Más tarde, esa noche...
Casa de la familia Siqueiros.
Era ya de noche. El cielo estaba completamente nublado, y el clima se mantenía cálido.
Juanma se encontraba encerrado en su habitación. No quería salir de su casa, después de lo ocurrido. Se encontraba acostado en su cama. Alguien tocó la puerta.
—¡Hijo, abre la puerta, por favor! —gritaba la voz de una mujer.
—¡No, mamá! —gritó Juanma enojado—. ¡No quiero ver a nadie! ¡Vete, por favor!
—¡Hijo, sé muy bien que algo te pasa! —volvió a gritar la voz de esa mujer—. ¡Abre la puerta para que podamos hablar, por favor!
Juanma se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta, con tal de abrirla. Y vio que era su madre la que estaba tocando.
—¡Hijo, mi pequeño Juanma! —exclamó la señora mientras abrzaba a su hijo.
—¡Suéltame, mamá! ¡Déjame! —gritó Juanma mientras trataba de zafarse de su madre.
La señora soltó a su hijo y quiso hablar con él.
—¿Qué tienes, Juanma? ¿Por qué estás así? —preguntó preocupada.
—¡Es que alguien me hizo algo horrible, mamá! —gritó Juanma al borde de las laǵrimas—. ¡No sé por qué me hicieron esto!
—¿Acaso sacaron a la luz tus preferencias, hijo? —preguntó la señora—. Si es así, sabes que puedes hablar conmigo. Sólo confía en mí, por favor.
Madre e hijo se sentaron en la cama, con tal de hablar tranquilamente.
—No sé por dónde empezar, mamá... —dijo Juanma con tristeza—. Es que al parecer, unos tipos sacaron a la luz mis preferencias sexuales. Han sacado a la luz lo que por tanto tiempo he tratado de decirles a ti y a Zoé.
—¿Que eres gay, hijo? —preguntó la mamá consternada.
—Sí, mamá... —dijo Juanma llorando—. Lamento decírtelo. Pero sí. Soy gay.
La madre se quedó consternada después de las palabras que Juanma le había dicho. Sin embargo, estaba dispuesta a apoyarlo.
—Hijo, no tienen nada de malo tus preferencias sexuales —dijo tranquilamente—. Yo sé que te hubiera gustado hablar de esto conmigo, y no de esta forma, no después de que algún pelado te exhibió sin misericordia.
—Sí, mamá... —dijo Juanma llorando—. Pero lo que más lamento, es haberte defraudado.
—¿Defraudarme? ¿Y por qué habrías de hacerlo? ¿Acaso mataste a alguien? ¿Robaste? —preguntó la mamá, a lo que Juanma sólo hacía un gesto negativo con la cabeza—. Hijo, tú no defraudaste a nadie, sólo aceptas tu preferencia sexual, tal y como es.
—Lo sé, mamá... —dijo Juanma llorando—. Pero, no sé qué vayan a decir los demás.
—¿Qué te importa lo que digan los demás? —preguntó la mamá—. ¡Ya deja de pensar como si estuvieras en la Santa Inquisición! ¡Estamos en el siglo veintiuno, hijo! Ya nada es como antes, todo ha cambiado. Ahora, cada quién es libre de elegir sus preferencias sexuales, sin importar lo que digan los demás. Y aquellos que siguen pensando anclados en el pasado, será mejor que evolucionen u opten por la extinción. La vida está llena de colores y sabores, y no tienes por qué sentirte mal.
—¿Y a pesar de ser gay, me vas a seguir queriendo? —preguntó Juanma llorando.
—¡Claro que te voy a seguir queriendo! Soy tu madre, y eso nada lo va a cambiar —dijo la mamá.
—¡Muchas gracias, mamá! —exclamó Juanma llorando.
La mamá le dio un abrazo a Juanma, con tal de consolarlo y hacerlo sentir bien. Juanma entendía que tardaría tiempo en aceptarse de una vez por todas, tal y como era.
***
Más tarde...
Casa de la familia Ángeles.
Alonso y Ana Sofi se encontraban en su casa, después de haber tenido un largo día. Alonso usaba una playera sin mangas gris, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. Ana Sofi por su parte, usaba una blusa blanca de tirantes, pantalón deportivo azul y un par de zapatos tenis blancos.
Los dos chicos platicaban tranquilamente.
—¿Es cierto lo que le hicieron a Juanma, Alonso? —preguntó Ana Sofi con tristeza.
