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21: Unos secuestrados y otros acorralados

Al día siguiente...

2 de septiembre de 2017.

Casa de la familia Siqueiros.

Era un nuevo día en la ciudad. El clima seguía cálido, pero el cielo estaba nublado.

Juanma caminaba por la calle Hoyo 9 y se dirigía hacia la casa 413, su hogar. Zoé lo acompañaba a la casa. Juanma usaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. Zoé por su lado, usaba una playera gris de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. 

—Mamá también se puso muy mal cuando se enteró de que te violaron esos zoquetes, Juanma —dijo Zoé con tristeza.

—Lo sé, Zoé... —dijo Juanma con tristeza—. La verdad, no sé si pueda disfrutar de mi vida, con este horror que llevo cargando en mis espaldas.

—No lo sé, no será de un día para otro, hermano —dijo Zoé tranquilamente—. Pero espero que puedas salir avante de esto.

—Dios te oiga, Zoé... —dijo Juanma un poco más animado.

—Lo peor de esto, es que Alonso todavía no ha aparecido... —dijo Juanma preocupado.

—Sí, es que no ha contestado ni una llamada —dijo Zoé preocupada—. Y lo peor de todo, es que su hermana Ana Sofi está horrorizada.

—¿Ha de ser por Catalina? —preguntó Juanma.

—Sí, es por ella... —dijo Zoé preocupada—. Me dijo Ana Sofi que Catalina vino a secuestrarlo.

—Dios bendito... Ahora sí se pasó de la raya... —dijo Juanma horrorizado—. Catalina se pasó de la raya al haberle hecho semejante barbaridad a Alonso.

—Sí, y lo peor es que Alondra no pudo hacer nada, por miedo a represalias... —dijo Zoé muy preocupada.

Cuando los chicos llegaron a su casa, se asustaron muchísimo. Zoé gritó muy asustada, y Juanma la abrazó. La razón: la cabeza cercenada de Alexis estaba en la puerta de la casa. Los dos hermanos quedaron horrorizados al ver esa cabeza cercenada.

—¡Dios mío, qué horror! —gritó Zoé como una loca—. ¡Dime que esa no es la cabeza de Alexis...!

Juanma se acercó lentamente hacia la cabeza cercenada de Alexis, y se dio cuenta de que venía con un mensaje escrito. El chico leyó el mensaje, y éste decía:

"Pobre de ti si te atreves a delatar a mis hermanos, Juan Manuel. No sabes con quién te estás metiendo."

"Con cariño."

"Augusto Fernández-Vidal."

Juanma quedó horrorizado después de haber leído el mensaje. No podía procesar lo que estaba pasando.

—¿Qué pasa, hermano? ¿Qué está pasando aquí? —preguntó Zoé asustada.

—Es que mataron a Alexis... —dijo Juanma horrorizado—. Le cortaron la lengua, y despueś la cabeza. Por si fuera poco, me están amenazando...

—Dios mío... —susurraba Zoé aterrada.

—Al parecer, Augusto no quiere que denuncie a sus hermanos por haberme violado... —dijo Juanma horrorizado—. Quiere silenciarme como sea...

De repente, la mamá de los chicos salió de la casa, y corrió aterrada hacia sus hijos.

—¡Zoé, Juanma! —gritoneó aterrada—. ¡Mis niños, dónde estaban! ¿Qué fue lo que pasó?

—Ya lo sabes, mamá... —susurraba Zoé aterrada.

—¿Pasa algo, hija? —preguntó aterrada la señora.

—Mamá, es que quieren silenciarme... —dijo Juanma horrorizado—. Quieren callarme a como dé lugar.

—Y ese alguien es Augusto Ferńandez-Vidal y sus hermanos... —dijo Zoé—. Quieren hacernos daño para que no denunciemos a Augusto, a Chema y a Santino.

—¡Dios mío...! —gritaba la señora horrorizada—. ¡No puede ser, no puede ser!

—Yo tampoco puedo creer lo que está pasando... —dijo Juanma horrorizado—. Pero sí sé muy bien quién está detrás de todo esto...

Los Siqueiros estaban completamente horrorizados tras haber descubierto la cabeza mutilada de Alexis, así como el mensaje amenazante que Juanma había leído.

—Estoy seguro de que no quieren que los denuncie con las autoridades... —dijo Juanma asustado—. Por eso quieren tratar de silenciarme a como dé lugar...

