5: Un regalito
Al día siguiente...
10 de agosto de 2017.
Universidad de Monterrey.
Era un nuevo día en la ciudad. Todo se veía tranquilo, el cielo se veía despejado, y el clima estaba caluroso.
Alondra, Juanma y Alonso se encontraban en la Universidad de Monterrey, ubicada en la avenida Ignacio Morones Prieto. Estaban exactamente en una cafetería llamada Binbox Café, sentados en una mesa.
Alondra usaba una blusa blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos. Alonso usaba una playera gris de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Juanma por su parte, portaba una playera polo blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis negros.
Todos platicaban tranquilamente.
—Todavía no puedo creer que mi madre haya muerto de esa forma tan repentina, chicos... —dijo Alondra con tristeza—. Han pasado pocos días, y todavía no me repongo.
—Sí, lo sé... —dijo Alonso con tristeza—. Es muy triste perder a un ser querido así, sin más.
—Sí, tu madre era una buena persona, Alondra... —dijo Juanma con tristeza—. Y todavía no puedo creer que Augusto nos haya corrido de esa manera.
—Y que lo digas, Juanma... —dijo Alondra con tristeza—. Todavía no le doy crédito a lo que hizo. la neta, se vio muy mal al hacer eso.
—Es doloroso perder a un ser querido, pero esa no es razón para hacernos eso —dijo Alonso un poco molesto—. No debió habernos corrido de esa forma, y creo que nos debe una disculpa.
—Sí, y les pido disculpas a nombre de mi hermano, si es que se sintieron ofendidos por su actuar —dijo Alondra tranquilamente.
Los tres chicos platicaban tranquilamente, después de todo lo ocurrido. De repente, alguien entró a la cafetería. Resultó ser Augusto. El joven usaba una camisa a cuadros azul de mangas largas, pantalón de vestir negro y un par de zapatos negros. Se acercó a los chicos para molestarlos.
—Así que decidieron estar todos juntos, ¿no? —dijo burlón—. Parece que están muy aferrados a mi hermana, chicos.
Alondra y los demás voltearon hacia Augusto.
—¿Qué es lo que quieres, Augusto? —preguntó Alondra molesta—. No estamos de humor como para soportar tus tonterías.
—Vamos, Alondra. Sabes que mereces amigos mejores que estos tontos —dijo Augusto burlón, mientras volteaba hacia Alonso y Juanma—. Sabes que no deberías juntarte con estos pobres mongolitos, ya te lo he dicho hasta el cansancio.
Alondra se levantó de la mesa para confrontar a Augusto.
—¡Ya basta! —gritó molesta—. ¡Te guste o no, Alonso y Juanma son mis mejores amigos, y no me voy a alejar de ellos!
Alonso y Juanma se levantaron de la mesa y enfrentaron a Augusto.
—¡Somos amigos de tu hermana, y no nos vamos a alejar de ella! —exclamó Alonso.
—¡Sí! —exclamó Juanma.
Augusto miró a los tres chicos de reojo, luego de que los tres lo enfrentaran. No le importaba que los demás presentes lo estuvieran viendo.
—Vaya, así que tienes mal gusto con los amigos, Alondra... —dijo burlón.
—Tú eres el que tiene mal gusto con eso, Augusto —dijo Alondra molesta—. Mira que juntarte con Sergio, sin importarte que él y yo termináramos nuestra relación.
—Pues te guste o no, Sergio sigue siendo mi amigo, y no me voy a deshacer de él —dijo Augusto molesto.
—Ah, pero tu sí quieres deshacerte de Alonso y de Junama, ¿verdad? —lo cuestionó Alondra.
—De una vez te aviso, Alondra... —dijo Augusto molesto—. Que no voy a consentir amistades como esas. Para cuando menos lo esperes, Alonso y Juanma no volverán a ser tus amigos.
Después de esa acalorada discusión, Augusto decidió irse del lugar, sin importarle nada.
—¿Están bien, chicos? —preguntó Alondra.
—Sí —dijeron Alonso y Juanma.
Todos se tranquilizaron. Pero Alonso aún se mantenía con el coraje que le había provocado la presencia y las burlas de Augusto.
***
Más tarde...
Parque Mississipi.
Después de estar en la escuela, y aprovechando el clima caluroso, Augusto se fue al aprque Mississipi, con tal de relajarse un rato. Estaba sentado en una banca con Catalina, la novia de Alonso. Ella usaba una blusa negra de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos.
