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Capítulo 5


⚠️⚠️⚠️ADVERTENCIA⚠️⚠️⚠️

Antes de que comiencen el siguiente capítulo he de decirles que contiene descripciones explícitas de diseños macabros que, como comprenderán, sólo se le ocurrirían a mentes perturbadas como la mía. A partir de este capítulo ustedes y yo nos convertiremos en artesanos de nuestras ideas. Siéntanse libres de iluminar las habitaciones como ustedes deseen 😉. El pobre de Trent no tendrá otra opción que iluminar su vida en Red Forest con los diseños que el artesano y yo le confeccionamos, pero ustedes pueden hacerlo mejor.  Generen sus propios diseños y envíenmelos a cualquiera de mis redes sociales💕👻

Yo creía que ya lo había visto todo, pero definitivamente este pueblo se encargaba, a cada segundo, de restregarme en la cara lo equivocado que estaba. Parado en el portal de la cabaña, miré hacia la puerta mientras escudriñaba los alrededores y, de no ser porque mi estómago es un poco más fuerte que el de una persona común, me hubiera desmayado o vomitado. Los candelabros que iluminaban una de las zonas más acogedoras de mi nuevo hogar eran la cosa más asquerosa que jamás vi. Cuatro huesos de columna vertebral que, por el tamaño, podría decir que son humanos, simulaban una vela sobre una superficie plana, también de hueso. Vértebras apiladas en una línea casi recta, una a cada lado de la puerta, con una mecha en la punta. No entendí una mierda, ¿cómo diablos funcionaba eso?

Hilda abrió la puerta y entró haciéndome una seña para que hiciera lo mismo, pero mis piernas no se movían.

¿Qué me esperaba ahí dentro?

No estaba preparado para eso. Me entraron unas ganas terribles de gritar y salir corriendo. Sin embargo, no había espacio para la cobardía en este nuevo yo que me había empeñado tanto en construir si quería sobrevivir aquí, así que entré. El lugar no era más que una cabaña normal, un tanto más acogedora que la de Hilda. En cuanto puse un pie dentro, un olor agudo a barniz recién puesto me atacó la nariz. Estar ahí dentro se sentía como vivir a la intemperie entre los árboles.

Su interior estaba acomodado con una butaca de madera tapizada en verde que rodeaba una chimenea, que al parecer no había sido usada antes; una alfombra verde oscura a juego con el mueble, cubría los tablones del suelo; una cama en apariencia tan cómoda como la de Hilda, y lo que más llamó mi atención: un escritorio.

¿Ya dije que el aroma fresco a leña húmeda me mantuvo en un trance constante?

Caminé despacio mientras observaba la estancia hasta que llegué al escritorio. Una mesa de ébano a juego con su silla, de ahí provenía el olor penetrante a barniz. El mueble brillaba a tono con su oscuridad; temí tocarlo y ensuciarme las manos de la viscosa sustancia. El artesano que diseñó y fabricó esta belleza lo hizo con mucho detalle. Las vetas de la madera, aún visibles y bien pulidas, le daban un toque burgués. Yo quedé prendado de su diseño y su olor. Ya me imaginaba sentado, tecleando y tecleando, dándole vida a mis ideas y personajes. Sobre la mesa había una lámpara inclinada hacia abajo, en mi contemplación froté mi mano contra su abultada cabeza y con las yemas de mis dedos rocé unas grietas que...

—¡Qué demonios es esto!

Me desequilibré, tropecé con la pata de la silla y con mis propios pies torpes. Caí temblando al suelo y Hilda no hacía más que reírse. Mis ojos desorbitados viajaban entre la gorda y aquel artefacto infernal.

—¿Qué pasa, filetito? No es la primera vez que te topas con una de las creaciones de Yosuke. No sé por qué te alarmas tanto, no deberías ser tan impresionable. ¿Nunca te han dicho que la adrenalina endurece la carne?

Aún no me acostumbraba a la cantidad de palabras por segundo que esa gorda podía articular, no tenía idea de qué hablaba ni capacidad para procesar tanta información novedosa para mí, y menos en ese estado en el que me encontraba.

¿Yosuke? ¿Quién es Yosuke? ¿Qué carne?

No tuve cabeza en ese instante para pensar en nada de lo que me estaba diciendo. La lámpara era un cráneo humano.

¡Un endemoniado cráneo humano! ¿Eso era tan normal para todos aquí o qué?

La luminaria tenía un diseño común. Una base, un tronco y la cabeza; donde iría la bombilla. Lo que me tenía tiritando como cachorro húmedo era la osamenta que conformaba esas partes. La base era un hueso plano; el tronco, una columna vertebral; y la cabeza, un cráneo humano. Desde mi posición en el suelo pude ver cómo la luz salía por las cuencas de los ojos, el orificio de la nariz y por el espacio que se formaba entre sus dientes.

La mandíbula de la lámpara estaba abierta. ¿Tiene eso algún sentido para alguien?