Juanma estaba seguro de que los hermanos Fernández-Vidal se habían enterado de la confesión que le había hecho a su madre, por lo que de inmediato, pensó en un plan para hundir a los hermanos por lo que le habían hecho.

***

Más tarde…

Casa de la famila Ángeles.

Alondra y la mamá de los hermanos Ángeles estaban en la casa: la mamá estaba sentada en el sofá, llorando, mientras que Alondra estaba extremadamente preocupada por Alonso y Ana Sofi. Alondra usaba una blusa gris de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis negros.

—¡No sé por qué todavía no aparecen mis hijos, Alondra! —exclamó la mamá llorando—. Todavía no puedo creer que esté pasando todo esto. ¡Y todo por culpa de Catalina!

—Lo sé, señora… —dijo Alondra triste y sollozando—. ¡Catalina es la única responsable de todo esto! ¡Ella fue la que le hizo daño a su hijo, ella siempre lo maltrató, golpeó y humilló durante todo el tiempo que estuvieron juntos!

—Entiendo, hija… —dijo la señora, mientras miraba a los ojos a Alondra—. Ahora entiendo que todo ese dolor por el que estamos pasando, es culpa de Catalina, de tu ex novio y de tus hermanos. Tú eres la única que siempre ha estado con Alonso en las buenas y en las malas. Ahora me doy cuenta de que, hasta en las peores familias, hay bondad en alguno de sus miembros. No cabe duda de que eres buena amiga, a pesar de todo.

—Lo sé, señora… Lo sé… —dijo Alondra mientras se secaba sus lágrimas.

La madre de los hermanos Ángeles y Alondra no perdían la esperanza de que sucediera un milagro que pudiera salvar a los dos hermanos.

De repente, alguien tocó la puerta. Alondra se levantó de, sofá y fue hacia la puerta, con tal de abrirla. Al abrir, la joven se dio cuenta de que era Samuel, uno de los amigos del fallecido Lucas. El chico portaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.

—¿Samuel…? Hola, ¿qué te trae por aquí? —preguntó Alondra amablemente.

—Hola, Alondra… —dijo Samuel amablemente—. Es que tengo algo que decirte, y es sobre tu amigo, Alonso Ángeles.

Al oír esas palabras, la mamá de Alonso y Ana Sofi se levantó de la banca y se dirigió hacia la puerta principal, en donde estaban Alondra y Samuel.

—¿Noticias sobre mi hijo? ¿De qué se trata, hijo? —preguntó la señora angustiada.

—Señora, usted ya sabe que sus hijos fueron secuestrados —dijo Samuel—. Y no sólo eso, sino que ya sabe quiénes son los responsables.

—Sí, yo sé muy bien que fue la zorra de Catalina Riva Palacio —dijo la señora angustiada.

—No sólo ella, sino que también tiene cómplices… —dijo Samuel—. El ex de Alondra, Sergio de la Mora. Y su hermano, ese tal Augusto Fernández-Vidal. Ellos son los que tienen a sus hijos.

Alondra quedó completamente estupefacta después de haber escuchado las palabras de Samuel. Era obvio que la noticia le había caído como balde de agua helada.

—¿Cómo…? ¿Cómo que mi hermano secuestró a Alonso? —preguntó Alondra estupefacta.

—Sí, Alondra. Lo que oyes —dijo Samuel molesto—. Ese maldito asesino ordenó secuestrar a tu amigo y a su hermana, y sé muy bien dónde están ahora.

—Dios mío… —dijo Alondra.

—Y por si todo eso fuera poco, estoy enterado de que tu amigo Juanma, acaba de denunciar a tus hermanos por abuso sexual —dijo Samuel, dejando más estupefacta a Alondra de lo que ya estaba.

—¿Cómo que mis hermanos abusaron de Juanma...? —preguntó Alondra estupefacta.

—Sí, me dijo que le confesó a su familia que Santino y Chema abusaron de él —dijo Samuel—. Lo peor es que asesinaron a su amigo Alexis. Ya hay una orden de aprehensión en contra de tus hermanos...

—Dios mío... —dijo Alondra estupefacta—. De verdad, no sé que decir... Nunca pensé que mis hermanos fueran capaces de tanta maldad...

Alondra no sabía qué más decir. Estaba en shock después de haberse enterado de que su hermano estaba detrás del secuestro de los hermanos Ángeles. Sólo era cuestión de tiempo para actuar antes de que fuera demasiado tarde. Pero lo que más le dolía, era que Chema y Santino habían abusado de Juanma días atrás. De verdad que eran dos terribles noticias para ella.

