Capítulo 15
La grotesca imagen que dormía en mis sábanas sumergió mi ser en una laguna de lágrimas y asco. No sabía qué pensar. ¿En qué momento pasó esto? ¿Cómo pude ser tan estúpido y confiar ciegamente en la noche?
Me puse de pie, con ayuda de una fuerza colosal que sostuvo mi cuerpo desmoronado. Me sentía drenado, sin fuerzas para superar lo que acababa de pasar. Sin embargo, pudo más mi furia que el dolor. Corrí a las afueras, dejando sobre mi cama, los restos putrefactos de mi primer amor.
Sequé mis lágrimas con rudeza mientras me acercaba a la cabaña de Hilda. Derrumbé la puerta de una patada y para mi suerte la gorda no estaba. Muy en mi interior, lo deseaba así. Un hedor a sangre seca me abofeteó en el rostro, pero mis sentidos estaban nublados. Agarré el hacha manchada de un carmín oscuro, que reposaba en la meseta de Hilda, y emprendí mi camino hasta el restaurante.
Mi andar desesperado y lleno de ira se detuvo en seco cuando un horrible dolor de cabeza se incubó en mi cerebro. Me derrumbó. Mis rodillas cayeron al suelo junto con el hacha. Supongo que el exceso de emociones desenfrenadas había provocado una reacción adversa en mi cuerpo y me sentí a punto de explotar.
—¡Aaaah! —sostuve mi sien con mucha fuerza, quería reventarme la cabeza y ya de paso desaparecer de la faz de la Tierra.
Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, cargadas de recuerdos y emociones. Las imágenes de Emma recorrían mis pensamientos. Sus ojos bellos, sus rizos traviesos y esa sonrisa que me hacía olvidar el infierno en el que estaba viviendo.
Los recuerdos se mezclaron y comenzaron a mostrarse otros que no me pertenecían. Una iglesia antigua, una joven pelirroja que nadaba en aguas brillantes. Yo la besaba y su sonrisa parecía hacerme olvidar las mismísimas tinieblas del infierno. Ese no era yo
—¡Aaaah, detente! —exprimí con más fuerza mi adolorida cabeza—. ¿Qué quieres de mí? ¿Quién eres?
Las voces de dos personas ajenas a mi vida se entrelazaban en mi subconsciente y eso me provocaba un inmenso dolor cerebral. Me desplacé a rastras hasta llegar al borde de la cascada. Mi reflejo en las aguas cristalinas no se mostró nítido por las lágrimas que llenaban mis ojos. No era yo en el reflejo, sino alguien más. Un rostro lleno de dolor y angustia, con deseos reprimidos y unos párpados cansados que cubrían su mirada cargada de culpa.
—Quiero verla. Déjame verla —me susurró el hombre del reflejo.
—¡Aaaah! ¿Quién eres? —Con cada palabra de aquel hombre mi cabeza amenazaba con explotar.
—Encuentra las hojas de mi vida. ¡Date prisa!
—¿De qué hablas? ¿Quién eres? ¡Aaaah, mi cabeza! —Tras ese grito que desgarró mi garganta, introduje mi cabeza de lleno en el agua y pegué un grito hacia lo profundo, donde nadie me escuchara, donde pudiera exteriorizar mi dolor y mi angustia.
Quise ahogarme junto con mi sufrimiento, pero el maldito que le había hecho esto a Emma debía pagar. Deseaba tanto hacerlo sufrir, sin importar que fuera hombre o mujer; lo haría pagar sin pensarlo.
Saqué mi cabeza atormentada de las aguas de Natrun. Con una bocanada inmensa de aire, llené mis pulmones y recuperé el aliento. El hombre en mi reflejo había desaparecido, solo quedaba mi propio rostro cargado de ira. Me puse de pie con agilidad, el dolor de cabeza había desaparecido y las gotas chorreaban por mis ropas mugrosas cubiertas de polvo y lodo. La furia que corría por mis venas me llenó de una valentía bestial, agarré el hacha nuevamente y llegué al restaurante dando pasos llenos de una decisión homicida. Abrí la puerta con fiereza y mi respiración agitada me provocaba un vaivén en el pecho. Una escena que parecía sacada de una película de vaqueros de oeste.
Adrenalina. Eso fue lo que sentí al enfrentar a los que para mí habían sido, hasta el momento, los cuatro jinetes de apocalipsis. Sin embargo, uno de ellos faltaba en la escena, Keith. No estaba y eso llamó mucho mi atención; sin embargo, no era de ella de quien sospechaba.
Levanté el hacha hasta que los puse en la mira, los señalé y amenacé con unos ojos que no sabía que tenía, una mirada asesina y sedienta de venganza.