—¿Es crudelísima, no crees? Es de las favoritas de Yosuke. —Mis ojos se desviaron hacia ella como quien ve un espécimen de dinosaurio en el siglo XXI—. Fue su primer diseño y el más difícil de lograr.

Ella hablaba y yo solo podía pensar en la persona a la que le pertenecían esos huesos

—Mira, te enseño cómo funciona.

¿Y eso tenía un funcionamiento? ¿Tenía algo más que una lámpara hecha de huesos humanos?

Hilda se movió hasta el escritorio y colocó su mano en la articulación inferior del cráneo.

—La luz es regulable. Si quieres menos luz, haces esto —cerró la boca de la calavera y la mía se abrió acto seguido, como un efecto dominó—. ¿Lo ves? Más luz, menos luz, más luz, menos luz —me mostraba con movimientos alternantes entre abrir y cerrar los maxilares del cráneo.

Claro que aquí siempre debía existir algo más. En Red Forest nunca había suficiente morbosidad.

En ese momento mi cerebro se apagó por completo. ¿Cómo se suponía que viviera en ese lugar con semejante aberración, mirándome constantemente y que además debía tocar? Hilda se quedó esperando una reacción verbal que no le ofrecí, no podía hacerlo. Las palabras habían decidido abandonarme, así que se apartó del escritorio y se mantuvo de pie, observándome.

—De saber que eras tan gallina, no habría votado por ti.

—¿Votar por mí? ¿Para qué?

—Olvídalo, yo mejor me voy a preparar la cena que ya es tarde —se giró sobre sus pies buscando la salida—. No vayas a perderte, solo debes seguir el camino de piedra y pasar las aguas de Natrun para llegar hasta aquí y en sentido contrario para llegar al centro del pueblo —me orientó mientras su cuerpo gigante pasaba el umbral de la puerta.

Por un momento me pregunté si las habitaciones habían sido construidas con su medida y la imagen de una Hilda atorada en la puerta se dibujó en mi mente mientras sus más de doscientas palabras por segundo llenaban la habitación.

Me indicó que asistiera al restaurante del pueblo cuando el reloj marcara las ocho. Me dijo que ella cocinaba para todos y que las comidas eran allí. Habló muchas más cosas, pero ya estaba demasiado canso como para prestar atención.

"Si quieres tomar un tentempié o embriagarte, vas al bar de Jimmy, y si te enfermas, pregunta por Keith."

No tenía idea de quiénes eran ellos, pero ya lo averiguaría después.

Hilda me dejó a solas en mi cabaña y fue entonces cuando pude aunar fuerzas para ponerme en pie. Seguí observando con cautela el lugar, sin tocar nada por el momento. Después de mi experiencia con la lámpara no quería más sustos. Hasta que entré al cuarto de baño y vi todo lo que necesitaba en ese momento: una bañera.

Me metí lentamente en la tina, y aunque el agua helada no era lo que esperaba, la sensación de mis músculos destensándose sí era algo que necesitaba. Pensé en que nunca antes había vivido tantas cosas absurdas en tan poco tiempo. Estuve rememorando todo lo absurdo por lo que pasé en las últimas horas y ahí comenzó a formarse una historia de fantasía en mi cabeza para un nuevo libro. Una novela de fantasía oscura, donde el personaje principal haría hasta lo imposible para escapar de un pueblo maldito en el que quedó atrapado. La trama me sabía a Best Seller, solo si la historia tenía un final feliz y el protagonista, o sea yo, lograba escapar de ahí.

Fue en esa bañera y con mi piel desnuda dentro de un agua casi polar, cuando decidí convertir mi historia en un testimonio, algo así como un diario pero sin fechas. El escrito sería solo para documentar. En este lugar podría pasarme cualquier cosa y nadie lo creería. Por eso desistí de mi historia fantástica, que para mí eran una realidad, y me concentré en lo que mejor sabía hacer: escribir.

Salí de la bañera hecho una pasa. Estuve casi media hora dentro del agua, inundando mi cerebro con ideas y me había olvidado de que podría convertirme en una arruga con lentes y ojos azules.

Al salir del cuarto de baño, mis maletas me esperaban organizadas y una muda completa de ropa estaba dispuesta sobre la cama. Mi cuerpo desnudo y goteaste quedó petrificado...

No recordaba haber traído mis maletas conmigo porque jamás las saqué del auto y mucho menos escogí ropa antes de entrar a bañarme. Me encontraba desnudo precisamente porque me metí en la tina sin más. Caminé cauteloso hasta la cama y miré nervioso hacia todas partes, abrí la ventana, me asomé, no había nadie por los alrededores.

El conjunto que descansaba sobre mi cama era sencillo y veraniego: una camisa azul oscuro de manga corta y un short de tela beige claro.

Como ya dije, todo aquí era así de extraño.

Quien sea que estuvo detrás de esa farsa quería que me sintiera en un lugar de descanso, pero en realidad me sentí bastante perturbado y, después del evento de la ropa, observado. Me puse obedientemente el conjunto; si ellos querían jugar yo, les seguiría el juego. Noté que el reloj empolvado sobre la chimenea marcaba cerca de las ocho, así que salí.