***

Más tarde...

Casa de la familia Riva Palacio.

Alonso y Ana Sofi se encontraban en la habitación de Catalina. Los dos estaban sentados en sillas, amarrados de pies y manos; Alonso estaba semidesnudo y descalzo, sólo portaba calzoncillos boxer negros. Los dos chicos estaban muy temerosos de las represalias que Catalina estaba tomando contra ellos.

—No puedo creer que esto nos esté pasando, Ana Sofi.. —sollozaba Alonso con tristeza.

—Yo también, hermano... —dijo Ana Sofi sollozando—. No puedo creer que nos estén haciendo esto...

—Lo sé, hermanita... —dijo Alonso triste—. Sé muy bien que Catlaina siempre me ha maltratado y humillado. Pero nunca me imaginé que fuera capaz de llegar tan lejos como para hacernos esto...

—Sí, y nuestra mamá está muy preocupada por lo que está pasando... —dijo Ana Sofi tristemente—. Quiero salir de ésta, ¡quiero volver a casa!

—Yo también, eso espero... —dijo Alonso tristemente—. Ojalá podamos volver a casa...

Los dos hermanos se sentían tristes y desesperados por lo que estaba ocurriendo. De repente, tres chicos estaban llegando a la habitación. Y no eran otros que Augusto, Sergio y Catalina. Augusto usaba una camisa a cuadros azul de mangas largas, pantalón de vestir negro y un par de zapatos negros. Por otro lado, Sergio usaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. Por último, Catalina usaba una playera negra de tirantes, pantalón deportivo blanco y un par de zapatos tenis blancos.

Los tres miraron de reojo a Alonso y a Ana Sofi.

—¿Qué es lo que quieren ustedes, trio de imbéciles? —gritó Alonso furioso.

—Mira nada más a quiénes vinimos a encontrar... —dijo Catalina burlona, mientras miraba de reojo a Alonso y a Ana Sofi—. Buscamos cobre, y encontramos oro.

—Sí, puede que éste sea el mejor día de nuestras vidas. Al fin, vamos a deshacernos de ustedes... —dijo Sergio burlón.

Augusto miró de reojo a Alonso y a Ana Sofi.

—Vaya, vaya, vaya... —dijo burlón—. Nunca pensé que llegaría este momento... Finalmente ha llegado el día en quen podré deshacerme de ustedes dos de una vez por todas.

—¿Así que tú fuiste quien planeó todo esto, Augusto? —preguntó Ana Sofi molesta.

—Sí, pequeña... Fui yo —dijo Augusto burlón—. Yo fui quien planeó todo esto. Sabes que originalmente quería muerto a tu querido hermano. Pero al final cambié de parecer, así que mejor le daremos una muerte lenta y dolorosa. Y tú te vas a ir al infierno con él.

—¡No, no te metas con mi hermana...! —gritó Alonso furioso—. ¡Mátenme a mí si quieren, pero con mi hermana no se metan! ¡No se metan con mi hermana!

Furiosa, Catalina se acercó a Alonso le dio un puñetazo, rompiéndole la nariz.

—¡Catalina! —gritó Ana Sofi asustada.

—¡Mira., imbécil! ¡Créeme que puedo hacer que supliques, que llores! —le gritó Catalina a Alonso muy enojada—. ¡Te advertí que no te metieras conmigo, y ahora vas a sufrir las consecuencias!

—¡Pues hazlo, perra! —le gritó Alonso furioso—. ¡Hazlo si quieres, pero tú vas a ser la que sale perdiendo! ¡Era tan fácil olvidarte de mí y seguir adelante con tu vida! ¿Es que no eres consciente de que la policía te está buscando por todas partes?

—¡Tú y tu hermana se van a arrepentir de haberse metido conmigo, maldito! —le gritó Catalina—. ¡Y mírame bien, porque yo misma voy a acabar contigo y con tu hermana! ¡Y quiero que sea lo último que veas, cerdo! ¡Y no me importaría ir a la cárcel!

Alonso le escupió a Catalina en la cara, exacerbando su furia.

—¡Te voy a matar ahora mismo, imbécil! —gritó Catalina furiosa.

De repente, Sergio y Augusto la sometieron para detenerla.

—¡Suéltenme, quiero matar a este infeliz ahora mismo! —gritó Catalina mientras trataba de zafarse.

—¡No, no es el momento, Catalina! —gritó Sergio—. ¡Aún no es el momento para deshacernos de estos dos!

