2: Los amigos estamos en las buenas y en las malas
Más tarde...
Plaza Fiesta San Agustín.
Alonso y Juanma se encontraban en el centro comercial Plaza Fiesta San Agustín, exactamente en el área de comidas. Alonso usaba una playera gris de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Por su parte, Juanma usaba una playera azul oscuro de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos.
Ambos se encontraban juntos, mientras esperaban a Alondra.
-No sabes lo feliz que se va a poner Alondra cuando te vea frente a frente, hermano -dijo Juanma sonriendo, pero se preocupó al ver a Alonso un poco triste-. Vamos, Alonso. Ya quita esa cara, olvídate del pleito que Augusto nos armó en el deportivo.
-Es que no es eso, Juanma... -dijo Alonso con nerviosismo.
-Si no es Augusto Fernández-Vidal, ¿entonces qué es? -preguntó Juanma.
-Es que a veces me pongo nervioso, no sé cómo vaya a reaccionar ella cuando me tenga frente a frente, después de tantos años... -dijo Alonso.
-Ya se te pasará, Alonso -dijo Juanma sonriendo-. Ya verás que, cuando tengas a esa chica frente a frente, ya no recordarás nada del zafarrancho de esa tarde.
Juanma hacía de todo para que Alonso tratara de olvidarse del pleito que había tenido con Augusto aquella tarde, y quería que se enfocara en el inminente reencuentro que iba a tener con Alondra.
Y hablando de la Reina de Roma, ella apareció. Alondra apareció en el lugar usando una blusa blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos negros, además de un bolso beige. Ella se llenó de felicidad al ver a Alonso y a Juanma en el lugar, por lo que emocionada, corrió hacia Alonso, con tal de abrazarlo.
-¡Alonso...! -exclamaba Alondra alegremente.
-Alondra... -susurraba Alonso feliz, mientras Alondra lo abrazaba.
Alonso y Alondra se abrazaban fuertemente, emocionados por volver a verse.
-No sabes cómo me alegra volver a verte después de tantos años, Alonso... -dijo Alondra, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
Los dos chicos dejaron de abrazarse, y Alonso procedió a secarle las lágrimas.
-Yo también me alegro de volver a verte, Alondra... -dijo Alonso sonriendo-. Tengo tanto que contarles a ti y a Juanma.
-Nosotros también, Alonso -susuró Alondra sonriendo.
Los tres chicos estaban contentos después de haberse reunido. Todo marchaba bien en sus planes.
-¿Y qué vamos a hacer ahora que ya estamos los tres juntos, Juanma? -preguntó Alondra sonriendo.
-No sé, ¿quieren comer algo, banda? -preguntó Juanma sonriendo.
-Me encantaría -dijo Alonso sonriendo.
Y así, los tres chicos fueron hacia el área de comidas, con tal de comer algo. Era obvio que Alonso estaba deseoso de charlar con sus amigos acerca de todo lo que había pasado durante el periodo en que él había vivido en la ciudad de México.
-Quiero que después de esto, demos una vuelta por la ciudad, Alonso -dijo Juanma amablemente-. Quiero que veas cómo ha cambiado todo.
-Y te vas a dar cuenta de todo lo que ha cambiado mientras no estabas -dijo Alondra sonriendo.
-Vaya, ese momento cuando descubres que tu ciudad natal ya no es la misma de antes... -dijo Alonso sonriendo.
-Así es, Alonso. Monterrey ha cambiado muchísimo desde que te fuiste -dijo Alondra sonriendo-. Y pronto te darás cuenta de lo que estamos hablando.
-Eso espero, chicos -dijo Alonso sonriendo-. También quiero ver cómo ha cambiado nuestra ciudad.
Los tres chicos seguían platicando, mientras pensaban en lo que querían comer. Era obvio que Alonso no podía esperar a ver cómo había cambiado su ciudad natal. La nostalgia que sentía lo delataba claramente.
De repente, una chica con un vaso de café se acercaba a ellos, y estaba sumamente molesta. Y no era otra que Catalina Riva Palacio. Ella se molestó aún más al ver que Alonso estaba con Juanma y Alondra.
-¿Así que todo era cierto? -susurró molesta-. ¿Alonso está con esa chica? No, imposible...
Un chico llegó hacia ella, y no era otro que Santino.
-Te lo advierto, Catalina. No vayas a cometer una imprudencia... -dijo Santino tranquilamente.
