6: Violación en el gimnasio
Al día siguiente...
11 de agosto de 2017.
Universidad de Monterrey.
Era un nuevo día en la ciudad. Todo se veía tranquilo y sereno. El cielo estaba despejado, y el clima se veía caluroso.
Alonso y Sergio se enfrentaban en la entrada de la Biblioteca Central UDEM. Alonso usaba una playera azul de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Sergio por su parte, usaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos.
Al parecer, ambos estaban discutiendo acerca de lo que había pasado la tarde anterior.
—Vamos, Alonso. ¿Que los amigos no podemos pasar tiempo juntos? —preguntó Sergio tranquilamente.
—No, no eres mi amigo —dijo Alonso molesto—. No después de lo que hiciste ayer, Sergio.
—¿Y qué tiene de malo? ¿Acaso no puedo volver a estar con Alondra? —preguntó Sergio—. ¿Acaso no entiendes que tengo derecho de antigüedad?
—No, Sergio. No tienes derecho de antigüedad, y mucho menos tienes derecho a seguirla frecuentando —dijo Alonso molesto—. Sólo tú sabes lo que hiciste para que decidiera terminar contigo.
Al parecer, la tensión aumentaba conforme pasaba el tiempo. Está claro que Alonso no confiaba para nada en Sergio.
—¿Qué es lo que buscas con Alondra? ¿Acaso eres su nuevo pretendiente? —preguntó Sergio burlón.
—No, no soy su pretendiente. Sólo soy su amigo, apenas la acabo de volver a ver el lunes —dijo Alonso molesto—. Y por favor, ya déjame en paz, no me hagas perder más mi tiempo.
Alonso caminó hacia las escaleras de al biblioteca. Pero Sergio no quería dejar ir a Alonso, por lo que caminó rápidamente hacia él y logró cerrarle el paso.
—¿Qué pasa contigo? —preguntó Alonso.
—¿Qué pasa? Que no sabes con quién te estás metiendo, niño —dijo Sergio molesto—. Te estás metiendo nada más y nada menos que con Sergio de la Mora.
Sergio estaba dispuesto a hacer gala de su carácter, con tal de intimidar a Alonso. Sin embargo, éste mostraba una actitud tranquila y fuerte ante las intimidaciones.
—No te tengo miedo, Sergio —dijo molesto—. Ya sé la clase de persona que eres, y no voy a permitir que regreses con Alondra para que vuelvas a hacerle daño.
—Vamos, no me lo tomes a mal, pero creo que Alondra se ve mucho mejor conmigo que contigo —dijo Sergio completamente burlón—. Sinceramente, esa chica no te conoce del todo bien, y ya quieres ser su pretendiente. Pero yo la conozco de la cabeza a los pies. Yo conozco sus gustos, las cosas que no le gustan, entre otras cosas. Tú ni siquiera la conoces del todo bien.
—Vaya, qué discurso tan conmovedor —dijo Alonso burlón.
—Y sí. Métete esto en la cabeza —dijo Sergio molesto—. Aunque no te guste, voy a recuperar el amor de Alondra. Y no me importa lo que tenga que hacer para conseguirlo. Aunque para eso tenga que enfrentarte a ti, y a tus amigos.
Después de decir esas palabras, Sergio entendió que no quería seguir perdiendo su tiempo con Alonso, por lo que después de la severa advertencia que le dio a Alonso, decidió irse de la facultad y seguir su camino.
Alonso se quedó en la facultad, muy pensativo y algo alarmado, después de las advertencias de Sergio. Tenía entendido que ya tenía un nuevo rival, y no era otro que el ex novio de Alondra.
***
Más tarde…
Estacionamiento UDEM.
Augusto estaba con Catalina en su Audi S5 negro. Augusto usaba una camisa a cuadros azul de mangas cortas, pantalón de vestir negro y un par de zapatos negros. Catalina por su parte, usaba una blusa negra de tirantes, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.
—¿Así que piensas darle un gran golpe a Juanma, Augusto? —preguntó Catalina.
—Sí, le voy a hacer ver su suerte por haber rechazado a mis hermanos —dijo Augusto sonriendo.
—Vaya que tus hermanos no soportan el rechazo —dijo Catalina sonriendo.
—No, no quieren eso. Dicen que eso no va con ellos —dijo Augusto tranquilamente.
