13
Nada es lo que parece
Gina
Desde que GianCarlo llegó, mi hermana ha estado un poco distante conmigo. Me molesta eso, pero que puedo hacer, resignarme, supongo.
—Vaya, vaya, pero si es la peleonera —mi estado de ánimo cambia a una irritada, pero me trató de controlar.
—¿Qué deseas Rinaldi? —lo miro con una expresión tranquila.
—¿Qué se siente quitarte lo que más quieres? —odio su expresión de burla.
—Mira, lo que hagas, me da igual, pero en dónde lastimes a mi hermana, ten por seguro que tendrás un lugar asegurado en el Tártaro —lo fulmino con la mirada.
—Admítelo, tienes celos de que la quiera a ella y no a ti —y eso fue la gota que derramó el vaso.
—Hijo de... —no termino la oración porque de repente se desmaya—. Ok, yo no fuí —digo rápidamente mientras alzo un poco mis manos, dando a entender que no fui yo.
Se escucha una risa. —Es claro que no enojona —sonrío al escuchar su voz.
—Tú quieres meterme en problemas, ¿verdad? —me cruzo de brazos y doy media vuelta para verlo.
—Aaaaam —pone una mirada de que lo está pensando—. No, solo que amo tus reacciones, fuera otra persona, ya se hubiera agachado a ver a este tipo si está bien —lo señala.
Me echo a reír. —Ni en un millón de años haría eso por él. Es un idiota, egocéntrico, mimado, y un mentiroso, eso supongo —me cruzo de brazos.
—¿Tanto es tu odio hacia él?
Suspiro. —Puede que si, me creerás loca, pero hay algo en él que no me convence del todo para confiar en su persona.
—Eso linda, se llama sexto sentido —me dice mientras pone su dedo índice en mi frente.
—Sino me dices, yo ni en cuenta de que se llama así —me río—. El chiste es que oculta algo, y no creo que sea algo bueno —trata de opinar y lo interrumpo—. Y no, no soy acosadora —ya no dice nada.
—¿Y qué dicen tus papás al respecto? —empezamos a caminar, dejando solo a Rinaldi ahí tirado.
—Papá ya tiene la ligera sospecha de lo mismo, y mamá, pues, no le he dicho, suficiente tiene con sus deberes de diosa —respondo.
—Y aquí va mi otra pregunta, ¿no sospechas de su prima? Bueno, porque son familiares y todo eso —trata de explicar.
—No, ella se ve que es tranquila. No puede ser ella —pateo un roca pequeña.
—Uno nunca sabe, a veces es alguien de quién menos te lo esperas —me da un beso en la frente y desaparece.
Amo cuando me da besos en mi frente, porque siento ese cariño que transmite.
En eso escucho que alguien me llama, o mejor dicho, me grita. Veo quién grita y es Val.
—Niña, te andaba buscando.
—Favores, no hago; dinero, no tengo. Y una vez aclarado eso, dime.
Ella suspira. —Solo quería saber cómo estás. Después de lo que pasó con tu hermana.
—Ay Val, yo, peleas con ella no quiero. Pero siento que está cegada de amor por ese tipo —la miro.
—Tranquila corazón, vas a ver qué esto se va a arreglar —me abraza.
—¿Oye? —nos separamos del abrazo—. Nunca has sentido que cuando ves a una persona o algo, sientes que algo no cuadra —la miro.
—Mmmm, algo así. ¿Por? —empezamos a caminar hacia las cabañas.
—Porque desde que llegó Rinaldi, he tenido esa sensación, y no se me quita —confieso.
—¿Algo como sexto sentido?
—¡Exacto!
—Pues a mí no se me quita con su primita —trata de decirlo sin importancia.
Me río burlonamente. —Vamos Val, admite que estás celosa porque está cerca de mi hermano —hago una mirada pícara.
—No es cierto —mira para otro lado.
—No digo —ambas seguimos nuestro camino—. Yo sé cuando mientes Val, así que a mí no me engañas.
