Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

24: El fin de la maldad

Esa noche...

Casa de la familia Fernández-Vidal.

Ya era de noche. El cielo ya estaba nublado, y el clima seguía cálido. Poco a poco, estaba empezando a llover.

Alondra estaba regresando a su casa, después de haber estado un rato con Alonso y Juanma. Tenía su celular en sus manos, pero no recibía ninguna llamada de parte de sus dos amigos. Poco a poco, empezaba a preocuparse cada vez más.

-¿Por qué ninguno de los dos me contesta? ¿Qué está pasando? -preguntó Alondra muy preocupada.

Todo iba mal, hasta que empezó a empeorar lentamente. Alondra se dio cuenta de que la casa de Sergio tenía las puertas abiertas, así que decidió salir de su casa para ir a la de Sergio. Lo que encontró adentro la horrorizó por completo. Encontró a Sergio tirado en el suelo, con una herida de bala en su abdomen y desangrándose.

-¡Sergio...! -gritó Alondra horrorizada-. ¡Sergio! ¿Qué te pasó?

Corrió hacia Sergio con tal de ayudarlo, pero veía que él ya estaba llegando al final de su vida.

-¡Aquí estoy, Sergio! -gritó Alondra preocupada, mientras se arrodillaba para tratar de auxiliar a Sergio-. No te preocupes, aquí estoy. Tranquilo.

-Alondra... ¿Eres...? ¿Eres tú...? -preguntó Sergio delirando y entre susurros.

-Aquí estoy, Sergio. Tranquilo... -dijo Alondra preocupada.

-Alondra... No sé... cómo decirte... -susurró Sergio delirando-. Augusto... Está... vivo...

-¿Cómo? -preguntó Alondra sorprendida-. ¿Cómo es que Augusto está vivo? Yo creí que había muerto, ¡creí que lo habían linchado ayer!

-No... fue así... -susurró Sergio-. Ese loco... ha matado... mucha gente... incluso... a tu mamá...

Alondra se horrorizó tras escuchar las palabras de Sergio.

-¿Cómo que Augusto mató a mi mamá...? -preguntó horrorizada-. ¿Es cierto que Augusto es un asesino...?

-Sí, Alondra... -susurró Sergio delirando-. A mi hermano... a varias personas más... Tu hermano es... es un asesino... Y ha secuestrado a tus amigos...

-¿Cómo que mi hermano secuestró a Alonso y a Juanma...? -preguntó Alondra horrorizada.

-Sí... Está loco... -dijo Sergio-. Se los llevó muy lejos... pero no sé a dónde...

Alondra estaba completamente horrorizada después de lo que Sergio le estaba contando, aún estando al borde de la muerte.

-Por favor, Alondra... -susurró Sergio-. Perdóname... por todo lo que he hecho... Por favor... Quiero que tú... y tus amigos... sean felices...

-Tranquilo, Sergio. Tranquilo -dijo Alondra-. Te perdono de todo corazón, tranquilo.

-No me alcanzará la vida... para pedirles perdón... a ti y a tus amigos... -susurró Sergio delirando.

Después de varios segundos, Sergio soltó su último suspiro y dejó de existir en los brazos de Alondra. Ella derramó unas lágrimas al ver que Sergio ya había fallecido, por lo que decidió cerrar para siempre los ojos del chico. Estaba profundamente dolida tras haber perdido a quien alguna vez fue su novio, pero debía encontrar la forma de salvar a sus amigos de la maldad sin límites de Augusto.

***

Más tarde...

Guadalupe, Nuevo León.

Colonia sin nombre.

Augusto tenía a Alonso y a Juanma en una colonia abandonada, en Guadalupe. Alonso y Juanma estaban maniatados en unas sillas, mientras Augusto los veía de pies a cabeza.

-No saben por cuánto tiempo he estado esperando este momento, chicos... -dijo Augusto burlón-. SIempre he querido acabar con ustedes, y ahora ese momento ha llegado.

-¡Nunca te saldrás con la tuya, Augusto! -gritó Alonso molesto.

-¡Estás loco de remate! -gritó Juanma.

-Pobres cabezas de alcornoque... -dijo Augusto burlón-. Por si no se han dado cuenta, nada ni nadie podrá salvarlos ahora. ¡Nunca debieron haberse metido con mi familia, y ahora eso lo van a pagar caro!

