientras miro a las chicas.

—Ni idea, ustedes, los descendientes de Hades se caracterizan por emanar ese entorno misterioso —comenta Val.

—Al igual que los hijos de Nix, pero ellos son un poco más abiertos que los Hades —complementa Mila.

—¿Tú sabes cómo era mi mamá y mi tía? —me acerco un poco a ella.

—No del todo, pero si sabía una que otra cosa de vista —admite.

—¿Nos puedes contar? —pregunto.

—Oye sí, no es mala idea, quiero saber como era la señora Ayla antes de que tuviera a los trillizos —confiesa la hija de Ares.

Suspira. —Les diré lo que sé. Pero si desean saber más, les pueden preguntar a sus padres cuando se termine la misión.

—Hecho —respondimos al mismo tiempo.

Gina

—Te falta más control sobre tu poder —suelta Artemisa—. Es poderoso, pero a la vez peligroso —empezamos a caminar por el bosque—. Sino lo controlas, un día lastimarás a alguien. Por fortuna, no pasó a mayores con tu hermana.

—¿Qué tan peligroso puede ser? —pregunto.

—Lo suficiente como para arrebatarle la vida a un semidios —admite.

—No solo a un semidios —miramos a la dirección de donde provenía la voz.

—Abuela —susurro.

—Sino que también a monstruos y a mortales —confiesa.

—El poder de Nix se considera el más poderoso, pero ese poder aumentó más al unirse la noche y las sombras —comenta la diosa de la caza.

—Así es, tu tienes más desarrollado mi poder, Nico Jr el de Hades y Bianca el de Poseidón. Por eso uno destaca más en ciertas actividades que el otro. Pero al tener más desarrollado mi poder, eso te convierte en un peligro para todos —miro a mi abuela—. Pero lo podemos entrenar y ayudarte a que controles ese poder.

—¿Cómo? Si te das cuenta, estoy en medio o a inicios de una misión, no puedo dejar a los chicos —comento—. Se escucha genial eso de que me quieras ayudar a controlar mi poder, pero ellos también me necesitan.

—Lo sé cariño, pero ellos correrían en peligro si estás a su lado. Suerte tuviste que no pasara a mayores esas veces que tu poder se descontroló —me mira mi abuela.

—Entonces lo que dijo Pitón es cierto, ¿verdad? No mintió porque quiso —miro al suelo.

—¡¿Pitón estuvo aquí?! —ambas diosas se muestran sorprendidas.

—Sí, de hecho ayer en la noche nos atacó junto con un grupo de arpías —responde Mateo.

—Nix —Artemisa la mira.

—Sí, ya lo sabe, por eso mandó a Pitón —responde—. Se está adelantando, pero debe de tener algún informante.

—¿Pero quién?

—No lo sé, pero hay que admitir que hace bien su trabajo —Nix analiza la situación.

—¿Hay algo que podamos hacer para evitar que sepan de su ubicación? —pregunta Mateo. Ambas diosas piensan un poco las cosas, para después mirarse entre si.

—Lo tenemos, pero nadie debe de saber esto, porque probablemente funcione, pero alteraría algo misión —responde Artemisa.

—Eso suponemos, porque sus amigos y tus hermanos no deben de saber esto, para que se vea más creíble. Si ellos lo creen, el enemigo también lo va a creer —explica mi abuela.

—¿Me lo pueden decir en español? Porque la verdad no entiendo nada —las miro.

—Yo sé bien a que se refieren —Mateo pone su mano derecha sobre mi hombro izquierdo—. ¿Confías en nosotros? —esperan mi respuesta. Siendo honesta, no sé que traman, pero esperan mi respuesta. Lo pienso un poco y suspiro—. Confío en ustedes.

—Bien, entonces este es el plan —les empieza a contar la diosa de la noche a todos.

—¡¿Qué?! —las miro con sorpresa—. Me niego, no pienso hacer eso.

—Gina, es la única manera para que ya no te persigan —comenta mi abuela.

—Me temo que Nix tiene razón —apoya la diosa Artemisa.

Mateo pone su mano sobre mi hombro derecho, yo solo me limito a mirarlo. Para luego soltar un suspiro.

—Bien, lo haré. Pero espero que encuentren una muy buena escena creíble para lo que estamos a punto de hacer —las miro.

—De eso no te preocupes —ambas diosas se miran con una complicidad, lo cuál me da miedo. Con ellas no se sabe que pasará.

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