—Por cierto, quería preguntarte si es cierto que Sergio ya conoció a Alonso, ¿o me equivoco? —dijo Catalina.
—Sí, ya lo conoció —dijo Augusto—. Y déjame decirte que ya lo ha visto con malos ojos. Y es que fue novio de mi hermana.
—Y me imagino que él la habrá engañado… —dijo Catalina.
—Sí, la engañó con otra chica —dijo Augusto—. Y no voy a dejar que Alondra lo reemplace por Alonso así como así.
—Vaya que le tienes tanto odio a Alonso —dijo Catalina burlona—. Tanto odio como yo.
—Sí, siempre lo he odiado, desde que lo vi por primera vez… —dijo Augusto.
—Sólo para que te hagas una idea, siempre he odiado a Alonso. Nunca lo he querido —dijo Catalina burlona—. Ni siquiera sé por qué empecé a andar con él. Se me hace que sólo lo hice por popularidad. Pero sabes, siempre que estoy contigo, me haces sentir muy bien. Porque sabes que me das lo que él no.
—Cierto, y espero que esa relación siga —dijo Augusto.
Los dos chicos se dieron un beso en los labios. Correspondían al beso, y no les importaba lo que pudiera pasar. Catalina disfrutaba estar con el chico, sin importarle lastimar a Alonso.
***
Más tarde…
Starbucks UDEM.
Juanma se encontraba en un Starbucks de la Universidad. El chico estaba sentado en una de las mesas del lugar. Usaba una playera gris sin mangas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Llevaba una mochila negra en otra silla y un vaso de café en la mesa.
—Todavía no puedo creer que ese par de zoquetes me haya hecho algo así ayer… —dijo molesto, mientras tomaba un poco de su café.
Sentía que el café no le quitaba las penas, pero sentía que las mitigaba, aún si eso fuera por unos momentos. Deseaba no encontrarse con los hermanos de Augusto, debido al asco que le provocaba su presencia.
De repente, alguien apareció. Y para la mala suerte del chico, ese chico que entró a la cafetería, no era otro que Santino. El chico usaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos, además de una mochila negra en su espalda. Se acercó a Juanma para hablar con él.
—Vaya, miren a quién me encuentro… —dijo Santino burlón—. ¿Cómo has estado, Juanma?
Juanma volteó hacia Santino, y se molestó.
—¿Cómo quieres que esté, después de lo que tú y Chema me hicieron ayer en el gimnasio? —preguntó molesto.
Santino se sentó con Juanma para hablar.
—Parece que no has tenido unos buenos días, Juanma… —dijo Santino burlón—. Y seguramente es porque te encargaron mucha tarea. Cielos, y eso que apenas es la primera semana…
—¡No fue por la tarea, imbécil! —gritó Juanma molesto—. Fue por lo que ustedes me hicieron. En serio, nunca pensé que ustedes fueran capaces de hacer semejantes barbaridades en contra de los demás.
—Vamos, no sabes lo bien que se sintió ese momento, al menos para mí —dijo Santino tranquilamente, sin dejar de lado su tono burlón—. Sabes que soy abiertamente gay, y no tiene nada de malo. Todos lo saben, y no he tenido problemas con nadie.
Juanma se quedaba sin palabras a medida que pasaba el tiempo.
—Pero, hay un chico con el que no he podido estar… —dijo Santino, mientras se acercaba lentamente hacia Juanma, enfureciéndolo aún más—. Y ese chico eres tú. ¿Qué tal si pasamos una noche juntos, y tenemos sexo? Es algo bueno para empezar.
Juanma se enfureció al oír esas palabras. Tomó su vaso de café y se lo arrojó a Santino en la cara, dejándolo sorprendido.
—¿Qué pasa, chico? —preguntó Santino, después de que Juanma le había arrojado café.
—¡Ya deja de insistir, Santino! —gritó Juanma molesto—. ¡Yo no quiero tener nada que ver con ustedes! ¡Así que no insistas! ¡Ya déjame en paz, carajo!
Después de eso, Juanma se levantó de la mesa, tomó su mochila y se fue del lugar. Era obvio que a Santino no le gustaba lo que había pasado, y se enfureció.
—¡Esto no se va a quedar así, Juanma! —gritó molesto.