—Lamento que hayas tenido un mal día por culpa de Alondra y los demás, Augusto —dijo Catalina tristemente.
—No te preocupes, no pasa nada —dijo Augusto tranquilamente—. Peores días he tenido.
—Me imagino, y eso es por la muerte de tu madre —dijo Catalina tranquilamente—. No sabes cómo lamento que la hayas perdido de esa forma.
—Gracias, Catalina… —dijo Augusto tranquilamente—. Y es que no he podido superar ese momento. Sabes que la perdí el lunes, y no sé si pueda recuperarme de ese golpe tan duro que sufrí.
—Sí, es que de un golpe así, no cualquiera se recupera —dijo Catalina tranquilamente—. Mírame a mí, perdí a mi madre, y tuve que soportar a mi madrastra. Y eso no lo he podido superar.
—Vaya, sí que es doloroso perder a tu mamá… —dijo Augusto tranquilamente—. Y no sólo eso, encima tienes que soportar a tu madrastra.
—Tenía, pero al ver que mi padre había fallecido por cáncer, tuve que matar a mi madrastra —dijo Catalina.
—¿Cómo que mataste a tu madrastra, Catalina? —preguntó Augusto sorprendido.
—Sí, Augusto… —dijo Catalina—. Al ver que mi padre había muerto, me puse manos a la obra y me deshice de mi madrastra. La asesiné.
—Cielos, eso sí está fuerte… —dijo Augusto—. Pero, ¿te llevabas bien con ella?
—No, era muy abusiva —dijo Catalina—. A diferencia de mi madre, que adoraba a mi mamá, mi madrastra lo maltrataba y humillaba constantemente. Mi padre hacía todo para consentirla, pero de nada le servía.
—Me imagino… —dijo Augusto amablemente.
—Y como consecuencia de ello, se volvió alcohólico hasta enfermarse de cirrosis —dijo Catalina triste—. Y al final, mi padre quedó tan afectado por los maltratos y humillaciones de mi madrastra, que se suicidó, ahorcándose en su habitación. Lucas y yo tuvimos que enterrarlo.
—Y en cuanto a tu madrastra… —dijo Augusto.
—La envenené con veneno para ratas —dijo Catalina—. Envenené su comida, y la maté. Ella ni siquiera se preocupaba por mi padre, así que Lucas y yo nos deshicimos de ella. Eso fue lo que pasó.
—Bueno, de todos modos, ustedes se deshicieron de lo que no les servía —dijo Augusto—. No es para menos, pero ella se merecía lo que le hiciste. Ahora, sólo te queda dejar atrás ese momento tan amargo, y seguir adelante con tu vida.
—Sí, supongo que tienes razón, Augusto… —dijo Catalina tranquilamente.
Augusto le dio un beso a Catalina en los labios, con tal de consolarla. Ella no hacía más que corresponder a ese beso. Después, los dos se separaron.
—¿Vamos al centro comercial a comer? —preguntó Catalina.
—Claro —dijo Augusto amablemente.
Los dos chicos se levantaron de la banca y se fueron del parque, para irse a Plaza Fiesta San Agustín, con tal de comer algo.
***
Más tarde…
Gimnasio SmartFit - Fashion Drive.
Juanma se encontraba en el Gimnasio SmartFIt, ubicado en Fashion Drive. El chico estaba en el baño del gimnasio, y se estaba cambiando de ropa. Sólo portaba sus zapatos tenis blancos y short deportivo gris. Estaba sin playera.
—Vaya, estos ejercicios sí que me ayudaron a sacar todo lo malo —dijo Juanma mientras se secaba la espalda con una toalla.
De repente, Chema y Santino entraron al baño del gimnasio, y se encontraron con Juanma. Chema usaba una playera de tirantes negra, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. Santino por su parte, usaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis grises. Los dos se acercaron a Juanma, con tal de molestarlo.
—Mira a quién me vengo a encontrar —dijo Chema burlón, molestando a Juanma ligeramente—. A mi querido Juanma Siqueiros.
—Sí, hermano —dijo Santino burlón—. Parece que vinimos buscando cobre y encontramos oro. Porque mira cómo nos lo encontramos.
—Chicos, no me interesa perder el tiempo con ustedes —dijo Juanma molesto, mientras cargaba su mochila de gimnasio—. Así que déjenme en paz.
Juanma quiso proceder a irse, pero Chema lo paró en seco.
—Vamos, querido —dijo Chema burlón—. No creas que te ibas a ir sin un buen regalito.
