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Capítulo 4

El sonido de pequeños impactos en el cristal de la ventana me despertó. Después de mirar a través de ella, comprobé que el día se había tornado lluvioso, y que eran las gotas de agua las que hacían ruido al golpear el cristal. Me desperecé y escogí las prendas que llevaría ese día.

El Acto de Invierno es un día lo suficientemente importante como para llevar levita, pero ya que la librea que usamos de uniforme en la academia consta de una, decidí que un pantalón y una camisa blanca acompañada de una chaqueta de lana sería una buena alternativa. Estaba cansado de llevar siempre la librea con el aire de formalidad y seriedad que la caracteriza. Añadí un cinto del que colgar la varita, me calcé las botas altas y me dispuse a bajar a la cocina.

Allí mamá se servía un té que olía a regaliz y naranja. La saludo y ella me sirve una taza también, a la vez que me devuelve el saludo. Desayunamos juntos, mientras en el piso de arriba suenan los pasos de Arthur, moviéndose por su habitación. Acaba de levantarse.

Mamá me explica que papá ha salido temprano para poder pasar antes por casa de la señora Martin, y que nos reuniríamos con él más tarde. Pero eso sería después de que ella se terminase las pocas galletas de jengibre que Arthur dejó el día anterior. Yo prefiero no coger ninguna, ya que no suelo tener apetito por las mañanas.

Mientras mi madre y yo desayunábamos, oímos los cascos de un caballo sobre las piedras de la calzada, y poco después vimos el torso del animal pasar por las ventanas de la sala. Tres golpes en la puerta sonaron, y mamá no tardó en levantarse y abrir. En la entrada se encuentra Rochert, el mensajero del Concejo de Neltria. Parecía un tanto preocupado.

—Señora Wright, lamento molestarla —se disculpa el hombre.

—Ha llegado —dijo mi madre en tono frío. No lo pregunta, simplemente lo afirma.

Rochert asiente secamente y le entrega una carta. El sobre blanco tiene un sello de lacre color morado. Almelos.

Esa carta procede del estado vecino de Almelos. Estiro el cuello para ver el dibujo en el lacre, pero desde mi posición es imposible.

—Lucas por favor, sube para ayudar a tu hermano. Nos iremos pronto.

Arthur no necesita ayuda, mamá solo quiere que no escuche su conversación con el mensajero. Me levanto de la silla y subo las escaleras sin rechistar. Al no ver el dibujo en el sello no podía saber de qué ciudad de Almelos procede la carta.

Sin embargo, mi mente divaga entre las distintas posibilidades. De las tres ciudades de Almelos lo más probable es que la emisaria de la carta fuese Parthea, la más importante de ellas. En ese caso el sello de lacre tendría impreso dos varitas cruzas. Si procediese de Parthea, trataría temas estratégicos o militares, ya que es la ciudad ejército. Allí se forman a las fuerzas de seguridad de toda la Coalición, el padre de Emma paso varios años de entrenamiento en Parthea antes de entrar en la guardia de la ciudad de Neltria.

Yo estoy inmensamente agradecido con Parthea, pues proporciona personal cualificado para protegernos de las razas de los boques y las montañas, además de los alborotadores en las propias ciudades. La seguridad es una condición que estimo mucho. No soy cobarde, simplemente me gusta mantener el peligro lejos de mi alcance, y saber que hay un grupo de personas que velan por ello, me tranquiliza a la par que agrada.

Cuando he llegado frente a la puerta del cuarto de Arthur golpeo la madera suavemente con el puño, la puerta se entreabre mostrando el interior. Arthur no la había cerrado.

Entro en la habitación cuando escucho el "adelante" que mi hermano da como respuesta. Ya está vestido, y a diferencia de mí, el sí ha decidido ponerse una librea. El conjunto de levita y pantalón negros con bordados rojos era ideal para el Acto de invierno. Solo tenía que terminar de abrocharse los botones de la levita que descansaba sobre una clásica camisa blanca, y estaría preparado para salir.

—Mamá dice que nos iremos pronto.

—Vale, yo ya estoy listo —después pareció pensárselo mejor y dijo: —Creo que comeré unas galletas antes.

Arthur intento salir de la habitación para bajar a la cocina, lo detuve sosteniéndole del brazo.

—No puedes, mamá está hablando con Rochert.

—¿Y eso qué importa? —dijo con las cejas fruncidas.

—Pues que no quiere que escuchemos su conversación. Por eso me mandó arriba contigo.

—¿Y de qué hablan?

—No lo sé. Ha llegado una carta de Almelos para mamá.

—¡La ciudad ejercito! —dijo alzando las cejas impresionado.

—También podría ser de cualquiera de las otras dos ciudades —sugerí.

—¿No echaste un ojo al sello?

—No con tanta precisión, solo vi que era morado.

Arthur pareció pensativo por unos segundos, después asintió con seguridad y se encaminó hacia las escaleras.

—¡Arthur!

Intente detener a mi hermano de nuevo, pero esta vez se escabulló de mi agarre. Se giró y colocó el dedo índice sobre sus labios para pedirme silencio.

Arthur bajó sigilosamente los escalones hasta quedar a la altura justa para asomar su cabeza en el piso de bajo, pero a una distancia lo suficientemente lejos como para no ser descubierto haciéndolo. Lo seguí y bajé los escalones. Tenía la intención de coger en volandas al chismoso de mi hermano y llevarlo arriba, donde esperaríamos a que mamá nos llamase para bajar. Pero cuando llegué al escalón donde estaba Arthur el tono de voz de mi madre me inquieto.

— ...es peor en Muska, la gente empieza a tener miedo.

¿Muska? ¿Qué tiene que ver la ciudad de Muska con la carta? Muska ni siquiera está en Almelos.

Asomé la cabeza por el mismo lugar donde estaba la de mi hermano, intentando descubrir más. Mamá había dejado entrar a Rochert y sujetaba la carta ya abierta entre sus manos.

—El secreto no durará mucho Samantha —dijo el hombre. —¿Qué dicen los demás miembros del Concejo sobre todo esto?

Mamá suspiro y negó con resignación.

—No quieren decir nada aún. Querían quitarle importancia para no alterar a nadie. Después todos confiamos en que lo solucionarían por sí mismos.

—El primer incidente fue hace meses Samantha —recriminó Rochert.

Mamá apretó la carta en un puño, el papel crujió.

—Lo sé. Pero sabes que yo solo tengo un voto.

No sabía exactamente de que hablaban, pero empezaba a unir pequeñas piezas en mi cabeza.

Mamá es uno de los miembros del Concejo de Neltria, elegida por los ciudadanos como su gobernante y representante. Pero el Concejo de nuestra ciudad tiene 18 miembros. Cualquier decisión que tomase debía ser respaldada por al menos dos tercios de sus miembros.

Lo que fuese que mamá quería hacer no era aprobado por la mayoría del Concejo.

—¿Y a que esperáis? Por no actuar antes ahora se está extendiendo —dijo Rochert señalando la carta.

—Yo no diría eso, solo es otro problema más.

—O eso es lo que el Concejo quiere pensar —en esta ocasión la voz de Rochert era severa. —Ya no son cuatro locos disconformes improvisando —miró a mamá fríamente, con el rostro en alto y desafió en sus ojos. —Ya he entregado el mensaje. El resto, por desgracia, no depende de mí.

Rochert abrió la puerta de casa y montó en su caballo, espoleó al corcel y cabalgo. Dejó a mamá en mitad de la sala, inmóvil como una estatua.

Mamá estaba estupefacta, estoy seguro de que hacía años que nadie le hablaba de esa forma. Es una de nuestras gobernantes reelegida numerosas veces, por lo que desde hace tiempo ocupa un puesto de importancia en el gobierno de Neltria, y recibe un trato más que respetuoso por todos.

Aún no sabía que es lo que estaba sucediendo para que Rochert actuase de esa forma. Pero hay algo que sí se, y es que mamá no se merece que nadie la mire por encima del hombro*, no a ella, cuya prioridad es la justicia y la ley para el bien común. Mi madre es una buena gobernante, querida por el pueblo, estoy seguro de que nunca haría nada en su detrimento.

Mi madre se dirigió hacia la puerta de entrada para cerrarla, momento que aproveche para coger a Arthur en brazos y subirlo a su habitación.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó mi hermano.

—No lo sé, pero tu haz como si nunca lo hubieras escuchado.

¿Cómo iba a explicarle a mi hermano algo que ni siquiera yo entendía?

—¿Qué? ¿Por qué?

Arthur estaba completamente contrariado, no comprendía lo que había pasado abajo y tampoco porque le pedía que lo olvidase. Al fin y al cabo tiene 10 años, aún es demasiado pequeño para ciertas cosas y esta es una de ellas.

—Porque son cosas del Concejo y nosotros no deberíamos haberlo escuchado.

—Pensé que hablarían sobre la ciudad ejercito —se excusó. —Me gusta Parthea, es donde hay más magos —dijo con un pequeño puchero en sus labios.

Y ahí estaba. Ese era mi hermano pequeño en toda su gloria. Él solo quería oír hablar de la ciudad con más magos, saber sobre los oficiales que allí se preparaban para entrar en las guardias de las ciudades, y tal vez, con un poco de suerte, descubrir cuando se celebraría un nuevo desfile, con los mejores oficiales marchando y lanzando hechizos espectaculares para entretener al público.

—Debía ser verde —dijo Arthur.

—¿El qué? —no entendía a qué se refería mi hermano.

—El sello. Hablaban de Muska, y es una ciudad de Kyo. El sello de Kyo es verde, no morado. Te has equivocado.

Arthur se tiraba de los filos de su levita negra alicaído, aún triste porque la carta no fuera de Parthea.

—Sí, me equivoque con el sello de la carta —le concedí para que olvidase el tema.

Sin embargo, el sello era morado, estoy seguro. ¿Entonces porque hablaban de otro de los estados?

Un escalofrío me recorrió la columna cuando las palabras de Rochert resonaron en mi mente: "Se están expandiendo".

—No le digas nada a mamá, si descubre que la escucharnos a escondidas se enfadará —intenté sonar tranquilo para no preocupar a Arthur, aunque no estaba muy seguro de haberlo conseguido.

—Vale.

—¿Chicos estáis listos? Tenemos que irnos ya —la voz de mamá subió por el hueco de la escalera.

Arthur y yo nos reunimos en el piso de abajo con mamá y salimos a la calle, donde el bullicio de un día de fiesta nos recibió.

El clima no fue misericordioso y mantuvo su carácter lluvioso durante varias horas. Horas en las que los toldos improvisados entre los puestos salvaron a muchos de mojarse.

La gente había salido de casa con paraguas, algunos magos creaban desde sus varitas pequeñas corrientes de aire lo suficientemente fuertes como para impedir que las gotas de lluvia cayeran sobre ellos, pero en consecuencia mojaban a las personas que se encontraban cerca.

Los Semi-magos moldeadores de agua se impusieron la tarea de cuidar que los toldos no se hundieran por el exceso de lluvia y de mantenernos a todos lo más resguardados posible.

Encontramos a papá y nuestro periquito Pipi en la plaza del pueblo, hablando con otros miembros del gremio de los naturistas, entre los que se encontraba la señora Martin. En cuanto Pipi vio a Arthur voló hasta él y se posó sobre su cabeza. Nunca he entendido porque prefiere posarse ahí en lugar de cualquier otro sitio a más altura. Arthur es el más bajo de todos nosotros, la única explicación que se me ocurre es que le guste la maraña de rojo intenso que es el pelo de mi hermano.

La mañana transcurrió con normalidad en un ambiente festivo. Algunos músicos tocaban la zanfoña y el laúd, y las personas reían y bailaban alrededor de ellos, otros compraban comida en los puestos o se sentaban a disfrutar del ambiente de jolgorio.

Los más pequeños correteaban por la plaza jugando en los charcos que la lluvia formaba. Había una niña de unos cinco años, debía ser Semi-maga moldeadora de agua, porque estaba entreteniendo a todos los demás niños con sus trucos. Formaba figuras de agua que ascendían de los charcos y después, en el aire, iban cambiando a otras formas, todo a capricho de la pequeña niña.

