12._Maldición
Eso quiso todos esos años. Derrotarla de forma humillante. Dejarla mordiendo el polvo e incapaz de levantarse. Con el espíritu hecho pedazos para que ella misma buscara su fin. Era orgullosa y no iba a tolerar otra vejación de su parte.
Bills la odio tanto. Nunca antes un rencor se había anidado de esa forma en su corazón. Solo soñaba con verla a sus pies, como él tuvo que hincarse cuando ella le quito el poder. No solo eso, sino que tuvo el atrevimiento de hacerlo inmortal para extender su miseria. Lo que más añoraba era que esa mujer sufriera. Porque nunca entendió que él quería ella viviera una vida buena, pero que no estaba en sus manos poder darle. Que no quería darle y por ello no deseaba retenerla. ¿Cómo no se dio cuenta si decía amarlo tanto de que sus intenciones eran solo evitarle dolor a futuro? Pero que tonto sonaba eso a esas alturas.
Se excedió. Su sed se restaurar su ego roto y enrostrarle a ella que nunca lo conoció y por tanto nunca lo entendio le cegó. Recuperar su poder le devolvió los bríos y su resentimiento lo hicieron ignorar todo ese reflote de emociones que sintió al verla otra vez. En ese momento ella agonizaba en el fondo de ese cráter, al que él que descendió junto a Whiss que miró a la muchacha con gravedad. Al fin entendía todo.
El ángel fue el silencioso testigo de cada acontecimiento que llevo al fatídico desenlace. Ella nunca quiso ser una diosa, solo quiso quitarle todo lo que a Bills parecía importarle: su puesto y su poder, sin los cuales no podría hacer su voluntad y capricho. Lo redujo a lo que ella era: un simple mortal. Así él volviera a experimentar la fragilidad, el miedo, el sufrimiento. Todo lo que padece un mortal. Si lo logró o no solo Bills lo sabia. Pero por lo que el ángel pudo apreciar consiguió su objetivo. Bills se veía cansado. Tal vez el peso de su rencor lo fatigó demasiado. O bien fueron todas esas cosas juntas las que lo tenían en ese estado.
Ella extendió la vida de Bills para postergar su sufrimiento, pensó Whiss, al principio, pero tampoco era así. Ella no soportaba la idea de que él no existiera mientras ella sí. Los residuos de su amor le exigían saber que Bills estaba por ahí, en alguna parte. Pero también le brindaba la oportunidad de revertir las cosas y de vengarse de ella. Es más Mary esperaba que lo hiciera. Si la buscaba para conseguir su revancha significaba que no la había olvidado. Que no le era indiferente. De haberla él ignorado ella se hubiera muerto lentamente. Porque al final llegó a entender porque Bills hizo todo eso, mas no le perdonaba lo inclemente que fue con sus sentimientos. El egoísmo de decidir por ella sin clemencia.
En resumen ella quería que Bills, terminara con su vida logrando el descanso de su amor mal herido y una segunda venganza, pues él fue capaz otra vez de matarla (ahora de forma literal) mientras ella se abstuvo de usar el hakai. Sus egos también lidiaban otros conflictos. Así eran ellos y su amor. Una constante riña con una pasión tan grande que sufría constantes metamorfosis en busca de algo que no iba a suceder.
-No le queda mucho- señaló el ángel.
Bills no hizo comentarios. Ni siquiera se movio.
-Si retrocedo el tiempo y evitas apuñalarla de esa forma tan cruel ¿Qué harás?- le preguntó Whiss viendo a Bills de costado- ¿Jactarte de tu victoria? ¿Volver a humillarla para que su corazón terminé por secarse y sucumbir? Si eso es lo que tienes planeado se me hace más misericordioso dejarla morir.
-La obligare a dejar su puesto. No tiene opción. Después que vuelva a su mundo- contestó de forma seca y cortante.
-Han pasado veinte años Bills. Ella no ha cambiado nada, pero su mundo sí. Allá será una extraña. Además su visión de las cosas, después de haber sido diosa será muy diferente a la que tendría...
-¡Lo que haga no es mi problema! ¡Solo no quiero que muera!- le grito causando un viento violento que barrio esa área desértica. Con furia tomó al ángel por la ropa, pero lo soltó de inmediato.
-Es demasiado tarde- le dijo Whiss mirando detrás de Bills, quien volteó solo para ver como el cuerpo de la muchacha se desintegraba sin dejar ni el polvo.
Solo un remolino giró en el lugar donde cayó la mujer cuya herida en su pecho le dreno la vida entera antes de entregarla a una muerte prematura, en manos de quien tanto amo. Nunca habló de su sentimientos con nadie. Todo se lo calló volviendo sus memorias un veneno corrosivo del que solo pudo liberarse con su extinción.
Bills, eres un idiota
Esas fueron las ultimas palabras de la última mujer que lo amo. Palabras que no fueron pronunciadas como un insulto sino como un lamento. Como una sentencia o una maldición. Pudo haber recibido una frase amorosa o una mirada tierna, de esas que le regalo en sus primeros encuentros, cuando todo parecía más un cándido sueño que cualquier otra cosa. En ese instante todas esas memorias eran como una burla a la conclusión de esa historia. No. La burla era el final.
Pocas veces el corazón de Bills se apretó volviendo difícil la contracción y dilatación como en ese momento.
Whiss se dio la vuelta y se alejo con lentitud. No había diosa a la que servir. Debía volver a su mundo y lo hacia con una sensación tan extraña para él que la lágrima que rodo por su rostro, al tomarla con sus dedos, lo dejo perplejo varios segundos. El amor podía llegar a ser terrible, pensó. Antes de retomar su marcha escuchó un golpe seco contra el suelo y al mirar a tras vio a Bills sobre sus rodillas. Las manos le descansaban sobre los muslos, los ojos los tenia fijos en ese punto vacío que dejó la mujer. No había en esas pupilas ni tristeza, ni rencor. No había triunfo ni derrota. Era como mirar los abismos del universo. Súbitamente se desplomó, de cara al suelo. Whiss volvió la mirada al frente y partió al espacio.
Quizá Bills sucumbió al cansancio. Después de todo no era un dios o bien para huir de su flagelo simplemente terminó con su vida. No. Él no haría algo así. Viviría maldito, como ella lo dispuso hace mucho tiempo. Alguna vez Whiss oyó una frase que le pareció podía aplicar a la historia de amor entre ese que un dia fue un dios y la mortal que le dió su corazón.
-Viva fue tu azote, muerta fue tu muerte...Bills.
Y ese fue el silencioso epitafio que el viento del desierto sepultó entre las arenas rojas del ocaso.
Fin.
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