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22: Justicia divina

Mientras tanto...

Casa de la familia Riva Palacio.

Augusto estaba en la habitación de Catalina, con los dos hermanos maniatados en sillas. Ella veía cómo Alonso, su peor enemigo, estaba sumamente asustado y con deseos de liberarse del problema que lo aquejaba.

Se acercaba lentamente hacia Alonso, con tal de supervisar que todo estuviera en orden. Ana Sofi veía la escena, completamente horrorizada.

—¿Y bien, Alonso? —preguntó Augusto tranquilamente, mientras que Alonso se llenaba de terror—. Te preguntarás cómo es posible que hayas llegado hasta aquí. Bueno, para empezar, he tratado por todos los medios de alejarte de mi hermana, pero como no pude hacerlo, ahora me toca a mí hacerlo de una vez por todas.

Alonso se mostraba temeroso por lo que estaba pasando a su alrededor. Conocía a Augusto, lo suficiente como para saber acerca de sus verdaderas intenciones.

—¿Qué es lo que quieres, Augusto...? —preguntó con voz baja, pero clara—. ¿Por qué me odias tanto? ¿Por qué me haces esto?

—¿Ah, sí? Pues primero, para que lo veas, le voy a dar a tu hermanita donde más le duele —dijo Augusto molesto—. Te prometo que será lento y doloroso, querido. Siempre te he odiado desde que me quitaste a mi hermana, pero eso va a cambiar. Quiero que Ana Sofi vea lo que te voy a hacer.

Después de haberle dicho esas palabras a Alonso, Augusto se alejó lentamente de él. Alonso quería suplicar por su vida, pero sentía que ya era tarde. Quería rogar por la esperanza de poder salir del problema en el que estaba metido.

Después de haber visitado a Alonso en la habitación de Catalina, Augusto se dirigió hacia la sala de la casa, con tal de encontrarse con Sergio y Catalina, quienes estaban sentados en el sofá y esperaban una reunión con Augusto.

—Ya tengo a Alonso ahí, eso ya lo saben —dijo Augusto tranquilamente, mientras se sentaba en el sofá—. Es momento de demostrarle que con nosotros no se juega.

—¿Y qué quieres que hagamos con él? —preguntó Catalina.

—No lo sé, pero todo está permitido —respondió Augusto amablemente—. Sabes que Alonso te rompió el corazón, así que puedes hacer todo lo que quieras con él.

—¿Y yo? —preguntó Sergio.

—También —dijo Augusto tranquilamente—. Él hizo que te alejaras de mi hermana, así que haz lo que quieras con él.

Y así, Sergio y Catalina decidieron dirigirse hacia el sótano de la casa, con tal de encontrarse con Alonso y hacerle ver su suerte.

—¡Hola, hijo de perra! —gritó Catalina molesta al ver a Alonso amarrado a la silla—. ¿Sí te acuerdas de lo que te dije? ¿Sí sabes que te advertí que no te metieras conmigo, imbécil? ¡Ahora va la mía, mijo!

Alonso y Ana Sofi simplemente miraban de reojo a Catalina y a Sergio. Sabían muy bien que ellos no tenían buenas intenciones.

—Pero ella no lo va a hacer sola, Alonso —dijo Sergio burlón, mientras se dirigía hacia Alonso con tal de desamarrarlo—. No tengas miedo, chico. Catalina sabe cómo complacer a un hombre, y ahora mismo te lo va a demostrar.

En cuanto Alonso fue desamarrado, quiso salir corriendo. Pero Catalina y Sergio fueron más hábiles que él, y lograron someterlo en el suelo.

—¡Suéltenme, par de imbéciles! —gritó Alonso desesperado, mientras Sergio y Catalina lo sometían en el suelo—. ¡No voy a dejar que me lastimen!

—¡Claro que lo vamos a hacer, maldito imbécil! —le gritó Catalina furiosa, mientras se iba acercando lentamente hacia él—. ¡Y ahora yo misma te voy a enseñar de lo que soy capaz! ¡A mí nadie me rompe el corazón! ¡Ningún maldito hombre!

