Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

1: Un muerto no puede cambiar su testamento

7 de agosto de 2017.

Monterrey, Nuevo León. México.

Era una tarde tranquila y soleada. Todo se veía tranquilo, bajo un cielo despejado. Monterrey era una ciudad de trabajo, llena de vida y tranquilidad.

Todo comenzaba en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Para ser más precisos, en el Centro Acuático Olímpico Universitario. Ahí estaban muchas personas practicando natación o clavados.

Pero el que más se destacaba, era un chico que se encontraba en la alberca del lugar. Ese chico era un jovencito de una edad aparente de 17 años, además de ser de piel morena clara, ojos cafés y cabello corto castaño. Encima de ello, era algo alto y delgado. Además, estaba semidesnudo, pues usaba un traje de baño tipo bóxer azul y unos googles azules. Al parecer, se estaba preparando para nadar.

Otro chico se acercó a él para hablar con él. Ese chico era un jovencito de 18 años, además de ser de piel clara, ojos azules y cabello corto castaño claro. Era de mediana estatura y delgado, además de estar semidesnudo, usando un traje de baño tipo bóxer negro.

—¿Alonso? ¿Eres tú? —preguntó el chico rubio, completamente impresionado al ver a Alonso, el chico de traje de baño azul.

—Así es, Juanma. El mismo Alonso Ángeles que siempre he sido —dijo Alonso sonriendo al ver a Juanma, el chico de traje de baño negro.

Los dos chicos se emocionaron y se dieron un fuerte abrazo. Era obvio que no podían contener la felicidad tras volver a verse.

—¡No sabes cómo me alegra volver a verte después de tantos años, Alonso! —exclamaba Juanma alegremente, mientras no dejaba de abrazar a Alonso.

—A mí también, Juanma —dijo Alonso sonriendo, sin dejar de abrazar a Juanma—. La verdad, estaba ansioso de volver a mi ciudad natal.

Después de varios segundos, los dos chicos dejaron de abrazarse y siguieron platicando tranquilamente. Era obvio que no podían con tanta felicidad que sentían.

—¿Hace cuánto volviste, hermano? —preguntó Juanma sonriendo.

—La verdad, hace unas horas —dijo Alonso sonriendo—. Esta mañana, mis papás y yo nos pusimos de acuerdo para regresar a Monterrey. Y vaya que aceptaron, porque ya extrañaban vivir aquí.

—Vaya, no puedo creer que tus papás quisieran regresar acá, Alonso —dijo Juanma—. De verdad que no se te habrá hecho nada fácil convencerlos de que querías regresar acá.

—Y sí que no lo fue, porque al principio se resistían a Monterrey —dijo Alonso sonriendo—. Pero al final, y afortunadamente, lograron darse cuenta de lo mucho que extrañaban Monterrey.

—Y prepárate, porque pronto vas a saber todo lo que esta ciudad ha cambiado, Alonso —dijo Juanma.

—Me doy cuenta —dijo Alonso.

De repente, mientras ambos platicaban a gusto, alguien se detuvo para hacerles burla al verlos juntos. Era un joven alto, de una edad aparente de 25 años. Era alto y delgado, con algo de músculo. Además, tenía piel clara, ojos cafés y cabello corto castaño. Usaba un traje de baño tipo bóxer azul oscuro, estando semidesnudo. El joven volteó de reojo hacia Alonso y Juanma, y no precisamente para hablar con ellos, sino para molestarlos.

—Vaya, miren quién decidió volver a casa, si no es mi querido Alonso Ángeles —dijo burlón—. Y se da el lujo de venir acompañado de su noviecito, Juan Manuel Siqueiros.

—¿Qué es lo que quieres, Augusto? —preguntó Juanma molesto—. Por si no lo sabes, no estamos de humor como para soportar tus estupideces.

—Vamos, Juanma. No te enojes conmigo, sólo te estaba diciendo lo bien que te ves junto a Alonso Ángeles —dijo el chico de traje de baño azul oscuro, conocido como Augusto—. Pensándolo bien, allá están los baños, para que se diviertan en lo oscurito.