—Sí, Ana Sofi... —dijo Alonso preocupado—. Lo que le hicieron a Juanma, no tiene nombre. Aún no puedo creer lo que le hicieron a nuestro amigo.
—Sí, no puedo creer que lo hayan exhibido de esa forma tan horrible... —dijo Ana Sofi un poco molesta—. Después de todo, es amigo nuestro.
—Sí, no se merecía lo que le hicieron —dijo Alonso—. Y lo peor de todo, es que me andaba contando que los repsonsables de esto, son los Fernández-Vidal.
—¿Cree que fueron Chema y Santino? —preguntó Ana Sofi.
—Sí, me comentó que ellos fueron los que lo exhibieron —dijo Alonso—. Y lo maś triste, es que Alondra me dijo que los confrontó.
—Y ellos aceptaron —dijo Ana Sofi.
—Sí —dijo Alonso.
Los dos hermanos se mostraban consternados por lo que estaba pasando. No podían creer lo que le estaba pasando a Juanma.
—¡Es que Chema y Santino son unos miserables! —exclamó Ana Sofi molesta—. ¡No se vale que le hayan hecho esto a Santino!
—Yo tampoco puedo creerlo, Ana Sofi... —dijo Alonso con tristeza. Pero no queda más que demostrarle nuestro apoyo.
—Tienes razón, Alonso... —dijo Ana Sofi un poco más tranquila.
Los dos hermanos también resentían lo que estaba pasando con Juanma, y no tenían otra opción que demostrarle su apoyo moral.
***
Más tarde...
Parque Mississipi.
Juanma se encontraba en el parque Misisssipi, caminando. Se encontraba tranquilo, después de haber hablado con su madre. Aparentemente, ya no le afectaba lo que le dijeran los demás.
De repente, Chema y Santino se encontraron con él, y de inmediato se le acercaron, con tal de haberle burla. Juanma simplemente los miraba de reojo.
—¡Miren quién decidió aparecer! —dijo Chema burlón—. Y se reinventó.
—Sí, Chema —dijo Santino burlón—. Y es nada maś y nada menos que Juan Manuel Siqueiros. Mira que nuestro amigo no está de buen humor.
Juanma simplemente toleraba esos insultos, sólo por educación.
—Saben que a mí no me afecta lo que me hicieron, par de imbéciles —dijo muy molesto—. Sólo ustedes dos saben lo que me hicieron.
—¿Nosotros? ¡No te hemos hecho nada, querido! —exclamó Chema—. No te hemos hecho nada, no sé de qué nos hablas.
—Lo sé muy bien, Chema —dijo Juanma molesto—. Sé muy bien que tú y Santino revelaron ante todos mis preferencias sexuales, sólo porque no quise estar contigo, ni con él.
—¿Y qué si lo hicimos? ¡Nunca debiste haberte metido con los Fernández-Vidal! —exclamó Santino burlón—. No quisiste estar con ningno de nosotros, y ya ves lo que resulta.
—¿Haberme metido con ustedes? ¡Ustedes dos son los que se metieron conmigo! —exclamó Juanma molesto—. ¡Yo no les he hecho nada para que me hicieran algo tan cobarde!
—Pues lo siento, pero no lo siento —dijo Chema burlón—. Si no me hubieras rechazado, nada de esto estaría pasando.
De repente, en medio de la discusión, apareció un chico, y no era otro que Luis, amigo de Lucas. Usaba una playera negra de tirantes, pantalón deportivo blanco y un par de zapatos tenis grises. El chico se acercó a Chema y Santino, y los confrontó.
—¡Yo sé que ustedes le hicieron esto a Juanma, par de idiotas! —exclamó molesto.
—¡Claro que lo hicimos, Luis! —exclamó Chema molesto—. ¡Claro que saqué a la luz que Juanma es gay, antes de que se lo dijera a su familia!
—En serio, no entiendo cómo pueden ser tan crueles —dijo Luis molesto—. Encima de que revelaron que Juanma es gay por las malas, todavía se burlan de él. Sin mencionar que su hermano Augusto fue quien mató a Lucas. Pero no se preocupen, que voy a contarle todo a la policía.
Luis volteó hacia Juanma.
—Lamento que este par de idiotas te haya hecho esto, Juanma —dijo tranquilamente—. Pero mañana les voy a contar a todos que estos idiotas fueron los que te exhibieron. Los conozco muy bien.
—¿Crees que puedes delatar a nuestro hermano, Luis? —preguntó Santino burlón.
—Claro que puedo hacerlo, tengo todas las pruebas necesarias para decir que fue él quien mató a Lucas —dijo Luis.