—Filetito, ¿qué pasa? —intentó acercarse hasta mí la gorda, con aquella voz dulce que no me convencía para nada.
—¡Hilda! Detente. No te le acerques —el japonés la frenó en seco con una sola advertencia—. Está empapado. No lo toques.
En ese momento comprendí que yo mismo había acabado con mi propia vida, en el momento en que decidí hundir mis pensamientos en aquellas aguas malditas. Me iba a convertir en piedra. Era una cuestión de minutos, horas o meses. Nadie sabía cuánto demoraba el efecto. Sin embargo, estaba dispuesto a morir si lograba concretar mi venganza y el alma de Emma podía descansar en paz.
—¡Silencio! —grité y mis piernas se movieron intranquilas y sin rumbo. El hacha viajaba entre los presentes, señalando sus cuerpos—. ¿Quién fue, eh? ¿Quién lo hizo?
Mis gritos no parecían desconcertarlos; sin embargo, pude notar que no entendían a qué me estaba refiriendo. La frustración se apoderó de mí y las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos, nublando nuevamente mi campo de visión. Me arranqué las lágrimas de una sola brazada y les reclamé una vez más.
—¿Quién de ustedes mató a mi Emma? ¡Demonios! —Tras mi grito, la gorda se llevó las manos a sus finos labios cubriendo el asombro que le provocó la noticia inesperada.
—¿Tu Emma? —Jimmy se acercó lo suficiente para chocar su pecho contra la punta afilada del hacha— ¿Quién demonios te crees que eres, para adueñarte de MI EMMA? —soltó un grito estruendoso al pronunciar esas palabras.
—Fuiste tú, ¿verdad? —mi respiración desesperada me dilataba la nariz y los ojos—. ¡Tú la mataste!, pedazo de mierda con corbata.
—¿Y si lo hice qué? Te sorprenderías al saber todas las cosas que le hice, pero es imposible que ella esté muerta.
—¡Está muerta! ¿Qué no entiendes?
—Imposible —el rostro de Jimmy se tornó desanimado y perdido —. Me mintió.
No supe a qué se refería, yo solo quería enterrarle el hacha en la cabeza.
—Esa bruja... —Jimmy se revolcaba el cabello como percatándose de un gran fraude.
—¿Qué bruja? ¿De qué habla todo el mundo que yo nunca me entero?
—Ella me mintió. Me dijo que...
—¡Jimmy! ¡Cállate! —El japonés lo interrumpió como si estuviera a punto de revelar un gran secreto.
—¡No! ¡Tú haz silencio! —Sus pasos torpes comenzaron a tropezar con las mesas de la habitación y se susurraba a sí mismo como un loco—. La bruja me dijo que podría tenerla de nuevo, que Emma sería mía otra vez.
Con cada palabra de Jimmy, las nubes se amontonaban como si una tormenta llena de maldad se estuviera formando sobre nuestras cabezas. Fue algo sorprendente y a la vez desconcertante. La habitación se tornó oscura y fría. Noté cómo Hilda y Yosuke se separaban de Jimmy, como si un demonio estuviera a punto de emerger de su cuerpo. Bajé el hacha y me aparté de la entrada, lo rodeé. Algo no andaba bien aquí y no iba a ser yo el que pagara por cuentas de mi ignorancia.
—¡Tú! ¡Todo esto es tu culpa! —Jimmy me señaló en un grito lleno de ira.
Se abalanzó sobre mí con su puñal filoso y cargado de resentimiento, listo para atravesar mi cuerpo. Fue todo tan rápido que cerré los ojos y me hice un ovillo de carne temerosa. Esperé mi muerte, pero nunca llegó.
Silencio. Un silencio repentino y sepulcral me salvó de morir, una vez más.
Unas gotas comenzaron a caer sobre los cristales pulidos de mis lentes y al abrir los ojos pude ver el color carmín cubriendo mi campo de visión por completo y derramándose por mi rostro. Aparté los lentes con las manos temblorosas y me encontré con el rostro de Jimmy completamente ensartado por una púa negra que sobresalía por su boca. Tragué en seco y me refugié aún más en la esquina en la que mi cuerpo se encontraba confinado por el terror que sentí en ese instante. Desvié la mirada hacia los otros. Se encontraban tan o más aterrados que yo y observaban fijamente hacia la puerta. Cuando moví la mirada hasta el motivo de su preocupación, me encontré con una Alice envuelta en penumbras y con la mano alzada hacia mi dirección, o más bien, hacia la dirección de Jimmy.