—¡No, no le hagan daño a mi hermano, por favor! —gritó Ana Sofi asustada, mientras veía la escena.

—¡Tú cállate, o a ti también te toca, perra! —gritó Catalina furiosa.

Mientras Catalina y Sergio sujetaban a Alonso, Augusto apareció y quiso dirigirse hacia el chico, con tal de decirle algunas palabras.

—Ahora sabes bien por qué el que me busca, me encuentra, Alonso —dijo Augusto seriamente—. Quiero mandarle un recadito a tu familia, hazle saber por qué nadie debe meterse con nosotros, especialmente conmigo.

—¡Eres un monstruo, Augusto! —gritó Alonso sumamente indignado—. ¡No cabe duda de que eres una basura de ser humano! ¡Algún día vas a pagar por o que hiciste!

—¡Nadie se va a poner por encima de mí, Alonso! —gritó Augusto—. ¡Yo soy el que manda aquí! ¡Y yo mismo te voy a demostrar las razones por las que soy un rival de cuidado! —volteó hacia Catalina y Sergio—. Bien, hagan lo que quieran con él.

—¡No, no lo hagan! —gritó Ana Sofi asustada y llorando.

Sergio y Catalina obedecieron. Sergio quería aprovecharse de Alonso, pero Catalina quería detenerlo para salirse con la suya.

—¡Atrás, Sergio! ¡Atrás! —grito Catalina enloquecida—. ¡Yo voy a ser la primera en estrenarlo!

Catalina se dispuso a besar a Alonso a la fuerza, pero éste le dio un cabezazo que la hizo sangrar de su nariz. Ella enfureció mucho más después del cabezazo.

—¡Cobarde! ¡Poco hombre! —gritó histérica, mientras se aproximaba hacia Alonso—. ¡Yo te voy a domar, por las buenas o por las malas! ¡Porque soy una mujer cabrona e indomable! ¡Me oíste, asqueroso idiota! ¡Yo misma te voy a domar como se doma a los caballos, mijo! —volteó hacia Sergio—. ¡Sergio! ¡Sujeta a este imbécil para que no se escape!

—¡Entendido! —gritó Sergio.

—¡No, no lo hagan! ¡No, por favor! —gritó Ana Sofi asustada.

Y así, Sergio y Catalina sometieron a Alonso para que no pudiera escapar. Alonso gritaba y gritaba, pero a ellos no les importaba. Cegada por la histeria, Catalina procedió a besar su pecho por la fuerza. Alonso gritaba y gritaba, pero eso sólo hacía enfurecer más a Catalina, quien procedía a besar al chico bruscamente por el cuello. Ana Sofi estaba viendo todo, y estaba completamente horrorizada.

—¿Qué te parece, desgraciado? —gritó Catalina mientras besaba a Alonso por el cuello—. ¿Creiste que te íbamos a matar? No, no lo voy a hacer. Vas a terminar deseando que mejor te hubiéramos matado.

Cegado por la locura, Sergio quiso entrarle al quite, por lo que se desnudó. Tan pronto como se quitó toda la ropa, preparó su pene erecto. Catalina puso boca abajo a Alonso, le quitó sus calzoncillos y le abrió sus nalgas. Sergio introdujo su pene en el ano de Alonso, provocando que el pobre chico gritara de dolor.

—¡Basta! ¡Déjenme! —gritó Alonso adolorido, mientras Catalina y Sergio seguían abusando sexualmente de él—. ¡Por favor! ¡Deténganse, por favor! ¡Me duele mucho! ¡Deténganse!

—¡Por favor, paren con esto! —gritó Ana Sofi asustada y llorando—. ¡No sigan!

Alonso suplicaba que todo se detuviera, pero Catalina y los demás siguieron abusando del pobre chico. Augusto simplemente veía todo, mientras seguía grabando con su celular.