-No, no puedo dejar que me reciba de esta manera... -dijo Catalina molesta.
-¿Qué vas a hacer...? -preguntó Santino.
Catalina no respondió. Ella simplemente se dirigió hacia la mesa donde estaban Alonso y sus amigos y, cegada por la rabia, le aventó el café a Alonso, ante la presencia atónita de Alondra y Juanma. Alonso terminó con la ropa empapada de café.
-¡Idiota! -gritó Catalina furiosa, después de arrojarle su café a Alonso.
Alonso volteó hacia Catalina, y de inmediato enfureció.
-¿Qué haces aquí, Catalina? -preguntó furioso mientras se levantaba de la mesa-. ¿Así es como me recibes después de haber llegado a Nuevo León?
-¿Y cómo rayos querías que te recibiera, imbécil? -preguntó Catalina furiosa-. ¿Con los brazos abiertos? ¡Acabo de enterarme de que te acabas de reencontrar con esta chica! -señaló a Alondra-. ¡Preferiste encontrarte con esta chica, y no a mí que soy tu novia!
-¿Qué pasa contigo, Catalina? -preguntó Alondra molesta-. ¡Sabes que soy la mejor amiga de Alonso!
-¿Cuál es tu problema? -preguntó Juanma molesto.
-Esperaba la presencia de Augusto Fernández-Vidal. Pero, ¿esto? -susurró Alonso molesto.
-Sinceramente, nunca me imaginé que fueras capaz de engañarme con esta chica, y menos con la hermana de Augusto Fernández-Vidal -dijo Catalina aún molesta-. De verdad cómo lamento haber dejado que te acerques a esta.
-¿Así con esas palabras me vas a recibir? -exclamó Alonso molesto-. ¡No cabe duda de que eres un asco de persona, Catalina!
Catalina le dio una cachetada a Alonso, nada maś haber escuchado esas palabras. Esto horrorizó a Alondra y a Juanma.
-¡No voy a dejar que me insultes de esa manera, y mucho menos que te atrevas a dejarme, maldito! -gritó mientras le daba una segunda cachetada-. ¿Me oyes? ¡Nunca!
Después de todo lo ocurrido, Catalina decidió irse del lugar y por ende, del centro comercial. Alonso se quedó en el lugar con Alondra y Juanma, quienes trataban de animarlo. El chico tenía ya los ojos llenos de lágrimas.
-¿Estás bien, Alonso? -preguntó Alondra muy preocupada.
-Sí, estoy bien, Alondra. Estoy bien... -dijo Alonso sollozando.
-Tranquilo, viejo. Aquí estamos... -dijo Juanma.
-Es que no entiendo cómo puede ella venir a portarse de esa manera, sobre todo cuando hay mucha gente presente... -dijo Alondra impactada.
-Tranquilos, chicos. Estoy bien, sólo fueron dos cachetadas -sollozó Alonso.
-No te pongas triste, Alonso -dijo Alondra tranquilamente-. ¿Quieres que comamos algo? Sirve que te animas un poco.
-Y te vas a olvidar de ese momento tan amargo que Catalina te hizo pasar -dijo Juanma amablemente.
Alonso se secó sus lágrimas, con tal de tratar de olvidar ese trago amargo que había pasado por culpa de Catalina.
-Tienen razón, chicos... -dijo tranquilamente.
Alonso no podía con la idea de que Catalina lo había humillado, mucho menos que todos los presentes vieran la escena. Aún asi, hizo todo lo posible para olvidar lo ocurrido.
Por otro lado, Catalina se marchaba del lugar junto con Santino, quien no dudaba en reprenderla por su actuar.
-¿Qué te pasa, Catalina? -preguntó Santino molesto-. No deberías haberte portado así con ese chico, y mucho menos en frente de todos.
-¡Cállate! -gritó Catalina furiosa-. ¡Yo simplemente hice lo que venía a hacer! ¿Qué esperabas? ¿Que me quedara de brazos cruzados, viendo cómo ese imbécil se atreve a insultarme y cambiarme por esa chica?
-Oye, cuanto menos podías haber dejado eso para después -dijo Santino molesto-. Fue muy grosero de tu parte que te portaras así con él.
-¿De qué hablas, Santino? -preguntó Catalina molesta.
-Es terrible que te engañen con otra chica, pero esa no es razón para humillar a Alonso públicamente -dijo Santino-. Mejor vamos a un restaurante para comer algo. Sirve que se te pasa el coraje.
-Sí, quizá una buena comida haga que se me pase el coraje... -dijo Catalina un poco más tranquila.
Y así, los dos chicos caminaron hacia la salida. Era obvio que Catalina no hallaba la manera de calmarse, después de haber golpeado y humillado a Alonso públicamente. Catalina entendía que Augusto quería hablar con ella, y decidió buscarlo para hablar.
***
Más tarde, esa noche...
Parque Mississipi.
Aprovechando que era de noche, y que el cielo estaba completamente despejado, Alonso y Alondra estaban en el parque Mississipi, sentados en una banca. Los dos platicaban acerca de todo lo que había pasado en el día, pero Alonso mantenía la cabeza baja, sin mirar a Alondra.
-¿Cómo te sientes después de lo que pasó, Alonso? -preguntó Alondra amablemente.
-No sé, la verdad no esperaba que Catalina me recibiera de esta manera... -dijo Alonso con tristeza-. Y neta, no había dicho esto por vergüenza, pero es que siempre me quedo callado cada vez que me toca hablar de esto.
-¿Cómo que no hablas de ello, Alonso? -preguntó Alondra un poco más preocupada-. ¿Nunca has hablado con nadie acerca de lo que te hace Catalina?
Alonso se entristecía más mientras hablaba del tema. Era muy doloroso para él tan sólo tocar el tema. Pero dada la confianza que le tenia a Alondra, decidió hablar.
-Es que siempre ha sido así desde hace seis meses... -dijo con la voz entrecortada-. Conocí a Catalina hace ocho. Fuimos buenos amigos durante dos meses, y todo iba bien. Siempre hacíamos cosas juntos, como ir al cine, salir a tomar un helado, entre otras cosas. Tú sabes, lo típico de la edad.
-Entiendo cómo te sientes, Alonso... -dijo Alondra preocupada-. Tú y Soraya eran buenos amigos, al menos hasta que ambos decidieron hacerse novios. Y me imagino que fue ahí hasta donde empezó a cambiar.
Alonso hizo un gesto positivo con la cabeza.
-Sí. Le pregunté que si quería ser mi novia, y ella aceptó con gusto -dijo aún con la voz entrecortada-. Todo iba bien durante los primeros días desde que nos hicimos novios. Pero con el pasar de los días, empezó a cambiar. Durante los primeros días, Catalina empezó a tratarme mal. Tú sabes, empezamos a discutir por cosas insignificantes, pero con el pasar de los días, estas discusiones eran ya mayores. Ella siempre creía que la engañaba con otras chicas, siempre me hacía sentir menos con sus comentarios. Y la mayoría de las veces, no medía sus palabras y me lastimaba.
Alonso se sentía cada vez más triste conforme pasaba el tiempo. Y es que la historia que contaba, era terrible y triste.
-Me imagino cómo se ha de sentir eso, Alonso... -dijo Alondra con tristeza.
-Y no sólo eso, sino que a veces de la nada, siempre me golepaba e insultaba -dijo Alonso con lágrimas en los ojos-. Siempre me decía que era un bueno para nada, sin huevos, y me golpeaba cada vez que quería. Siempre ha sido así desde que nos hicimos novios.
-¡Qué horror! -exclamó Alondra asombrada por las palabras de Alonso-. ¿Y has tratado de terminar con ella, Alonso? ¿Has tratado de hablar con ella para hacerle saber cómo te sientes?
-Sí, Alondra... -dijo Alonso mientras se secaba sus lágrimas-. Lo he intentado, pero ella se niega a escucharme. Siempre da por hecho que la engaño con otras chicas, pero no es así. También he tratado de terminar con ella, pero cada vez que lo intento, me golpea y me amenaza con hacerme daño a mí o a mi hermano si se me ocurre terminar con ella. Y por culpa de sus malos tratos, he pensado hasta en suicidarme.
-¡Dios mío...! -exclamó Alondra aterrada.
Es obvio que Alondra estaba completamente horrorizada después de haber escuchado todo lo que Catalina le hacía a Alonso.
-¡Por favor, Alondra! -exclamó Alonso llorando-. ¡No sé de lo que Catalina pueda ser capaz si me atrevo a terminar con ella...! No dejes que me haga daño, por favor... No dejes que me lastime...
-Tranquilo, Alonso... -dijo Alondra mientras secaba sus lágrimas y tocaba el hombro derecho de Alonso en señal de apoyo-. Mientras Juanma y yo estemos contigo, no dejaremos que nadie te haga daño. Te vamos a defender de lo que sea, de Catalina Riva Palacio, de mi hermano Augusto Fernández-Vidal, o de quien sea. No tengas miedo. Los amigos estamos en las buenas y en las malas.
-Muchas gracias, Alondra... -dijo Alonso llorando.
Alonso empezó a llorar desconsoladamente, mientras Alondra empezaba a abrazarlo. Ella estaba dispuesta a consolarlo y hacerlo sentir mejor, aún cuando todo el mundo se le venía abajo en su regreso a Nuevo León.
***
Más tarde...
Parque Jardines del Campestre.
Catalina y Santino estaban en el parque Jardines del Campestre, después de haber estado en Plaza Fiesta San Agustín. Santino estaba tratando de calmar a Catalina, pero ella seguía muy molesta por lo que había ocurrido en el lugar.
-Catalina, tienes que calmarte -dijo Santino tranquilamente-. Debes entender que lo que hiciste no tiene nombre. No debiste haberte comportado de esa forma tan deleznable.
-¿Y cómo le llamas tú? -preguntó Catalina furiosa-. ¿Creías que no me iba a quedar callada? ¿Creías que me iba a quedar de brazos cruzados, despueś de haber visto al imbécil de Alonso con tu hermana?
-Sí, lo creía... -dijo Santino tranquilamente-. Creía que ibas a estar tranquila y tomar todo con calma. Pero no, al final decidiste perder la cabeza contra este chico, y al final todos te odian por ello.
Los dos chicos se sentaron en una banca, con tal de platicar cómodamente, y Catalina pudiera desahogarse.
-Sí, al final todos me van a ver como una loca, mientras que a Alonso lo van a ver como el pobre hombre lastimado -dijo Catalina furiosa, pero poco a poco se iba calmando-. Todavía no puedo creer cómo es posible que me esté engañando con esa tipa, todavía no puedo creer que me esté exhibiendo ante todos como una loca y una golepadora. Cuando en realidad, intento salvar mi relación con él.
-Pues golpear a ese chico y agarrarla contra sus amigos no es defender lo que amas, es lastimar a tu amado -dijo Santino tranquilamente-. Necesitas tratar de controlar el enojo, y buscar ayuda. Porque lo que hiciste no está bien. Necesitas pedir ayuda lo antes posible.
-Lo sé, Santino. Lo intento, pero me es imposible. No puedo, no puedo evitar enfadarme cada vez que veo a Alonso con otras chicas... -dijo Catalina un poco más tranquila.
-Yo trataré de ayudarte, Catalina. Debes intentar superar essas inseguridades, con ayuda psicológica... -dijo Santino amablemente.
Catalina no hallaba cómo controlar sus celos excesivos hacia Alonso, y tenía miedo de que él pudiera dejarla por ello. Parecía arrepentirse por lo ocurrido en el centro comercial.
***
Más tarde...
Casa de Alonso.
Alonso vivía en la colonia Jardines del Campestre, en la calle Hoyo 9, en la casa marcada con el número 414. Estaba en su habitación con una chica, ambos estaban sentados en la cama.
Era una linda chica de 15 años de edad, además de ser de piel clara, ojos cafés y cabello largo castaño, además de usar anteojos. Era de mediana estatura y delgada. Usaba una blusa blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos.
Los dos chicos estaban platicando.
-Todavía no puedo creer que hayas tenido ese problema con tu novia, Alonso... -dijo la chica preocupada.
-Lo sé, Ana Sofi... -dijo Alonso con tristeza-. Todavía no puedo creer que se haya portado así conmigo.
-Sí, ahora está peor que nunca -dijo la chica, conocida como Ana Sofi.
-Debería armarme de valor para terminar con esa chica -dijo Alonso ya molesto-. No es justo que me trate de esa forma, sólo porque tengo una amistad con Alondra.
-Sí. Oye, ¿qué te pareció ese reencuentro, hermano? -preguntó Ana Sofi ya sonriendo.
-Bueno, todo fue alegre y divertido -dijo Alonso ya sonriendo-. Ya sabes, también me reencontré con Juanma. Dejando a un lado todo lo malo, me divertí mucho con mis amigos. Todo estuvo en orden.
-Me alegra mucho, hermano -dijo Ana Sofi sonriendo-. Es bueno que te concentres en pasar tiempo con tus amigos, dejando todo lo malo.
