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XX. Y un final feliz.

Perla:

Decidir es parte del gran progreso.

—Para el auto aquí —Le ordené a Marco.

Él me lanzó un vistazo rápido a mí y detuvo el carro cerca del edificio. Duramos varios minutos en silencio, me sentía diferente y feliz, pudo ser el embarazo o la simpleza de por primera vez en muchos años no me sentía sola, al contrario me sentía completamente yo misma.

Todo había pasado tan rápido que me pareció increíble, único.

—Estoy lista —dije, una sonrisa invadía mi cara.

—Háblame completamente, porque justo ahora lo único que entiendo es que estás lista para ser madre y que vas a engordar gracias a mí.

—Pareces el padre del bebé —Volteé los ojos.

—Como tú no quieres nada con ese hombre, yo te voy a cuidar... porque eres mi amiga y para ganarme el puesto de padrino, obvio.

—Bueno... A lo que iba. Estoy lista para tomar mi propio camino, estoy lista para tomar con madurez el dolor y alejarme de lo que me hace daño, con eso no quiero decir que viviré mi vida huyendo de lo malo, porque seré fuerte ante ello y seguiré adelante. Me siento lista para perdonar querer e ignorar las malas lenguas a de las personas...

—Estás lista para ser tú sin miedo y eso es excelente.

—¿Estás tú dispuesto a estudiar tu carrera de cocina en Diontina este año?

—Yo... sí.

Me mordí el labio y bajé la cabeza.

—Perdóname por ser una estúpida que se metió en el matrimonio de tus padre y por ser la autora del suicidio de tu hermana. Yo... yo... ay, perdóname. —Lo miré, estaba llorando con su vista fija al frente—, pero si no quieres, lo puedo entender.

—No fuiste tú —Sorbió su nariz—, la carta que me había dejado, la leí antes de tiempo y lo más probable es que me jale los pies en la noche, pero quería una respuesta y esa carta la tiene... No fuimos nosotros quienes la llevamos a su destrucción, fue ella misma, le tenía miedo a ella misma. Ansiedad, no hay otra explicación en internet de lo que ella sentía. No te odio.

Limpié con fuezas las lágrimas y me obligué a dejar de llorar.

—Vámonos ya. Regresemos a Diontina.

Antes de irme dejé para las hermanas Gómez la cajita con los accesorios para el cabello. Me abrazaron, pero no lo vi como una despedida, sino como un "hasta luego".

✥✥✥

Mi casa, mi patio, mi ambiente, el vigilante, las puertas, el silencio, los animales de la vecina, el jardín, el aire. Todo me pareció hermoso, aunque estaba oscuro porque aún era de madrugada. La voz del vigilancia me sacó de mi estado aturullado.

—Es una sorpresa tenerla de regreso —dijo, sonriendo.

—¿Cómo está? —inquirí—, perdóneme la hora, fue decisión de último momento.

—No se preocupe es mi trabajo. —Sonrió, risueño.

Marco entró primero que yo con las maletas en las manos, dejó unas cuantas en el carro pero nada importante, todo lo sacaríamos después de descansar. Sus pasos, debido a peso, eran rápidos.

Me quité los tacones y los levanté hacia el vigilante.

—¡Te dije una vez que odiaría ser una mujer grande y mira, lo hago ahora! —grité, jocosa al guardia—, ¡gracias por cuidarme en mi infancia y perdón por lo que hice en mi adolescencia!

El hizo una pequeña reverencia —así jugábamos de cuando estaba pequeña y el decía que era una princesa— el recuerdo de esos días me hizo sonreír. Continué mi camino a la enorme casa, eran apenas las cuatro de la mañana, pero a esa hora Luisa se encontraba despierta en la cocina y sin pensar en algun cambio caminé a la cocina que, como deduje, tenía las luces encendidas.

—¡Lucy, volví! —canté, alegremente—, se adelantaron...

No era Luisa, a ella no la hallé allí. Sentando sobre una silla estaba mi papá. Jugando con un cigarrillo, mirándome. Suspiré sin apartar mi gesto alegre, lo puntualicé más.

—Sinaí Celis, mi madre, no me lo dijiste —Caminé hasta la silla que reposaba a su lado, se tensó—, la conocí... Gracias, papá.

—Perdón, sé que no debí ocultarte nada, tenía tanto miedo que te alejaras de nosotros, Alexis te ama y yo... también —dijo entredientes—, no sé que pasó a esos trece años, no pude ser cercano a ti por miedo a decirte la verda y que huyeras con tu madre. Supe lo del inútil que te quitó tu virginidad, mas no quise acercarme y que me odiaras por ser mal padre impertinente. Sé que debí darte a escoger...

Lo abracé con fuerza hasta que él me regresó el abrazo. Después de la tempestad el tiempo se relaja, los aires son suaves, la calma en el ambiente es reconocible y pintoresco, así me sentía yo abrazando a mi papá. Lo amo con todo mi corazón y aun siendo inexpresivo lo adoro tal y como es.

—¡Mi consentida! —celebró mi hermano, llegando a la cocina medio dormido—. Venía por leche y me encuentro con la princesa.

—¡No me obligues a regresar a La Voz! Por favor...

—No lo haré. —Sonrió.

—Les tengo una noticia —musité—, estoy segura que mi hermano será un gran tío y mi papá será un gran abuelo... —La voz me salió en un hilo vacilante.

Ambos abriendo mucho los ojos, compartieron miradas y luego me miraron.

—Estoy embarazada.

Me felicitaron, se alegraron, dije que tenía hambre y ellos hicieron desastres en la cocina para prepararme variados platos de comida ¿explicaciones? No las hay, ellos solo me consintieron, ninguno preguntó por el padre y tampoco quería mencionarles la existencia de José, después de todo se iba a casar y se casó. Así que a el no le hice falta yo y a mí no me hizo falta él, recuperé a mi familia, tenía a Marco, luego se nos unió Brice. Yo comencé a seguir mi vida porque eso es mi vida.

Les presento mi final feliz, único y verdadero.

Fin.


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