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10: Un juego peligroso

Al día siguiente...

26 de agosto de 2017.

Universidad de Monterrey.

Era un nuevo día en la ciudad. El clima estaba cálido, y el cielo estaba soleado.

Alonso y Catalina estaban cerca de un Starbucks, sentados en una mesa. Alonso una playera gris de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. 

Por su parte, Catalina usaba una blusa a cuadros azul de mangas largas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos.

Los dos chicos empezaron a platicar tranquilamente, como si fueran dos civilizados.

—Alonso, te cite aquí porque quiero pedirte disculpas por mi comportamiento —dijo Catalina tranquilamente—. Sabes que no me he portado bien contigo últimamente.

—Te entiendo, Catalina… —dijo Alonso tranquilamente—. Entiendo por qué te portaste así conmigo, pero quiero que sepas que Alondra es sólo una amiga, nada más. Tú eres la novia, y te perdono por lo que hiciste el otro día.

—Gracias por recordármelo, Alonso —dijo Catalina tranquilamente—. No quiero seguir peleando contigo por tonterías. Ya no más golpes ni humillaciones de mi parte. Desde ahora te digo de frente, que quiero dejar esos celos de lado.

—Me alegra que ahora lo entiendas, Catalina —dijo Alonso mientras empezaba a sonreír—. Créeme que me hubiera gustado que me dijeras eso el día que llegué a la ciudad.

—Está bien… —dijo Catalina sonriendo—. Quiero hacer las cosas bien.

—Te entiendo, quiero que hagas tu mejor esfuerzo —dijo Alonso tranquilamente.

Alonso y Catalina estaban felices el uno con el otro. Catalina estaba deseosa de cambiar y hacer las cosas bien. Y Alonso confiaba ciegamente en ella. Se veía a leguas que ambos ya habían hecho las paces.

—¿Entonces, Alonso? ¿Quieres que vayamos a Plaza Fiesta San Agustín hoy en la tarde? —preguntó Catalina amablemente.

—Sí, me encantaría —dijo Alonso sonriendo.

Alonso se veía contento al ver que Catalina quería ser una mejor persona, para no estropear el noviazgo que tenían ambos.

—Pero por favor, no quiero verte con alguna otra amiga, Alonso —dijo Catalina un poco molesta—. No me gustaría verte con esa tal Alondra. Sabes cómo me pongo caundo volteas a ver a otras chicas, ¡y lo sabes!

—Catalina... —dijo Alonso sorprendido.

—¿Por qué siempre tengo que estar aguantando tus infidelidades? —interrumpió Catalina—. ¡Ya basta, no tengo por qué seguir soportando esto!

Alonso se horrorizó al ver el repentino cambio de humor de Catalina, por lo que le puso un ultimátum.

—Ya estuvo bueno, Catalina... —exclamó mientras se levantaba de la mesa—. ¡Estoy cansado de que sigas con esas actitudes! ¡Ya no aguanto más tus malos tratos! Así que, ¡o te controlas, o terminamos!

Después de esto, tomó su mochila negra que estaba en el suelo y se fue hacia su salón de clases, dejando sola a Catalina. Ella estaba ya molesta al ver que Alonso le había puesto un ultimátum.

***

Más tarde...

Casa de la familia Fernández-Vidal.

Alondra se encontraba en la sala de su casa, después de haber tenido un largo día de clases. Usaba una blusa blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos.

La chica se encontraba con Augusto, quien usaba una camisa a cuadros azul de mangas largas, pantalón de vestir negro y un par de zapatos negros. Ambos comenzaron a hablar.

—¿Dónde estabas ayer, Augusto? —preguntó Alondra un poco molesta—. Me tenías preocupada.

—Vamos, Alondra. Sólo estaba en el restaurante con un amigo —dijo Augusto tranquilamente, pero Alondra no estaba convencida—. Ya sabes, Sergio y yo estábamos cenando.

—No, no me convences —dijo Alondra seria—. Ni siquiera me contestaste las llamadas, ni un simple mensaje.

—Bueno, alla tú ni no quieres creerme —dijo Augusto molesto—. Pero por lo visto, aún no te has alejado de esos dos, de Alonso Ángeles y de Juan Manuel Siqueiros.

—Porque son mis amigos, y de ninguna manera me voy a alejar de ellos, Augusto —dijo Alondra un poco más molesta—. Ellos son mis mejores amigos desde la infancia, y no me vas a convencer para que me aleje de ellos.

