11: Al ex se le reemplaza
Más tarde…
Plaza Fiesta San Agustín.
Alonso y sus amigos estaban en Plaza Fiesta San Agustín, en el área de comidas. Los chicos comían una deliciosa pizza de Peter Piper Pizza, era de pepperoni. Los tres chicos platicaban alegremente, mientras disfrutaban de la comida.
—Es bueno reunirme con amigos, después de todo lo que ha pasado, chicos —dijo Alonso sonriendo—. De verdad, aprecio cada momento con ustedes.
—Nosotros también, Alonso —dijo Alondra—. Hace muchísimo tiempo que no pasaba tiempo con ustedes.
—Lo mismo digo yo, chicos —dijo Juanma sonriendo—. Al fin, podemos despejarnos de todo lo que ha estado pasando. Me gusta pasar tiempo con ustedes, como cuando éramos niños.
Los tres se veían felices mientras platicaban. Alonso era el que maś feliz se veía.
De repente, alguien llegó al lugar y quiso acercarse a los demás chicos. Y no era otra que Catalina, quien llevaba un vaso de refresco. Ella se acercó furiosamente hacia donde estaban Alonso y sus amigos, y cegada por la ira, le arrojó el refresco a Alonso, horrorizando a Alondra y a Juanma.
—¡Maldito! ¡Mil veces maldito! —gritó enloquecida Catalina, mientras le arrojaba el vaso vacío a Alonso.
Alonso quedó horrorizado tras ser agredido por Catalina frente a mucha gente. Se levantó de la mesa y confrontó a Catalina.
—¡Ya basta, Catalina! ¡Ya basta! —gritó lleno de ira.
Catalina le dio dos puñetazos a Alonso después de verlo con Alondra y Juanma, rompiéndole la nariz y haciéndolo sangrar.
—¡Eres un maldito cobarde! —gritó furiosa—. ¿De verdad creíste que no me iba a dar cuenta de que ibas a reunirte con este par de imbéciles?
Alondra y Juanma no dudaron ni un segundo en salir en defensa de Alonso, quien estaba con la nariz rota.
—¡Basta de una maldita vez, Catalina! —gritó Alondra furiosa—. ¿Es que no puedes dejar de pensar en agredir a Alonso?
—¡Ya estamos cansados de ti, Catalina! —gritó Juanma furioso.
—Vaya, como ahora su querido amigo no peude defenderse solo, ya vienen sus queridos abogados —rugió Catalina llena de ira—. Qué patético, no debería haberme hecho novio de este idiota. De verdad lamento haber salido con él.
Alonso trataba de recuperarse de los golpes tan fuertes que Catalina le había dado, pero ella simplemente no le daba importancia.
—¿Qué te pasa, Catalina…? —preguntó consternado.
—¡Nunca debí haberme hecho tu novio, simplemente prefería estar con otros chicos, idiota! —gritó Catalina—. ¡Maldito sea el día en que te conocí!
Alonso se acercó a Catalina para enfrentarla.
—¡Ya basta, Catalina! —gritó lleno de ira—. ¡Desde ahora, tú y yo ya no somos novios! ¡Así que lárgate de mi vista y de mi vida!
Catalina sostuvo del cuello a Alonso, cegada por la ira.
—¡Esto no se va a quedar así, imbécil! —gritó furiosa—. ¡Esto me lo vas a pagar muy caro! ¡Te lo juro! ¡Cobarde, poco hombre! ¡Mejor me voy de aquí con otro hombre, no quiero segur viendo este maldito espectáculo! ¡Al ex se le reemplaza!
Lo arrojó al suelo, y se fue del lugar, llena de ira. Todos los presentes que habían observado la pelea, le tenían miedo. Alondra y Juanma corrieron hacia él para ayudarlo.
—¡Alonso! —gritaron los dos.
Alonso se levantó del suelo, pero no hizo más que llorar desconsoladamente. Alondra y Juanma lo abrazaron para hacerlo sentir mejor.
Algunos de los presentes murmuraron cosas acerca de lo que habían visto.
—Pobre chico —dijo uno.
—Esa chica no lo merece —dijo otro.
—Me siento muy mal por el muchacho —dijo una mujer.
Alonso estaba sumamente dolido por lo que había ocurrido, y no sabía cómo recuperarse. Estaba seguro de que no iba a olvidar la humillación que Catalina le había hecho.
***
Más tarde…
Casa de la familia Fernández-Vidal.