—¡Te advertí que no te metieras conmigo, Alonso Ángeles! —gritó Augusto mientras sus amigos seguían abusando de Alonso sexualmente—. ¡Y ahora vas a sufrir las consecuencias!

Sergio le daba duras embestidas a Alonso, mientras que Catalina lo estrujaba y besaba por la fuerza. Augusto seguía grabando con su celular, todo lo que sus amigos le hacían a Alonso. Era obvio que todo lo hacían por pura maldad. Sergio y Catalina tenían una maldad que no conocía límites.

Y así siguieron toda la noche, en su festival de violencia y crueldad. Alonso se quedaba afónico de tanto gritar, ya no aguantaba más lo que su ex novia y Sergio le estaban haciendo. Sin lugar a dudas, era horrible lo que le hacían, y marcaría su vida para siempre.

Catalina y Sergio estaban cansados de haber abusado sexualmente de Alonso. Decidieron que ya era suficiente, por lo que decidieron detenerse y alejarse de él, dejándolo tirado en el suelo y desnudo. Los dos lo veían con indiferencia y odio, a la par del asco que sentían por él. Augusto también veía al chico, y simplemente lo miraba de reojo.

—¿Ahora entiendes por qué nadie debe meterse conmigo, Alonso? —preguntó Augusto fríamente, mientras miraba a Alonso de pies a cabeza—. Nada de esto habría pasado si hubieras sido un buen chico, y te hubieras portado bien. Pero pasó lo que tenía que pasar, y tú sufriste las consecuencias. Espero que Andrea sepa bien que el que me busca, me encuentra.

Después de todo lo que pasó, Augusto decidió irse del lugar y dirigirse hacia su habitación. Estaba cansada de observar la violación que Alonso había sufrido. Catalina y Sergio decidieron quedarse en la casa, con tal de pasar la noche. Habían disfrutado de violar a Alonso, y no mostraban arrepentimiento alguno.

Ana Sofi estaba completamente traumatizada por lo que había visto, no podía describir con palabras, la maldad infinita de Augusto y sus amigos.

—¡Alonso! ¡Alonso! —gritaba desesperada.

Pero todo era en vano, pues Alonso no quería reaccionar. Era como si estuviera muerto, sentía que no podía moverse, mucho menos hablar. Y ahora estaba ya consciente de la maldad sin límites de Augusto.

Mientras tanto, Augusto y Sergio decidieron salir de la casa, con tal de ir por algo de comida. Los tres se mostraban tranquilos, después de todo lo que le habían hecho a Alonso, ni siquiera les importaba lo ocurrido.

***

Más tarde…

Central de Autobuses Monterrey.

Muchas personas se encontraban en la central de autobuses, pues deseaban irse a otra ciudad. Por otro lado, otros salían de los autobuses, pues habían llegado a su destino.

Chema y Santino se encontraban en la central de autobuses, con maletas en manos, después de haber huido de sus casas. Estaban haciendo todo lo posible, con tal de huir de la ciudad y evitar pisar la cárcel.

—Vaya, nos fue mejor de lo esperado —dijo Chema tranquilamente—. A este paso, nos salvaremos de evitar la cárcel.

—Sí, nada ni nadie nos va a castigar por lo que le hicimos a Juanma —dijo Santino sonriendo—. Pobre tonto, no nos va a encontrar en ningún lugar.

—Claro que no, hermano —dijo Chema sonriendo—. Y acabo de avisarle a Augusto para que sepa lo que está pasando.

—Así es… —dijo Santino amablemente—. Iguai y me hubiera gustado hablarle a Catalina para que nos fuéramos todos del país, pero me temo que esto no va a suceder, pues ella prefirió quedarse en su casa.

—Sí. Ella quiso quedarse en su casa y, aunque no estemos de acuerdo, tenemos que respetarlo —dijo Chema tranquilamente—. Pero que nomás no se queje si la policía llega para arrestarla.

—Cierto, con eso de que tiene una orden de aprehensión en su contra… —dijo Santino.