La oscuridad del camino me recibió como Caronte a las puertas del inframundo y yo solo contaba con un asqueroso candelabro de huesos que me habían dejado en las afueras de la cabaña. Supongo que ya me estaba acostumbrando a eso de los huesos o al menos eso me propuse aparentar frente a esta gente. Agarré ese candelabro y avancé por entre las penumbras del bosque como si llevara viviendo allí por mucho tiempo.

Si realmente quería averiguar qué o quién era el causante de toda esta locura, debía abrir mi mente y adaptarme a mi nueva realidad lo más rápido posible.

En mi recorrido pasé por las aguas luminiscentes de Natrun y no hizo falta el candelabro. El azul fantasía iluminaba el lugar y me llamaba. Yo sentía que el agua me llamaba y me acerqué. Estuve de pie en el borde de la poceta y, aunque esperaba aguas cristalinas, me topé con la profundidad abismal de esas aguas. En ese instante, puedo jurar, que un canto arrullador me adormeció las piernas. El aire se sintió pesado y mis párpados se esforzaban por mantenerse abiertos. Mi cuerpo se tambaleó por unos instantes, envuelto entre el aroma frío del lugar y la melodía que me envolvía.

Iba a caer al agua...

Aún no es el momento, querido Trent.

—Aún no es... —repliqué atontado.

Sentí una caricia en el rostro, como un leve roce de uñas sobre mi piel. Una brisa cálida rodeó mi nuca y se me erizó la piel. Fue como si alguien me suspirara por detrás. Me encontré lejos de la realidad por un momento. Cerré los ojos y me dejé llevar por la magia de aquella cascada misteriosa. En ese instante, unos dedos como nubes de algodón giraron con delicadeza mi rostro. Abrí los ojos y mi emborronada vista solo me permitió observar las finas facciones de una hermosa mujer, traslúcida, cubierta de un abundante cabello rojo y unos ojos verdes como el mismísimo bosque. Aquel hermoso ente que me embriagó con su melodiosa voz, envolvió mi rostro entre sus manos y sus ojos centellaron.

Tu rostro me resulta hermoso. Es una verdadera lástima.

Desapareció tras aquella declaración.

—¡Espera! —le grité a esa masa de energía, a ella—. ¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres de mi?

No obtuve respuesta. Giré como loco sobre mis pies y estuve a punto de caer una vez más. Mis pies tropezaron con una de las rocas y me sostuve sobre el borde con el rostro a solo centímetros de mi reflejo en el agua.

—¡Diablos!

Cada vez surgían más cosas que no lograba entender.

Molesto y un poco mareado, me puse de pie y agarré el candelabro de vértebras e iluminé el camino hasta el restaurante. Me adentré y escudriñé los rostros que me miraban con asombro, como si no esperaran mi presencia allí. En una mesa estaban los chicos que se reían de mi esta mañana, sentados uno frente a otro; en otra, estaba el japonés musculoso y Hilda entraba y salía dejando platos sobre las mesas. En uno de sus recorridos atinó a verme en la puerta, de pie, mirando la escena.

—¡Oh filetito, viniste! Pasa, siéntate en la mesa con Emma. —Me ordenó la gorda nada más verme y su mirada se detuvo unos instantes sobre mí—. ¿Qué te pasó? ¿Te perdiste en el bosque?

Su pregunta llena de sarcasmo y sus ojos fijos en las manchas de barro en algunas zonas de mi ropa me llenaron de vergüenza, provocando que mis mejillas se tornaran rosadas.

¿Emma? Ese nombre era nuevo para mí. Ya sabía de alguien llamado Jimmy y alguien más, creo que su nombre era Keith. Escaneé el lugar hasta que vi a una chica sentada sola al final. Me acerqué y me senté con cautela, dormía con la cabeza gacha sobre la mesa y no quise molestar. Unos cabellos castaños le caían sobre los hombros y sus uñas largas se cubrían de un rojo intenso.

Hilda llegó a preguntarnos por el menú, pero yo no escuché nada. En cuanto Emma levantó su rostro, sentí el estómago lleno. Un temblor me zarandeó en el interior y me sentí saciado. Era el rostro más hermoso que nunca antes vi. Sus facciones eran delicadas. Sin tocar sus mejillas supe que, de hacerlo, se sentirían aterciopeladas.

—¿Filetito, me estás escuchando? —La voz de Hilda me sacó de mi mundo de algodón de azúcar.

—Sí, quiero lo mismo que pidió ella.

—¿Estás seguro?

Emma posó su mirada sobre mí, mi respiración colapsó y mi mundo... dejó de girar. 

++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

***

—Saldrá todo bien, Bridget.

—Es muy pronto para decirlo. ¿Ya comenzó la próxima fase?

—Estoy en ello. Esta noche Jimmy me entregará el cuerpo.

—Muy bien. Nos estamos acercando a la libertad. 


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