-¿Vas a matarnos? ¿Así como mataste a tus propios amigos? -preguntó Alonso desafiante, provocando la ira de Augusto-. ¡No cabe duda de que estás enfermo, Augusto!

Augusto se echó a reír como un loco.

-¡No es que esté enfermo! -gritó enloquecido-. ¡Es que me gusta hacer sufrir a mis enemigos antes de acabar con ellos! ¡Y por supuesto que tú y tu querido amigo no van a ser la excepción! Y en cuanto a mis amigos, simplemente decidí acabar con Sergio, porque me traicionó hundiendo a mis hermanos.

-¡Tus hermanos se lo merecían, Augusto! -gritó Juanma-. ¿No te das cuenta del daño que me hicieron aquel día?

-Sí, me doy cuenta, pero no me importa... -dijo Augusto un poco más tranquilo.

Parecía que Augusto quería calmarse poco a poco, pero sólo lo hizo para darle una noticia a Alonso.

-No es por nada, pero no quiero acabar contigo, sin antes decirte esto -dijo mientras volteaba hacia Alonso-. Para hacer esto más interesante, voy a traer a tu querida hermanita.

-¡No, con mi hermana no te metas, Augusto! -gritó Alonso enfurecido-. ¡Con mi hermana no!

-¡Tranquilo, Alonso! -exclamó Augusto burlón-. No le voy a hacer daño a tu hermana, simplemente la voy a traer aquí, para que vea cómo voy a acabar contigo.

-¡Eso nunca, Augusto! -gritó Alonso-. ¡Eso nunca!

-¡Claro que sí, Alonso! -gritó Augusto burlón-. ¡Quiero que tu hermana vea cómo voy a acabar contigo de una manera muy lenta y muy dolorosa! ¡No tienes idea de cómo lo voy a disfrutar!

-¡No te saldrás con la tuya! ¿Me oyes, Augusto? ¡Nunca! -gritó Alonso furioso.

Juanma quiso enfrentar a Augusto.

-¡Muy pronto todos van a saber la clase de monstruo que eres, Augusto Fernández-Vidal! -gritó furioso-. ¡Muy pronto vas a terminar en la cárcel, y créeme que nada ni nadie te salvará!

Augusto se echó a reír tras haber escuchado esas palabras.

-¿De qué estás hablando, Juanma? -gritó burlón-. ¡No voy a ir a la cárcel! ¡Augusto Fernández-Vidal no terminará en una celda! ¡Y eso te lo puedo asegurar!

-No pierdas tu tiempo, Augusto -dijo Alonso burlón-. La policía ya está detrás de ti, y muy pronto pagarás por todo el daño que has hecho.

-Pues te deseo la mejor de las suertes, porque para cuando acabe contigo y con tu querido amigo, yo ya no estaré aquí -dijo Augusto burlón.

-Eso lo veremos, Augusto -dijo Juanma molesto-. Porque tu fin se acerca, y nada ni nadie podrá salvarte.

Augusto sentía que tenía todas las de ganar. Estaba entusiasmado, porque creía que nada ni nadie lo iba a detener para acabar con Alonso de una vez por todas.

***

Más tarde...

Hospital Universitario.

Ana Sofi y su mamá estaban en el Hospital Universitario, en la habitación de Catalina. Ellas veían con dolor cómo la joven había quedado inmóvil en su cama, después de haber sido linchada.

-¿Catalina...? -preguntó Ana Sofi sorprendida-. ¿Cómo es posible que te hayan hecho esto...?

Catalina sólo movía los ojos, pero no podía levantar su cabeza. La mamá de Ana Sofi estaba empezando a sentirse mal por lo que estaba viendo.

-¿Cómo es posible que hayas acabado de esa forma, Catalina? -preguntó la señora-. ¿Cómo es posible que hayas lelgado tan lejos?

Un doctor llegó a la habitación de Catalina y se encontró con Ana Sofi y su madre. Les explicó cómo había terminado todo.

-¿Ustedes son familiares de Catalina Riva Palacio? -preguntó.

-No, doctor. Soy su ex suegra -dijo la mamá de Ana Sofi.

-Y yo su ex cuñada y ex amiga -dijo Ana Sofi.

-Pues, deberían saber que Catalina Riva Palacio está cuadripléjica desde que sufrió el linchamiento -dijo el doctor, dejando sorprendidas a madre e hija.

-¿Cuadripléjica? -preguntó Ana Sofi.

-Sí, jovencita... -dijo el doctor tranquilamente-. Después del linchamiento, ella sufrió un severo daño cerebral, así como varias fracturas en su columna vertebral. Y así es como se va a quedar, sin poder moverse.

-Dios mío... -dijo la mamá impresionada.

-Y lo peor de todo, es que posiblemente su condición empeore con el pasar del tiempo... -dijo el doctor-. Con su permiso.

El doctor se retiró del lugar, dejando a Ana Sofi y a su mamá consternadas. Ellas voltearon hacia Catalina, y veían cómo ella hacía muchos esfuerzos por moverse, aunque eran prácticamente inútiles.

-¿Qué me está pasando? ¡Quiero saber qué me está pasando! -gritó Catalina muy molesta.

Ana Sofi y su mamá estaban más perturbadas de lo que ya estaban, al ver que la mala actitud de Catalina aún persistía.

-Dios mío... Qué horror... -dijo la mamá.

-La vida se encargó de cobrarle todo el daño que ha hecho, mamá... -dijo Ana Sofi.

Catalina enfurecía conforme pasaba el tiempo.

-¡No me arrepiento de nada! ¿Me oyen? ¡De nada! -gritó furiosa.

-Vámonos de aquí, mamá... -dijo Ana Sofi.

-Sí, hija... -dijo la mamá muy preocupada-. Y de paso, hay que llamarle a tu hermano, no ha llamado en todo el día.

Madre e hija salieron del hospital y se dirigieron hacia la salida del hospital, cuando de repente, se encontraron a Alondra afuera. Ella estaba muy asustada, y corrió hacia Ana Sofi y su madre.

-¡Ana Sofi, señora Ángeles! -gritó aterrada mientras corría hacia ellas-. ¡Qué bueno que las encuentro!

-¡Alondra, qué tienes! -gritó Ana Sofi preocupada.

-¿Qué tienes, hija? ¿Qué te pasa? -preguntó la mamá.

-¡No van a creerlo! -gritó Alondra desesperada-. ¡Alguien secuestró a Alonso!

-¿Cómo? ¿Cómo que secuestraron a mi hijo? -gritó la mamá desesperada.

-¡Mi hermano! ¿Cómo es posible...? -gritó Ana Sofi.

-Sí, lo peor de todo es ese tipo, es Augusto quien lo hizo -dijo Alondra desesperada-. ¡Mi ex novio me lo confesó antes de morir!

Ana Sofi y su mamá estaban aterradas al saber que Alonso había sido secuestrado.

Sin embargo, lo peor estaba por venir. Una camioneta Chevrolet Suburban negra llegó al lugar, y de ella salieron dos encapuchados. Corrieron hacia Ana Sofi y Alondra, con tal de someterlas.

-¡Déjeme! -gritó Ana Sofi.

-¡Suélteme! -gritó Alondra.

-¡Dejenlas en paz, por favor! -gritó la mamá aterrada, mientras trataba de salvar a Ana Sofi y a Alondra.

-¡Mamá! ¡Mamá! -gritó Ana Sofi.

-¡Suéltame ya, por favor! -gritó Alondra.

-¡Dejen a esas chicas, por favor! -gritó la mamá.

De repente, un tercer encapuchado salió de la camioneta con pistola en mano, le apuntó a la mamá y le disparó en el abdomen. La mujer recibió el disparo en el abdomen y cayó al suelo, horrorizando a Alondra y a Ana Sofi.

-¡SEÑORA! -gritó Alondra horrorizada.

-¡MAMÁ! -gritó Ana Sofi horrorizada al ver que le habían disparado a su mamá.

Los encapuchados metieron a la fuerza a las dos chicas a la camioneta, mientras que entraron y se dispusieron a irse del lugar. La camioneta se fue del lugar a toda velocidad, mientras que la madre de Ana Sofi y Alonso se quedó ahí, tirada en el suelo, mientras unos doctores trataban de ayudarla.

***

Mientras tanto...

Guadalupe, Nuevo León.

Colonia abandonada.

Dos hombres de negro traían a Alondra y a Ana Sofi sometidas. Ana Sofi usaba una blusa negra de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis negros. Las chicas trataban de zafarse de sus captores, mientras éstos se las llevaban hacia la casa abandonada en la que estaba Augusto, con tal de terminar con ellas.