La niña tenebrosa dejó caer su mano, haciendo desaparecer la púa sombría, y el cuerpo sin vida de Jimmy se desplomó sobre mí. Alice, lo había asesinado.
Yo no tenía fuerzas para hablar, ni siquiera para gritar. Los pasos de Alice se acercaban hasta mí, su mirada vacía y desafiante me hacía estremecer. No sé si lo hacía por placer o por necesidad, pero sus pasos eran desesperantes, terriblemente lentos. Mi corazón se sentía en una carrera de velocidad, huyendo del andar de aquella niña con aspecto espectral. Se quedó de pie frente a mí. Me observó por unos instantes con aquellos ojos blancos y agarró el cuerpo desplomado de Jimmy por el cuello de su camisa perfectamente planchada. Lo arrastró hacia la salida, dejando un camino sangriento a su paso. La púa había atravesado su cabeza y un agujero inmenso, en el cráneo ensangrentado de Jimmy, se develó frente a mis ojos en el instante en que Alice giró su cuerpo de espaldas a mí.
Ignorando por completo a Yosuke y Hilda, quienes sostenían sus cuerpos a duras penas contra los tablones del fondo del restaurante, Alice salió arrastrando el cuerpo de Jimmy y como por arte de magia blanca o negra, el cielo comenzó a despejarse. Me recordó mucho el día en que llegué aquí, el momento en que las nubes me apresaron en un ambiente gélido y tenebroso. O aquella ocasión de tormenta en la que los relámpagos amenazaban con destrozar el bosque. En cada una de esas ocasiones, incluyendo esta, la presencia de esa niña era un hecho indiscutible. Estaba completamente seguro de que algo tenía que ver con los sucesos sobrenaturales y con esa bruja que mencionó Jimmy. En ese instante todo cobró sentido, esa bruja estaba ligada a la maldición y tenía que averiguar cómo encontrarla.
Me quedé en un limbo dentro de mis pensamientos y mis conjeturas. ¿Qué acto tan grave había cometido yo en el pasado para merecer tal castigo? Estar aquí era una inyección mortal para la mente de una persona normal, pero el simple hecho de estar en Red Forest me decía que yo no era nada normal. Quizás el misterio era yo y por eso nunca llegaba a ninguna conclusión. ¿Acaso debía investigarme a mí mismo? Tal vez debía aprovechar esta oleada de valentía e intimidar a todos para que me dijeran sin tapujos todo lo que sabían. Por supuesto que corría un grave peligro, pero qué importaba ya si la maldad de las aguas de Natrun se había alojado en mi cuerpo y bajo mi piel.
—Escritor, ¡ey! —el japonés intentaba llamar mi atención—. Escritor —me aclamó con más fuerza.
—¡Diablos! Usted siempre tan sigiloso. —Me asusté, pero en realidad mi cuerpo estaba alerta y listo para rajarle el hacha en la cabeza si intentaba algún movimiento extraño de esos que acostumbraba a hacer.
—Llévame hasta donde está Emma. ¡Rápido!
—¿Qué quieres con ella? ¡NO! —le grité.
Lo imaginé usando los huesos de Emma y eso me enfureció.
—Confía en nosotros. Todos estamos en la misma situación aquí. —agregó Hilda desde la distancia.
Al japonés pareció extrañarle la reacción de la cocinera, pero no refutó.
—Que confíe en ustedes —les susurré—. ¡Están locos!
Mi respiración se tornó inestable.
—Me han mantenido en una agonía constante, con verdades a medias, miradas llenas de secretos; ¿y aun así me piden que confíe en ustedes? ¡NI MUERTO!
Con cada palabra desesperada que salía de mis labios corría el peligro de morir a mano de alguno de ellos, pero en el fondo sentía que esta vez estaba equivocado. Ellos me escucharon sin replicaciones y compartieron una mirada llena de complicidad.
—Te contaremos todo lo que sabemos —agregó Hilda.
—Nosotros tampoco sabemos toda la verdad —rectificó el japonés—. Por el momento llévame hasta donde está Emma, debemos darle descanso a su pobre alma. —hizo una pausa y se acercó más a mí como temiendo a un mal mayor—. Al parecer algo se ha salido de control.
—Nos queda poco tiempo, filetito. Los sacrificios han comenzado.
+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
***
—Vaya, vaya. Pero miren nada más que cositas tan hermosas me han dejado de regalo. Solo tengo que hacer un corte por acá y listo. ¡Ah! Hermosos. Simplemente, espléndidos. Las piezas más exóticas de mi colección. Te verás un poquito fea después de esto, querida, pero creo que no los necesitarás más. Digamos que es una donación para un alma que está a punto de conocer el infierno.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro