I. Café, chocolate y té.
Perla.
Dicen que todos cometemos errores, que somos humanos, seres incapaces de evitar un desastre, pero cuando ese desastre tiene nombre y apellido y además ocurrido el primer día de trabajo, no me quedaba otra cosa que esperar una carta de despido...
Recuerdo todo lo que pasó ese día. El mayor jefe de la empresa M&M, me asignó mi trabajo, que era ser la asistente de su hijo menor: José Lazo, traté de hacer todo de manera que no hubiera quejas de mí. Mientras que la otra chica, Mónica, sería la asistente de Jorge Lazo.
José me instaló en un escritorio frete a su oficiana, me explicó que más allá de recibir llamadas y anunciar la llegada de alguién, éramos un grupo, uno que buscaría sacar adelante la empresa, me gustó mucho esa forma de trabajo, así él vería mi talento de diseñadora de modas y ascendería de asistente al departamento de diseños.
La señora que me acompañaba en el ascensor, se acercó a mi escritorio con muchas cosas en las manos.
—Hola, Perla —saludó—. Lo sé, te preguntas cómo sé tu nombre, pues la respuesta es que el señor Dios y tu vibra me lo dijeron.
—O tan simple como que lo pudo haber escuchado de los rumores de oficinas —contradije.
—¡Cállate, ser increyente! —gritó, tenía una mirada penetrante y me sentí incómoda, con rapidez la cambió su gesto a una sonrisa tierna—, aquí te traje unas cosas para que te sientas a gusto con todos nosotros.
—No se hubiera... —Regresó su mirada penetrante—, eh... No se preocupe, siga en lo suyo.
—Te traje unos portarretratos, que me gritaban Perla cada vez que los veía, allí puedes colocar fotos de tu familia y tuyas también. —Colocó muchos portarretratos en mi escritorio, cosas que no pensaba utilizar, mi familia no era para nada unida—. También te traje adornos —dijo, me mostró una piedra pequeño y rara—, este evita que los virus entren a la computadora. —«¿Qué? Esa mujer está loca» analicé, levantó otra cosa—, este es para evitar a las personas con malas vibras —comentó y yo sonreí casi en burla, quería decirle algo sarcástico como "Oye, debo permanecer en mi área de trabajo", seguí escuchando—. Este otro es para alimentes lo chakras en tu interior.
—Pero...
—Déjeme terminar, señorita —interrumpió y continuó—: Y te conseguí una Biblia.
—¿Una qué? —Negué con la cabeza—, soy atea. No creo en Dios.
—Tu ser está contagiado de todo la maldad del mundo, si Dios no existiera no me hubiera mandado a salvar tu alma.
—A ver, jamás dije que Él no existe, sólo dije que no creo en Él, es diferente.
Sus mejillas se coloraron, quizás de rabia, abrió la boca para contestar pero José salió para salvarme.
—Perla, necesito hablar contigo —ordenó.
Con una sonrisa falsa me retiré de la presencia de la señora a la oficina de mi nuevo jefe. Al entrar quedé sorprendida, el lugar estaba perfectamente decorado, debajo de su escritorio había una alfombra verde, que el sólo mirarla provocaba querer dormir allí, habían plantas a los lados de los enorme ventanales, el piso, las sillas y el escritorio compartían en mismo color negro y las paredes eran blancas.
—Bien, primero que nada quiero saber si sabes hacer café. —Levantó la mirada de sus papeles a mí.
—¡Sí claro! ¿Quién no sabe hacer café? —mentí.
—Perfecto, necesito que me prepares un café y una tostada, salí de la casa sin desayunar, y luego hablamos asuntos de la empresa y otras cosas que deberías saber. —Hizo una mueca de cansancio y sentí un recuerdo repentino ante su gesto—. Debo admitir que me encanta que las personas, en específico las mujeres, me vean así, como tú, pero en este instante hay que trabajar... El café —recordó, asentí y me giré para salir—. Ah y ten paciencia con Carmen, es muy... rara.