-¡Suéltenos ahora mismo, por favor! -gritó Alondra desesperada.

-¡Déjenos ir, por favor! ¡Nosotras no hemos hecho nada! -gritó Ana Sofi desesperada.

Los dos hombres de negro no hacían caso. Estaban determinados a cumplir las órdenes de Augusto.

-¡Por favor, no nos hagan daño! -gritó Alondra.

-¡Déjennos ir de una vez, por favor! -gritó Ana Sofi cada vez más asustada.

Pero de nada servía. Los hombres de negro se llevaron a las dos chicas hacia la casa abandonada, donde ellas veían cómo Juanma y Alonso estaban amarrados a unas sillas, esperando su inminente destino.

-¡Augusto! ¡Augusto! -gritó Alondra desesperada.

-¡No te atrevas a hacerles daño, Augusto! -gritó Ana Sofi histérica-. ¡Ni siquiera lo pienses!

Augusto volteó hacia las dos chicas y empezó a sonreír.

-¡Llegas temprano a la fiesta, Alondra! -gritó entusiasmado-. ¡Y tú, Ana Sofi! ¡Quiero que te sientes en primera fila, para que veas morir a tu hermano mayor!

-¡No, no le hagas daño a mi hermano! -gritó Ana Sofi-. ¡No se te ocurra lastimar a mi hermano!

Los hombres de negro se llevaron a Ana Sofi y a Alondra, y las sometieron para amarrarlas a unas sillas, junto a Alonso y Juanma. Después, se fueron de la casa.

-¡No me hagan esto! ¡No, por favor! -gritaba Ana Sofi desesperada.

-¡No lo hagas, Augusto! ¡No lo hagas! -gritó Alondra desesperada.

-¿Y por qué no, hermanita? -preguntó Augusto burlón-. ¡Ahora es cuando voy a hacer realidad su gran sueño! ¡Y ese sueño es deshacerme de Alonso y de Juanma lo antes posible!

-¡Eres un maldito, Augusto! -gritó Alonso desesperado-. ¡Mil veces maldito, al igual que Sergio!

-¡Espero que te pudras en el infierno por esto, imbécil! -gritó Juanma histérico.

-¡Espero que pagues por todo el daño que has hecho, maldito! -gritó Ana Sofi furiosa.

-No saben por cuánto tiempo he esperado este momento, chicos -dijo Augusto burlón, mientras veía a Alonso y a sus amigos-. Desde hace tiempo que siempre he querido acabar con todos ustedes, chicos. ¡Prepárense, porque los voy a matar a todos y cada uno de ustedes, así como maté a mi madre!

Alondra se horrorizó tras escuchar las palabras de Augusto.

-¡Ya sé que tú mataste a mi mamá, Augusto! -gritó horrorizada-. ¡Habla de una vez! ¿Es verdad que mataste a mamá para quedarte con la herencia?

-Ya sé de qué estás hablando, Alondra... -refunfuñó Augusto-. Escucha con cuidado, Alondra. Yo maté a mamá hace tiempo. La maté con mis propias manos, ¡y lo volvería a hacer! ¡Así como lo he hecho con muchas personas, entre ellas Sergio!

Alondra quedó horrorizada por las palabras de Augusto. No podía creer que ella hubiera sido capaz de tanta maldad.

-¿Cómo que mataste a mamá? ¡No, no puedo creerlo! ¡No puedo creerlo! -gritó Alondra desesperada-. ¿Y encima mataste a Sergio? ¡Era tu mejor amigo!

-Sí, por traidor. Así como fui amante de Catalina, antes de traicionarla. Lástima, más de dos años a mi lado, y no aprendió nada -dijo Augusto, horrorizando a Alonso-. Y lo que es peor, orquesté la violación contra Juanma, para después matar al instructor. He matado a mucha gente. Entre ellas, al hermano de Catalina, al licenciado Vega, a un forense, a los amigos de Lucas, entre muchos otros. Y lo volvería a hacer, Alondra. Así como maté a Sergio y a su hermano.

-¿Catalina era tu amante, Augusto? ¿Incluso desde antes de conocerme? -preguntó Alonso horrorizado.

-Sí, pero tuve que deshacerme de ella, porque se burló de mí... -dijo Augusto-. Así como maté a mi padre hace años. Le provoqué un accidente, cortándole los frenos del auto. Ni siquiera me arrepiento de todo lo que he hecho.