-Sí, y no es por nada, pero creo que haber regresado aquí, valió la pena -dijo Alonso sonriendo.
-Vaya que valió la pena, Alonso -dijo Ana Sofi sonriendo-. Por cierto, hoy conocí a unos nuevos amigos en la preparatoria.
-Ah, ¿sí? Muy bien, es bueno saber que estás haciendo amigos en la prepa -dijo Alonso sonriendo.
-Así es, hermano -dijo Ana Sofi sonriendo-. Estoy de acuerdo contigo, es bueno estar de vuelta donde pertenecemos.
A pesar del mal día que había tenido con Alonso por culpa de Catalina, la presencia de su hermana menor le levantaba los ánimos. Pero no sabía lo que le esperaba con el pasar de los días.
***
Más tarde...
Casa de la familia Fernández-Vidal.
Aprovechando que ya era de noche, la mamá de los Fernández-Vidal se preparó para dormir. Ella tenía un jugo de naranja en un vaso de vidrio, puesto en un buró. Sin embargo, ella decidió salir de su habitación para dirigirse hacia el baño.
Aprovechando que la mujer estaba en el baño, Augusto apareció. Usaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de pantuflas blancas. El chico entró a la habitación de la señora y se dirigió hacia el buró. En un acto de maldad, el chico sacó un frasco de cianuro del bolsillo derecho de su pantalón. Abrió el frasco y vertió el veneno en el vaso de jugo de naranja.
Después de unos momentos, la mamá apareció.
-¡Augusto, hijo! -exclamó la mamá sorprendida-. No esperaba verte aquí.
-Disculpa, mamá. Es que iba a hablar contigo acerca de algo importante... -dijo Augusto tranquilamente.
La mamá fue hacia la cama y se sentó. Tomó el vaso de jugo de naranja y le dio un trago. Ni siquiera sospechaba que el jugo que se había tomado, estaba envenenado, y mucho menos que Augusto lo había envenenado.
-¿Y de qué querías hablar, cielo? -preguntó la mamá, pero poco después empezó a sentirse mal.
-De la herencia que nos dejaste, mamá... -dijo Augusto con frialdad-. Me enteré de que hiciste tu testamento, y querías cambiarlo para dejarme sin nada.
Augusto simplemente veía cómo su mamá empezaba a sentirse mal y perdía poco a poco la vida. La señora caía a la cama, muriendo lentamente por el veneno.
-¿De qué cosa...? -preguntaba la mamá en medio del dolor que sentía tras haber sido envenenada.
-Sólo quería decirte que fui con el notario para habalr acerca del testamento, mamá... -dijo Augusto con frialdad, mientras veía que su mamá se ahogaba por culpa del jugo envenenado-. Resulta que hablé con el notario, y me dio permiso para cambiar el testamento. Y así, no dejar que ninguno de mis hermanos reciba ni un centavo.
-¡Qué hiciste qué...! -balbuceaba la señora.
-Lo que oíste, mamá... -dijo Augusto con frialdad-. Ahora que te vas a morir, mis hermanos no van a recibir ni un centavo. Todo lo que dejes en tu testamento, va a ser para mí, y para nadie más. Y eso pasará después de que mueras. Lo siento, mamá. Pero cuando quiero algo, lo consigo. Y no me importa lo que tenga que hacer para conseguirlo.
La mamá estaba completamente horrorizada al escuchar las palabras de su hijo, pero no podía hacer nada, pues el veneno la estaba matando.
-Te hice esto por todos los maltratos que hacías contra mí, mamá... -dijo Augusto ya molesto-. Esto es por hacer que mi padre nos abandonara para irse con otra mujer, hija de perra. Y por lo mal que me trataste a mí. Hasta nunca, mamá. Que te diviertas en el infierno.
Al final, la mamá de los hermanos Fernández-Vidal soltó su último suspiro y dejó de existir. Está de más decir que Augusto ni siquiera sentía compasión por la muerte de su mamá. Simplemente la miraba con frialdad y desprecio.
Después de haberse ido, el chico se fue de la habitación, como si nada hubiera pasado. Se acostó en su cama, con tal de dormir.
-Espero que la herencia sea mía después de lo que pasó... -dijo mientras miraba hacia el techo.
Estaba seguro de que, después de lo ocurrido, la herencia sería suya. No mostraba arrepentimiento después de lo que había hecho.
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