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II. Disculpas a medias

Perla.

Cuando una persona se acostumbra a algo es casi imposible cambiar, pero ese "casi" debe servir aunque sea un poco. Para ser sincera, cambiar no era mi prioridad, si lo estaba intentando era sólo por mi hermano, yo no necesitaba cambiar, tenía dinero, regalos caros, al hombre que quisiera tener debajo de mí, era la mejor diseñadora y no me quejaba, pero mi hermano insistió y qué más da.

No... Daniel, te dije que no lo hicieras. Sentía mis cachetes rojos.

Y yo te dije que quería pintar tus ojos y aquí están. Lo voy a enmarcar y colgarlo en mi habitación. —Aprovechó mi distracción y me besó, me besó con tanta ternura...

—¡A despertarse! —gritó el mocoso.

Me levanté y sin hacer otra cosa, fui a la mesa a esperar y comer mi desayuno. Mi niñera me hubiera regañado por ser tan floja, pero levantarme temprano, ya era un logro. Froté mis manos contra mis ojos, analizaba el porqué de mi sueño, tenía años sin soñar con Daniel y volver a esos recuerdos para mí no era lo mejor.

—Aquí tiene, señorita Perla. —Dejó frete a mí un plato con huevos revueltos y pan, uno de mis desayunos favoritos—. Y esto. —Colocó un vaso con zumo de naranja.

—¿Y tú? —pregunté, miré la mesa vacía, odiaba comer sola.

—Yo como en la cocina...

—A ver —interrumpí—, si vas a trabajar para mí, lo primero que pido es que no me trates de "usted", vas a comer conmigo y trataremos de ser amigos ¿ok? ¡Qué flojera comer sola!

—Está bien, ya regreso. —Sonrió.

Esa sonrisa me dejó pensativa, hacía tiempo que alguien no me regalaba una sonrisa genuina. No creía posible una amistad con nadie, pero se lo prometí a mi hermano, intentándolo no perdía nada. Regresó el mocoso con su plato de comida y su jugo.

—Primero que nada te aclaro que lo de "ser amigos", no es obligatorio, no he tenido amigos por... ¿años? Tengo una mala fama por doquier, así que tú decides, no me hago responsable de lo que hablen de ti, por mí —solté, sin dejar de mirar mi plato de comida.

—Lo sé y déjame decirte que sería interesante ser amigo de la mujer más conocida en la ciudad. —afirmó. Lo miré, no creía ninguna de sus palabra—. Lo digo en serio, sería muy interesante saber por qué eres así.

Comí en silencio, no sentía las ganas de hablar sobre mi pasado, era inútil, desde que nací hasta mi presente, todo era vago, una araña tenía una vida más interesante que la mía y eso que al final sus propios hijos se la comen.

Miré a Marco, estaba vestido de blujean y una camisa muy juvenil de Bob Esponja, quería preguntarle de su vida, pero sería injusto y me callé.

—¿A tenido un fantasía sexual últimamente? —preguntó con desdén. Yo casi me ahogaba con mi comida «¿fantasía sexual? ¿Qué diablos pasa por su mente?» pensé.

—¿Cómo preguntas eso en pleno desayuno?

—Curiosidad. —Encogió los hombros—. Dígame la más extraña.

—Me estás tratando de usted —recordé—, y sí, hacerlo en la oficina del jefe, tiene aires de diversión.

—Mi fantasía sexual, ahora, es en la cama de mi nueva habitación —dijo, con sinceridad—, pero son fantasías que no pasan.

—¿Por qué?

—Mi novia está en Diontina, no aquí, así que es muy aburrido.

—Sea o no sea tu fantasía sexual, es mi apartamento y si tu novia estuviera aquí, te prohibiría rotundamente hacer lo que sea aquí.

—¡Auch...! La verdad duele, oye... —Observó por un segundo su reloj y continuó—: ¿Lo harías con tu jefe?

—Sí, o con cualquier otro.

—Wow, me encanta, eres atrevida. ¿Qué tan bueno está tu Jefe?

—Es muy sexy, pero ni siquiera sé si seguirá siendo mi jefe... —Recordé aquel desastre poco típico de una asistente—, quizás ya no...

—¿Te despidieron? —preguntó él escondiendo una sonrisa burlona. Afirmé en silencio—. Ya va. ¿Es tu primer trabajo? —Asentí—, ¿era tu primer día? —Nuevamente asentí—, ¿y te despidieron?

—¡Sííí! —enuncié, frustrada—, no sé hacer nada de nada, él me pidió que preparara un café y no supe hacerlo y lo escupió en mi camisa y por lógica yo me molesté, le grité y él... él... No sé.

—Un día, lograste un día de trabajo. Supongo que es un avance y ahora debemos salir a buscar trabajo.

—No puedo ir con mi cuidador a buscar trabajo ¿Qué pueden pensar de mí?

—No. Yo iré a comprar comida porque no tienes casi nada y usted buscará trabajo, algo como vender frutas o esas cosas.

Una llamada entrante a mi teléfono interrumpió mi imaginación, fue extraño imaginarme vestir un delantal sucio y vendiendo frutas...

—Es el jefe —anuncié. El mocoso caminó hasta mi lado—. ¿Qué le digo?

—Le puedes decir que estabas ebria y luego fingir demencia. —Encogió los hombros.

—Como si sonara muy casual una ebria en su primer día de trabajo.

—Coloca la llamada en altavoz —ordenó—, así podré ayudar.

Asentí, las manos me temblaban, deslicé el dedo para contestar.

-Buenos días, señorita Perla, le debo varias disculpas...

Observé a el mocoso afirmar con suma seriedad.

—¿Estoy despedida? —pregunté, temía a que respondiera "sí" y yo quedara resignada a vender frutas.

—Por fortuna, no. —aclaró, y yo solté todo el aire que retenía, más tranquila—. Mi padre no llegó a ver que la besé.

—¡¿TE BESÓ?! —gritó, a mi lado mi cuidador.

—Disculpe... ¿Esta conversación la está escuchando alguien más?

Golpeé a Marco.

No podía decirle "Oye sí, mi cuidador lo está escuchando", hubiera sido estúpido, así que mentí.

—Sí, mi consejero personal, no se preocupe el está enterado de todo.

—¡Claro que no...! —Se quejó el mocoso, yo le di un pellizco en el abdomen—. ¡Au! Ehhh sí, sí, todo...

—Bueno... Discúlpeme por todo, lo de la camisa, lo del insulto y... no, lo del beso no me arrepiento de haberlo hecho.

«Disculpas a medias» pensé.

—Sólo espero que no vuelva a pasar —pedí.

Se suponía que empezar de nuevo era empezar "bien", no seguir metiendo la pata.

—Como usted quiera. —Permaneció unos segundos en silencio, aclaró la garganta y prosiguió—: Adiós señorita, nos vemos en la oficina.

Colgó, Marco y yo miramos el teléfono y luego nos miramos a nosotros mismos, él comenzó a reír.

—¿Por qué no cuentas todo completo? ¿Te besó? ¿Por qué o qué?

—¡No lo sé! Estábamos peleando por lo del café, él me dijo inútil, yo le lancé el café que quedaba en su cara y él me besó.

—¿Qué tal besa?

—Besa bien. —Llevé mi mano a mi boca y con mis dedos acaricié mis labios—. Fue tierno, acogedor... Algo que tenía años sin sentir, me recordó a... —Noté que el mocoso me miraba atento—. Olvídalo. No sé por qué te hablo de eso. Aún tengo trabajo.

Caminé rápido a mi habitación, uno de mis lemas era; "Sentir te vuelve inútil" Yo no me podía sentir inútil por un simple beso, sólo porque me recordó a alguien del pasado. Fue sólo un beso. ¿Cuántos besos se han dado asistentes con sus jefes? Apostaría mi casa en la playa a que Mónica y Jorge ya han tenido horas de desestrés.

Escuché a Marco gritar desde la cocina.

—¡Algún día me tendrás confianza!

—¡Si me enseñas hacer café te diré una pequeña parte!

—¡Hecho!

Dejé varias camisas y faldas sobre la cama y corrí a la cocina. El apartamento era de mi hermano mayor, me lo trasladó apenas me consiguió el trabajo. Él tenía buen gusto y su cocina en tonalidades grises con negro demostraban su elegante perspectiva.

El mocoso me enseñaba a preparar el café. No es tan complicado como pensé. También pensé seriamente en unirme a la cocina, comenzar a preparar alimentos... para mí, por lo menos.

Nos sentamos en taburetes que estaban alrededor del mesón de la cocina. Se suponía que hice un trato con él, pero le tenía tanto miedo a la burla o a la lastima.

Tener amigas para mí fue complicado y cuando me enteré de la verdad de muchas cosas en mi familia, ellas me burlaron frente a todo el Instituto, usaron mi debilidad para ser populares... Al final la más popular fui yo y sus novios tuvieron placer o fantasías conmigo, así funciona.

—Un trato, es un trato. —Sonrió el mocoso—, puedes contar algo y yo... juro que entenderé.

—Y guardaras el secreto, si no lo haces te corto el pene mientras duermas —advertí.

—Wow... Calma, jamás he sido mal amigo, sería incapaz de contarle a alguien algo de tu vida.

—Entonces... Prosigo. —Busqué un mechón de mi cabello y comencé a jugar con el—. Tengo seis hermanos mayores, todos del mismo padre, pero de diferentes madres, son Alexis, Eduard, Carlo, Santiago, Samuel y Sebastián, el único que vivía con mi padre era Alexis, porque él es hijo de la única mujer que amó. Mi niñera me contó que él era el hombre más feliz, sobretodo cuando ella quedó embarazada, pero un día inesperado ella se fue y lo único que dejó fue a el pequeño bebé, se sintió tan traicionado que empezó a enamorar a cualquier muchachita que le provocase.

»Cuando Alexis tenía diecisiete años, de el desastre de mi padre nací yo. Alexis iba a clases como todos los días y notó una cesta en la entrada de la mansión y sin pensarlo la buscó, allí estaba yo, él dice que vio una pequeña que vestía un vestido rojo, llevaba unos hermosos pero todavía cortos rizos rojos y unos enormes ojos verdes que lo enamoraron, en un buen sentido de la palabra, él encontró una tarjeta y en ella rezaba una frase "Soy tu pequeña hija, cuídame". Y un "Para: Antonio Echeverrie".

»Mi hermano llevó a la pequeña niña a conocer a su padre y... el papá... la negó, dijo que esa niña no podría ser su hija, decidió llevarla a un orfanato y dejarla allí, pero Alexis estaba tan encariñado con la pequeña que pidió pruebas de ADN, dejar a la bebé en casa y él podría cuidarla, a eso se le unió la niñera y a regañadientes aceptó.

»He crecido con la idea de que algún día mi papá me acepte, me diga aunque sea un "te quiero", sin embargo, eso no ha pasado y sin querer soy su versión femenina y a veces lo odio, pero es mi papá, tengo la esperanza de que... ese día que él aceptó que yo estuviera en su casa, una pequeña parte de esa decisión fue porque él me quería y la otra parte por la insistencia.

»Ese primer año, Alexis me crió como un padre y la niñera como mi madre, hasta que él tuvo que ir a la Universidad, sólo iba a casa en vacaciones y yo, amo a mi hermano, si estoy aquí es porque él me lo pidió.

Miré al mocoso y estaba dormido. En conclusión, le hablé al café que yacía frío frete a mí. Y otra conclusión, mi vida no era interesante, para nada interesante.

—Mocoso. —Lo pellizqué y el se alzó de repente.

—¡Au! Era un broma, sí te escuché, gruñona.

—Tengo que vestirme, permiso —Me levanté a mi habitación, el Mocoso quejándose del dolor me siguió.

—Sí o sí, tengo que sobrevivir a tus encantos —dijo con sarcasmo—, es que eres ¡tan adorable!

Gente bella 💕💄
Segundo capítulo terminado.

💄Espero les guste y lo recomienden.

La cita es para el próximo capítulo.

-Génesis A.
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