Todos quedaron completamente horrorizados después de todo lo que habían escuchado.

-¡No puedo creer lo que has hecho, Augusto! -gritó furiosa-. ¿Cómo fuiste capaz de hacer tanto daño? ¡Eres un maldito infeliz!

-Vaya, Alondra... -dijo Augusto burlón-. Parece que ya lo entiendes.

-¿Cómo es posible que hayas sido capaz de todo eso, Augusto? ¿Cómo? -preguntó Alondra furiosa-. ¿Qué clase de monstruo eres?

Augusto ni siquiera se inmutaba ante las palabras de sus enemigos.

-¡Pues para su mala suerte, ahora voy a acabar con todos ustedes, así como acabé con sus seres queridos! -gritó burlón.

-¡Pues mátame de una vez, Augusto! ¡Mi vida por la de Alonso y los demás! -gritó Alondra decidida.

Augusto se mostró tranquilo ante las palabras de Alondra.

-Vaya, así que prefieres salvar a tus amigos... -dijo tranquilamente-. Me doy cuenta de que prefieres dar tu vida por ellos, especialmente por Alonso...

-Sí eso es lo que quiero -dijo Alondra tranquilamente-. Mi vida por la de ellos. Haz lo que quieras. ¡Vamos, mi vida por las de ellos!

Augusto respiro profundamente antes de seguir hablando. Era obvio que tenía acorralados a Alondra y a Alonso, y deseaba acabar con ellos.

Un encapuchado desamarraró a Alondra, y la llevó con Augusto. Ella le dio un puñetazo en la cara, haciéndolo sangrar de la nariz.

-¡Te odio, Augusto! ¡Ojalá no fueras mi hermano! -le gritó enfurecida después de golpearlo.

Augusto trataba de recuperarse del fuerte puñetazo que Alondra le había dado.

-¿Eso es lo que quieres? Está bien, lo que tú digas -dijo Augusto serio, antes de soltar una carcajada malévola-. Al cliente lo que pida. ¿Tú crees que me importa una muerte más?

Augusto preparó la pistola y le apuntó a Alondra en la cabeza. Ella se mantenía junto a Alonso y los demás, y se mantenía fuerte ante la maldad de su hermano.

-¡Hazlo, hazlo de una vez, vamos! -gritó Alondra decidida-. ¡Hazlo de una vez!

-Pensándolo bien, ¡ahora que los tengo a los cuatro, los mataré a todos! -gritó Augusto, mientras le seguía apuntando a Alondra con la pistola-. ¡Ahora mismo voy a acabar con todos ustedes de una vez por todas!

Augusto golpeó a Alondra y la tiró al suelo, dejándola inconsciente, ante el horror de Alonso, Ana Sofi y Juanma.

-¡Alondra! -gritó Alonso hororrizado al ver a Alondra inconsciente y tirada en el suelo.

Estaba claro que Augusto había perdido por completo la cabeza. Estaba decidido a acabar con ella y sus amigos de una vez por todas. Alondra y los demás estaban juntos, esperando a que Augusto pudiera dar su última jugada.

-¡Es hora de decir adiós, Alonso! -gritó Augusto enloquecido.

Después de unos momentos, el joven tomó un bidón de gasolina, y lo esparció por toda la casa abandonada, con tal de lograr su cometido.

-¡Augusto, no lo hagas! -gritó Juanma asustado.

-¡No hagas esto, Augusto! ¡Por favor! -gritó Ana Sofi asustada.

-¡Ya es demasiado tarde, chicos! -gritó Augusto mientras arrojaba el bidón de gasolina lejos de sí-. ¡Es hora de decir adiós!

Augusto sacó una caja de cerillos del bolsillo derecho de su saco, abrió la caja y sacó un cerillo. Lo encendió y lo contempló antes de arrojarlo.

-¿Algunas últimas palabras antes de decir adiós para siempre, chicos? -gritó mientras veía el incendio-. ¿No? ¡Pues lo siento! ¡Adiós para siempre, Alonso! ¡Nos vemos en el infierno!

-¡NOOO! -gritaron Alonso, Juanma y Ana Sofi al mismo tiempo.

Sin pensarlo dos veces, Augusto arrojó el cerillo al suelo. De repente, el cerillo empezó a crear llamas que terminaron provocando un incendio.