Molesto por el rechazo de Juanma, Santino decidió planear su venganza.
***
Más tarde…
Casa de Sergio.
Sergio vivía en la calle Río Volga, en la casa marcada con el número 228. Su casa estaba en frente de la de los Fernández-Vidal.
El chico se encontraba con Augusto, en su habitación, platicando.
—¿Así que te encontraste a Alonso hoy en la biblioteca, Sergio? —preguntó Augusto tranquilamente.
—Sí, me encontré a ese mequtrefe en la biblioteca… —dijo Sergio un poco molesto—. Quién sabe por qué, pero él no da su brazo a torcer. Está aferrado a su amistad con Alondra.
—Y que lo digas, está aferrado a mi hermana —dijo Augusto un poco molesto—. Por más que lo intento. no consigo alejarlo de ella.
—Augusto, tú sabes que tu hermana fue mi novia alguna vez —dijo Sergio un poco menos molesto—. Pero no voy a soportar la presencia de Alonso, tengo que recuperar a Alondra a como dé lugar.
—Sí, lo sé… —dijo Augusto—. Pero quiero que te des cuenta de que hacer algo bien toma bastante tiempo. No se puede hacer de un día para otro.
—Lo sé. No podré volver a estar con Alondra de la noche a la mañana —dijo Sergio tranquilamente—. Pero son Alonso y su amiguito Juanma, quienes no me lo permiten.
Los dos chicos se sentaron en la cama, con tal de poder hablar maś a gusto.
—Así es, y hablando de Juanma, te confieso que mis hermanos están obsesionados con él desde que lo vieron —dijo Augusto tranquilamente.
—¿En serio? —preguntó Sergio.
—Sí, y ahora que me doy cuenta de la obsesión que tienen mis hermanos con ese chico, creo que podría pensar en tramar un gran golpe para Alonso —dijo Augusto.
—¿Y de qué se trata, hermano? —preguntó Sergio curioso.
Augusto se quedó algo pensativo, después de lo que hablaba con Sergio.
—No sé, estaba pensando que podría tomar esa obsesión que tienen mis hermanos y usarla a mi favor —dijo Augusto tranquilamente.
—Vaya, estás pensando en hacer realidad las fantasías de tus hermanos… —dijo Sergio.
—Sí, y creo que voy a poner un plan en marcha para que mis hermanos puedan estar con este chico, y darle un golpe muy duro a Alonso —dijo Augusto tranquilamente.
—Me doy cuenta… —dijo Sergio.
—Sí, no te contaron mal... —dijo Augusto tranquilamente, pero con un tono de voz siniestro—. Juanma no se saldrá con la suya, y ya verá lo que le tengo preparado.
Augusto se percataba de la obsesión que sus hermanos tenían con Juanma. Y estaba deseoso de usar esa obsesión a su favor.
***
Más tarde…
Parque Jardines del Campestre.
Alondra se encontraba con Alonso y Ana Sofi. Los tres estaban sentados en una banca, platicando tranquilamente. Alondra usaba una blusa azul de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis negros. Ana Sofi por su parte, usaba una blusa blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos.
—Debió ser muy difícil para ti tener que encontrarte con Sergio, Alonso… —dijo Alondra un poco intranquila.
—Así es, Alondra. Te juro que fue muy difícil —dijo Alonso un poco molesto—. Y no entiendo por qué, si tú terminaste con él hace tiempo.
—Sí, lo hice… —dijo Alondra un poco intranquila—. Yo creía que me iba a dejar en paz después de haber cortado con él. Pero al hacerlo, me di cuenta de que cambió, y se volvió mucho peor. No me ha dejado en paz, siempre me insiste para que vuelva con él, y a pesar de que muchas veces le he dicho que no volvería con él, me sigue insistiendo.
—Lamento decirte que te echaste un alacrán a la bolsa, Alondra —dijo Ana Sofi un poco molesta—. Sinceramente, podrías bloquear a Sergio de todas tus redes sociales. Pero por como están las cosas, no creo que eso funcione.
—Obvio que no, Ana Sofi… —dijo Alondra un poco molesta—. Como te dije, me ha insistido hasta el cansancio, y no sé como, pero aún después de haber terminado conmigo, sigue frecuentando a mi hermano.
—Vaya… —dijo Alonso.
