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Capítulo 4: Melanie.

Finamente, despues de un largo y aburrido domingo, me encontré en casa de Melanie haciéndolas de profesor de matemáticas.
La casa de Melanie siempre ha tenido un olor peculiar a perfume caro que contrarresta notoriamente con mi falta de gusto por los olores exóticos, sin embargo cuando se trata de su aroma, no me lo puedo quitar de la cabeza.

Melanie y yo éramos bastante cercanos, pero pasábamos menos tiempo juntos que con Verónica, dado que ella estudia en otro salón de la escuela y rara vez coincidimos en las mismas materias para pasar juntos una clase. Sin embargo, como todas nuestras madres son amigas, siempre nos vemos y salimos con el resto de las chicas.

Lindsay, por su parte, la tiene por mejor amiga. Mi hermana tiene trece y ella diecisiete, y aunque la diferencia es de cuatro años, se entienden a la perfección; cuando hablan apenas y van a la mitad de la frase cuando la otra ya sabe cómo termina. Es un don que no cualquiera tiene si se trata de Lindsay.

Solía llamarla Mel, y por lo general hablábamos mucho de nosotros mismos, ella hablaba de la cocina y yo de mi mala suerte, de donde nos gustaría salir de paseo, qué animales creemos que son feos o no, y cosas por el estilo. Nos conocíamos, y conocíamos muchas historias que nos componen, y a pesar de eso, a veces nuestras pláticas eran sobre las mismas, sin necesidad de contar cosas nuevas o misteriosas para mantener la atención del otro, simplemente los dos nos la prestábamos sin tener que pedirla.

Con respecto a ella, pues ¿qué digo? Es hermosa. Melanie era una chica delgada, a penas estaba pasando por la adolescencia, pero su cintura y caderas se marcaban exageradamente. Su cabello era ondulado, café cobrizo, y sus ojos café se tornaban color miel cuando los iluminaba el sol, su piel era morena, un tono chocolate perfecto. Diría que pertenece al elenco de alguna novela brasileña. Siempre sonreía y actuaba con delicadeza, no era delicada como una chica intocable, sino más bien era cariñosa y amable.

En los últimos días había comenzado a usar un tono rosa en sus labios y otro tono más fuerte en sus uñas. No se maquillaba mucho, pero lo que usaba me causaba gracia, a veces combinaba sus atuendos con pequeños pendientes o pulseras, todo dependía de la ocasión.

Así como este día, Melanie usaba unos aretes en forma de margarita, una pulsera de perlitas y el labial de todos los días. Se había puesto una falda blanca a la moda, y del mismo color unas sandalias, también una blusa rosa con franjas blancas. El rosa y el blanco siempre fueron sus colores predilectos.

Y así es como comienza y termina el día domingo: Melanie tirando de su cabello y yo tratando de explicarle la recta numérica.

—La única diferencia está en los negativos antes del cero.

—Creo que entiendo... ¿Pero por qué?

Suspiré. Obviamente todos nos hemos hecho la misma pregunta si se trata de matemáticas, así que por eso, la respuesta que siempre he dado es la misma: «Porque sí» ¿Qué otra cosa podría responder?

Melanie me miró ceñuda.

—No te enojes, en verdad no sé.

—Se supone que me estas ayudando, no confundiendo.

—No trataba de hacer eso. La recta numérica tal vez te sirva para... Humm... ¿Calcular tus deudas?

—¡¿Qué?!

—O al menos eso fue lo que me dijeron.

Ella suspiró resignada.

—Mejor hablemos de otra cosa, estoy harta —cerró sus libros y me miró. Me había tomado por sorpresa, no tenía nada de que hablar, aún así ella esperó a que dijera algo.

—¿Cómo robarías un cheque confidencial? — Melanie me miró con sorpresa y luego terminó riéndose.

—¿Para qué quieres saber algo como eso?

—No sé —encogí los hombros—. Información general, creo...

Tengo una carta que robar. Necesito ideas.

—Estás loco. ¿Como qué tipo de cheque?

—Humm... un cheque romántico y con temática de cumpleaños —dije ocultando mi cara en uno de los cogines del sofá.

—Bueno, supongo que es de un tal Josh.

—¿Sí?

—Y tiene que ver con una tal Grace, la rubia piojosa.

—¿Cómo sabes eso?

—Ron, eres un libro abierto. Además me lo dijo Lindsay el viernes. Lo curioso es cómo logró que tú aceptaras recuperar esa carta, ¿cómo lo hizo?

¡Qué va! No podía decir la verdad.

—Ah... Perdí una apuesta.

—¿Y desde cuando haces apuestas?

—Pues, desde que nuestra casa se quedó a oscuras por mi culpa.

—¿Qué? —ella volvió a reír—. ¿A qué te refieres? ¿De nuevo tu mala suerte?

—Sí. Te contaré luego. No hay que perder el punto: Lindsay me va a matar si no consigo esa carta.

—Está bien, yo propongo: Busca a Josh. Seguramente estará al lado de Ramón, y es a él a quien debes seguir. Pregúntale si revisó la carta, si te dice que sí, debes hacer que te diga la verdad, pero no te confíes, es un chico con una lealtad enorme, no será fácil.

»Si lo que Lindsay dice es cierto, tendrás que quitarle la carta a esa niña. Verás, las niñas a esa edad son muy raras: huelen las cartas y las conservan en sus mochilas hasta que el papel se desgasta demasiado, y Grace no es la excepción. Listo.

—Bien... Propongo que me caiga un piano del cielo.

—Ron, sabes que no te puedo desear buena suerte —rió y tomó su borrador para comenzar a borrar los machotes que había hecho en la mesa mientras estaba enseñándole.

—Bien hecho, pequeña saltamontes, son seis años de mala suerte si lo haces; no lo olvides —sacudí su cabello mientras me incorporaba para guardar todo.

Ese día su mamá no estaba. La señora Stacy era muy estricta en muchas cosas, pero por lo visto, mi mala suerte no aplica para ella: confía plenamente en mí y me deja estar en su casa con Melanie casi siempre. Sin embargo, mamá tiene otros pensamientos con respecto a mí: ella piensa que soy algún tipo de fuckboy y que no debería compartir tanto tiempo con las chicas porque algo puede salir «mal».

Creo que sueña demasiado alto conmigo...

En realidad he tenido un par de problemas con las chicas, con la mala suerte, conmigo y con el amor en sí.

Margaret era una traicionera.

Ana quería demasiados besos.

Lucía decía que yo parecía su hermano mayor.

Karla dijo que era aburrido.

Julia no fue sincera.

Y Jean... Bueno, tuve mala suerte.

Así que no, el amor no es para mí. Quizás la señora Stacy ya lo notó y por eso confía en que aunque su hija sea la más bella de todas las chicas en Meet Clank, seguiré siendo en el último que ella se fije.

Hubo silencio por un pequeño momento, aún tenía muchas cosas en mi cabeza, como el querer tener un empleo y también impedir que Lindsay arruine la poca buena reputación que me queda, así que no lo pude evitar, como no pude evitar pensar en todos los contras que apuntan a una relación amorosa con Melanie.

Por lo general no me gustan los silencios, pero últimamente sí que me caen bien. Creo que estoy envejeciendo...

El día terminó, la clase fallida de matemáticas y nuestra conversación también acabaron, así que regresé a casa.

—¡Nos vemos en la escuela! —dijo Melanie alegremente en la puerta de su casa mientras miraba como yo, torpemente, abría la puerta de la mía.

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