Salí de la oficina al ascensor, bajé hasta el piso tres y caminé a la pequeña sala donde me dijeron que allí todos almorzaban y estaba lo que para mí en ese momento era importante, la cafetera, rogaba porque ya hubiera café listo. Al llegar me encontré con la otra mujer a parte de Carmen que subió conmigo en el ascensor y a Mónica, que ella, al igual que yo, era nueva, bajé mi mirada a la cafetera la cual estaba vacía, maldije internamente.
—Hola, tú eres Perla —afirmó la mujer—, yo soy Ana, la asistente del señor Lazo. Todos han hablado de la pelirroja... Cosas buenas, no te preocupes.
—Mucho gusto. —Debía busca una manera de preguntarles por el café sin que me vieran tan tonta—. ¿Ustedes harán café?
—No, al señor Lazo le gusta el té —respondió Ana con una amable sonrisa.
—No, a el señor Jorge le gusta el chocolate —lamentó Mónica con burla—. ¿Por qué? ¿La niña rica no sabe hacer un café?
—No seas antipática, Mónica —regañaba Ana a Mónica, y por la manera del regaño, supuse que ya se conocían.
—Sí sé hacer un café, sólo preguntaba para no hacer tanto café innecesario —aclaré, aunque era mentira. Ya Mónica estaba a la defensiva conmigo y eso solo tenía un nombre: problemas.
Las dos se retiraron a las oficinas de sus jefes, no sabía cómo se preparaba un café, lo imaginé de las miles maneras que lo había tomado en una cafetería o como lo preparaba mi niñera. No era tan difícil, sólo café, agua y azúcar.
Llevé con cuidado la taza de café al décimo piso, pero olvidé las tostadas, inventaría una excusa o algo así. Al entrar lo vi ocupado en la computadora, así que solo dejé la taza en su escritorio, me dispuse a salir sin molestar, sin embargo, su voz me detuvo:
—Señorita, dijimos que hablaríamos, traiga esa silla y se sienta a mi lado... por favor —ordenó.
Sin renegar hice lo que pidió, miraba el ordenador y luego escribía algunos datos, el silencio era aburrido, no entendía que estaba haciendo él, pero seguí sus movimientos.
—Bien, siendo tú mi asistente, deberías saber nuestros movimientos como empresa y el porqué después de tanto tiempo sin asistentes ahora mi hermano y yo requerimos a una. —Me miro y yo asentí—. Bien, mi padre está a punto de retirarse de la empresa, porque ya está cansado, eso quiere decir que esta buscando cual de los dos les presentará el mejor proyecto para que la empresa M&M surja, por eso necesitamos de personas como ustedes, talentosas e inteligentes para realizar algo perfecto, aclaro que mi padre fue quien buscó y revisó los currículums, si tú estás aquí es por él. El problema es, que no puedo permitir que mi hermano consiga el puesto, porque la empresa con él a su mando caería a la quiebra y no se trata solamente de mi estabilidad económica, sino la de muchos trabajadores, algunos viven solos, pero otros tienen familias numerosas que cuidar y yo necesito darles seguridad económica a ellos.
—Entonces debemos presentar un mejor proyecto que el de su hermano.
—No es sólo eso... —Respiró profundo—, debemos tener un buen proyecto y descubrir de qué manera Jorge hace esos raros movimientos en las cuentas de la empresa. Mi papá no me cree, pero yo sé que hay cuentas alteradas.
—¿Tomar el papel de detectives? —pregunté, aún no entendía nada.
—Si es posible, sí.
Tomó la taza de café, una parte de mí se sintió tranquila porque no recordó las tostadas que había pedido, pero la otra rezaba que el café estuviera perfecto, para él. Bebió el café y lo escupió por completo en mi camisa que, para completar, era blanca.
—¡OYE! —grité.
—¡Esto sabe horrible! ¡Qué café tan asqueroso! —chilló—, ¡necesito agua!
—¡Mi camisa! —vociferé—, ¡las cosas no se escupen así! ¡Por lo menos, por educación debiste beberlo!
—¿E intoxicarme con ese café? ¿Acaso quieres envenenarme? —Estaba molesto y yo abanicaba mi camisa porque seguía caliente—. ¡Estás loca! ¡Allí están las servilletas!
—Ah... ¿Loca yo? ¿Quién lo escupió?
—¿Quién lo hizo? —preguntó retando, me quedé callada—. No sabes hacer un café. ¿Cómo se supone que voy a trabajar con una mujer así?
Di pasos largos hasta él y le lancé lo que quedaba del café —mal hecho— en la cara, no me importaba que era mi jefe, me estaba insultando y yo, Perla Echeverrie, jamás se dejaba insultar.
—Que no sepa ni prepara un simple té, no te da el derecho de decirme bruta, porque fui la mejor en el Instituto, los curso y la Universidad. Usted siquiera sabe como revelar las trampas de su hermano, ahora dude sobre quién es el bruto en este lugar.
—¡Me quemaste la cara! ¡Maldición!
—Y usted quemó mi pecho, lo que es igual no es trampa.
Se acercó y me besó, me besó con ternura, sus labios eran húmedos y cálidos, lo sentía tan cercano y conectado conmigo algo que llevaba años sin sentir, desde ese día que Daniel me besó.
—Amo tu mirada, tu olor y tus labios... Me encantan tus besos.
Iba a reclamarle a él , pero entraron el señor Lazo, Jorge, la asistente que empecé a llamar "la Mona Estirada", todos cruzaron los brazos y nos miraron seriamente.
—S-señor Lazo —titubeé
—Papá, perdón por todo esto, hubo un inconveniente. —Me miró de reojo—, un pequeño accidente.
—Ay hermanito, ya veo que no tengo tanta competencia. —Jorge rió con burla y se le unió la mona estirada.
—Vine para decirles que la señorita Perla y la señorita Mónica, tienen lo que resta del día libre, hoy por ser su primer día sólo debían conocer la empresa. —Nos miró a ambos—. Ya pueden retirarse... Y José quiero hablar contigo. —Señaló a José.
—Lo siento... —Se disculpó José—. Así sabe mejor el café —murmuró.
En mi cabeza estaba el título de "despedida", saliendo de la empresa como una asistente sucia y analizando que había insultado a mi jefe y el me respondió con un besó, eso no me dejaba otra que pensar que ese fue mi primer y último día en la empresa M&M.
Al entrar a mi apartamento un aroma delicioso invadió mis fosas nasales, mi estómago sonó de hambre, pero mi cabeza se preocupó, revisé el número de la puerta y sí era mi apartamento el 503, dejé mis cosas en la puerta y tomé el paraguas, caminaba lento a la cocina, mas no encontré nada amenazante, solo estaba un chico cocinando.
—¿Perdór? —llamé su atención.
—Estas perdonada —Se giró para mirarme—. Uy, esa mancha es difícil de quitar, pero haré lo posible.
—¿Harás? —Estaba pérdida, no sabía quién era él y qué hacía en mi apartamento.
—Oh cierto. —Secó sus manos y estiró una a mí—, mi nombre es Marco, seré tu nuevo acompañante, me contrataron para cuidarte.
—¿Un mocoso me va a cuidar? —burlé—, ¿Tú? Tengo veintitrés años y tú solo debes tener quince. ¿Mi papá te contrató?
—No, su hermano mayor Alexis. Para aclararte tengo diecinueve y ya sé que vives sola, cosa que jamás has experimentado y no sabes cocinar o lavar, mi trabajo es ser tu sirviente.
—Ay, no. Ahora debo hacerme cargo de un mocoso. —Me quejé—. Entoces, sirve la comida, tengo hambre.
Era increíble, aparte de ser besada y casi despedida debía cuidar a un mocoso. Iba a odiar a Alexis, lo quiero mucho, fue como mi padre, pero eso ya era demasiado.
Holas, gente bella.
💛
Gracias por darle la oportunidad a esta nueva historia.
💚La mala de la historia, busca cambiar...
¿Qué opinan ustedes?
¿Lo logrará?
La cita es para el próximo capítulo.
-Génesis A.
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