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13: Cosas que no deberían salir a la luz

Días después...

28 de agosto de 2017.

Era un nuevo día en la ciudad. El cielo se veía nublado, pero el clima era cálido. Habían pasado días desde que Augusto había secuestrado a Alonso y le había demostrado su terrible maldad. Y no había ni un solo día en que Alonso no pudiera olvidarse de ese horrible momento.

El chico se encontraba en el parque Jardines del Campestre, aún con la misma vestimenta que usaba el día en que había sido secuestrado. Caminaba por el parque, sin saber a dónde ir.

De repente, alguien lo encontró en el lugar, y no era otra que Ana Sofi. Ella usaba una blusa gris de mangas cortas, pantalón deportivo y un par de zapatos tenis, ambos blancos. La chica volteó hacia él, y quedó completamente estupefacta.

—¿Alonso...? —preguntó asombrada.

—Ana Sofi... —dijo Alonso al ver a Ana Sofi.

Ana Sofi no lo pensó dos veces, y corrió hacia su hermano para abrazarlo. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras abrazaba al chico.

—¡No puedo creerlo...! —exclamaba la chica mientras abrazaba a Alonso—. ¡No puedo creer que hayas vuelto...!

—Sí, al fin volví a casa... —dijo Alonso mientras abrazaba a su hermana.

Ana Sofi no soltaba a su hermano, pues había pasado varios días sin verlo. Momentos después, decidió soltar al chico y hablar con él.

—No puedo creer que al fin hayas vuelto a casa, hermano... —dijo Ana Sofi mientras secaba sus lágrimas—. En serio, todavía no puedo creerlo.

—Sí, es que ese tipo me había secuestrado... —dijo Alonso—. Pero no entiendo por qué lo hizo.

—¿Quién te secuestró? ¿Tu ex novia Catalina? —preguntó Ana Sofi asombrada.

—No, fue el maldito de Augusto Fernández-Vidal y sus cómplices —dijo Alonso molesto—. Fue ese hombre el que quería hacerme ver mi suerte. Fue ese tipo, y no entiendo por qué.

—Fue porque quizá no habrá soportado que hayas terminado con Catalina, y por eso te hizo lo que te hizo... —dijo Ana Sofi horrorizada—. Pero, ¿estás seguro de lo que dices?

—Sí, ese día, ese tipo me secuestró... —dijo Alonso tranquilamente—. Y lo peor, es que mató a un amigo mío. Vi con mis propios ojos cómo sodomizaba al chico con un palo de escoba, y después le pegaba un tiro.

—¡Dios mío, qué horror...! —dijo Ana Sofi completamente horrorizada—. No puedo creer lo que Augusto le hizo a ese pobre chico...

—Todavía no puedo creer hasta dónde puede llegar la maldad de Augusto, Ana Sofi... —dijo Alonso perturbado—. Aún no puedo creer cómo rayos fue capaz de abusar sexualmente de un chico inocente, para después pegarle un tiro.

—No puedo creerlo... —dijo Ana Sofi horrorizada—. ¿Y crees que Alondra sepa algo de esto?

—No, no sabe nada aún... Y no me imagino la cara que va a poner cuando se llegue a enterar de la clase de monstruo que es su hermano... —dijo Alonso.

Está claro que Alonso estaba completamente horrorizado después de haber sido secuestrado por Augusto, además del horrible crimen de éste.

De repente, llegó alguien al lugar. Y no era otra que Alondra. Ella usaba una blusa gris de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Ella volteó hacia Alonso y quedó estupefacta.

—¿Alonso...? —susuttó impactada.

—¿Alondra...? —dijo Alonso mientras volteaba hacia Alondra.

Alondra se acercó a Alonso y, sin pensarlo dos veces, le dio un fuerte abrazo, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

—¡Me alegra que estés bien, Alonso! —sollozaba Alondra mientras seguía abrazando a Alonso—. ¡No sabes lo preocupada que estaba por ti!

—Gracias, Alondra... —susurró Alonso, entre sollozos.

Después de varios minutos, Alondra decidió separarse de Alonso, para después dirigirse hacia Ana Sofi.

—No sabes cómo me alegra que tu hermano esté bien, Ana Sofi... —sollozaba—. Muchas gracias por encontrarlo con vida.

—No fue nada, Alondra... —dijo Ana Sofi tranquilamente, mientras se secaba sus lágrimas—. Ahora me toca llevarlo a casa...

—Sí, vamos a llevar a casa a Alonso... —dijo Alondra, secando sus lágrimas.

—Sí, por favor. Llévenme a casa... —dijo Alonso con voz baja, pero lo suficientemente clara para que Ana Sofi y Alondra pudieran escucharlo.

Las dos chicas sabían que Alonso había tenido momentos difíciles, por lo que decidieron llevarlo a su casa para que pudiera recuperarse.

***

Más tarde...

Casa de la familia Fernández-Vidal.

Augusto se encontraba afuera de la casa, en el patio delantero. Usaba una camisa a cuadros azul de mangas largas, pantalón de vestir negro y un par de zapatos negros. Se encontraba con Sergio, su amigo. Éste usaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos.

Los dos chicos se encontraban platicando.

—Vaya, todavía no puedo creer que te hayas deshecho de ese tal Lucas Riva Palacio, Augusto —dijo Sergio impresionado—. Es sabido que ese tipo ya no te va a molestar.

—Tú lo has dicho, hermano —dijo Augusto amablemente—. Ahora sí, ya nadie podrá descubrir mi amorío con Catalina, y mucho menos podrá sacarlo a la luz.

—Claro que no —dijo Sergio amablemente—. Ya nadie podrá ni siquiear insinuar nada de ese amorío. Pero, ¿qué hay de lo nuestro, Augusto?

—¿Qué te pasa, Sergio? Sabes que tú y yo somos los mejores amigos —dijo Augusto sorprendido—. Aparte de todo, sé muy bien que fuiste novio de mi hermana, y ahora quieres hacer todo por recuperarla. Y también me he enterado de que Alonso Ángeles es un obstáculo para lograr eso que quieres.

—Bueno, eso puede ser. Pero... ¿no has pensado en tener un buen momento así, con alguien de tu mismo sexo? —preguntó Sergio.

Sergio se acercó muy lentamente hacia Augusto, impresionando a éste. Quiso acercar sus labios a los de Augusto, con tal de plantarle un beso.

—¿Qué quieres decir, Sergio...? —preguntó Augusto sorprendido.

—No lo sé, quizá... —dijo Sergio.

Sergio tomó a Augusto de la cintura y, acto seguido, le plantó un beso en sus labios. Éste quería oponerse a ese beso y alejarse de Sergio, pero no hizo más que corresponder. Simplemente se dejaba llevar por el momento. Sergio se alejó un poco de Augusto.

—Esto no es correcto, y lo sabes, Sergio —dijo Augusto tranquilamente.

—¿Qué tiene de malo, Augusto? —preguntó Sergio—. Siempre te he deseado, con todo mi ser.

—Bueno, eso puede ser... —dijo Augusto con nerviosisimo.

Sin pensarlo dos veces, Augusto se acercó a Sergio y volvió a besarlo apasionadamente en sus labios.

—Sólo espero que nadie se entere de lo nuestro, Augusto.. —dijo Sergio tranquilamente.

—Tranquilo, nadie lo sabrá —dijo Augusto tranquilamente—. Y si es necesario, eliminaré a todo aquel que se atreva a decir algo de lo nuestro.

Después de aclarar algunas cosas, Augusto y Sergio volvieron a besarse y abrazarse apasionadamente, sin importar que alguien pudiera verlos.

Sin embargo, lo que ninguno de los dos sabía, es que alguien los estaba viendo a lo lejos, y no era otro que Ernesto, uno de los amigos del fallecido Lucas. Usaba una playera gris de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Sin que nadie se diera cuenta, ese chico sacó su celular del bolsillo derecho de su pantalón y abrió la cámara para tomarle una foto a los dos chicos.

—Ahora sí voy a hacerte pagar por lo que le hiciste a Lucas, Augusto Fernández-Vidal —dijo mientras tomaba unas fotos—. Con mi pandilla no se mete nadie...

Después de haber tomado algunas fotos necesarias, el chico guardó su celular en el bolsillo derecho de su pantalón, y se fue del lugar. Era obvio que sentía que ya tenía a Augusto en sus manos. Augusto y Sergio simplemente seguían besándose, ni siquiera se percataban de que Ernesto les había tomando fotos mientras se besaban.

***

Más tarde...

Universidad de Monterrey.

Catalina se encontraba en el campus, sentada en una banca. Usaba una blusa azul de mangas cortas, pantalón de vestir negro y un par de zapatos tenis blancos. Ella estaba con su celular, mandando mensajes.

De repente, Alonso llegó al lugar y se acercó furiosamente a Catalina. Usaba una playera gris de mangas cortas, pantalón deportivo blanco y un par de zapatos tenis blancos. Estaba deseoso de confrontarla por lo que había ocurrido aquella noche.

—¡Debí haber sabido tú la que me hizo pasar por ese maldito infierno, Catalina! —gritó Alonso lleno de ira—. ¡Lo que tú y Augusto Fernández-Vidal es imperdonable!

Catalina volteó hacia Alonso y se levantó para confrontarlo.

—¿Qué haces aquí, Alonso? ¡Debí haberte dicho que no quería volverte a ver en mi vida! —gritó furiosa—. ¡Así que lárgate de mi vista!

—¡Claro que no, Catalina! —gritó Alonso furioso—. ¡Tú y el miserable de Augusto Ferńandez-Vidal me destruyeron la vida, infeliz! ¡Ustedes dos me destruyeron la vida en una sola noche! ¡No cabe duda de que ustedes dos son un par de miserables!

—¡Yo no tuve la culpa de que unos tipos quisieran matarte, infeliz! —gritó Catalina furiosa—. ¡Yo no tuve nada que ver con que esos tipos te secuestraran!

—¡Acéptalo de una vez, maldita basura! —gritó Alonso furioso—. ¡Acepta que querías vengarte de mí, porque ya no estaba dispuesto a aguantar más tus maltratos! ¡Pues festeja todo lo que quieras! ¡Al fin, lograste vengarte de mí, destruyendo mi vida!

—¡Ya basta, ya deja de acusarme de esas estupideces, Alonso! —gritó Catalina furiosa y enloquecida—. ¡Yo no te he hecho nada, tú eres el que me ha hecho daño! ¡Tú eres el que me ha estado engañando con Alondra, y con quién sabe cuántas mas! ¡Fuiste tú el que me orilló a hacer lo que tuve que hacer!

Alonso ya no aguantaba más la ira de Catalina, y decidió ponerle un alto.

—Te lo advierto, Catalina… —dijo tranquilamente y con un tono serio—. Te voy a hacer pagar muy caro el daño que me hiciste. Vas a saber de lo que soy capaz.

—¡No te tengo miedo, maldito! —le gritó Catalina furiosa—. ¡Haz lo que quieras, no le tengo miedo a las represalias!

—Pues deberías, porque no sabes de lo que soy capaz —dijo Alonso furioso—. ¡Todos van a saber lo que me hiciste aquella noche!

—¡Haz lo que quieras, maldito! ¡Nadie te va a creer! —gritó Catalina furiosa—. ¡Nadie te va a creer, porque una mujer no es capaz de violar a un hombre!

—No se te ocurra jugar conmigo, Catalina —dijo Alonso molesto.

Después de haber amenazado a Catalina, Alonso decidió irse del lugar y se fue hacia su salón de clases. Era obvio que no estaba dispuesto a dejar que Catalina se burlara de él.

Por otra parte, Catalina se quedó en el lugar, llena de ira.

—Me las vas a pagar, maldito idiota… —dijo llena de ira—. Me las vas a pagar…

Furiosa por la discusión que había tenido, Catalina empezó a planear su venganza. Sacó su celular del bolsillo derecho de su pantalón y mandó un mensaje vía WhatsApp. El mensaje era para Augusto, y decía:

"Augusto, necesito que me ayudes a resolver un problema que dejé pendiente. Es sobre Alonso Ángeles."

Mandó el mensaje y quiso esperar una respuesta, pero nada le quitaba la furia que sentía después de haber peleado con Alonso. Sin embargo, alguien había grabado toda la pelea desde un arbusto. Y no era otro que Franco, uno de los amigos del fallecido Lucas. Usaba una playera roja de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.

—Vaya, Catalina Riva Palacio... —dijo el chico mientras dejaba de grabar y guardaba su celular en el bolsillo derecho de su pantalón—. Sería una pena que todos supieran que abusaste de un chico inocente...

Después de haber grabado la pelea entre Catalina y Alonso, el chico decidió irse del lugar. Era obvio que tenía pruebas para hundir a Catalina.

***

Más tarde...

Parque Jardines del Campestre.

Juanma estaba en el parque, sentado en una banca. Usaba una playera negra de mangas cortas, pantalón deportivo gris y un par de zapatos tenis blancos. El chico se encontraba con un amigo suyo, era Alexis. Éste usaba una playera blanca de tirantes, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.

Los dos chicos empezaron a platicar.

—Me imagino que hoy no has tenido un buen día, amigo... —dijo Alexis.

—No, no lo tuve... —dijo Juanma angustiado.

—¿Y se puede saber por qué? —preguntó Alexis preocupado.

—Es que ya sabes, hoy he tenido problemas con algunos de mis amigos... —dijo Juanma angustiado—. Ya sabes, por aquello de que mi mejor amigo estaba desaparecido, pero ya me avisaron que regresó a su casa.

—Es bueno saber eso, amigo —dijo Alexis un poco más tranquilo—. Es un milagro que no le haya pasado nada malo.

—Así es, amigo... —dijo Juanma tranquilamente—. Pero cambiando de tema, tengo un secreto que nadie conoce...

—¿Y de qué se trata, Juanma? —preguntó Alexis.

—Es que, no le he contado de esto a nadie, pero creo que soy homosexual... —dijo Juanma con nerviosismo.

—Lo sé, Juanma... —dijo Alexis tranquilamente—. Yo soy abiertamente homosexual, y no me da pena admitirlo. Mi familia lo sabe perfectamente. Pero, ¿alguien en tu familia lo sabe?

—No, nadie lo sabe... —dijo Juanma con nerviosismo—. Además, ya sabes que dos tipos me cortejan, y ya sabes quiénes son.

—Yo sé que son los hermanos de Augusto Fernández-Vidal? —dijo impresionado—. Claro, como no podía ser de otra manera. De esos patanes ya no se espera nada bueno.

—¿Por qué lo dices, Alexis? —preguntó Juanma.

—Es que Santino es mi ex novio —dijo Alexis un poco triste—. Tuve una relación con él, pero tuve que dejarlo por sus mentiras.

—¿A poco? —preguntó Juanma.

—Sí, es que tuve momentos lindos con él —dijo Alexis con tristeza—. Santino y yo la pasábamos lindo cuando éramos novios. Siempre nos divertíamos, y éramos el uno para el otro. Nos apoyábamos mutuamente.

—¿Y qué pasó entonces? ¿Por qué todo terminó? —preguntó Juanma.

—Es que tuve que dejarlo, porque hace tiempo lo vi besándose con otro chico... —dijo Alexis triste—. Así es, me engañó con otro chico, y me vio la cara.

—Dios mío... —dijo Juanma impresionado—. Todavía no puedo creer lo que me estás contando.

—Sí, y es que desde ese entonces, no he vuelto a tener novio... —dijo Alexis con tristeza—. No sé si vuelva a tener novio de nuevo.

—Te entiendo perfectamente, Alexis... —dijo Juanma amablemente—. Sé muy bien que volver a confiar en alguien es muy difícil.

—Lo sé, Juanma... —dijo Alexis con tranquilidad, pero también con tristeza—. No será nada fácil salir adelante de un desengaño como ese.

—Descuida, me tienes a mí, aunque apenas nos conozcamos... —dijo Juanma amablemente—. Yo te ayudaré para salir adelante de ésta.

—Gracias, Juanma... —dijo Alexis amablemente—. Y yo te ayudaré con lo de tu orientación sexual. No te preocupes.

Los dos chicos apenas se habían conocido, pero ya se apoyaban el uno al otro. Juanma aún estaba nervioso por lo de su orientación sexual, y no hallaba cómo hablar con su familia acerca del tema. Pero aún así, confiaba en que hablaría de ello en un futuro.

***

Más tarde…

Parque Jardines del Campestre.

Ernesto y Samuel estaban en el parque, sentados en una banca. Samuel usaba una playera negra de tirantes, short blanco y un par de zapatos tenis negros. Los dos chicos estaban platicando.

—¿Así que ya tienes fotos de Augusto Fernández-Vidal besándose con ese tal Sergio de la Mora, Ernesto? —preguntó Samuel.

—Sí, y no vas a poder creerlo, Samuel —dijo Ernesto sonriendo.

—Quiero verlas —dijo Samuel.

Ernesto sacó su celular del bolsillo derecho de su pantalón y lo desbloqueó. Después de unos momentos, le mostró a Samuel unas fotografías que mostraban a Augusto besándose apasionadamente con Sergio. Samuel quedó estupefacto al ver las fotos.

—Vaya, así que las fotos no mienten… —dijo Samuel impresionado.

—No, las fotos no mienten —dijo Ernesto amablemente—. Todo es verdad ahí. Augusto es bisexual, y se besa apasionadamente con ese tal Sergio de la Mora.

—Vaya, ¿y te darías cuenta de lo que puede llegar a pasar si estas fotos salen a la luz, hermano? —preguntó Samuel.

—Sí, eso puede perjudicar su buena imagen que proyecta ante los demás —dijo Ernesto.

—¿Y piensas sacarlas a la luz, o qué? —preguntó Samuel.

—No, no pienso hacerlo, no si Augusto me da una buena lana… —dijo Ernesto.

—Me parece bien —dijo Samuel sonriendo—. Dado que Augusto Fernández—Vidal es un chico de muchísimo dinero, no será problema sacarle una buena cantidad de dinero, a cambio de que estas fotos no salgan a la luz.

—Y eso es precisamente lo que voy a hacer, hermano… —dijo Ernesto.

Después de mucho hablar, Ernesto abrió WhatsApp en su celular y le mandó una de las fotos a Augusto. Y acto seguido, le mandó un mensaje que decía así:

"Será mejor que me des una buena cantidad de dinero. Si no lo haces, sacaremos estas fotos a la luz. Todos sabrán que eres bisexual, y que tú mataste a Lucas Riva Palacio."

Mandó el mensaje con la foto y prosiguió a hablar con Samuel.

—Buen trabajo, Ernesto —dijo Samuel—. Así tendremos muchísimo dinero.

—Gracias —dijo Ernesto—. Ahora sí, Augusto no se va a salir con la suya. Si se atreve a desafiarnos, revelaremos ante todos que es bisexual.

—A ver cómo sale de ésta nuestro querido Augusto, porque hay que recordarle que mató a nuestro amigo —dijo Ernesto.

—Y eso lo tiene que pagar —dijo Samuel tranquilamente—. Ese maldito va a pagar por lo que le hizo a nuestro mejor amigo.

Ernesto y Samuel sabían que era una buena idea sacarle dinero a Augusto, a cambio de no revelar nada acerca de su orientación sexual.

***

Más tarde…

Parque Mississipi.

Augusto se encontraba en el parque, con tal de descansar un poco. Pero de repente, Alonso llegó al parque y decidió confrontarlo.

—¡Al fin vuelvo a verte la maldita cara, Augusto! —gritó furioso.

—Vaya, miren quién decidió regresar… —dijo Augusto burlón—. Hace tiempo que no te veía, Alonso. ¿Cómo has estado, hermano?

—¡No me hables como si nada, Augusto! —le gritó Alonso lleno de ira—. ¡Tú bien sabes lo que tú y la maldita Catalina me hicieron hace días!

—¡Claro que lo sabemos, querido! —exclamó Augusto burlón—. ¡Dile a quien quieras, nadie te va a creer!

—¡Claro que me van a creer, Augusto! —exclamó Alonso lleno de ira—. ¡Te juro que te voy a hacer pagar todo lo que me has hecho, maldito!

Alonso procedió a golpear a Augusto, pero Catalina apareció para defenderlo. Ella sometió a Alonso.

—¡Deja en paz a Augusto, Alonso! —gritó Catalina mientras sometía a Alonso,

—¡Suéltame, maldita! —gritó Alonso, mientras Catalina no lo dejaba—. ¡Déjame matar a este maldito hombre que tanto daño me ha hecho!

—¡Haz lo que quieras, igual y no vas a conseguir nada! —exclamó Augusto burlón.

Catalina decidió arrojar a Alonso al suelo. Éste se qeudaba ahí, viendo como Augusto y Catalina lo veían furiosos.

—¡Te guste o no, Augusto es ahora mi novio, maldito! —gritó Catalina llena de ira—. ¡Todo este tiempo te he estado engañando con él!

Alonso palideció ante las hirientes palabras de Catalina.

—¿Qué estás diciendo, Catalina? ¿Me has estado engañando con este maldito? —preguntó sorprendido.

—¡Claro que sí! ¡Lo he estado haciendo todo este tiempo! ¡Lárgate de nuestras vidas, imbécil! —le gritó Catalina enfurecida, mientras sacaba un cuchillo del bolsillo derecho de su pantalón y le apuntaba a Alonso—. ¡Nunca te quiero volver a ver en mi vida! ¡Te doy diez segundos para que te levantes y te largues de mi vista!

Alonso se levantó del suelo, y miró de reojo a Catalina y a Augusto.

—¡Les juro a los dos que van a pagar muy caro todo el daño que me han hecho, par de imbéciles! —gritó lleno de ira, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas—. ¡Los voy a destruir! ¡Se los juro!

Después de todo eso, el chico se fue del parque llorando. Por otro lado, Catalina se dirigió hacia Augusto, con tal de ayudarlo.

—¿Estás bien, Augusto? —preguntó preocupada.

—Sí, todo bien… —dijo Augusto tranquilamente.

Catalina no se alejaba ni un segundo de Augusto. Y no se arrepentía de lo que le había hecho a Alonso.

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