Toda Neltria se había echado a la calle y en algún momento pasarían por la plaza principal, donde el grueso de la fiesta se llevaba a cabo. A media mañana nos encontramos con Norma y Verónica, que trabajan junto con papá en la botica. También vi a algunos compañeros de la Academia de Magos, pero ni rastro de Emma, como ella me había advertido.

Durante el almuerzo compartimos una mesa en un lateral de la plaza con otro miembro del Concejo. Arthur dedicó todo el tiempo del almuerzo a hablar con un niño que conocía de clase y que estaba en la mesa contigua. Yo intentaba escuchar la conversación de los adultos, quería que mamá comentara, al otro miembro del Concejo, algo sobre la extraña visita de esta mañana, pero no hablaron ni una sola palabra sobre el tema.

Conforme pasaba el día festivo las dudas seguían creciendo en mí, y las preguntas sin respuestas aumentaban sin cesar.

Primero Emma con su extraño comportamiento y sus "cosas más importantes que el Acto de Invierno", ahora esa carta de Almelos y todo el enigma que la rodeaba.

¿Qué era lo que se estaba extendiendo? Y lo que fuese ¿se extendía desde Muska hasta Almelos? ¿Pero era eso siquiera posible? Hay bosque y montañas además de una gran distancia entre ambos lugares.

Y por encima de todo esto, ¿por qué el Concejo iba a querer mantenerlo en secreto, sobre todo si era algo peligroso? ¿O no lo era?

"La gente empieza a tener miedo" eso había dicho mamá. Fuese lo que fuese debía ser peligroso.

Llegue a un punto en el que el estómago se me había cerrado después de tanta incertidumbre. Dejé de comer, la música que estaban tocando en la plaza ya no me parecía tan animada y la perspectiva de que comenzase el espectáculo de los moldeadores de fuego ya no me ilusionaba tanto como ayer.

Sí al menos Emma estuviese aquí podría compartir mis inquietudes con ella. Estoy seguro de que tendría la réplica perfecta para hacerme olvidar el tema.

—Lucas, ¿cuándo viene Emma? —papá habló interrumpiendo mis pensamientos sobre la misma persona por la que preguntaba.

—Creo que no va a venir, este año... —"no asistirá a la fiesta" era lo que casi dije, pero me retracté. —Este año no estará con nosotros.

De cierta forma sentí la necesidad de cubrir los actos de mi amiga. No sabía lo que estaría haciendo, pero algo dentro de mí me decía que fuese lo que fuese querría mantenerlo con el mayor secretismo posible.

—Es raro que quisiera quedarse con sus padres —comentó despreocupadamente papá mientras le daba a Pipi unos granos de granada, que el periquito comió con regocijo.

Me encogí de hombros por toda respuesta, no pensaba abrir la boca para afirmar o negar nada, porque entonces tendría que mentir a mi padre y eso no estaba dentro de mis planes.

A mitad de la tarde algunas personas se encargaron de despejar el centro de la plaza y apilar grandes leños para hacer una hoguera enorme. La lluvia había dado una tregua y los toldos pudieron ser retirados. Se estaba acercando el momento del espectáculo de los moldeadores de fuego.

La gente se aglomeraba en la plaza entorno a la gran hoguera, mientras comenzaban a encenderla y aumentaban la velocidad a la que se prendían los leños gracias a la magia. Las llamas cada vez eran más grandes y altas. Cuando la primera tanda de madera fue consumida por las llamas y crearon ascuas abrasadoras en la parte baja de la hoguera, fue cuando el espectáculo dio comienzo.

A la señal de los moldeadores de fuego toda la plaza quedó en silencio. El sonido del chisporroteo en la hoguera junto con el calor de las llamas era todo lo que se extendía por la plaza.

Los moldeadores de fuego se colocaron en uno de los laterales de la fogata cuando las llamas ascendieron varios metros por encima del suelo. Se descalzaron y al unisonó realizaron un movimiento de manos que aumentó la intensidad de las llamas.