—Para tu información, Augusto, quiero que sepas que Juanma es mi mejor amigo, no somos novios ni nada. ¿Entendido? —exclamó Alonso molesto—. Y yo tampoco estoy de humor como para andar soportando tus burlas.

—Oh, pero sólo estaba diciendo lo obvio, querido —dijo Augusto sin dejar de lado su tono de burla—. Sabes bien qué harías bonita pareja con Juanma. ¿O me equivoco, chicos?

—¡Mentira! —exclamó Juanma molesto—. ¡Yo no soy pareja de Alonso, y lo sabes! Sabes que sólo somos amigos.

—Vaya, hast aahora sigues negando lo que es obvio —dijo Augusto tranquilamente—. Pero tarde o temprano, todo eso se va a saber. Y no hay nada que puedan hacer para evitarlo. Así que diganme algo, ¿algún día van a ser novios?

Alonso quiso acercarse a Juanma para golpearlo, pero Juanma decidió detenerlo para evitar una tragedia.

—¡Suéltame, Juanma! ¡Voy a golpear a este tipo! —exclamó Alonso mientras Juanma lo sometía.

—Vamos, Alonso. Tranquilo —dijo Juanma tranquilamente, mientras sostenía a Alonso—. No vale la pena gastar tus energías con este tipo.

—Bueno, allá ustedes si deciden ser pareja o no. Yo simplemente les digo lo que es obvio —dijo Augusto burlón—. Que se diviertan, chicos.

Acto seguido, Augusto procedió a irse del lugar, después de haberse burlado de Juanma y de Alonso. Era obvio que los dos chicos habían quedado molestos, después de las burlas que habían recibido.

—No puedo creer que ese tipo me reciba con burlas, Juanma —dijo Alonso, mientras Juanma dejaba de someterlo.

—Así es ese tipo, Alonso. Tranquilo, siempre ha sido así —dijo Juanma molesto—. No cabe duda de que Augusto Fernández-Vidal no ha cambiado nada, siempre sigue siendo el mismo tipo mezquino y déspota de siempre.

—Me doy cuenta... —dijo Alonso un poco molesto.

—Cambiando de tema, ¿cómo estuvo todo en la Ciudad de México? —preguntó Juanam volviendo a sonreír.

Alonso quiso calmarse un poco después del altercado que había tenido con Augusto.

—Pues, todo bien. Pero nada como vivir en mi amada Monterrey —dijo amablemente y con una sonrisa—. Todo se veía maravilloso en la Ciudad de México, pero no tanto como aquí.

—Así es, hermano —dijo Juanma amablemente—. Y ahora es cuando te vas a dar cuenta de que la ciudad ya no es la misma de antes.

—Así es. Juanma —dijo Alonso sonriendo—. Y, por cierto, ¿cómo está Alondra?

—Muy bien, me dijo que está muy feliz al saber que has vuelto a Monterrey —dijo Juanma sonriendo—. Me dijo que está ansiosa de volver a verte.

—Es cierto. Yo también estoy ansioso por volver a verla —dijo Alonso sonriendo—. Ya era hora de que estuviéramos los tres juntos.

—Sí, quizá podríamos ir a tomar algo, para festejar que estamos los tres reunidos otra vez —dijo Juanma.

—Como sea... ¿Qué tal unas carreritas? —preguntó Alonso.

—Vale —dijo Juanma.

Y así, los dos chicos se prepararon para nadar. Los dos saltaron a la alberca y empezaron una carrera, con tal de ver quién era el más rápido. Juanma había ganado la carrera, y se ponía a festejar su triunfo. Todo eso, mientras Augusto los veía de reojo. El joven se veía molesto al tener que ver a los dos chicos nadando en la alberca.

—No, Alonso Ángeles. No voy a permitir que te vuelvas a acercar a mi hermana... —dijo Augusto mientras miraba con rabia a Alonso y a Juanma.