—Vamos, Catalina. Contrólate... —dijo Augusto serio, mientras sostenía a Catalina—. Todavía no es momento de matarlos. Sólo espera unos momentos más, finalmente vamos a conseguir lo que tanto queríamos.

Tras haber escuchado las palabras de Sergio y Augusto, Catalina decidió tranquilizarse y desistir de matar a Alonso por el momento. Augusto y Sergio decidieron soltarla al ver que ya estaba tranquila. Sin embargo, Alonso y Ana Sofi estaban temerosos de lo que podía pasar, pues sabían de las cosas de las que Augusto y sus secuaces eran capaces.

—Lo siento, chicos... —dijo Augusto mientras miraba de reojo a Alonso y a Ana Sofi—. Pero con cada segundo que pasa, ustedes dos están al borde del abismo. Nunca debieron haberse metido conmigo, y ahora van a sufrir las consecuencias.

—¡No te atrevas a hacerle daño a mi hermana, Augusto! —gritó Alonso—.¡No te atrevas!

—¡Vas a pagar por todo el daño que has hecho, Augusto! —gritó Ana Sofi—. ¡Te juro que vas a pagar por todo lo que has hecho y nada ni nadie te va a salvar!

—Genial, ahora voy a poder divertirme por todo un rato —dijo Augusto—. Pero esperen, que todavía no es tiempo. Ya llegará su hora, chicos. No saben cómo voy a disfrutar el momento en que ustedes dejen de existir. Vamos, chicos. Tenemos cosas que hacer.

Despues de todas esas palabras, Augusto, Sergio y Catalina decidieron irse de la habitación, y dejaron a los hermanos Ángeles ahí dentro, maniatados y sin comida ni agua. Alonso y Ana Sofi se preocupaban más y más conforme pasaba el tiempo.

—Espero que suceda un milagro... —dijo Ana Sofi llorando—. Y espero que Augusto y sus amigos paguen por todo el daño que nos hicieron...

—Así será... —dijo Alonso llorando—. Yo también espero que suceda un milagro... Ojalá que este infierno se acabe pronto... Extrañamos a mamá...

—Yo también la extraño... —dijo Ana Sofi llorando.

Los dos hermanos estaban sumamente tristes por todo lo que estaba pasando. Simplemente lloraban, a la vez que suplicaban por un milagro que pudiera salvarlos.

Por otro lado, Augusto, Sergio y Catalina estaban reunidos en la sala de la casa, sentados en la mesa, sin importarles lo que pasara con los hermanos Ángeles. Estaban discutiendo planes acerca de lo que iban a hacer con los hermanos.

—Ahora que tenemos a los hermanos Ángeles, creo que se me ocurre que pidamos un rescate… —dijo Catalina—. Tal vez con una buena cantidad, se me ocurra escapar del país.

—Sería una buena idea, Catalina… —dijo Sergio amablemente—. Créeme que podremos deshacernos de los hermanos Ángeles, además de que podrás tener todo lo que se necesita para huir del país.

—Pero debes tener cuidado, ya que la policía está buscándote por todas partes… —dijo Augusto tranquilamente—. Debes saber que, si cometes algún error, ya puedes terminar en la cárcel.

—Cierto, si me voy ahora mismo, ten por seguro de que terminaré en la cárcel… —dijo Catalina tranquilamente—. Y es demasiado peligroso salir a la calle así. No sabes cómo me gustaría matarlos después de obtener ese dinero del rescate, para así poder largarme del país.

—Sí, Catalina. Primero obtén el dinero, y luego mata a esos dos chicos… —dijo Sergio tranquilamente.

—Así es, Catalina. Me hubiera gustado matarlo yo, pero si vas a matarlos, yo me encargaré de deshacerme de los cuerpos —dijo Augusto tranquilamente—. Y así, nadie te culpará de ello. Así, podrás huir del país cómodamente.

—Perfecto. No puedo esperar a que llegue el momento para deshacerme de esos imbéciles… —dijo Catalina.

Al parecer, los chicos planeaban pedir un rescate, para así poder deshacerse de los hermanos Ángeles y darle la oportunidad a Catalina para huir del país. Sin embargo, ella sabía que era mucho riesgo, debido a la orden de aprehensión que ella tenía en su contra.

***

Más tarde...

Casa de la familia Fernández-Vidal.

Alondra fue hacia su casa, con tal de intentar olvidar el macabro hallazgo que hizo. No sabía cómo reaccionar ante lo que había descubierto, y no podía quitárselo de la cabeza por más que lo intentara.