Todo empieza con el sonido de una flauta dulce, suave y tenue, pero que asciende poco a poco. Un tambor acompaña a la melodía de la flauta cuando los moldeadores de fuego, ahora convertidos en bailarines, comienzan a moverse hacia la hoguera.

Los movimientos son fluidos y seguros, el calor de la hoguera y la cercanía con las llamas no molesta a los bailarines. Cuando comienza la letra de la canción, el primer Semi-mago ya está entren las llamas.

Sus pies descalzos pisan sobre las brasas y la madera que arden, cada toque del tambor coincide con un paso más hacia el fuego, que poco a poco comienza a envolver a las seis parejas de Semi-magos. Sus ropas de color azul en el centro de la hoguera hacen que pensemos que son el corazón del fuego, allí donde la temperatura es mayor y la llama se torna azulada.

Las chicas recogen sus largas faldas para mostrarnos los pies desnudos, bailarines y bailarinas al unísono realizan elaboradas secuencias de movimientos con los pies. Pequeños saltos y taconeos sobre las brasas que las levantan y revuelven por toda la hoguera lanzando chispas en todas las direcciones.

El espectáculo es magnífico, han captado la atención de toda la ciudad. Estoy tan pendiente de él que he pasado por alto el mensaje de la canción, pero enseguida empiezo a entender como ambos elementos conectan.

La canción habla de una relación peligrosa en la que los enamorados no pueden estar juntos, pues en cada instante que uno está con el otro, su vida se consume.

"Como la llama consume la cera de una vela, el fuego de su amor lo consume, pero él no lo nota" canta el estribillo acompañado de un laúd en notas tristes. Es en ese momento cuando los bailarines elevan a las chicas sobre ellos, sus faldas se alzan y bambolean, y cuando están en lo más alto avivan el fuego creando una hoguera de llamas más agresivas y grandes.

Llega el acto final, en el que al fin el chico se da cuenta de que está muriendo de amor, pero ya es tarde. Tendidos en el suelo siendo pasto de las llamas, las chicas arrodilladas ante ellos hacen como si arrancaran el corazón al chico, pero en sus puños muestran una brasa que, aún dentro de la hoguera y ante nuestra estupefacta mirada, se convierte en un tizón negro y consumido.

La hoguera se apaga abruptamente y la última nota es tocada por la flauta. La gente aplaude y vitorea antes de dispensarse de nuevo por la plaza, el espectáculo nunca decepciona.

—Qué deprimente. Los amores complicados nunca tienen final feliz —el tono ácido detrás de mí fue suficiente para saber de quien se trataba.

—¡Emma! Por el amor de los Terrenales, no sabes las ganas que tenía de verte —la abrazo contento porque al fin aparezca en el día de locos que llevo.

—Vale, ya sabía yo que no podías vivir sin mí —empezó a reír y me devolvió el abrazo, aunque quedó enterrada en mi pecho porque le saco dos cabezas de altura.

Cuando nos separamos la miro detenidamente por primera vez, lleva los bajos del vestido color caldera sucios, y tanto el vestido como el pelo los tiene algo húmedos, como si no hubiese podido resguardarse de la lluvia en todo el día. Además tiene una mancha oscura junto a la mejilla, tal vez hollín de la hoguera.

—Estas hecha un asco —le digo mientras le limpio la mancha de la mejilla con la manga de la chaqueta. —¿Dónde has estado? No te haces una idea de lo que necesito hablar contigo.

—Ya te dije que no es asunto tu...

—Al fin te veo hija mía, cualquiera diría que intentas evitarme.

La voz de Robert Grensy interrumpe lo que Emma estaba diciendo, la deja paralizada y momentáneamente blanca. Mi amiga respira profundamente antes de recuperarse y enfrentar a su padre.

—Padre —fue el saludo que dio a su progenitor. —Veo que ya has vuelto de tu búsqueda en el bosque.

Robert lleva ropas manchadas de polvo y barro, como si realmente acabase de salir del bosque.

—Volví hace un par de horas, el maestro de varitas creó una nueva para mí en cuento regresé. Ahora las aguas volverán a su cauce —su tono de voz destila autoridad.

El hombre miró alrededor de toda la plaza, esperando detectar potenciales amenazas, y aniquilarlas antes de que fuesen un problema real.

—¿Se puede saber dónde has estado? —preguntó aún examinado la plaza. —Tu madre dice que anoche llegaste tan tarde que ella ya se había acostado, y esta mañana saliste al alba cuando aún no se había levantado.

—Tal vez es porque mamá duerme mucho.

Los ojos del Capitán de la guardia de la ciudad dejaron de examinar la plaza y se dirigieron hacia su hija, cortantes y peligrosos como cuchillas recién afiladas.

Emma se mantuvo con la cabeza alta aguantando la mirada de su padre, yo sentí la imperiosa necesidad de bajar la mía mientras intentaba que no me temblasen las rodillas.

—Comentarios mordaces a mí no, niña —y ese niña tenía tintes de desprecio tangibles en la voz de Robert.

Como si de un milagro se tratase, mis padres aparecieron en la agresiva escena que Emma y su padre estaban creando. Venían junto a la madre de Emma hablando del espectáculo. Esto calmo un poco el ambiente, aunque seguía quedando un resquicio de tirantez entre Emma y su padre.

—El espectáculo ha sido maravilloso, cada año se supera —comentó papá.

—Así es, no puedo ni imaginar con que nos sorprenderán el año que viene —añadió la madre de Emma, y cuando puso los ojos sobre su hija: —¿Hija mía no tenías un vestido aún más sucio que ponerte? ¿O es que has dedicado el día a revolcarte por el barro?

—Padre tampoco tiene un aspecto mucho mejor.

—La condición de tu padre es diferente, no compares —dijo la mujer alzando una de sus cejas, un gesto que hacía notorio el parecido entre madre e hija.

Mamá como pacifista empedernida que es intento cortar la conversación de raíz.

—El crepúsculo ya ha comenzado, deberíamos apresurarnos o llegaremos tarde a la ceremonia.

—Samantha, como siempre, llevas toda la razón —concedió el Capitán Grensy.

Así todos nos encaminamos por la plaza en dirección a los jardines de la Academia de Magos, donde tendría lugar la ceremonia final del Acto de Invierno.

Durante el camino mamá hablaba en susurros con el Capitán Grensy, pero no lograba escuchar nada de lo que decían. Aunque quisiera acercarme más a ellos el continuo tironear de Emma, para mantener distancia entre sus padres y nosotros, me lo impedía. Tampoco podía contarle nada de lo que había descubierto en el día de hoy, sobre la carta y ese extraño peligro que se expande, porque Arthur caminaba pegado a nosotros.

Uno de mis días favoritos del año se me estaba haciendo eterno, y aún quedaba la parte más importante. La ceremonia.

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Actualizado 23/01/2019

En primer lugar, siento las reactualizaciones continuas en los anteriores capítulos que no aportaban nada nuevo a la trama. Eran para añadir una imagen, los guiones largos o corregir algún error gramatical.

* Aclaración de la expresión: Mirar a alguien por encima del hombro. Significa mirar a alguien con aires de superioridad. Es decir, como si aquella persona fuera inferior a ti.

Lo aclaro porque creo que es una expresión que solo se usa en España. Sí alguien quiere saber de donde procede (a mí por lo menos me pareció interesante) que siga bajando.













Mirar por encima del hombro no es algo que esté bien visto en España, por lo que si escuchas esta expresión referida a alguien, que sepas que no están hablando bien de esa persona. La expresión viene del atuendo que vestían en la corte española en el siglo XVI.

Sobre el cuello de la camisa, se colocaba un alzacuellos que impedía mirar al suelo y mover la cabeza con normalidad. Esto hacía que pareciera que te miraban por encima del hombro. Como esos alzacuellos eran muy caros, solo los llevaba la nobleza y gente de alto poder adquisitivo. El pueblo acuñó entonces la expresión "mirar por encima del hombro" como sinónimo de mirar con superioridad a alguien.

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