Augusto se encontraba en su la sala de su casa, después de haber estado un rato con Catalina. Estaba con sus hermanos, Chema y Santino. Chema usaba una playera azul de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis negros.
—¿Es cierto que hoy nos vamos a deshacer de ese tal Lucas Riva Palacio, Augusto? —preguntó Santino.
—Así es, Chema —dijo Augusto tranquilamente, mientras se sentaba en el sofá—. Les aseguro que el plan que les indiqué, no debe fallar por ninguna razón. Tenemos que deshacernos de ese tipo.
—¿Y se puede saber por qué estás tan desesperado, Augusto? —preguntó Chema.
—Es que él sabe que Catalina y yo somos amantes —dijo Augusto—. Sabe que soy amante de su hermana, y tengo miedo de que vaya a decir alguna palabra. Por eso quiero eliminarlo a como dé lugar.
—Y lo vamos a citar en una calle llamada Barranca, en la colonia Veredalta —dijo Santino tranquilamente.
Chema y Santino se sentaron en el sofá para hablar mas cómodamente con Augusto.
—Sí, no puedo dejar que eso pase. Y de paso, quiero que me traigan a Alonso —dijo Augusto tranquilamente—. Quiero terminar con Lucas, y de paso quiero que Alonso vea cómo voy a hacer semejante trabajo.
—O sea, quieres hacer sufrir a Alonso, matando a su querido cuñado… —dijo Chema.
—Sí, Chema —dijo Augusto tranquilamente—. Quiero que tú y Santino me traigan a Alonso directamente a la calle Barranca. Quiero torturar a ese chico, para que vea de lo que soy capaz.
—Así será, hermano —dijo Santino amablemente.
—Cuenta con elo; Augusto —dijo Chema.
Chema y Santino estaban seguros de que el plan para eliminar a Lucas valía la pena, y no podían esperar a ponerlo en marcha lo antes posible.
—Bueno, vamos al centro comercial. Nos vemos —dijo Chema.
Los tres hermanos se levantaron del sofá.
—Está bien, tengan cuidado —dijo Augusto amablemente—. Ah, y Chema.
—¿Sí? —preguntó Chema.
—Dile a Sergio que tengo algo importante que hablar con él, lo espero en donde nos quedamos de ver —dijo Augusto.
—Como digas —dijo Chema.
Finalmente, Chema y Santino salieron de la casa y se dirigieron hacia Plaza Fiesta San Agustín, con tal de pasar un rato agradable. Augusto estaba seguro de que su plan sería exitoso.
—Ahora sí, Alonso… —dijo con frialdad, mientras se sentaba en el sofá—. Ahora sí vas a saber de lo que soy capaz…
Estaba impaciente por demostrarle a Alonso su infinita maldad, sin importarle las consecuencias.
De repente, Sergio apareció y entró a la casa. Usaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo gris y un par de zapatos tenis negros. El chico se acercó a Augusto para hablar con él.
—¿De qué querías hablar, Augusto? —preguntó Sergio amablemente.
—Vaya, qué rápido llegaste —dijo Augusto mientras se acercaba a Sergio—. Sólo quería avisarte que Chema y Santino ya van por Alonso. Ya di la orden para que lo secuestren.
—¿En serio? —preguntó Sergio asombrado—. ¿Y qué vas a hacer con él? ¿Lo vas a matar?
—No, no lo voy a matar... —dijo Augusto tranquilamente—. Primero quiero demostrarle que soy capaz de todo, que nadie se mete conmigo.
—¿Y cómo lo vas a hacer, Augusto? —preguntó Sergio.
—Simple, Sergio —dijo Augusto tranquilamente—. Voy a acabar con el hermano de Catalina, delante de ese chico. Pero primero tengo cosas que hacer.
Se notaba que Augusto estaba deseoso de poner en marcha su plan, y no podía esperar ni un minuto más.
***
Más tarde...
Plaza Fiesta San Agustín.
Alonso y sus amigos iban saliendo del centro comercial, después del altercado que habían tenido con Catalina. El chico todavía seguía con los ojos llenos de lágrimas después del terrible incidente.
—Sentimos mucho lo que pasó, Alonso... —dijo Alondra con tristeza—. De verdad, estamos muy apenados por lo que acabamos de ver...
—No, no es nada, chicos... —dijo Alonso llorando—. Es que ya no aguantaba más esa relación tóxica con Catalina...
—Pero lo bueno es que ya terminaste con ella, hermano —dijo Juanma tranquilamente—. Y es lo que importa.
—Sí, pero tengo miedo de lo que me vaya a hacer, después de lo que hice... —dijo Alonso mientras secaba sus lágrimas.
—Tranquilo, Alonso —dijo Alondra tranquilamente—. Nos tienes a nosotros. No dejaremos que Catalina te haga daño, ya te lo hemos dicho.
Alonso no podía con la tristeza, después de haber terminado con Catalina. Pero entendía que era lo mejor, pues ya no podía más con el daño que ella le hacía.
—Es lo mejor, chicos... —dijo con tristeza—. Sé que ya es tarde para pedir disculpas por no haberlos escuchado, pero quiero que sepan que fue la mejor decisión que he tomado.
—Así es, Alonso. Así ya no vas a sufrir más por esa relación tan tóxica por la que estabas pasando —dijo Alondra tranquilamente.
—Y te vamos a apoyar, pase lo que pase —dijo Juanma.
—Llévenme a casa, por favor... —sollozaba Alonso—. No quiero estar ni un minuto más aquí.
—Como gustes, Alonso —dijo Juanma preocupado.
Alondra y Juanma comprendieron. Los dos chicos decidieron irse del lugar, con tal de llevar a Alonso a su casa. El chico simplemente quería olvidarse del mal momento por el que había pasado.
***
Más tarde...
Parque Mississipi.
Tras haber terminado su relación con Alonso, Catalina se encontraba con Augusto en el parque Mississipi. Los dos chicos se encontraban sentados en una banca, platicando acerca de lo ocurrido.
—¡Ese maldito mal nacido! —gritó Catalina llena de ira—. ¿Cómo es posible que me haya cortado así como así?
—Tranquila, Catalina —dijo Augusto tranquilamente—. Es que de seguro te engañó con mi hermana. No cabe duda de que es un hijo de perra. Siempre te ha estado engañando con ella, y seguramente estaba esperando el momento para cortar contigo, y así poder irse con ella.
—Ya lo veía venir... —dijo Catalina aún molesta—. Ya veía venir ese momento. Siempre ha estado esperando ese momento para terminar conmigo e irse con tu hermana Alondra.
—Sí, pero lo vamos a hacer pagar por lo que hizo, Catalina —dijo Augusto tranquilamente, haciendo sonreír a Catalina—. Eso no se va a quedar así. Ese chico va a pagar por haberte roto el corazón.
Catalina se llenó de esperanzas después de haber escuchado las palabras de Augusto. Y estaba desesperada por vengarse de Alonso por haberla dejado.
—Eso es lo que quiero, Augusto... —dijo furiosa—. Quiero vengarme de ese maldito poco hombre, quiero hacerlo pagar por haberme destruido.
—Vaya, no hay cosa más peligrosa que una mujer herida... —dijo Augusto impresionado—. Quiero que sepas que tú y yo le vamos a demostrar a Alonso Ángeles que con nosotros no se juega. Y créeme que se va a arrepentir hasta de haber nacido.
—Quiero darle a ese maldito donde más le duele... —dijo Catalina furiosa—. Y ese objetivo es su hermana menor.
—Claro que sí, Catalina —dijo Augusto tranquilamente—. Tú sabes que Ana Sofía es su hermana menor, es su talón de Aquiles. Y vamos a darle ahí, justo donde más le duele, para que sufra y sepa las consecuencias de haberse metido con nosotros.
—Así será... —dijo Catalina—. Pero primero quiero que acabes con mi hermano, ese maldito idiota ya sabe acerca de la relación que tú y yo tenemos.
—No te preocupes, Catalina. Esta noche acabo con tu hermano —dijo Augusto amablemente—. Esta noche voy a acabar con tu hermano, me voy a asegurar de que no se atreva a decir una sola palabra acerca de lo que vio hace rato.
Catalina y Augusto estaban felices después de haber ideado un plan para hacer sufrir a Alonso. Los dos chicos se dieron un beso en los labios. Parecía que a Catalina no le afectaba que Alonso la hubiera dejado. Augusto estaba impaciente por mover sus fichas de ajedrez.
***
Más tarde...
Parque Jardines del Campestre.
Juanma se encontraba solo en el parque, sentado en una banca. Había teminado de animar a Alonso, luego de la ruptura de éste con Catalina. Se le veía triste y decaído, después de lo que había presenciado en Plaza Fiesta San Agustín. No hallaba cómo olvidar ese momento en que Catalina lo había agredido sin compasión alguna.
—¿Cuándo terminará esta pesadilla que Alonso está viviendo? —preguntó desolado.
De repente, alguien apareció en el parque, y se acercó a Juanma para hablar con él. Y no era otro que Chema. Juanma ni siquiera había volteado hacia él.
—Vaya, parece que no has tenido un buen día. ¿Verdad, Juanma? —preguntó Chema burlón.
Juanma siguió sin voltear a ver a Chema. Parecía creer que estaba solo en el parque.
—Siento mucho saber que tengas problemas, pero temo que esas cosas no se van a resolver solas, querido Juanma —dijo Chema, antes de sentarse al lado de Juanma—. Sabes que tienes a un amigo con quién contar.
—No, tú no eres mi amigo, Chema... —dijo Juanma molesto, sin voltear a ver a Chema—. Y para que lo sepas, no soy amigo de ustedes, familia de idiotas.
—¿Y qué tiene de malo que seamos amigos, Juanma? —preguntó Chema burlón—. ¿Acaso eres amigo de mi hermanito Santino? ¿O me equivoco?
—No, no me interesa ninguno de los dos —dijo Juanma en voz baja, pero contundente.
—Vamos, no seas amargado, Juanma —dijo Chema burlón—. Quizá no lo sabes, pero tu instinto te dejará ver que puedes ser pareja de uno de nosotros. Sólo el tiempo dirá quién será el afortunado, si tú o yo. Quién sabe
Molesto, Juanma volteó a ver a Chema.
—¿De qué estás hablando, Chema? —preguntó irritado—. Yo no tengo por qué ser pareja ni de ti, ni de nadie. Encima, me sigues fregando con eso de mi orientación sexual.
—Eso te delata, pequeño Juanma —dijo Chema burlón—. Eres gay, pero de closet. Nadie sabe que eres gay, pero algún día se enterarán.
—¡Ya deja de decir mentiras, Chema! —gritó Juanma mientras se levantaba de la banca, irritado por los comentarios de Chema—. ¡A nadie tiene por qué importarle mi orientación sexual! ¡A nadie debe importarle si me gustan los hombres o las mujeres!
Chema se levantó de la banca, y se acercó a Juanma para tratar de besarlo.
—Sé muy bien que te va a gustar, Juanma —dijo Chema mientras sometía a Juanma.
—¡Suéltame, suéltame ya! —murmuró Juanma mientras intentaba zafarse de Chema, quien intentaba besarlo en los labios.
Después de varios minutos, Juanma logró zafarse de Chema y lo empujó.
—¡Sabes muy bien que a mí no me gusta que me toquen si yo no quiero! —gritó molesto—. ¡Así que ya déjame en paz!
Después de todo eso, Juanma decidió irse del parque. Sin embargo, Chema no quitaba el dedo del renglón. Simplemente veía caminar a Juanma, sin dejar de sonreír. Soltó una pequeña carcajada mientras se fijaba en él.
***
Más tarde…
Casa de la familia Ángeles.
Alonso estaba en su casa. Para ser exactos, estaba en su habitación, con su madre y su hermana Ana Sofi. Ésta usaba una blusa gris de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis negros.
Los tres estaban sentados en el sofá.
—No puedo creer que esa muchacha te haya agredido de esa forma, hijo —dijo la mamá sumamente preocupada.
—Sí, mamá… —dijo Alonso tranquilamente, con los ojos llenos de lágrimas—. Ella siempre me ha maltratado, no es la primera vez que lo hace. Siempre lo ha hecho, siempre.
—Lamento mucho que hayas pasado por esa amarga experiencia, hermano —dijo Ana Sofi tranquilamente—. Pero lo bueno de todo esto, es que ya terminaste con ella. Ya puedes estar tranquilo al saber que ya no vas a sufrir por esa relación tan tóxica en la que estabas.
—Sí, Ana Sofi… —dijo Alonso mientras se secaba las lágrimas—. Ahora que logré terminar con Catalina, tengo miedo de las represalias que ella pueda llegar a tomar.
—Hijo, sabemos que Catalina puede llegar a ser muy peligrosa —dijo la mamá—. Por eso vamos a tener que protegerte, no vaya a ser que ella sí tome represalias en tu contra.
—No, no vamos a permitir que ella te lastime más hermano —dijo Ana Sofi tranquilamente—. Y te vamos a defender de ella. porque si tú no pudiste defenderte de sus golpes, yo sí lo haré. No sabes cómo quisiera hacerle ver su suerte por todo lo que te ha hecho.
—HIja, tranquila. No hace falta que hagas esas cosas, y menos contra la ex de tu hermano —dijo la mamá—. Sabes que no me gustaría que le respondieras a Catalina con violencia.
—¿Cómo que no, mamá? —protestó Ana Sofi—. Catalina siempre le pegaba a mi hermano, y él no hacía nada. Incluso todos se burlaban de él por lo que pasaba. Ah, pero no fuera al revés, porque todos se voltearían contra Alonso.
—De verdad, Ana Sofi… —dijo Alonso amablemente—. Aprecio tu ayuda, pero prefiero dejar esto atrás. Ya dejaremos que sea la vida la que se encargue de poner a Catalina en su lugar.
Alonso ya no quería saber nada de Catalina. Estaba profundamente decepcionado, molesto y sólo quería dejar esto atrás. Aunque tenía miedo por las represalias que ella pudiera tomar en su contra tras haber terminado con ella.
Se levantó del sofá y salió de su casa.
—Ten cuidado, hijo... —dijo la mamá.
—Sí, mamá... —dijo Alonso.
Alonso salió de su casa para dirigirse hacia otro lugar. Caminó lejos de su casa, pero se encontró con una camioneta negra, una Chevrolet Tahoe negra. Dos hombres salieron de ella y sometieron a Alonso, quien empezó a gritar desesperado.
—¡Suéltenme, carajo! ¡Déjenme ir, yo no he hecho nada! —gritaba desesperado, pero los hombres de negro se lo llevaban.
Esos dos hombres de negro se lo llevaron a la camioneta negra y entraron tan rápido como pudieron. La camioneta se alejó del lugar y se dirigió hacia otro lugar. Lo peor del asunto, es que la madre y hermana de Alonso no sabían nada de este horroroso incidente.
Ana Sofi y su madre salieron de la casa, y se horrorizaron al ver que una camioneta negra se había llevado a Alonso.
—¡Alonso, hijo! —gritaba la mamá desesperada—. ¡Alonso, mi niño! ¡Alonso! ¡Alonso!
Ana Sofi no podía decir palabra alguna, debido al miedo que sentía. No sabía cómo reaccionar después de lo que había ocurrido, y no sabían que Augusto estaba detrás de todo esto.
***
Más tarde…
Casa de Romina.
Romina se preparaba para salir de su casa. Usaba una blusa blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos. Salió de su casa y se preparó para dirigirse hacia una estación de policía. Tenía ya algunas pruebas que demostraban que Juanma sí fue abusado por Chema y Santino.
—Espero que estas sean las pruebas suficientes como para hundir a esos ladinos —dijo mientras cerraba las puertas de su casa—. Sólo tengo que presentarlas y ya.
Después de salir de su casa, quiso dirigirse hacia otro lado, sin saber que alguien la estaba vigilando, cerca de un árbol. Y ese alguien, no era otro que Augusto. El joven se alejó del árbol y se encontró con Romina. Ella se molestó al verlo.
—¿Qué es lo que quieres, Augusto? —preguntó Romina molesta.
—Quiero ofrecerte una buena cantidad de dinero, a cambio de que dejes en paz a mis hermanos —dijo Augusto molesto.
—No, no voy a aceptar ninguna cantidad de dinero —dijo Romina molesta—. Tengo pruebas necesarias para hundir a tus hermanos, y ahora todos van a saber la atrocidad que le hicieron a Chema.
—De ninguna manera voy a permitir que entregues esas pruebas, Romina —dijo Augusto molesto—. Te lo quise pedir por las buenas. Hice de todo para evitar que mostraras esas malditas pruebas.
—¿Y qué me vas a hacer? ¡Hazlo, que no te tengo miedo! —exclamó Romina molesta, mientras trataba de pasar—. Ahora quítate de mi vista, que tengo a dos violadores que hundir.
Augusto sacó su pistola del bolsillo derecho de su pantalón y le apuntó a Romina en la cabeza.
—¿Me vas a matar? —gritó Romina—. ¡Vamos, hazlo de una vez! ¡Mátame ahora mismo, cobarde!
—Oh, no te preocupes —dijo Augusto tranquilamente—. Como tú quieras.
Sin mediar palabra, Augusto apretó el gatillo y le disparó a Romina en la cabeza. Ella cayó al suelo y murió al instante. Tras matar a esa joven, Augusto se dirigió hacia su auto, entró y empezó a manejar. El auto se alejó de la calle donde vivía la fallecida.
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