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Capítulo 2

Negro. Sentí mi consciencia golpeando las meninges de mi cerebro, pero todo estaba negro. Me pesaban los párpados y un olor intenso a cebolla frita, ajo y yerbas aromáticas se colaba por mi nariz. Hasta ese momento no recordé que, hacía más de ocho horas, que no probaba bocado. Con mucho esfuerzo intenté mover mis párpados, se sintió como cuando te despiertas de una noche larga de resaca y drogas duras. La dolorosa luz se filtró despacio hacia mis pupilas hasta que logré abrir los ojos por completo. Estaba acostado en una cama, muy cómoda, con un colchón esponjoso.

—¡Oh! Al fin despiertas —una voz femenina proveniente de una señora regordeta en delantal, me trajo a la realidad.

Me encontraba en una cabaña un poco rústica, con paredes y techo de madera. Las ventanas eran de cristal, algo moderno para lo que representaba el resto de la habitación. Múltiples gajos de yerbas colgaban boca abajo en las paredes, impregnando la habitación con un popurrí de aromas a los que mi olfato no estaba acostumbrado. Estornudé y se me removió el mundo.

—¿Dónde estoy? —Me incorporé lentamente en el borde de la cama.

Tuve que sostener mi cabeza y apretarla con fuerza, un dolor horrible me taladró los sesos y me sentí aturdido por unos segundos

—¿Dónde está ella?

La señora se acercó con un tazón de caldo, con el cuidado de no derramar el contenido grasiento que brillaba al tope del recipiente. Lo tomé sin pensarlo y ella se sentó en una silla de madera, frente a la cama. Tenía tanta hambre que el vapor que me escocía la lengua y la garganta me pareció insignificante. El líquido marrón oscuro se derramó por la comisura de mis labios y las gotas se precipitaban desde mi barbilla hasta el suelo. La manta que me cubría el pecho cayó y me percaté de que estaba desnudo.

—Vaya, fue una suerte que encontrara ingredientes para prepararte ese caldo —me dijo cruzando los brazos bajo sus pechos gigantes—. Por cierto, me llamo Hilda.

Su mirada me escaneó como si fuera uno de sus preciados ingredientes. Me terminé por completo el caldo y dejé el cuenco en el suelo para agarrar rápidamente la manta y cubrirme.

—Encantado, mi nombre es Mortimer Trent —le tendí una mano—. ¿Me puede decir por qué estoy desnudo?

En un movimiento casi imperceptible, acunó mi mano entre las suyas; el morbo nació en sus ojos mientras me acariciaba los dedos como si de una pieza museable se tratase.

—Qué bonitas manos tienes, Mortimer —me miró casi salivando—. Tus trapos estaban llenos de barro y los dejé afuera para que se lavaran con la lluvia de anoche. —Me señaló con la barbilla hacia una línea de alambre afuera de la cabaña.

—Trent..., me gustaría que me llamara Trent —recuperé la mano de un tirón hasta mi pecho—. Soy escritor y tengo que cuidar en extremo mis manos. Y gracias por el gesto que tuvo al lavar mis "trapos".

Todo fue muy extraño. Primero, esa niña, luego me desperté en un lugar que no sabía dónde diablos estaba en el mapa y después, esta mujer con su mirada morbosa. Algo en ese lugar andaba muy mal y tenía que salir de allí. Necesitaba llegar al destino de mis vacaciones antes de que me agarrara la noche. La última vez que estuve consciente, no faltaba mucho para llegar.

—Bueno, Trent, estás en la cabaña de la cocinera de Red Forest, si eso te sirve de algo —su voz sonó cortante—. Sobre la otra pregunta que me hiciste —hizo una pausa y se le oscureció el rostro—. No sé de quién hablas.

Hilda se puso de pie frente a la encimera de madera donde la esperaban más ingredientes y trozos de carne de algún animal. Agarró un hacha pequeña y comenzó a procesar la carne con fiereza. Era una mujer con brazos fuertes. Su apariencia me recordaba a las campesinas rusas de los años cincuenta.

—¿Red Forest? Entonces esta es la villa de vacaciones, ¿cierto?

—¿Vacaciones?, eso me gustaría a mí —una carcajada removió su cuerpo grasiento—. Es una villa tranquila, eso sí. Cada cual vive en su mundo. Si buscas cambiar de aires, deberías quedarte. —dijo mientras las gotas de sangre salpicaban en las paredes tras cada hachazo.

—Bueno, pero tengo que pagar en alguna oficina el tiempo que voy a quedarme hospedado aquí. ¿Dónde hago eso?

La conversación se interrumpió tras otra fuerte carcajada que me hizo entrecerrar uno de mis ojos en una mueca de dolor. ¿Qué le hacía tanta gracia? Se suponía que si iba a vivir en una casa que no era mía, aunque sea por una semana o dos, debía pagar.

—No te preocupes por el pago —detuvo la carcajada en seco y su voz sonó profunda y gutural—. Cada uno paga a su debido tiempo en Red Forest.

Su actitud parecía fuera de lugar y no entendí lo que quiso decir, quizás se trataba de una nueva modalidad de pago para incentivar el turismo o no darle preocupaciones a los turistas desde el primer día que llegan. De una forma u otra, todo me pareció muy extraño y seguía con muchas dudas.

—Conmigo venía una niña. Toda sucia y con su ropa hecha jirones. Es ciega —el hacha, aún entre su fuerte agarre, se detuvo en seco en el aire— sabe si...

—Yo solo te encontré a ti —bajó el hacha con fuerza hasta separar los huesos de las patas de un animal bastante grande, ¿Alce quizás?

No le presté mucha atención, tampoco quería darle demasiada información a esta mujer. Era cierto que me había cuidado y alimentado, pero no la haría mi amiga por aquello. De igual forma, no me quedaría por mucho tiempo más en aquel lugar, todo era muy extraño y creí más sensato buscar otro ambiente en el que pasar mis vacaciones. Tampoco estaba preocupado por esa niña, la verdad no la conocía de nada y era bastante espeluznante como para querer encontrarme con ella de nuevo.

—Bueno, Hilda —me puse de pie de un tirón con las manos en la cintura dispuesto a irme. —Muchas gracias por su hospitalidad. Muy delicioso su sazón, pero yo voy a seguir mi camino.

La manta se deslizó, dejando al descubierto mi cuerpo desnudo. Mi colgante virilidad quedó a la merced de una señora con aires de carnicera, un hacha rebosante de sangre en la mano y su delantal salpicado como una pintura abstracta.

—No puedes irte, nadie puede...  

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***

—Aquí vamos de nuevo. Jimmy ven a ver esto.

—¿Qué pasa? ¡Oh! Tenemos invitado nuevo.

—¿Acaso Yosuke no se cansa de hacer siempre lo mismo?

—A mí me divierte. No puedes negar que tiene un talento para sacarte la mierda.

—Un día de estos le van a arrancar los dedos si no abre bien esos ojos.

—¿Pero qué problema tienes tú con eso?

—No lo sé, simplemente no me gusta la gente que no me muestra sus ojos.

Holaaaaaa querid@s lector@s espero que les esté gustando hasta el momento lo que leen. Siéntanse libres de comentar mi historia, votar, hablarme de sus teorías y sugerencias. Los leeré y responderé a todos. 

Saluditos desde el mundo de cabeza 👻💕

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