
3._Deseo
Bills volvió solo unos días después a ver a la muchacha. Era de noche y la observó quemar papeles en un bote de basura metálico, en el patio de su casa. Cuando ella entro, Bills rescato un cuaderno, en cuyas páginas se vio dibujado. Lo hojeo rápidamente y descubrió que muchas páginas eran ocupadas por su retrato. Dirigió sus ojos a la ventana corrediza y entro por ella sin hacer ningún ruido. La joven estaba de rodillas en el piso, ordenando unas hojas escritas,que se esparcieron por la alfombra,cuando alarmada se puso de pie. La sombra de Bills,delató su presencia y la pobre muchacha pego su espalda al ropero, con temor.
El dios la contemplo. La mirada de dulce admiración que ella le dio la primera vez que lo vio se había escondido en el fondo de esas pupilas que lo veían con miedo y desagrado.
-¡Nada queda!- le grito- Lo que no destruyo esa noche; lo he destruido yo. A menos que venga a terminar conmigo ¡Váyase!
Le habló con dolor y él respondió con indiferencia. Haciendo caso omiso a la petición de la muchacha, Bills se aproximó a ella. Se paro a unos pocos centímetros de distancia de la mujer, que parecía un pequeño ratón que disminuía su tamaño ante su presencia. La miró con atención y escudriñó el aire en torno a ella. El olor de la muchacha, se mezclaba con algún perfume de flores que se puso en aquel vestido verdoso, con pequeños tirantes sobre esos hombros pálidos en que la luz de la luna se derramaba sigilosa a través de la ventana.
-¿Qué quiere?- le preguntó inquieta. Su respiración estaba algo acelerada e intentando esconder el latido de su corazón, la joven, apretó sus brazos contra su pecho.
¿Qué quería ese dios que la desprecio? ¿A que había regresado? Se preguntó ella mientras esos ojos de oro se enterraban en los suyo. Cuando vio una de las manos del dios ir hacia ella tuvo el deseo de huir, pero su cuerpo no respondió. Se quedo petrificada, sintiendo el dorso de la mano de Bills sobre su hombro. Desde allí esos nudillos se deslizaron por su brazo, erizando su piel y agitando las brasas de su amor, por el que tan despiadadamente la rechazo, sin darle una oportunidad de decir nada. Cerro los ojos a raíz del disgusto que le causo reaccionar así, ante él, que posiblemente se estaba riendo para sus adentros. Pero no, Bills no estaba disfrutando de eso con el animo sádico que ella imaginaba.
Esa mirada que siguió a la primera, esa candida devoción no lo dejo indiferente, por eso volvió. A corroborar la idea que tuvo después de verla llorar. Mujeres hubieron muchas dispuestas a complacerlo por conseguir su gracia y favor, después de volverse un dios, pero muy pocas lo volvieron a mirar como ella, después de eso. Razones había, mas se volvían irrelevantes a ese punto de su vida. Un regocijo en su interior, lo hizo dibujar una sonrisa en su sombrío rostro mientras observaba lo que el toque más sutil de su mano, causaba en aquella mujer que le escondía sus ojos.
Un deleite olvidado se exaltó en el dios que descansó ambas manos sobre el ropero, a los costados de la muchacha, para inclinar su cabeza sobre el hombro de ella y respirar profundamente en esa zona medio escondida por su cabello. Un pequeño temblor causo esa proximidad en la joven. Una sacudida ajena al miedo, que lo complació por lo que termino con toda distancia entre ellos, después de todo, ella no lo estaba rechazando.
Ceder a la implícita propuesta era un acto suicida. Ella lo sabia, pero era incapaz de oponerse al arrebato de su carne que anhelaba esas caricias. Su mente tampoco ayudaba, pues infinitos fueron los delirios en que se entrego a él. La parte inmaterial de su ser, fue de él tantas veces que llevarlo a la realidad era como recorrer un camino cotidiano y sacro a la vez.
Estaba tan cerca que podía sentir la radiación de calor de ese cuerpo sólido. Su aroma, su textura y hasta su sabor penetrando sus papilas gustativas, sin lamer su piel.
Un acto suicida. Un acto mortal que podía matarla en vida al terminar ¿Y qué? Se estaba envenenando a ella nada más. Abrió los ojos y se encontró con los de él tan insondables que su melosa pasión se perdió en ellos, como todos sus otros sentidos y hasta su juicio.
-Tocame- le susurro el dios y las manos se le abrieron para irse a apoyar en el torso frente a ella.
Al amparo de una sencilla habitación, ambos se arrojaron al abismo.
No lo planeo así, pero la suerte estuvo de su lado. Una vez tomó la forma de un hombre de esa especie, Bills se infiltró en el palacio siendo confundido con uno de los siervos llevados para complacer a la diosa. Después de ser elegido por ella, callado la seguía por los pasillos de piedra hacia una apartada habitación, preguntándose si lo había descubierto. Era imposible todo en él, era diferente. Además de saber ella quien era él ¿Para qué llevarlo a otro lugar si podía destruirlo ahi mismo? Los papeles se habían invertido y ahora la poderosa era esa mujer de quien no podía quitar sus ojos. Veinte años la transformaron en toda una mujer y de una forma difícil de definir la volvieron hermosa. Su cintura estaba más estrecha, sus caderas más amplias y esa falda azul se colgaba de ellas con tal sutileza que parecía iba a desprenderse en cualquier momento. Su pálida espalda, delataba que no se lo paso perdiendo tiempo durante esos años. Whiss la había entrenado bien. Era tan diferente a la mujer que él recordaba. Ella desprendia un aura solemne, misteriosa y aterradora.
Al llegar a esa habitación con una cama amplia y un estanque de aguas termales, el vapor los envolvió. Era como estar entre nubes tibias que humedecian el cuerpo y escondían las cosas delicadas.
La diosa se sentó en el borde de la cama y se desprendió de ese incómodo calzado. Sus blancos pies quedaron suspendidos sobre los adoquines de una forma tentadora.
-Acércate Henequet. No voy a lastimarte...
El hombre lo hizo con cautela y se arrodillo frente a ella, para tomar aquel delicado pie entre sus manos. Visiones fugaces de aquella primera vez con ella golpearon la mente de Bills y sacudió la cabeza para desprenderse de ellas. No lo logro. Esos ojos que añoraban sus caricias y lo veían con dulzura como con lujuria eran tan diferentes a esos que lo miraban con desdén. Aun así le agitaban la carne y despertaban un hambre voraz ¿Cómo era posible que aún deseara a esa mujer? Tembló al besar ese pie y entre sus piernas hubo un brusco movimiento al seguir aquella extremidad hasta su nacimiento y encontrarse con un sensual fragmento de la perdición masculina.
Mientras intentaba convencerse de que era solo el deseo de someterla y humillarla, Bills no vio venir el otro pie de la diosa que se estrello contra su rostro y lo arrojo un par de metros más allá.
-Largate. No eres digno de estar en mi cama- le dijo y se desprendió de la ropa para meterse en el estanque.
Bills o Henequet, como se hizo llamar, se limpió la sangre de la boca y se marcho furioso.
-Eso fue cruel- le dijo Whiss al aparecer flotando sobre el estanque- Supongo que el que te recordara a él te abrió el apetito, pero...
Una ola de agua termal por poco lo deja empapado y una segunda logró su cometido.
-Bastaba con decir que guardara silencio- le dijo el ángel mientras se secaba el rostro con una toalla de mano.
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