—Escuchen, a mí no me interesa nada que venga de ustedes, sobre todo porque ya sé quién es su hermano mayor —dijo Juanma molesto.
—No te enfades, Juanma —dijo Santino burlón—. Sölo queríamos darte algo que no olvidarás.
—¿Y de qué se trata? —preguntó Juanma.
Santino se acercó a Juanma y lo abrazó por detrás, haciéndolo enojar. Acto seguido, Chema empezó a pellizcarle sus pezones, enfureciéndolo. Los dos chicos decidieron alejarse de él.
—¿Qué diablos les pasa? —preguntó molesto.
—Es que sólo queríamos darte una probadita, Juanma. Eso era todo —dijo Chema.
—Pero no creas que sólo es eso, no —dijo Santino burlón—. Como dijo Chema, eso es sólo una probadita.
Santino puso su mano derecha en el trasero de Juanma y empezó a manosearlo, dejándolo sin palabras.
—Eso es sólo una probadita de todo el bocado —dijo mientras manoseaba el trasero de Juanma—. Si te portas bien, quizá seamos más amables contigo.
Chema puso su mano derecha en los genitales de Juanma, provocando que él no pudiera decir nada.
—Pero si te portas mal, quizá no seamos tan amables contigo, querido —dijo burlón, mientras apretaba los genitales de Juanma.
Después de unos segundos, los dos hermanos le quitaron las manos de encima a Juanma y se fueron del baño, riéndose. Juanma quedó completamente estupefacto, después de lo que le hicieron los hermanos de Augusto.
—¿Qué significa esto…? —susurró estupefacto.
No sabía que hacer después de lo que había pasado. Intentaba hacer como si nada hubiera pasado, y procedió a seguir vistiéndose para ir a casa.
***
Más tarde...
Parque Mississipi.
Alonso se encontraba en el parque, después de haber tenido un largo día de estudios. El chico estaba sentado en una banca, descansando.
De repente, alguien llegó al parque, y no era otro que Augusto. Se acercó hacia Alonso y quiso decirle algo.
—Vaya, vaya, vaya... —dijo burlón—. Conque disfrutando de un poco de sol, ¿no, Alonso?
—¿Qué es lo que quieres, Augusto? —preguntó Alonso molesto, mientras volteaba hacia Augusto.
—Nada, sólo vine a exigirte pacíficamente que te alejes de mi hermana y de mi familia —dijo Augusto burlón—. Mi hermana no merece tener amigos tan mongolitos como ustedes.
Alonso se levantó de la banca para confrontar a Augusto.
—¿Y tú quién eres para alejarme de tu hermana? —preguntó furioso—. ¡Ya te lo he dicho, no me vas a alejar de ella tan fácilmente!
—¿Y por qué no habría de hacerlo? —preguntó Augusto molesto—. Para empezar, nunca debiste hacerte su amigo, niño. Sabes que no voy a consentir amistades como esas. Ni ahora, ni nunca.
—Pues tendrás que pasar sobre mi cadáver, Augusto —dijo Alonso molesto—. Porque de ninguna manera me voy a alejar de ella. Y Juanma tampoco lo hará. Te guste o no, seguiremos siendo sus amigos.
—Más te vale que lo hagas, porque si no, vas a saber de lo que soy capaz —dijo Augusto molesto.
—¿Estás amenazándome? —preguntó Alonso molesto.
—Tómalo como quieras —dijo Augusto.
De repente, Sergio apareció. Usaba una playera roja de mangas cortas, pantalón de mezcilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Se acercó a Alonso para decirle algo.
—Será mejor que le hagas caso, no sabes con quién te metes —dijo burlón.
—¿Tú debes ser el amigo de Augusto? —preguntó Alonso molesto.
—Sí, y el ex novio de Alondra —dijo Sergio molesto—. Más vale que te alejes de ella, si no quieres saber de lo que somos capaces.
—¡Tú no eres nadie para alejarme de Alondra, imbécil! —gritó Alonso molesto—. ¡Ni tú ni Augusto me van a alejar de ella!
—Claro que lo haremos, Alonso —dijo Sergio burlón—. Alondra ya fue mía antes, y lo volverá a ser. Así que si no te alejas de ella, te juro que me vas a conocer.
—Pues no te tengo miedo, Sergio —dijo Alonso molesto.
—Haz lo que quieras —dijo Sergio molesto—. Porque Augusto y yo vamos a hacer todo lo humanamente posible, para alejarte de Alondra para siempre.