—¿Y qué hay de tu ex, de Sergio? —preguntó Augusto.

—A ese ni me lo menciones, Augusto —dijo Alondra más molesta—. Tú ya sabes que tuve que alejarme de él. Y no porque tú me lo hayas pedido, sino porque él me andaba engañando con otra chica.

—Vamos, Alondra —dijo Augusto burlón—. Sólo fue una vez, y ya. No te estoy pidiendo que vuelvas con él, hermanita. Simplemente te estoy pidiendo que te alejes para siempre de Alonso y de Juanma.

—No, no voy a regresar con Sergio —dijo Alondra desafiante—. Y mucho menos me voy a alejar de mis amigos. ¿Acaso te arde que soy la única de la familia a la que no puedes controlar?

Augusto no sabía qué decir ante las cosas que Alondra le había dicho.

—No te engañes, Augusto. ¡De verdad soy la única de tus hermanos a la que no puedes controlar! —dijo Alondra seria—. No me vas a alejar de mis amigos, no hay forma de que lo hagas.

—Claro que la habrá, Alondra —dijo Augusto serio—. Claro que hay una forma para alejarte de tus amigos. Y muy pronto llegará, te lo aseguro.

Tras pelear con su hermano, Alondra decidió irse a su habitación, dejando a Augusto solo en la sala. Él estaba enfurecido, pues era obvio que no podía controlar a Alondra de ninguna forma.

***

Más tarde…

Casa de la familia Siqueiros.

Juanma se encontraba en su casa, después de haber tenido un día de escuela. Se encontraba en su habitación con Zoé, la chica que estaba con Alonso y Ana Sofía el otro día.

Juanma usaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo corto negro y un par de zapatos tenis blancos, con calcetines blancos. Zoé por su parte, usaba una blusa gris de tirantes, minishort negro y un par de zapatos tenis blancos.

—Aún no puedo creer que ese tal Augusto se haya portado mal con ustedes, Juanma —dijo Zoé un poco molesta—. Lo menos que pudo haber hecho es agradecerles por el pésame.

—Así es, Zoé —dijo Juanma un poco molesto—. Todavía me acuerdo. A veces no entiendo por qué nos odia tanto.

—Yo tampoco —dijo Zoé—. Lo peor es que no sé qué pasa por su cabeza. Así ha sido siempre con nosotros.

—Así es… —dijo Juanma un poco más tranquilo—. ¿Quieres saber qué paso hoy en la uni, Zoé?

—¿Qué pasó? —preguntó Zoé curiosa.

Los dos chicos se sentaron en la cama, con tal de seguir hablando.

—Pasa, que me dijeron unos amigos que Alonso se negó rotundamente a terminar su relación con Catalina —dijo Juanma, dejando sorprendida a Zoé.

—¿Cómo que Alonso no terminó con Catalina Riva Palacio? —preguntó Zoé indignada—. Si ya me había enterado de todo lo que ella le hace.

—Sí. Yo también sé todas las atrocidades que le ha hecho desde que iniciaron su noviazgo —dijo Juanma más molesto.

—Sabemos que Catalina siempre golpea y humilla a Alonso —dijo Zoé.

—Y lo peor es que nadie dice nada —dijo Juanma molesto—. Nadie hace nada para ayudar a Alonso. Al contario, siempre se burlan de él.

—Ah, pero si fuera al revés, todos se lanzarían contra Alonso —dijo Zoé enojada—. Sinceramente, no entiendo cómo puede Alonso tener que aguantar todo eso.

—Te entiendo, hermanita —dijo Juanma—. Pero algún día, él tiene que ponerle un alto. Sólo el tiempo lo dirá.

Los dos hermanos estaban indignados al saber que Alonso no había terminado con Catalina, y rogaban porque Alonso terminara esa relación tan tóxica en la que estaba atrapado.

***

Más tarde…

Casa de la familia Riva Palacio.

Catalina se encontraba en la sala de su casa, después de haber tenido un largo día de clases. Alguien tocó la puerta, y Catalina fue a abrir. Quien estaba tocando, era Augusto. El joven unsaba una camisa blanca de mangas largas, pantalón de vestir negro y un par de zapatos negros. Catalina se sorprendió al verlo.

—Hola, Augusto… —dijo sorprendida—. ¿Qué te trae por aquí?

—Hola, Catalina —dijo Augusto amablemente—. Bueno, pues quería hablar contigo acerca de algo.

—Bueno, pasa —dijo Catalina amablemente.

Augusto entró a la casa, y él y Catalina se sentaron en el sofá. Los dos empezaron a platicar.

—Oye, tú sabes que desde hace unos días, un nuevo dolor de cabeza se presentó en mi vida —dijo Augusto amablemente.

—Y me imagino que se trata de Alonso Ángeles, ¿no es así? —preguntó Catalina.

—Sí, el mismísimo Alonso Ángeles —dijo Augusto un poco molesto—. Verás, él regresó a Nuevo León y se vino a vivir aquí después de varios años.

—¿Y cuál es el problema con eso? —preguntó Catalina.

—Quiero deshacerme de él a como dé lugar… —dijo Augusto—. Quiero quitármelo de encima, y tú me vas a ayudar.

—¿Quieres que te ayude a desaparecer a Alonso? —preguntó Catalina—. Bueno, es que ese imbécil se la ha estado pasado engañándome con varias chicas mientras no estaba en Nuevo León. Y es por eso que quisiera ver en qué puedo ayudarte.

—Cŕeeme que sé lo que se siente que te engañen, Catalina —dijo Augusto mientras acercaba sus labios a los de Catalina para besarla, pero Catalina lo detuvo.

—¿Qué estás haciendo? Aquí no podemos hacer eso —dijo Catalina sorprendida—. Mi hermano Lucas está por aquí, y podría darse cuenta de lo que querías hacer, y de lo que estamos hablando. Pero yo me encargaré de que no abra la boca.

—Está bien, Catalina —dijo Augusto amablemente—. Aunque…

Augusto volvió a acercar sus labios a los de Catalina, y le dio un beso. Ella simplemente correspondió. Sabía que estaba engañando a Alonso, pero parecía no importarle eso. Ella y Augusto se separaron momentos después, y se levantaron del sofá.

—Entonces nos vemos esta noche, Augusto —dijo Catalina.

—Como gustes, no tengo planes esta noche —dijo Augusto—. Quizá podríamos salir a cenar.

—Me encantaría. Nos vemos —dijo Catalina.

—Nos vemos en la noche, Catalina —dijo Augusto.

Augusto salió de la casa y se dirigió hacia su auto, un Mercedes-AMG GT negro. Entró al auto, lo encendió y empezó a manejar. El auto se dirigió hacia otro lugar.

De repente, un chico bajó de las escaleras para hablar con Catalina. Y no era otro que el chico que la había espiado la tarde anterior. Usaba una playera blanca de mangas cortas, short deportivo negro y un par de zapatos tenis negros. Él miraba de reojo a Catalina, y no dudó en ponerse al tú por tú con ella.

Catalina se molestó al ver al chico y lo enfrentó.

—¿Qué es lo que quieres, Lucas? —le dijo muy enojada—. ¿Por qué andabas de chismoso?

—¿Qué hacías con Augusto Fernández-Vidal, Catalina? —preguntó el chico, conocido como Lucas—. ¿Acaso estás engañando a Alonso con ese chico?

—¡Por supuesto que no, idiota! —exclamó Catalina molesta—. ¡Claro que no estoy engañando a Alonso con Augusto! ¿De qué estás hablando?

—Porque tu reacción lo dijo todo —dijo Lucas molesto—. Siempre te la pasas golepado y humillando a Alonso sin razón aparente, ¡y todavía te das el lujo de engañarlo! Y nada más y nada menos que con Augusto Fernández-Vidal.

Catalina respiró profundamente antes de responder.

—Veo que me has descubierto, ¿no crees? —dijo cínicamente—. Pues para que lo sepas, ya no soporto estar con Alonso Ángeles. Preferiría estar con Augusto Fernández-Vidal, porque él sí es un hombre de verdad.

—Bueno… —dijo Lucas burlón—. Tal vez vaya a contarle todo acerca de lo que estabas engañando con ese tipo.

—¡No tienes pruebas! —exclamó Catalina—. ¡Nadie te va a creer! ¡Ni siquiera sabes quién es Augusto Fernández-Vidal!

—¡Claro que las tengo! —exclamó Lucas—. Sé muy bien que Augusto no es el único con el que has estado engañando a Alonso.

—¿Qué dices…? —preguntó Catalina—. ¡Eso es mentira, idiota! ¡Yo no he engañado a Alonso con nadie más! ¡Atrévete a decirle algo, estúpido! ¡Y vas a saber de lo que soy capaz, aunque seas mi hermano!

—Claro que lo has hecho, Catalina… —dijo Lucas ya serio—. Así que será mejor que le bajes a tu tono, y no te metas conmigo. Porque si lo haces, vas a saber de lo que yo soy capaz. No me importa que seas mi hermana, métete conmigo, y yo mismo te voy a hundir.

Y así, Lucas se salió de la casa tras haber discutido con Catalina, y se dirigió hacia otro lugar. Catalina estaba furiosa al saber que Lucas no se dejaba de ella, y la podía delatar. Y no estaba dispuesta a dejar que eso pasara.

—No, no puedo dejar que el imbécil de mi hermanito abra la boca y le cuente todo a Alonso… —dijo molesta—. No, no lo voy a permitir.

Totalmente desesperada, sacó su celular del bolsillo derecho de su pantalón y comenzó a hacer una llamada.

—Hola, soy Augusto Fernández-Vidal. Deja tu mensaje después del tono —se escuchó el celular por el micrófono superior del celular.

—Augusto, tengo que decirte algo... —dijo Catalina molesta—. El estúpido de mi hermano nos vio juntos. Y tengo miedo de que le vaya a contar a Alonso la verdad acerca de lo que tenemos tú y yo. Necesitamos hacer algo para que no diga nada.

Terminó la llamada y guardó su celular en el bolsillo derecho de su pantalón. Está claro que tenía muchísimo miedo de que su hermano pudiera abrir la boca y provocar el fin de su relación con Alonso.

***

Más tarde…

Parque Jardines del Campestre.

Alondra y Alonso se encontraban en el aprque, después de haber tenido un largo día de clases. Alondra usaba una blusa blanca de mangas cortas, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos, mientras que Alonso tenía el mismo atuendo que cuando estaba en la Universidad de Monterrey, hablando con Catalina.

—¿No pudiste terminar con esa chica, Alonso? —preguntó Alondra preocupada.

—No, Alondra. No pude hacerlo… —dijo Alonso un poco molesto—. Pero ya le puse un ultimátum. Le advertí que si no se comportaba, iba a terminar con ella. Yo ya estoy cansado de sus constantes celos y malos tratos.

—Eso es lo bueno, Alonso —dijo Alondra tranquilamente—. Es bueno saber que al final, ya lograste ponerle un alto a Catalina. Porque si no terminas con ella lo antes posible, esto se va a poner peor.

—Entiendo, Alondra… —dijo Alonso amablemente—. No debo esperar a que esto pase a mayores. Tengo que terminar con Catalina lo antes posible.

Mientras los dos chicos estaban platicando, alguien llegó al lugar, y no era otro que Juanma. El chico llegó hacia donde estaban los chicos y empezó a platicar con ellos.

—Hola, chicos —dijo Juanma.

—Hola, Juanma —dijeron Alondra y Alonso al mismo tiempo.

—¿Es cierto lo que pasó, Alonso? —preguntó Juanma preocupado.

—Sí, es cierto —dijo Alonso un poco preocupado—. No terminé con Catalina. Pero sí le puse un alto.

—Dijo que si volvía a maltratarlo una vez más, terminaría con ella definitivamente —dijo Alondra.

—Eso es lo bueno, Alonso —dijo Junama tranquilamente—. Espero que esa tipa ahora sí se aplaque.

—Tú lo has dicho, Juanma —dijo Alondra tranquilamente—. Catalina ya tuvo muchísimas oportunidades para aplacarse, y ninguna la ha podido aprovechar. Espero que esta oportunidad ahora sí sea la última.

—Eso espero, Alondra… —dijo Alonso tranquilamente.

Los tres chicos esperaban que Alonso le jalara las orejas a Catalina y terminara con ella. Alonso estaba seguro de que su decisión estaba toamda, y no había marcha atrás.

De repente, alguien los espiaba. Y no era otro que Lucas. Se veía molesto al ver que Alonso platicaba con sus amigos.

—¿Así que no quieres terminar con mi hermana? —preguntó molesto—. Sería una lástima que te encontrara para decirte la verdad acerca de ella.

Alonso y Alondra se levantaron de la banca en la que estaban sentados, y Juanma los acompañó. Los tres chicos se dirigieron hacia algún centro comercial para pasar un rato agradable, y Lucas simplemente lo veía.

—No puedo decirle esto a Alonso ahora mismo, pero tengo que areglármelas para que sepa la clase de persona que es mi hermana… —dijo con seriedad.

El chico se fue del parque, y pensó en un plan para hacerle saber a Alonso quién era Catalina en realidad. De repente, alguien llegó al parque para hablar con el chico. Y no era otro que Santino. Él usaba una playera guinda de tirantes, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.

Santino llegó al parque para hablar con Lucas.

—¿Así que quieres destruir la relación que tienen Catalina y Alonso, Lucas? —preguntó Santino.

—Sí, Dante... —dijo Lucas con seriedad—. Sabes que esa chica maltrata a Alonso, pero quisiera decirle la clase de persona que es, hermano.

—Sí, y podrías citarla en un lugar privado —dijo Santino tranquilamente—. Te aconsejo que te encuentres con ella ahí, para que no pase nada. Augusto me lo acaba de recomendar.

—¿Y de qué lugar se trata, Santino? —preguntó Lucas.

—Está cerca de aquí, es una calle llamada Barranca, hasta el final —dijo Santino amablemente—. Se encuentra en la colonia Veredalta, ahí te traeremos a Alonso para que hables con él, y le cuentes todo acerca de Catalina.

—Está bien, ahí soltaré la sopa y le diré todo a Alonso —dijo Lucas sonriendo—. Bueno, me tengo que ir, tengo cosas que hacer. Nos vemos. Gracias por al información, Santino.

—Está bien —dijo Santino amablemente.

Lucas se fue del parque y se fue hacia otro lugar. Santino, al ver que el chico ya se había ido, sacó su celular del bolsillo derecho de su pantalón e hizo una llamada.

—Hola, soy Catalina. Deja tu mensaje —se escuchó el celular por el micrófono superior del celular.

—Catalina, te aviso que ya está todo preparado —dijo Santino amablemente—. Ya mordió el anzuelo. Augusto ya sabe de esto.

Terminó la llamada y guardó su celular en el bolsillo derecho de su pantalón. Tenía en sus manos a Lucas, y quería silenciarlo a como diera lugar.

***

Más tarde...

Parque Mississipi.

Alonso se encontraba en el parque Mississipi, después de haber estado un rato con sus amigos. Todavía no tenía el valor para terminar su relación con Catalina.

De repente, alguien apareció y se le acercó. Y no era otro que Augusto. Él se acercó a Alonso para hablar con él.

—¿Así que tienes pensado terminar con Catalina? —preguntó burlón.

—Sí, pero eso no te importa —dijo Alonso molesto.

—Vamos, es que a mí me importa mucho —dijo Augusto burlón—. Yo sé muy bien que quieres terminar tu relación con esa chica.

—Claro que lo voy a hacer, ya no la soporto más —dijo Alonso molesto.

Augusto se mostraba burlón e indolente ante la situación por la que Alonso estaba pasando.

—Entiendo por lo que estás pasando, pero déjame decirte que sé cómo poner fin a tu sufrimiento —dijo burlón.

—A mí no me interesa cómo poner fin a tu sufrimiento —dijo Alonso molesto—. Yo ya no quiero estar con Catalina, y voy a terminar con ella a la primera oportunidad que se me presente.

Augusto soltó una pequeña risa y sacó una pistola negra del boslillo derecho de su pantalón. Le apuntó a Alonso en la cabeza y se preparó para dispararle.

—¿Qué crees que estás haciendo, Augusto? —preguntó Alonso molesto y sorprendido.

—Es que sé que estás sufriendo mucho, por culpa de Catalina —dijo Augusto mientras encañonaba a Alonso—. Pero no te preocupes, yo puedo poner fin a tu sufrimiento. Claro, si tú me lo pides.

—¿Y es así como le quitas el sufrimiento a las personas? ¿Matándolas? —cuestionó Alonso molesto.

—Sí, yo sólo hago mi trabajo —dijo Augusto—. Me encargo de que la gente ya no siga sufriendo. por eso tengo me encargo de poner fin a este sufrimiento. Y yo puedo hacerlo contigo, si gustas.

Alonso se mostraba estoico ante Augusto, quien estaba a punto de jalar el gatillo. Pero al cabo de unos segundos, Augusto decidió dejar de apuntarle al chico y guardar su pistola en el bolsillo derecho de su pantalón.

—Está bien. Si tú no quieres dejar de sufrir, allá tú —dijo Augusto tranquilamente—. Si quieres, ahora mismo ve a terminar tu relación con Catalina. A ver cómo te va.

Después de eso, Augusto se fue del parque, dejando a Alonso solo y sin habla. Éste no sabía que pensar, después de lo que había enfrentado.

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