Si preguntan por el tal GianCarlo, ese se quedó tirado en el suelo. Ya ni le pregunté a Mateo cómo hizo eso. Ojalá no se me olvidé preguntarle, porque soy tipo Dory.
Bianca
—Vamos Bi, es tu hermana, ella solo quería hacerlos entrar en razón. Porque hasta cierto punto, ella no estaba equivocada —dice mi tía Evangeline mientras yo entreno—. Sino, pregúntale a tu tío Percy.
—Pero con él fue diferente —sigo practicando.
—No, no fue así. Aún así piénsalo —se levanta del tronco en el que estaba sentada—, pero yo sé bien que si uno de ustedes se encuentra en problemas, los otros no dudarán en ayudar —se va.
Parte del tiempo me la pasé entrenando, pues desde que me peleé con Gina, y por el momento no quería hablar con ella.
—Hola preciosa —me susurra en el oído.
Me sobresalto. —GianCarlo —lo miro—, ya te he dicho que no me sorprendas de esa manera. Un día de estos te puedo matar sin querer.
—Correré el riesgo —se acerca a mí, al punto de quedar un pequeño espacio entre nosotros.
Alguien hace ruido y nos separamos. Para ver a mi mamá cruzada de brazos. —¿Interrumpo algo? —su mirada es seria y alza una de sus cejas.
—No señora Laforêt —Carlo se puso nervioso y puso sus manos atrás.
—Eso fue cuando estaba soltera, ahora soy Di Angelo. Solo para advertirte, no te acerques mucho a mi hija, y conste que estoy siendo blanda contigo chico, mi esposo no hará lo mismo, y mi hijo menos —se va.
—Odio admitirlo, pero tu mamá me da miedo, pero más miedo me da tu hermana.
Me río ante su expresión. —Son así porque son protectores, pero la que exagera es mi hermana Gina —cambio mi expresión al nombrar a mi hermana—. Debería darte una oportunidad, conocerte mejor, si lo hiciera, no hubiéramos tenido estos problemas.
—Vamos linda, no te desanimes. Aquí estoy para ti —me dedica una sonrisa.
—Gracias Carlo —lo abrazo. Le tengo que demostrar a Gina que está equivocada.
Nico Jr
—Gracias Carlo —arremedo a mi hermana—. ¿Más cursi no puede ser? —susurro mientras los espío desde un denso arbusto.
<<No la has visto al cien>> —aparece Gina en su forma lobuna y se acerca a mí.
—Agh, no me lo quiero imaginar —le respondo bajo.
<<Imagínate yo. Y más que me irrita estar cerca de él, no hay momento en que no quiera matarlo>> —muestra sus colmillos.
Los miro. —Lindos dientes, y muy brillosos —la halago.
<<Hay gracias, uso la pasta de mejor marca, por eso están relucientes>> —evito reírme ante su comentario.
—Ay Gina, eres una mezcla de linda y salvaje.
<<Y lo soy>> —me guiña un ojo—. <<Ya me aburrí, ¿y si vamos a un Burger King? Ya me dió hambre>>.
—No, quiero ver qué pasa con ellos dos después de la gran interrupción de mamá —solo escucho que bufa, me volteo a ver y ya no está. Solo espero que piense en su hermano querido y adorado.
Gina
Al llegar a la cabaña, me cambio de ropa, luego de ser rechazada por mi propio hermano para ir por unas hamburguesas. Chasqueo mis dedos y aparece alguien atrás de mi.
—A sus órdenes señorita Gina —me doy vuelta y Mateo está haciendo una reverencia de 90 grados.
—Deja de ser bromista —lo miro de manera divertida—. ¿Me acompañarías por unas hamburguesas?
—Bueno, pero evita a hablar como si yo fuera de carne y hueso, te van a considerar loca si te ven así.
Me pongo una chaqueta negra. —Tomaré eso en cuenta, ahora vamonos.
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