—Es que Sergio y mi hermano han sido amigos de toda la vida —dijo Alondra—. Y es que a pesar de que le he dicho a mi hermano que no quería a Sergio en mi casa, a él no le interesa: simplemente lo deja entrar como si fuera su casa. Y lo peor, es que vive en frente de mi casa.
—Vaya, ahora sé que tienes a tu ex frente a ti —dijo Ana Sofi—. Es increíble que Sergio de la Mora siga como chicle, ni siquiera te ha dejado en paz.
—Es horrible saber que tu ex vive frente a ti, Alondra… —dijo Alonso preocupado—. Te juro que no quisiera estar en tu lugar.
—Así es, Alonso… —dijo Alondra un poco intranquila—. No me gustaría que Catalina se portara así contigo si llegaras a terminar con ella.
—Algún día voy a terminar con Catalina para siempre —dijo Alonso.
—Ese día no parece ser próximo… —dijo Ana Sofi.
Los tres chicos sabían bien cómo desahogarse. Alondra deseaba que Sergio recapacitara y la dejara en paz. Día que no parecía ser próximo.
***
Más tarde…
Gimnasio SmartFit - Fashion Drive.
Juanma había terminado su sesión de ejercicios, y estaba en los baños del gimnasio, cambiándose de ropa. Ya portaba una playera blanca de mangas cortas, short deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. Estaba a punto de cargar su mochila donde llevaba todo lo necesario, cuando de repente, tres chicos estaban llegando al lugar.
Lo que es peor: eran los hermanos Fernández-Vidal. Augusto llegaba con Chema y Santino al baño del gimnasio, con tal de rodear a Juanma para no dejarlo ir.
Juanma quiso enfrentar a los hermanos.
—Hola, Juanma… —dijo Augusto burlón, mientras miraba a Juanma de pies a cabeza—. Veo que ya has terminado tu pequeña rutina de ejercicios, ¿no es así? Lamento el retraso, pero es que el tráfico estaba muy largo.
—¿Qué es lo que quieren, bola de idiotas? —exclamó Juanma molesto—. ¡Ya les dije a tus hermanos que no quiero tener nada que ver con ellos, Augusto!
—Vamos, Juanma… —dijo Santino burlón—. Yo ya te dije esta mañana que no te ibas a salir con la tuya. Te advertí que eso no se iba a quedar así.
—Ya me enteré de que agrediste a mi hermano en la cafetería esta mañana, Juanma… —dijo Chema serio—. Y pensar que planeaba mantener guardado esto, pero al ver que te metiste con mi hermano, no tenemos más opción que tener que hacer esto.
—Te metiste con mis hermanos al agredirlos y rechazar sus propuestas, Juanma… —dijo Augusto serio—. Y lamento decirte que eso te va a costar muy caro.
—¡Ya les dije que no quiero tener nada que ver con ustedes, imbéciles! —gritó Juanma furioso—. ¡Ya se los he dicho, pero al parecer ustedes no entienden!
Juanma no tenía miedo de enfrentar a los hermanos Fernández-Vidal. Los enfrentaba con furia y fuerza. Sin embargo, los tres hermanos lo rodeaban, y al parecer no querían dejarlo ir.
—¡Ya déjenme ir, idiotas! —gritó Juanma lleno de ira—. ¡Déjenme ir ahora mismo, o les juro que se van a arrepentir!
—Temo que no podemos hacer eso, Juanma… —dijo Augusto, mientras Chema y Santino le bloqueaban la salida—. Tú y Alonso no quisieron alejarse de mi hermana cuando se los pedí. Se los pedí pacíficamente, pero al parecer, ustedes sólo entienden por las malas.
—Nuestro hermano les va a mostrar las razones por las que los Fernández-Vidal somos personas de temer —dijo Chema.
—Tú quisiste meterte con nosotros, Juanma. ¿No? —dijo Santino burlón—. Pues ahora acepta las consecuencias.
Chema y Santino se acercaron a Juanma, con tal de someterlo.
—¡Suéltenme, changos asquerosos! —gritó Juanma mientras Chema y Santino lo sometían—. ¡Suéltenme, o se van a arrepentir para siempre, imbéciles!
Chema y Santino no soltaban a Juanma, y Augusto se acercaba a él, con tal de decirle algo. Juanma simplemente veía con rabia al mayor de los hermanos.