De repente, dos chicos llegaron a la casa, y no eran otros que Chema y Santino. Chema usaba una playera polo blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos. Por otro lado, Santino usaba una playera gris de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos.

Tan pronto como volteó hacia ellos, Alondra los confrontó de inmediato.

—¡Díganme que no lo hicieron, por favor! —les gritó histérica—. ¡Díganme que no lo hicieron!

—¿Acaso fueron ustedes dos los que le destruyeron la vida a Juanma? —preguntó Juanma furioso.

—¿Hacer qué? ¿Hacer gozar a tu querido Juanma hasta el hartazgo? —preguntó Chema burlón.

—Claro que es cierto, chicos… —dijo Santino burlón—. Nosotros mismos hicimos gozar a Juanma. Abusamos de él y le dimos la mejor noche de su vida.

—¿Por qué, por qué lo hicieron? —les gritó Alondra histérica—. ¿Por qué le hicieron esto a Juanma? ¿Por qué?

—¡Exijo una explicación! ¡Quiero saber por qué le hicieron tanto daño a Juanma! —gritó Alondra furiosa.

—Por habernos rechazado —dijo Chema ya molesto—. Para empezar, él nunca debió habernos rechazado cuando queríamos tener una relación con él, Alondra.

—Y lo siento mucho. Pero ahora que sufra las consecuencias de sus actos… —dijo Santino burlón—. ¿Qué te parece eso, Juanma?

—¡No puedo creer lo que estoy escuchando! —gritó Alondra furiosa—. ¡Nunca les voy a perdonar lo que le hicieron a Juanma, par de idiotas! ¡Nunca se los voy a perdonar! ¿Cómo fueron capaces de haberle destruido la vida a un chico inocente? ¿Ni siquiera se arrepienten de lo que le hicieron a Juanma?

Chema y Santino se mostraban despreocupados por los reclamos de Alondra. Ni siquiera les importaba haber destruido la vida de Juanma, simplemente hacían como si nada.

—Les juro que van a pagar por haberle destruido la vida a mi amigo... —dijo Alondra molesta—. Lo que le hicieron a Juanma no tiene perdón.

—Pues haz lo que quieras, Alondra —dijo Chema burlón—. Pero igual, no nos importa lo que hagas. Nadie le va a creer a ese pobre chico.

—Nadie le va a creer al pobre Juanma… —dijo Santino burlón.

—¡A mí no me importa lo que digan! —gritó Alondra—. ¡Sólo recuerden que ya me enteré de que Juanma los acaba de denunciar por lo que le hicieron!

—Nadie le va a creer —dijo Santino—. ¡Vamos, que haga lo que quiera! ¡A ver quién rayos le cree!

—Pero si lo haces, vas a condenar a nuestra familia, Alondra. Date cuenta —dijo Chema—. Nunca te vas a perdonar por habernos dado la espalda, preferiste apoyar más a tu amigo, que a tu propia familia.

—Pues me vale —dijo Alondra furiosa—. Porque ahora mismo, la policía no debe tardar en venir. ¡Ellos ya tienen una orden de aprehensión en contra de ustedes! ¡Y les prometo que nada ni nadie los va a salvar!

Furiosa, Alondra se fue de la casa, con tal de tratar de ayudar a Alonso y a Ana Sofi. Por su parte, Chema y Santino estaban muy asustados, debido a que pronto irían a la cárcel por haber abusado de Juanma.

—¿Cómo que Juanma ya nos denunció? —preguntó Santino aterrado.

—No lo sé, no sé cómo pudo pasar esto... —dijo Chema molesto—. Sólo sé que no funcionó lo de la cabeza... Ahora la policía va por nosotros...

—Lo sé, ¿y ahora qué hacemos? —preguntó Santino preocupado—. ¿Qué vamos a hacer, hermano?

—Pues no tendremos otra opción que escapar... —dijo Chema tranquilamente—. Primero muerto que ir a la cárcel.

—Yo también, no quiero pasar el resto de mi vida en prisión... —dijo Santino preocupado—. No lo soportaría.

—Y tenemos que escapar cuanto antes, antes de que llegue la policía... —dijo Chema molesto—. No vamos a terminar en una celda por culpa del tonto de Juanma.

Los dos chicos sabían que no estaban dispuestos a ir a la cárcel. Comprendían que tras haber sido denunciados por abuso sexual, escapar del país era la mejor opción. Empezaron a pensar en las mejores opciones para hacerlo.

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