Los dos chicos estaban preparados para tomar el autobús que los alejaría de la ciudad y los salvaría de la policía. Sin embargo, tres policías de Fuerza Civil llegaron al lugar. Eran uno calvo, uno de cabello corto castaño claro y uno de cabello corto castaño. Ellos se acercaron a Chema y a Santino, quienes voltearon hacia ellos y quedaron helados de terror.

—¿Son ustedes José María y Santino Fernández-Vidal? —preguntó el calvo.

—Sí, somos nosotros… —dijo Chema asustado.

—¿Qué se les ofrece? Es que nosotros nos íbamos de la ciudad por unos días… —dijo Santino nervioso.

El castaño claro y el castaño se acercaron a Chema y a Santino, pusieron sus manos atrás y los esposaron, ante el asombro de los chicos y de todos los presentes.

—¿Qué hacen, idiotas? —preguntó Chema furioso.

—¡No me hagan esto, por favor! —gritó Santino furioso.

—Quedan ambos detenidos por el delito de abuso sexual en contra de Juan Manuel Santoyo Díaz —dijo el calvo, mientras volteaba hacia Santino—. Y tú, Santino, quedas detenido también por el homicidio y tortura de Alexis de la Mora Compeán —volteó hacia los policías—. Llévenselos.

Los policías se llevaron a Chema y a Santino esposados.

—¡Suéltenme, por favor! ¿Saben quién es nuestro hermano? —gritó Chema furioso—. ¡Se van a meter en un grna problema cuando sepa lo que nos están haciendo!

—¡Quítenme las manos de encima, idiotas! —gritó Santino furioso—. ¡No saben con quién se están metiendo!

Los tres policías no hacían caso ante los berridos de Chema y Santino, quienes sabían que les esperaría un largo tiempo en la cárcel por lo que le habían hecho a Chema y a Alexis. Los presentes estaban estupefactos ante lo que habían visto.

***

Más tarde...

Casa de la familia Riva Palacio.

Alondra y Samuel se encontraban en la puerta de la casa de la familia Riva Palacio. Los dos se preparaban para rescatar a Alonso, con ayuda de dos policías.

—Así que ésta es la casa en la que se encuentran secuestrados los hermanos Ángeles... —dijo uno de los policías, el de cabello corto castaño.

—Sí, en donde vive Catalina Riva Palacio... —dijo Alondra tranquilamente.

—Vaya, así que esa loca fue capaz de tanto... —dijo el otro policía, uno de cabello corto negro.

—Cierto, esa tipa fue demasiado lejos... —dijo Samuel molesto.

—Antes de hacer el rescate, quiero decirte que Chema y Santino ya fueron detenidos, Alondra —dijo el policía castaño.

—¿Cómo...? —preguntó Alondra asombrada—. ¿Ya detuvieron a mis hermanos?

—Sí, esos zoquetes ya se preparaban para huir del estado —dijo el policía castaño—. Pero por fortuna, otros policías ya los tienen en sus manos. Bueno, vamos a lo que vinimos.

Los dos policías se prepararon para rescatar a Alonso y a Ana Sofi. Tiraron la puerta de una patada, entraron a la casa y corrieron hacia las escaleras. Ambos subieron las escaleras y llegaron a la habitación de Catalina, donde se encontraban los hermanos. Los policías quedaron estupefactos al ver a Ana Sofi amarrada, y a Alonso semidesnudo y tirado en el suelo.

—¡Dios mío...! —dijo el policía de cabello negro.

—¡Oficiales! ¡Qué bueno que llegaron! —gritó Ana Sofi llorando.

Los policías se acercaron a Ana Sofi para desamarrarla; ella corrió hacia ellos para abrazarlos.

—¡Señores, no creerán lo que pasó aquí! —gritó Ana Sofi asustada—. ¡Dos tipos violaron a mi hermano!

—¿Dos tipos? ¿Quiénes? —preguntó el policía de cabello negro.

—¡Catalina y Sergio...! —sollozó Alonso mientras se levantaba lentamente del suelo y se ponía sus calzoncillos boxer—. Esos dos malditos fueron los que abusaron de mí. Catalina me violó por segunda vez.

Los dos policías estaban estupefactos después de las palabras que Alonso les había dicho.

—¿Catalina Riva Palacio y Sergio de la Mora? —preguntó asombrado el policía castaño.

—Sí, ellos... —dijo Alonso entre susurros.

—¡Hermano...! —gritó Ana Sofi mientras se alejaba de los policías y corría hacia su hermano, con tal de abrazarlo—. ¡No puedo creer que te hayan hecho eso...!

Los policías estaban estupefactos después de las cosas que habían escuchado. Nadie podía creer lo que pasaba.

—Cielos, esa tal Catalina Riva Palacio se pasó de la raya... —dijo el policía de cabello negro.

—Cierto, Soto... —dijo el policía castaño—. Primero se esconde de la justicia, y ahora abusa sexualmente de Alonso por segunda vez...

—Sí, Roldán... —dijo Soto, el policía de cabello negro—. Esta vez se pasó de la raya...

—Así es. Y ya sabemos dónde está... —dijo Roldán, el policía castaño—. Ahora sí, Catalina y su amigo acaban de firmar su sentencia de muerte.

—Sí, Roldán... —dijo Soto—. Hay que mandar refuerzos para que los arresten...

—¡Sí! ¡Y también a Augusto Fernández-Vidal! —gritó Ana Sofi—. ¡Él fue quien planeó todo!

—¿Augusto fue quien planeó todo...? —preguntó Soto impresionado—. Pues él tendrá que compartir celda con sus hermanos menores. Hay que buscarlos a todos para arrestarlos.

Los dos policías estaban discutiendo acerca del plan que serviría para buscar a Catalina Riva Palacio y a Sergio de la Mora, y arrestarlos: también iban a hacer lo mismo con Augusto. Alonso y Ana Sofi se sentían tranquilos después de haberles dicho a los policías la verdad acerca de lo ocurrido.

Alondra entró a la casa, y por ende, a la habitación de Catalina. Al ver a Alonso y a Ana Sofi, quedó sorprendida y corrió hacia ellos, para darles un fuerte abrazo.

—¡Me alegro que esté bien, chicos! —susurró Alondra sonriendo, y con los ojos llenos de lágrimas.

—Muchas gracias, Alondra... —dijo Alonso sonriendo.

—Muchas gracias... —dijo Ana Sofi.

Los tres chicos se separaron, y Alondra comenzó a hablar con los policías.

—¿Así que fue mi hermano quien planeó todo? —preguntó Alondra un poco triste.

—Lamentablemente, sí... —dijo Soto tranquilamente—. Fue tu hermano quien planeó todo esto.

—Cielos... —dijo Alondra impresionada—. No sé qué decir, la verdad. Juro que ya no sé qué pensar acerca de mi hermano...

—Siento mucho que hayas tenido que enterarte de la verdadera cara de tu hermano, Alondra... —dijo Alonso tranquilamente.

—No, Alonso... —dijo Alondra tranquilamente—. Yo siento mucho todo el daño que te hizo. Es que de verdad, no entiendo cómo es que mi hermano haya sido capaz de haber llegado tan lejos como para querer hacer esto...

—Entiendo cómo se sienten... —dijo Roldán—. Lamento que hayan tenido que enterarse de todo esto. Lo siento, de verdad...

Alondra se sentía triste y traicionada, después de lo que había descubierto acerca de su hermano. A estas alturas, ya no le impresionaba nada.

***

Esa noche...

Plaza Fiesta San Agustín.

Augusto y Catalina estaban en el centro comercial. Los dos se hallaban en el área de comidas, sentados en una mesa. Se percataban de que muchas personas estaban viendo de reojo a Catalina.

—Sinceramente, no entiendo por qué toda esta gente te está viendo, Catalina... —dijo Augusto molesto.

—Sí, yo tampoco entiendo... —dijo Catalina molesta—. Y mucho menos sé por qué Sergio no quiso venir con nosotros. Quizá esté descansando un rato.

—Sí, de seguro fue a descansar... —dijo Augusto.

—Lo sé... ¡pero no soporto ver cómo toda esta gentuza se me queda viendo, como si hubiera hecho algo malo! —gritó Catalina furiosa, mientras volteaba a ver a un niño de cabello rubio—. ¡Deja de mirarme, niño tonto! ¿O quieres que le diga a tu mamá?

El niño sólo se quedaba viendo cómo Catalina se mostraba molesta ante la situación.

—Es inútil... —dijo Catalina molesta—. Esta maldita gente cree que yo hice algo malo...

—Cierto, es que abusaste de Alonso dos veces... —dijo Augusto.

—¡No digas eso en voz alta, Augusto! —dijo Catalina molesta—. No quiero que sepan lo que le hice a ese mequetrefe.

—¿Qué pasa, Catalina? ¿Acaso no quieres que se sepa la verdad? —preguntó Augusto.

—¡Ni se te ocurra! —dijo Catalina molesta—. ¡No me hagas esto, por favor, Augusto!

Augusto se levantó de la mesa y empezó a gritar un aviso.

—¡Aquí esta, chicos! ¡Es la violadora! —gritó, ante el horror de Catalina—. ¡Esta chica es la que abusó seuxalmente de Alonso Ángeles! ¡Catalina Riva Palacio! ¡Ella es la culpable de haberle destruido la vida a ese chico inocente!

Varias personas miraron de reojo a Catalina, pero no a Augusto. Era obvio que la furia de esas personas aumentaba progresivamente. Ella estaba estupefacta, así como muchas personas que oyeron esa confesión.

—¡Esa chica es la que le destrozó la vida a ese pobre chico! —gritó un chico.

—¡Maldita tóxica! —gritó otro chico.

—¡Está bien que lo maltrataras, pero nunca pensé que fueras tan lejos! —gritó otro.

—¡Atrápenla antes de que escape! —gritó otro.

—¡No, no lo hagan...! —gritó Catalina mientras se levantaba de la mesa—. ¡Augusto, haz algo! ¡Por favor!

Varias personas se levantaron de sus mesas y corrieron hacia Catalina, con tal de lincharla. La sometieron y empezaron a desnudarla y por ende, a golpearla salvajemente. Todo, mientras que Augusto veía con indiferencia ese acto.

—¡No, déjenme! ¡Me duele mucho! —gritó Catalina, mientras muchas personas la sometían violentamente para lincharla—. ¡Augusto, ayúdame! ¡Por favor, ayúdame!

Augusto no decía ni una sola palabra. Simplemente veía con indiferencia, como la turba iracunda empezaba a golpear a Catalina, haciéndola sangrar.

—¡No dejen ir a esta violadora! —gritó un chico.

—¡Dénle con todo lo que tengan! —gritó una chica.

—¡Dénle su merecido! —gritó otro chico.

Varias personas seguían golpeando a Catalina brutalmente. La chica gritaba y gritaba, pero eso sólo empeoraba la madrina que recibía de la gente enfurecida. Aunque ya estaba tirada en el suelo, la gente la siguió golpeando y pateando con todas sus fuerzas. En medio de la trifulca, Augusto preparó la huida del centro comercial.

De repente, un policía llegó al lugar, apuntó la pistola al aire y disparó cuatro veces, logrando detener la trifulca.

—¡Alto todos! ¡Alto! —gritó después de disparar.

Mucha gente se detuvo y dejó de golpear a Catalina. Todos se alejaban para ver cómo ella se hallaba semidesnuda, ensangrentada y tirada en el suelo.

—Dios mío... —dijo el policía impresionado al ver a Catalina así.

Otros policías llegaron al lugar para deslindar responsabilidades, pero quedaban estupefactos al ver a Catalina en el suelo, completamente golpeada. Sin dudas, un digno castigo para ella.

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