-¡Nos vamos a morir todos aquí, Alonso! ¡Primero muerto que ir a la cárcel! -gritó Augusto burlón.
Los chicos gritaban de miedo, mientras que Augusto reía como un loco. Todo esto, mientras el incendio se hacía cada vez más grande. Augusto sabía que no quería ir a la cárcel, por lo que prefería la muerte.

De repente, Alondra empezó a despertar. Tan pronto como despertó, se levantó del suelo y corrió hacia Augusto para enfrentarlo, los dos empezaron a forcejear.

-¡Alondra...! -gritó Augusto sorprendido.

-¡Escúchame bien, Augusto! -gritó Alondra mientras forcejeaba con Augusto-. ¡Tú no matarás a mis amigos! ¡No te saldrás con la tuya!

-¡Nos vamos a morir todos aquí, Alondra! ¡Eso dalo por hecho! -gritó Augusto.

Los dos hermanos forcejeaban ante la mirada de terror de los demás chicos.

-¡Alondra! -gritaban Alonso, Juanma y Ana Sofi al mismo tiempo.

Al final, Alondra le dio un rodillazo en los testículos a Augusto, haciéndolo arrodillarse. Al ver que el joven estaba lastimado, Alondra sacó un cuchillo del bolsillo derecho de su saco y corrió hacia Alonso y los demás para desamarrarlos, uno por uno.

-¡Rápido, Alondra! -gritó Ana Sofi.

Después de unos instantes, Alondra logró desamarrar a Alonso y a los demás.

-¡Vámonos, chicos! -gritó Alondra.

-¡Vámomos de aquí, Alondra! -gritó Alonso.

-¡Vámonos! -gritó Alonso.

Alondra y los demás trataron de escapar del incendio, mientras que Augusto trató de ponerse en pie.

-¡Esto no ha terminado, chicos! ¡No ha terminado! -gritó histérico.

Alondra y sus amigos lograron salir corriendo de la casa en llamas. Después de haber salido, la casa quedó inaccesible.

-¿Están bien todos? -preguntó la joven.

-Sí, Alondra... Muchas gracias... -dijo Alonso tranquilamente.

Mientras los chicos se calmaban, un auto de la policía llegó al lugar para auxiliarlos. Dos oficiales bajaron del auto, y trataron de calmar a los chicos.

Por otro lado, Augusto trataba de salir de la casa. Sin embargo, éste tropezó y cayó al suelo. Veía cómo las llamas lo iban alcanzando.

-¡Sáquenme de aquí! -gritó desesperado, al ver que el incendio se hacía más fuerte-. ¡Alondra! ¡Sácame de aquí!

Todo fue inútil. Las llamas lo alcanzaron, y el chico empezó a quemarse rápidamente. Empezó a gritar de dolor, mientras estaba adentro de la casa.

-¡ME QUEMO! ¡SÁQUENME DE AQUÍ! -chilló-. ¡ME QUEMO! ¡ME QUEMO!

Augusto se estaba quemando y gritaba como loco, mientras Alondra y sus amigos veían con horror cómo las llamas lo iban matando poco a poco. El joven soltaba varios gritos de dolor, mientras el incendio persistía.

Después de varios segundos, los gritos de Augusto cesaron, y su vida llegó a su fin. Alondra, Alonso, Ana Sofi y Juanma simplemente veían con horror cómo todo había terminado.

-¡Quiero ayudar a Augusto! -gritó Alonso, mientras corría hacia la casa, pero una mujer policía lo detuvo.

-¡No lo hagas, hijo! ¡No tiene caso! -gritó la mujer policía.

-¡Olvídalo, Alonso! ¡Augusto ha muerto! -gritó Alondra.

-¡No, no puede ser! -gritó Alonso llorando.

-¡Alonso! -gritó Alondra mientras abrazaba a Alonso.

-¡Yo no quería que pasara esto! -gritó Alonso llorando, mientras Alondra lo abrazaba-. ¡A pesar de todo el daño que nos hizo, no merecía esto! ¡Me hubiera gustado ayudarlo!

Alonso deseaba ayudar a Augusto, pero era inútil. El joven ya había muerto calcinado a causa del incendio. Otros dos autos de la policía llegaron para calmar la situación. Pese a ello, Alonso se sentía dolido por la situación.

¿Qué opinas del capitulo?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro