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Capítulo 3: Trampas.

—¡Despierta Ron! —susurraba la juvenil voz de Verónica.

—¿Qué pasa? —dije adormitado.

—¡Estás en mi habitación! ¿Qué van a pensar si nos descubren? —con ambas manos tiró de su cabello, dejándolo aún más despeinado de lo que ya había amanecido.

—Humm —bufé con flojera—. ¿Qué hora es?

—Las cinco y un poco más.

—¡Mier...! —me levanté de un brinco, aunque claro, me detuve por un dolor en mi cabeza que se produjo de repente. Comenzaba a sentirme mareado.

—Aún no salen las personas a sus trabajos... Al menos, no todas. ¡Apúrate Ron! ¡Vete a tu casa! —Verónica me daba empujones desesperados.

Las cosas siempre eran así. Los vecinos metiches que teníamos solían hacer chismes de todo el mundo, por eso los evitabamos tanto, ya que por mi mala suerte todo, absolutamente todo, terminaba mucho peor de lo que debía terminar.

—¡Ya voy! No quiero que después pasen hablando de esto... —con el dolor de cabeza, aunque un poco más calmado, me dirigí a la ventana, y de un brinco ya estaba en el balcón.

—¡Apúrate! —miré hacia arriba y vi cómo su cabello liso pero despeinado salía por la ventana junto con su rostro adormitado.

—¡Ya te dije que ya voy! —susurré.

Corrí hasta casa, pero, ¡bravo! Obviamente no tenía la llave. Me vi obligado a subir al viejo árbol de almendras, en el que había puesto unas tablas de madera en forma de escalera —según yo, algún día papá llegaría para que construyeramos una casa del árbol juntos... Pero lo que no te mata solo te hace más idiota, ¿no?—. Luego subí al techo y logré llegar hasta mi habitación sano y salvo.

Volví a ver la ventana de Verónica mientras sacaba mi pulgar hacia arriba, victoriso.

—Ash —fue lo único que dijo.

No volvería a dormirme, corría el riesgo de quedarme dormido hasta que fueran las seis de la tarde o algo así. Decidí mejor darme un baño e ir a comprar la comida para la semana —sí, a los hombres como yo también nos toca hacer las compras—.

Cuando abrí la puerta, me topé con una pesadilla andante. Lindsay estaba allí. ¿Tan temprano se levanta el Diablo?

—Conque Ron Bardía Serra no durmió en casa anoche, ¿he?—la sonrisa de la pelirroja, enana y pulgosa era macabra, diabólica.

—No es lo que estás pensado.

—Que bueno que no sea lo que pienso, porque de casualidad, podría aparecer una grabación en cierto celular, con pruebas de que una persona de cabello negro y rizado, casi con su nombre de tres letras escrito en su frente, bajaba por cierto bacón como si del mismo Romeo se tratara, y de casualidad, cierta Julieta lo veía escapar de su habitación...

—Eres un demonio. ¿Qué quieres de mi?

—Repara la luz.

—¡Lindsay! —reclamé en susurros—. ¿De casualidad no escuchaste que es casi imposible que la repare yo solo?

Mi hermana tenía el mentón en alto, los brazos doblados y las manos en su cintura, era una pose característica de ella y solía aturdirme demasiado cuando se comportaba de esa forma.

—Bien, entonces algo más fácil —canturreó mientras miraba en otra dirección, pensado cada una de sus palabras—: Se acerca la fiesta de cumpleaños de Josh, y adivina quién ira a su fiesta.

—¿Tú?

—¡No! Irá la horrible de Grace. ¡Esa rubia! ¡Yo debí haber recibido esa invitación! Brenda y yo sospechamos que esa carta era mía y tengo todo tipo de argumentos para comprobarlo.

—¿Qué?

—¿Qué, cómo que qué? ¿Cómo puedes preguntar eso? Josh me iba a dar esa invitación a mi, ¡a mi!

—¿Qué tienes en la cabeza? ¿Cómo sabes que era para ti?

—Está bien: Josh tiene varios amigos, uno de ellos es Ramón, y Ramón estaba en la cafetería de la escuela este viernes, dijo que Josh le había dado una invitación para una niña muy especial, pero quería que fuera algo secreto, por eso se lo confió a él. Dijo que llegando a mi salón, se encontró a Grace, pero como Ramón es un confiado y medio, ¡le dio la invitación para que ella se la diera a la misteriosa niña! Y ya sabes, Grace está enamorada de Josh desde hace dos años, ¡ja! Yo desde hace tres... Pero en fin, Ramón no me lo dijo a mi, sino a Andrés, el otro amigo de Josh, y Brenda y yo estabamos a sus espaldas escuchando to-o-oda la conversación.

»Y como si fuera poco, Steven, el chico de los ojos verdes de mi salón, estaba detrás de ella, en su pupitre, el jueves, el mismo día que Ramón le dio la carta a Grace. Se interesó en el tema porque era una carta, obviamente de un chico para una chica. Steven solo recolecta información para hacerla confidencial y manejarla a su favor... Así que bien, al final terminé dandole dinero para que soltara la sopa.

»Resulta que no pudo leer toda la carta, pero sí alcanzó a leer cómo empezaba. Decía: Para la más bella peli...

»Sabes que no existe una «pelirubia» sino una «pelirroja» y en el salón soy la única con el cabello rojo. Es lógico que Grace no me dio la carta por pura envidia, y es de esperáselo, porque Josh es el chico más guapo de todo este país... —mientras terminaba su relato hacia una cara de boba y enredaba su cabello entre los dedos.

—Estás loca. Deja de amenazarme con un supuesto video, tengo pruebas de que soy inocente.

—¿Ah, si? Cómo justificarás que te pasas besuqueando con Verónica todo el tiempo que están solos.

—Lindsay, no tienes cómo comprobar que es mi novia —la pecosa bufó.

—¿A sí? Entonces veamos. ¿Son amigos, cierto?

—Obvio.

—¿Desde hace cuanto?

—Casi ocho años.

—Y tú eres pésimo en las relaciones.

—Humm, pues digamos que...

—¡Ay! Acepta que nunca haz tenido una relación amorosa que dure más de seis meses.

—¡Pues sí! —rasque mi nuca, avergonzado.

—Y Vero también es mala en el amor.

—Un poco.

—¿Un poco, nada más?

—Bueno, sí.

—Y ambos están solos y no tienen pareja.

—Sí... —Qué irritante.

—Simpre hablan.

—Sí.

—Siempre salen a comer juntos.

—Sí.

—Su compañía te agrada.

—Sí. ¿Ya?

—No. Ambos van juntos a todas partes.

—Sí.

—Conocen todo del otro.

—Sí.

—Sé comparten chismes.

—Sí.

—¡Te gusta!

—Sí... ¡¿Qué?! ¡No!

¡Ja! Gané.

—¡No somos novios!

—¿Qué? ¿Cómo dices? ¿Es cierto lo que escuché que dijiste? ¿No son novios? ¿De verdad? ¡Qué triste! Mamá tiene un hijo patán que se besuquea con cualquiera de sus amigas... Por eso es que tienes tantas, ahora que lo pienso bien.

—Eso no es cierto.

—Bueno, cierto o no, ya gané. Te besuqueas con tu amiga así como lo hacía tu padre con mamá aún siendo amigos. Creo que mamá estará orgullosa de tener una réplica de aquel fatídico amor que no funcionó.

—Eres la persona más cruel que conozco. Lindsay, que ni se te ocurra decirle eso a mamá.

—¡Ay! Lo siento. Llegaste tarde para la recepción de opiniones. Trae esa carta y yo te dejo tranquilo, eso es todo.

Su mirada altanera terminó siendo más dominante que la mía, como era de costumbre, y luego de un tiempo sin tener mejores respuestas, desistí, aceptando que lo haría. Así que ella entró a su habitación sonriendo y yo continúe con mi día.

No quería que Lindsay fuera a decirle una burrada de ese tamaño a mamá. Para empezar era un telaraña de mentiras que ella sabía como enredar muy bien, y segundo, mamá es muy sensible, y esas palabras son demasiado hirientes.

Pero era una simple invitación, ¿qué tan difícil podría ser?

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