—¿Y de qué serían capaces ustedes? ¿De matarme? —preguntó Alonso molesto.
—No, pero puede que lo hagamos más tarde... —dijo Augusto molesto—. Así que más vale que tengas cuidado con nosotros. Porque con los Fernández-Vidal no se juega. Vámonos, Sergio.
—Sí, vamos —dijo Sergio.
Después de esa pelea, Augusto y Sergio decidieron alejarse de Alonso y se fueron del parque, dejando al chico molesto y pensativo. Pese a las amenazas, Alonso no estaba dispuesto a alejarse de Alondra.
—¡Muerto me alejarán de Alondra! ¿Me oyeron? ¡Muerto! —gritó molesto.
Estaba determinado a mantener su amistad con Alondra, sin importarle las consecuencias.
***
Más tarde, esa misma noche…
Casa de la familia Siqueiros.
Ya era de noche, y el día ya estaba llegando a su fin. Todo seguía tranquilo y en calma.
El chico se encontraba en su habitación. Usaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo azul y un par de zapatos tenis negro. Estaba pensativo, y no podía dejar de pensar en lo que le habían hecho Chema y Santino en el gimnasio aquella tarde.
—Todavía no puedo olvidarme de lo que esos imbéciles me hicieron en el gimnasio… —dijo molesto.
De repente, alguien entró a la habitación. Y no era otra que Zoé. Ella usaba una blusa gris de tirantes, pantalón deportivo blanco y un par de zapatos tenis negros. Juanma la recibió.
—Hola, hermano —dijo Zoé.
—Hola, Zoé —dijo Juanma.
—¿No puedes dormir, Juanma? —preguntó Zoé preocupada.
—No sé, es que no puedo dejar de pensar en lo que me hicieron ese par de idiotas hoy… —dijo Juanma preocupado.
Zoé se sentó junto a su hermano, con tal de hablar con él.
—¿Qué te hicieron esos dos hoy, Juanma? —preguntó preocupada.
—Hubieras visto, Zoé —dijo Juanma un poco molesto—. Esos dos idiotas quisieron burlarse de mí, y lo consiguieron. Ya sabes que vinieron a molestarme como ya es costumbre.
—Entiendo… —dijo Zoé preocupada—. Pero por la cara que tienes, me imagino que te hicieron algo más grave…
—Sí, y mucho peor de lo que creían —dijo Juanma un poco más molesto—. Entre los dos me dijeron muchas cosas horribles al principio: incluso me sometieron para manosearme. Primero me pellizcaron los pezones, luego me agarraron las pompis y después los genitales. En resumen, me acosaron sexualmente.
—¡Dios mío, qué horror! —exclamó Zoé horrorizada—. ¿Cómo es que esos dos te manosearon en el gimnasio?
—No lo sé, fue porque no me dejo de ellos —dijo Juanma—. Pero al parecer, esos zoquetes son más ágiles y astutos de lo que uno podría pensar. Pero créeme que eso no se va a quedar así.
—No te ofendas, Juanma… —dijo Zoé—. Pero dudo mucho que puedas hacer algo al respecto. Ellos tienen muchísimo dinero, y si le dices a alguien lo que te hicieron, créeme que su hermano Augusto es capaz de borrarte del mapa.
—Entiendo, pero conozco a Augusto perfectamente —dijo Juanma—. Y sé muy bien lo peligroso que es. Pero no me voy a dejar de él.
—Pues, te deseo suerte —dijo Zoé preocupada—. Porque los Fernández-Vidal son tipos con los que es mejor no tener problemas.
—De acuerdo… —dijo Juanma preocupado.
Juanma se sentía sumamente preocupado y sucio por lo que Santino y Chema le habían hecho en el gimnasio, pero prefería no tener problemas con ellos, pues sabía las represalias que los Fernández-Vidal podían tomar en su contra si los retaba.
***
Más tarde...
Casa de la familia Ángeles.
Alonso estaba en su habitación, con su madre y su hermana Ana Sofi. Ésta usaba una blusa celeste de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis negros.
Alonso se encontraba con Ana Sofi, su hermana menor, en la habitación de él. Ella usaba una blusa blanca de mangas cortas, pantalón deportivo gris y un par de zapatos tenis blancos.
Los dos chicos estaban sentados en la cama, platicando.
—¿Así que tuviste problemas con el ex de Alondra, Alonso? —preguntó Ana Sofi preocupada.
—Sí, no contento con querer enfrentarme, ahora me trae al ex novio de su hermana —dijo Alonso molesto—. No entiendo por qué quiere alejarme de ella a como dé lugar.
—Es que no le agrada que seas amigo de su hermana, y tampoco le agrada Juanma —dijo Ana Sofi preocupada—. Por eso quiere alejarte de ella sin importar lo que tenga que hacer.
—Sí, y hablando de Juanma, me dijo que los hermanos de Augusto lo acosaron hoy en el gimnasio —dijo Alonso preocupado, asustando a Ana Sofi.
—¿Cómo que Chema y Santino acosaron a Juanma? ¡Dios mío, no puede ser! —dijo Ana Sofi horrorizada—. No me imagino cómo se ha de sentir Juanma.
—Me dice que se siente muy preocupado, y me comentó que no le ha dicho nada a Alondra —dijo Alonso.
—Pues, así es mejor —dijo Ana Sofi tranquilamente—. Yo preferiría quedarme callada si estuviera en una situación así.
—¿Neta? —preguntó Alonso.
—Sí, y no porque tenga miedo, sino por el apellido que esos tipos portan —dijo Ana Sofi preocupada—. Como ya sabemos, los Fernández-Vidal son capaces de cualquier cosa, con tal de quitar a sus enemigos de su camino.
—Y que lo digas, Ana Sofi… —dijo Alonso preocupado—. Ya sabes como es Augusto Fernández-Vidal. Si él se llega a enterar de que alguien acusó a sus hermanos de acoso sexual, es capaz de borrarlos del mapa.
—Cierto, la verdad es que con los Fernández-Vidal no se juega, es mejor evitar problemas con ellos —dijo Ana Sofi preocupada.
A pesar de saber acerca del incidente del gimnasio, Alonso entendía que Juanma debía guardar silencio, pues conocía las intenciones de Augusto, así como sus alcances.
***
Más tarde…
Casa de la familia Fernández-Vidal.
Alondra estaba llegando a su casa, para terminar su día. La chica se encontró a sus hermanos en la sala de la casa, cenando pollo frito. Los tres chicos comían en la mesa, platicando tranquilamente.
—¿Viste la cara que puso el pobre tonto? —preguntó Chema sonriendo.
—Sí, fue tan genial —dijo Santino sonriendo.
—Vaya, ese pobre tonto no tuvo oportunidad para defenderse —dijo Augusto burlón, mientras comía una pieza de pollo.
—Y no sabe lo que le espera, si sigue así —dijo Santino burlón.
Alondra se molestó al escuchar esa plática, y fue a confrontarlos de inmeidiato.
—¡Son unos cerdos enfermos! —gritó molesta, dejando sorprendidos a los tres chicos, quienes voltearon hacia ella.
Chema se rió, ante la furia de Alondra.
—¿Cuál es tu problema, Alondra? —preguntó.
—¿Es cierto que ustedes estaban acosando a Juanma en el gimnasio? —preguntó Alondra molesta.
—Claro que no, hermanita —dijo Santino burlón—. Nosotros no tenemos nada que ver con lo que le pasa a tu amigo.
—Claro que no, no les creo nada —dijo Alondra molesta—. Juanma me llamó para decirme que ustedes le hicieron algo.
—¡Eso es mentira, Alondra! —dijo Chema burlón—. Y si así fuera,tu pobre amigo estaría aún más perturbado de lo que ya está.
—Más les vale que no sea verdad que ustedes estaban acosando sexualmente a Juanma —dijo Alondra molesta.
—¡Eso es mentira, Alondra! Chema y Santino no harían algo así! —dijo Augusto tranquilamente—. Sabes que son unos buenos chicos, y serían incapaces de hacer algo malo.
—Mentira, Augusto. Yo los conozco muy bien a los tres, y sé de lo que son capaces —dijo Alondra molesta.
—Vamos, sabemos que estás de mal humor —dijo Augusto sonriendo—. ¿Quieres una pieza de pollo?
—No, gracias. Ya se me quitó el hambre, bola de cerdos —dijo Alondra enojada.
Alondra se fue hacia su habitación, con tal de descansar. No quería seguirles viendo la cara a sus hermanos.
—Vamos, ya se le pasará —dijo Santino tranquilamente.
—Sí, es que no tuvo un buen día hoy, chicos —dijo Augusto amablemente—. Bueno, sigamos comiendo.
Los tres chicos siguieron disfrutando de su pollo frito, con tal de calmar los ánimos.
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