—¡No te atreverías a meter a nuestro hermano a la cárcel, idiota! —gritó Santino burlón—. Ni siquiera tienes las pruebas que dices tener, no tienes nada.
—Claro que las tengo, imbéciles —dijo Luis burlón—. Con gusto, puedo ir mañana a la estación de policía, para que ustedes terminen con su reputación por los suelos, y su hermano Augusto preso. Buenas noches.
Luis se fue del lugar, sin querer perder más su tiempo con Chema y Santino. Juanma quiso lanzarles una advertencia a los hermanos.
—Les juro que van a pagar muy caro por lo que me hicieron, imbéciles —dijo muy molesto—. Les juro, que no van a volver a ver la luz del día, de mí se acuerdan.
Después de eso, el chico se fue del parque. No quiso perder más su tiempo con Chema y Santino. Éstos siguieron hablando.
—¿Qué vamos a hacer? ¡No quiero que Augusto termine en la cárcel! —exclamó Santino.
—No, no lo hará —dijo Chema ya serio—. Nos vamos a encargar de hablar con Augusto para que lo calle para siempre. Y después, vamos a encargarnos personalmente de Juanma.
Los dos hermanos ya tenían planes macabros contra Juanma, y deseaban ponerlos en marcha.
***
Más tarde...
Casa de la familia Riva Palacio.
Catalina se encontraba en su casa, descansando. Usaba una blusa beige de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. No se arrepentía de haber abusado sexualmente de Augusto.
—Por fin pude deshacerme del infeliz de Augusto Fernández-Vidal —dijo burlona, mientras se sentaba en el sofá.
Se mostraba victoriosa después de haber sodomizado a Augusto, y no le importaba lo que pudiera pasar. Sin embargo, dos hombres de negro encapuchados irrumpieron violentamente en su casa, dejando sorprendida a la chica.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó impresionada, mientras se levantaba del sofá—. ¿Qué hacen en mi casa?
Los dos hombres de negro sometieron a Catalina para someterla, mientras ella empezaba a gritar.
—¡Suéltenme, imbéciles! ¡No saben con quién se meten! —gritó mientras los hombres la sometían.
Catalina trataba de zafarse de los tipos, pero era inútil. Los dos la sometían con fuerza. De repente, Augusto entró a la casa y se encontró con la chica. El joven usaba un saco azul sobre una camisa blanca, pantalón de vestir azul y un par de zapatos negros. El joven miró de reojo a Catalina, y ella a él.
—Mírate nada más, Catalina Riva Palacio… —dijo el joven burlón—. Las vueltas que da la vida. Ahora nos volvemos a encontrar, querida.
—¡Maldito bastardo! —gritó Catalina histérica—. ¡Debí haberte matado con mis propias manos, en vez de haberte violado!
—Grave error, Catalina —dijo Augusto tranquilamente—. Si hubieras tenido el valor de haberme matado, no estaría aquí en estos momentos, haciéndote pagar por haberme traicionado. La traición se paga caro, y lo sabes.
—¡Te voy a machacar, maldito hijo de perra! —gritó Catalina histérica—. ¡Te voy a matar a ti y a toda tu familia, perro mal nacido!
—Llénvensela, antes de que pierda la paciencia —dijo Augusto.
Los dos hombres se llevaron a Catalina, mientras ella empezaba a gritar, como si estuviera poseída por el demonio.
—¡Te voy a desturir, maldito hijo de perra! —gritó la joven histérica—. ¡Te voy a hacer pedazos, maldito poco hombre!
Los dos hombres golpearon a Catalina, uno le dio un puñetazo para dejarla inconsciente. Augusto salió de la casa, y él y sus hombres entraron a la camioneta negra con Catalina inconsciente. Augusto simplemente veía a Catalina inconsciente, y la veía con rabia y coraje por lo que ella le había hecho.
—Es hora de hacerle ver su suerte a Catalina por haberme traicionado, chicos... —dijo Augusto tranquilamente.
Uno de los encapuchados se quitó la capucha, mostrando que era Sergio.
—Así es, hermano —dijo Sergio amablemente—. Es hora de hacer que Catalina pague por su traición.
Después de unos momentos, la camioneta se fue del lugar.
A partir de ahí, comenzaba la venganza de Augusto contra Catalina.
***
Más tarde…
Parque Jardines del Campestre.
Alondra, Juanma y Luis estaban en el parque. Los primeros dos estaban sentados en una banca, mientras que Luis prefería estar de pie. Los tres platicaban.
—¿Así que tú también sabes que fueron Chema y Santino los que le hicieron esto a Junama, Luis? —preguntó Alondra preocupada.
—Sí, Alondra… —dijo Luis tranquilamente—. Esos dos zoquetes fueron quienes hicieron esto. Y qué razón tenías.
—Sí, no cabe duda de que esos dos hermanos son capaces de todo, con tal de salirse con la suya —dijo Juanma.
—Tú lo has dicho, Juanma —dijo Alondra consternada—. No sabes cómo lamento lo que te hicieron. De verdad, siento mucho que tengas que pasar por esto.
—No es nada, Alondra. Gracias —dijo Juanma tranquilamente.
—¿Y qué te dijeron, Juanma? —preguntó Alondra—. ¿Qué te dijeron tu mamá y tu hermana?
—Nada, ellas simplemente me acpetan tal como soy —dijo Juanma tranquilamente—. Al principio tuve miedo de verle la cara a mi mamá, pero todo estuvo tranquilo.
—Me alegra que todo haya estado bien —dijo Alondra tranquilamente—. Quiero que sepas que, a pesar de todo, cuentas con mi apoyo. Ere smi amgio de la infancia, y los amigos siempre se apoyan, aún en los momentos más difíciles.
—Eso es lo bueno, amigos —dijo Luis tranquilamente—. Es bueno saber que estás apoyando a tu amigo en este momento tan duro.
—Gracias, Luis —dijo Alondra ya sonriendo—. No puedo dejar solo a Juanma en este momento tan duro.
—Así es, Alondra —dijo Luis.
Todo se veía tranquilo, hasta que una motocicleta llegó rápidamente al lugar y se estacionó en el parque, sin mencionar que el motociclista estaba armado con una pistola Desert Eagle plateada. Sin mediar palabra, el motociclista sacó su arma, le apuntó a Luis y le dio tres disparos. Dos en el abdomen, y uno en la frente. Esto aterró a Juanma y a Alondra, mientras Luis caía al suelo.
—¡Luis! —gritaron los dos chicos.
—¡Esto es de parte de Augusto, bobos! —gritó el motociclista.
El tipo empezó a manejar a toda velocidad, la motocicleta se fue del lugar rápidamente, mientras que Alondra y Juanma se levantaban de la banca, sólo para ver que Luis ya había dejado de existir.
—¡Luis! ¡Luis, responde! —gritó Alondra desesperada.
—¡Luis! —gritó Juanma—. ¡Luis, no te mueras, por favor!
Sin embargo, aunque trataban de reanimarlo, ya era demasiado tarde. Luis ya había muerto a causa de los disparos. Sin embargo, ya se habían dado cuenta de quién el responsable de ello.
—Espero que lo que haya dicho ese tipo no sea cierto... —dijo Juanma con tristeza.
—Siento decírtelo, Juanma. Pero sí... —dijo Alondra consternada—. Augusto fue quien mandó matar a Luis.
La tristeza invadía a los chicos, pues sabían de antemano, que Augusto era el responsable de lo ocurrido.
***
Más tarde...
Colonia Veredalta.
Aprovechando que ya era de noche, Augusto y Sergio estaban en la colonia Veredalta, con Catalina. Estaban en la calle Barranca, exactamente donde Augusto había matado a Lucas días atrás.
Catalina estaba semidesnuda, sólo traía su ropa interior puesta, y estaba amarrada de pies y manos a una silla. Augusto y Sergio simplemente la miraban de reojo.
—Mírate ahora dónde estás, Catalina… —dijo Augusto tranquilamente, mientras veía a Catalina de pies a cabeza—. Pasaste de tenerlo todo, a quedarte sin nada. A esto te has reducido. Antes eras la cazadora, y ahora te convertiste en la presa. De cazador a presa, hay un solo paso.
—¡No sabes cómo me arrepiento de no haberte matado cuando tuve la oportunidad, Augusto! —dijo Catalina furiosa—. ¡Sabía que debí haberte pegado el tiro en la cabeza! ¡No debí haberte dejado con vida, sabiendo que todo esto pasaría!
—Pero tú quisiste que matara a tu hermano, ¿no es así? —preguntó Augusto—. Tan sólo hice lo que tanto querías, no se vale que me hayas traicionado de esta forma. No sólo te negaste a matar a Alonso, sino que me violaste.
—¡Lo hice porque se me dio la gana! —gritó Catalina furiosa—. ¡Y porque ya no iba a permitir que me manejaras como si fuera un juguete! ¡Por eso hice lo que hice, y no me arrepiento!
Augusto simplemente se echaba a reír.
—Grita todo lo que quieras, Catalina —dijo tranquilamente—. Pero hagas lo que hagas, nada te va a salvar de tu inminente destino.
Augusto se alejó de Catalina, y caminó hacia el otro lado de la calle. Volteó hacia abajo, y tomó un palo con sangre.
—Vaya, es el mismo palo con el que sodomizaste a Alonso el otro día… —dijo mientras contemplaba el palo.
—¡Claro que voy a destruirte! —gritó Catalina histérica—. ¡Tú eres el que no sabe con quién se mete! ¡Yo sé miles de cosas acerca de ti, y cuando me libere, voy a sacarlas todas a la luz, maldito!
—¿Y cómo qué cosas, Catalina? —preguntó Augsuto burlón, mientras se acercaba hacia Catalina—. ¿Que tengo una relación con Sergio? ¿Que soy bisexual? Porque te he estado engañando con él durante todo este tiempo.
—¡Malditos! ¡Eso es lo que tú y Sergio son, unos malditos, poco hombres, sin huevos! —gritó Catalina histérica.
Augusto y Sergio no se inmutaban ante las ofensas de Catalina.
—Mírate, Catalina… —empezó a decir Augusto, mientras miraba a Catalina—. Tanto tiempo a mi lado, y mira. Fuiste muy ingenua, al creer que podía quererte. Pero no, sólo fuiste una aventura, como muchos hombres y mujeres con los que he estado. Ahora te toca perder —volteó hacia Sergio y le dio el palo—. Sergio, ya puedes proceder.
—A la orden —dijo Sergio, mientras tomaba el palo—. Lo siento, Catalina. Ojo por ojo, y diente por diente.
—¿Qué me van a hacer? —preguntó Catalina, mientras volteaba hacia el palo—. ¡No, eso no! ¡Por favor, eso no!
Sergio le bajó los calzones a Catalina, y le metió el palo en la vagina. Catalina empezó a gritar como loca, a medida que Sergio le metía el palo más profundamente. Catalina gritaba de dolor.
—¡Sáquenlo, por favor! ¡Saquen el palo de mi vagina! —gritaba como loca.
Sergio mantenía el palo en la vagina de Catalina por varios segundos. Después, decidió sacarlo y arrojarlo lejos de sí. El palo estaba ensangrentado.
—¡No, me duele mucho, déjenme ir, por favor! —gritaba Catalina llorando—. ¡Por favor, déjenme ir!
—No, Catalina. Por supuesto que no te voy a dejar ir... —dijo Augusto amablemente—. Quisiera matarte, pero cambié de opinión. Mejor te voy a dejar así, amarrada. Para que mueras lenta y dolorosamente. Lo siento mucho, querida.
Después de las palabras que dijo, Augusto decidió irse del lugar, pero Alonso apareció de repente. Los dos chicos entablaron una conversación.
—Mira, querido... —dijo Augusto burlón—. Tu querida ex novia se está volviendo cada vez más loca. Así que lo mejor será que le demos su merecido. ¿Qué te parece?
—Bueno, a mí me parece bien —dijo Alonso tranquilamente—. Mañana mismo voy a denunciar a esta vergüenza de mujer por lo que me hizo.
—Si quieres denunciar a Catalina, yo te voy a ayudar —dijo Augusto tranquilamente—. Así te darás cuenta de que no soy tan mala persona como creías.
—Gracias, Augusto… —dijo Alonso tranquilamente—. Odio admitirlo, pero te agradezco que quieras ayudarme en esto.
—Pero no olvides que, aunque te esté ayudando en esto, nada cambia entre nosotros, querido —dijo Augusto—. Así que, a cambio de denunciar a Catalina, tendrás que alejarte de mi hermana para siempre.
Alonso se molestó ante las palabras de Augusto.
—¡Eso nunca, Augusto! —exclamó molesto—. No me alejaré de tu hermana, aunque me ofrezcas las perlas de la virgen.
—No comas ansias, querido —dijo Augusto burlón—. Y métete esto en la cabeza. O te alejas de mi hermana para siempre, o será tu familia la que pague las consecuencias.
Alonso quedó helado ante las palabras de Augusto, quien se marchó después de decir todo eso. El chico estaba perplejo por el chantaje del que era víctima, y sabía que Augusto era un tipo de temer. Veía a Catalina, pero ninguno de los dos se dirigía la palabra. Alonso la veía con lástima, con desprecio, sabiendo que ella ya no tenía escapatoria alguna.
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