—No quería hacer esto, Juanma… —dijo Augusto con seriedad—. Pero al parecer, no me dejas otra opción. Ahora mismo te voy a enseñar las razones por las que no somos gente con la que quieras meterte. Vas a saber de lo que soy capaz. Chema, Santino. Ya pueden proceder.
Sin mediar palabra, Chema y Santino sometieron a Juanma contra el piso, mientras éste empezaba a gritar. Acto seguido, fueron despojándolo de su ropa lentamente. Chema empezó a besar los pezones del chico bruscamente, mientras que Santino lo despojaba de sus calzoncillos y le chupaba su pene, que aún no estaba erecto.
—¡Suéltenme, carajo! ¡Déjenme ir, por favor! —gritó Juanma, mientras Chema y Santino seguían abusando de él.
Momentos después, Chema procedió a besar el cuello de Juanma, mientras que el pene de éste empezaba a erectarse lentamente. Santino empezaba a chupar el pene, como si fuera una paleta. Y está claro que, mientras más fuerte gritaba Juanma, más despiadados se portaban Chema y Santino.
—¡Déjenme ya, por favor! —gritaba Juanma.
—¡Nunca! ¡Sabes que no puedo dejar pasar un momento como éste! —gritó Chema.
Chema procedió a quitarse el pantalón y sacar su pene erecto, para después, abrirle el ano a Juanma y meterle el pene ahí. Juanma empezó a gritar..
Por otro lado, Augusto simplemente veía con frialdad absoluta, cómo sus hermanos abusaban sin piedad del chico.
—¡Debí haber hecho esto antes, Juanma! —gritó Chema mientras besaba el cuello de Juanma.
—¡Hace años que no hacía esto! ¡Es divertido! ¿Verdad que sí, Juanma? —gritaba Santino mientras seguía chupando el pene erecto de Juanma.
Después de varios minutos, Juanma gritó más fuerte, al mismo tiempo que se vino. Su pene erecto lanzó un chorro de semen, y Chema sacó el suyo del ano del chico. Chema y Santino se alejaron de Juanma, quien estaba tirado en el piso, sin poder levantarse.
—Rayos, ese chico sí que dio todo lo que tenía —dijo Chema burlón.
Augusto se acerćo a él, con tal de decirle algo.
—Vaya que ahora sí sabes las razones por las que nadie se mete con los Fernández-Vidal… —dijo burlón—. Ni se te ocurra decirle a nadie lo que te hicimos, porque te va a ir mal. No sabes con quién te estás metiendo. Vámonos, chicos.
Después de un rato, Augusto se fue con sus hermanos del baño del gimnasio, mientras que Juanma se quedaba tirando en el suelo y desnudo.
Augusto se encontró con un instructor de gimnasio. Ese hombre era alot y musculoso. De piel morena clara, cabello corto castaño y ojos cafés. Usaba una playera negra de tirantes, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.
—Vaya que le hiciste ver su suerte a Juanma, Augusto… —dijo el hombre.
—No fue nada, Pedro —dijo Augusto tranquilamente.
—No cabe duda de que Juanma siempre me cayó mal —dijo Pedro, el instructor—. Mira que tener que soportarlo todo el tiempo. Es bueno saber que le hiciste ver que nadie se mete contigo, Augusto.
—No hay de qué, Pedro —dijo Augusto.
Augusto sacó, del bolsillo derecho de su pantalón, una pistola negra con silenciador. Le apuntó a Pedro en la cabeza y le disparó. Pedro cayó lentamente al suelo después de recibir el disparo en la cabeza, pero Augusto le dio otro disparo adicional en la cabeza, matándolo en el acto.
—Sólo por si se le ocurría decir algo acerca de lo que pasó… —dijo mientras guardaba la pistola en el bolsillo derecho de su pantalón—. Vámonos, chicos.
—Vamos —dijeron Chema y Santino al mismo tiempo.
Los tres hermanos se fueron del gimnasio, después de haber abusado de Juanma. Éste seguía en el baño del gimnasio, tirado en el suelo y sin ganas de levantarse. No hallaba la manera de olvidar la atrocidad que le habían hecho Chema y Santino.
Resultado, un chico abusado sexualmente y un instructor asesinado a sangre fría.
¿Qué opinas del capitulo?
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