De repente, alguien llegó hacia la alberca. Era un joven apuesto, de una edad aparente de 23 años. Era alto y con músculo, además de tener piel morena clara, ojos cafés y cabello corto castaño claro. Aparte de ello, usaba una playera de tirantes blanca, traje de baño tipo short azul y un par de zapatos tenis azules. Los dos chicos empezaron a platicar.

—Miren a quién me encuentro. A mi querido Augusto Fernández-Vidal —dijo el chico de blanco.

—No creas que estoy de buen humor, Sergio de la Mora —dijo Augusto un poco molesto—. Adivina quién regresó hoy.

—¿Hay premio si lo adivino? —preguntó el chico de blanco, conocido como Sergio de la Mora.

—Sí, se trata de Alonso Ángeles —dijo Augusto, dejando impactado a Sergio—. El chico al que alejé de mi hermana años atrás.

—¡No me digas...! —dijo Sergio sorprendido—. Yo creía que ese tipo se había ido de la ciudad para siempre.

—Pues no es así, Sergio —dijo Augusto un poco molesto—. Dicen que regresó para quedarse.

—¿Y cómo te fue con él? —preguntó Sergio.

—Bueno, digamos que quiería recibirlo con una buena sonrisa, pero se hizo el loco —dijo Augusto—. Le hice saber que haría una bonita pareja con su amigo Juanma. Pero no quiso aceptarlo, aunque ya me doy cuenta de que tarde o temprano, lo hará.

—Claro que lo hará, no te desesperes —dijo Sergio.

—Tarde o temprano, Sergio. Y quiero estar ahí para verlo —dijo Augusto.

—¿Y crees que se va a reencontrar con tu hermana, Augusto? —preguntó Sergio.

—No, no lo hará, Sergio —dijo Augusto un poco molesto—. No me gustaría que se reencontrara con mi hermana. Ya bastante tengo como para tolerar algo así. Ya verá que no debió haberse metido conmigo.

—Así es, hermano. Dale una lección —dijo Sergio—. Cambiando de tema, ¿qué te dijeron acerca de la herencia?

—Pues, el licenciado Vega me dijo que yo sería el heredero principal —dijo Augusto—. Pero para poder heredarla cuanto antes, tengo que acabar con mi mamá.

—¿Neta, Augusto? —preguntó Sergio asombrado—. Porque puede que tu mamá cambie el testamento y te deje sin nada.

—No voy a permitirlo —dijo Augusto tranquilamente—. Un muerto no puede cambiar su testamento, Sergio.

Los dos chicos se mostraban burlones al ver a Alonso y a Juanma hablando, mientras estaban saliendo de la alberca. Es obvio que Augusto no veía con buenos ojos el regreso de Alonso a Nuevo León.

***

Más tarde...

San Pedro Garza García, Nuevo León.

Pasamos a la calle Río Volga, exactamente a la casa marcada con el número 225. Ahí habitaba una chica, que se veía linda y se encontraba en la alberca de la casa, en el patio trasero de la casa. Ella tenía 18 años de edad, además de ser delgada y de mediana estatura. Tenía el cabello largo rubio, ojos color miel y era de piel clara. Además, usaba un traje de baño con un top y un bikini, ambos de color azul.

Ella se encontraba con su mamá, quien estaba sentada en la mesa.

—¡A que no sabes quién regresó, mamá! —exclamaba la chica sonriendo.

—¿De quién se trata, hija? —preguntó la mamá.

—Alonso Ángeles, mi amigo de la infancia —dijo la chica—. Cielos, todavía no puedo creer que haya regresado.

—Me alegra mucho saberlo, hija mía —dijo la mamá sonriendo—. Es bueno saber que ese chico está de vuelta en la ciudad en la que nació.

—Sí, mamá. Pero se va a dar cuenta de que ya nada es como antes, que todo ha cambiado por aquí —dijo la chica con un poco de angustia.

—Vamos, Alondra —dijo la mamá sonriendo, para animar a su hija, conocida como Alondra—. Los tiempos cambian constantemente, ya no estamos en el pasado. Ahora estamos en el siglo veintiuno. Ahora le va a tocar a Alonso darse cuenta de que la ciudad ya no es como antes, que todo ha cambiado desde que se fue.

—Tienes razón, mamá... —dijo Alondra sonriendo de nuevo—. Me gustaría volver a encontrarme con él, después de años de no verlo.

—Claro que lo harás, hija —dijo la mamá sonriendo—. Ya no falta mucho para que vuelvas a ver a Alonso, y quizá puedan hacer algunas cosas juntos. Ánimo.

—Lo sé, mamá... —dijo Alondra sonriendo.

—¿Y qué vas a hacer para festejar el regreso de Alonso, hija? —preguntó la mamá.

—Aun no lo sé, mamá —dijo Alondra un poco confundida—. Pero me gustaría que sea una buena ocasión. Hay que celebrar bien ese reencuentro.

Alondra no podía ocultar su felicidad al saber que Alonso Ángeles había regresado a su natal Monterrey, y no podía esperar para reencontrarse con él. También, estaba planeando aquel reencuentro tan especial que quería tener con él.

—Hija, yo sé que tienes sentimientos encontrados después de haberte enterado del regreso de Alonso... —dijo la mamá un poco preocupada—. Y sinceramente, no sé muy bien qué pensar...

Alondra se sentó en la mesa, con tal de hablar con su mamá tranquilamente.

—Yo también pienso lo mismo, mamá... —dijo un poco angustiada—. Sinceramente, siento que tengo sentimientos encontrados al saber del regreso de mi amigo de la infancia. Y tampoco sé cómo se sentirá Juanma al respecto.

—Vamos, hija. Estoy segura de que Juanma también se sentirá muy bien al saber que Alonso ha vuelto de su viaje —dijo la mamá—. Y no es por nada, pero me imagino que él habrá sido la primera persona en verlo.

—Eso me alegra, mamá... —dijo Alondra sonriendo—. Y ahora yo también quiero encontrarme con él.

De repente, mientras Alondra seguía platicando con su mamá, el celular que estaba en la mesa, empezó a sonar. Alondra lo revisó, y se dio cuenta de que Alonso era el que le estaba enviando un mensaje vía Facebook. Ese mensaje decía:

"Hola, Alondra. ¿Cómo has estado? Hace años que no te veía. No sabes cómo me gustaría volver a verte."

Alondra quedó emocionada al leer el mensaje, y la mamá lo notaba. Alondra le escribió algo a Alonso, y éste era el mensaje:

"No sabes cómo me alegro que al fin hayas vuelto de la Ciudad de México, Alonso. No sabes cómo me gustaría volver a verte."

—Me imagino que estás hablando con Alonso, ¿verdad, hija? —preguntó la mamá.

—Sí, mamá... Estoy hablando con él —dijo Alondra sonriendo—. Y no sabes qué emocionada estoy por volver a verlo...

Alondra estaba más feliz que nunca. Estaba totalmente emocionada por volver a ver a Alonso, y no podía esperar a que llegara el momento de ese reencuentro.

***

Más tarde...

Parque Mississipi.

Aprovechando el clima caluroso, dos chicos se encontraban en el parque Mississipi. Era un chico y una chica, estaban sentados en una banca.

El chico se veía guapo, de 17 años de edad. Era delgado y de media estatura, además de tener piel clara, ojos cafés y cabello corto, rizado y castaño. Usaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos.

La chica era guapa, de 19 años de edad. Era delgada y de media estatura, aunque un poco más alta que el chico con el que estaba. Tenía piel morena clara, ojos cafés y cabello largo castaño. Usaba una blusa negra de tirantes, pantalón de mezclilla azul y un par de zapatos tenis blancos.

Los dos chicos platicaban tranquilamente.

—¿Así que ya está de regreso ese chico, Santino? —preguntó la chica tranquilamente.

—Sí, después de mucho tiempo de ausencia —dijo el chico de cabello rizado, conocido como Santino—. Sinceramente, no entiendo cómo puede ser posible que haya vuelto como si nada. Y tú bien sabes de quién se trata, Catalina.

—Sí, del idiota de mi novio... —dijo la chica molesta, conocida como Catalina—. Se trata de Alonso Ángeles. El chico con el que estoy saliendo desde hace seis meses.

—¿Vas a ir a hablar con él, Catalina? —preguntó Santino tranquilamente.

—Sí, y no sé si para recibirlo, o para reclamarle... —dijo Catalina un poco más tranquila—. No sé si se vaya a reencontrar con tu hermana Alondra.

—Creo que sí se va a reencontrar con ella... —dijo Santino, alarmando un poco más a Catalina.

—¿Que Alonso sí se va a reencontrar con ella, Santino? —preguntó Catalina burlona—. Esto es peor de lo que creía. No contento con engañarme con varias, ahora se da el lujo de reencontrarse con tu hermana.

—Sí, y ahora con mi hermana —dijo Santino—. Y no es para menos, tú deberías hacer algo al respecto. Tu noviazgo con Alonso pende de un hilo. Y no puedes quedarte de brazos cruzados, Catalina. Los Fernández-Vidal no nos quedamos de brazos cruzados cuando algo anda mal. Es ahora mismo cuando debes enfrentar a esos mequetrefes.

Tras haber escuchado ese consejo, Catalina se quedó pensativa. Tenía mucho miedo de perder a Alonso.

—No, no puedo dejar que Alonso se reencuentre con tu hermana... —dijo más seria—. No sabes lo mucho que me costó haber sido novia de ese chico, y no puedo perderlo ahora, no así como así.

—Pues no lo permitas, Catalina —dijo Santino amablemente—. Ese mequetrefe podría reemplazarte por mi hermana. No lo permitas. No permitas que te reemplace por ella.

—Voy a tener a Alonso Ángeles sólo para mí, y para nadie más. ¡O dejo de llamarme Catalina Riva Palacio! —sentenció Catalina.

—Así se habla, Catalina —dijo Santino amablemente—. No permitas que mi hermana te lo quite de un día para otro.

Era obvio que Catalina tenía muchísimo miedo de que Alonso pudiera reencontrarse con Alondra. Y no quería quedarse sin hacer nada al respecto, por lo que pensó en el mejor momento para sabotear dicho reencuentro.

***

Momentos más tarde...

Río Volga, 225. Colonia Del Valle. San Pedro Garza García.

Casa de la familia Fernández-Vidal.

Tras haber tenido un largo día en el deportivo, Augusto se encontraba en su casa. El chico se encontraba en la sala de la casa, usando una playera azul de mangas cortas, pantalón de mezclilla negro y un par de zapatos tenis blancos. Ahí se encontraba con su amigo Sergio. Éste usaba una playera blanca de tirantes, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. Los chicos se encontraban sentados en el sofá blanco de la sala, platicando.

—¿Y cómo te sientes después de haberte enterado del regreso de ese tipo? —preguntó Sergio.

—Muy mal, Sergio —repsondió Augusto molesto—. Aún no puedo creer que haya regresado.

—Oye, hace días me dijiste que querías matarlo, Augusto —dijo Sergio, sorprendiendo a Augusto.

—Claro que lo intenté —dijo Augusto—. Quise matarlo, pero no valía la pena.

—Y ahora sí vale la pena, Augusto —dijo Sergio—. No quisiste deshacerte de Alonso Ángeles cuando tuviste la oportunidad. Pero ahora que la tienes, no debes desperdiciarla. Deberías aprovecharla y lograr poner en marcha un plan.

—Eso es lo que voy a hacer, Sergio —dijo Augusto tranquilamente—. Sabes que siempre he despreciado a Alonso, y ahora es cuando voy a lograr mi objetivo. Pero primero, quiero hacerlo sufrir un poco antes de quitarlo de mi camino.

—Vaya, creo que ahora sí va en serio tu plan, hermano —dijo Sergio impresionado con la determinación de Augusto.

—Y va tan en serio, que voy a empezar por alejarlo definitivamente mi hermana, Sergio —dijo Augusto con seriedad.

—¿Vas a alejarlo nuevamente de Alondra Fernández-Vidal, Augusto? —preguntó Sergio.

—Sí, se trata de eso —dijo Augusto—. Para empezar, mi hermana es la mejor amiga de ese chico, y no dudaré en darle a ese tipo en donde más le duele. Tú sabes que tarde o temprano, consigo lo que quiero. Y no me voy a dejar intimidar por Alonso, mucho menos de sus amigos.

De repente, alguien salió de su habitación y se dirigió hacia la sala de la casa. Era un chico guapo y apuesto, de 18 años de edad. Era de cabello corto castaño, piel morena y ojos color miel, sin mencionar que era delgado y de mediana estatura. Además, usaba una playera blanca de mangas cortas, pantalón deportivo negro y un par de zapatos tenis blancos. El chico se acercó dónde estaban Augusto y Sergio.

—¿Así que ese tal Alonso Ángeles regresó de la Ciudad de México, chicos? —preguntó impresionado.

—Sorpresa, José María... —dijo Augusto tranquilamente, mientras volteaba hacia él—. Adivinaste. Alonso Ángeles regresó del hoyo del que nunca debió haber salido.

—Cielos, yo creí que se había ido para nunca más volver... —dijo el chico de blanco, conocido como José María—. Espero que no se haya dado el lujo de reencontrarse con nuestra hermana.

—Siento decírtelo, Chema. Pero sí —dijo Augusto tranquilamente.

—Vaya, qué coincidencia... —dijo José María un poco molesto.

—Por cierto, Sergio. Él es mi hermano menor José María Fernández-Vidal —dijo Augusto volteando hacia Sergio—. Pero puedes llamarlo Chema.

—Mucho gusto, José María —dijo Sergio—. Perdón, Chema.

—Igualmente, Sergio —dijo José María sonriendo.

José María y Sergio terminaron de hacer sus presentaciones. El primero se sentó en el sofá, con tal de platicar a gusto con Sergio y con su hermano Augusto.

—Vaya, todavía no puedo creer que ese mequetrefe haya regresado de donde nunca debió haber salido... —dijo José María impresionado—. Todavía no digiero la maldita noticia.

—Y ahora vamos a planear acabar con él, empezando a darle donde más le duele... —dijo Augusto tranquilamente—. No voy a dejar que ese tipo siga siendo un estorbo para nosotros. Hay que hacer a un lado lo que estorbe.

—Claro que no va a ser un estorbo para ti, hermano —dijo José María tranquilamente—. Vamos a enviar a ese tipo de vuelta por donde vino: ¡a la mierda!

—Y todos ustedes me van a ayudar a cumplir mi objetivo —dijo Augusto tranquilamente—. No voy a permitir que Alonso siga siendo un estorbo para nosotros. Y no espero menos de ti, Chema.

—Así será, Augusto —dijo José María.

—Cuenta con nosotros, hermano —dijo Sergio amablemente—. Nos vamos a deshacer de Alonso Ángeles, sin importarlo que tengamos que hacer para conseguirlo.

—Por cierto, me dicen que no ha venido solo, sino que lo he visto antes con un amigo, creo que se llama Juan Manuel Siqueiros... —dijo José María.

—¿Y a qué viene eso, Chema? —preguntó Augusto.

—No lo sé... —dijo José María pensativo—. Pero no voy a descansar hasta que se largue para siempre de la ciudad.

—Exacto, Chema —dijo Sergio—. No vamos a permitir que ese mequetrefe y su querido Alonso se queden un día más en esta ciudad.

Los tres jóvenes estaban unidos para sus planes. Y sabían que Alonso era su principal objetivo. Y no les importaba lo que tuvieran que hacer para deshacerse de él.

¿Qué opinas del capítulo?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro