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Capítulo veintitrés: Corazón frío.

Narra Lillai:

La noche anterior fue un campo de batalla para mí, me sentía sola y con temor, caminando en un infinito laberinto que me llevaba a todas partes menos a la tan esperada salida que solo podría significar mi tan necesitado alivio. No había nadie a quien pedir direcciones o ayuda, éramos solo yo y unos arbustos largos y altos poblados de muchas hojas verdes; el sudor se apoderaba de mi piel y con cada paso me alarmaban los sonidos de la suave brisa. En esos momentos el atroz asesino toma lugar en aquella solitaria escena nada más y nada menos que para darme órdenes; en ese entonces era el único capaz de ayudarme, pero nunca fui lo suficientemente apta como para hacerlo quedarse. Y de nuevo... Había quedado sola.

Estamos caminando, como siempre, para llegar a nuestro nuevo paradero. No me siento del todo bien, el día de hoy me mantengo muy desanimada y lo único que desearía hacer es sentarme en una esquina y llorar por la falta que me hacen mis padres. Soy lo contrario a los otros dos, Leander se mantiene listo para cualquier cosa que pueda suceder y Eliza sigue sus largos pasos de una forma constante... Y yo, siempre me quedo atrás... No estoy hecha para este tipo de vida, no siento mis pies y la cabeza me palpita con fuerza del lado izquierdo. No sé si es por la falta de agua o por estrés.

—Quedémonos aquí unos segundos, Lillai necesita descansar —Eliza se detiene en un callejón que huele a orina proveniente de un ser humano y no un animal, el calor solo empeora el olor y mi dolor de cabeza.

Leander se queja por lo bajo—. Bueno, pero no más de cinco minutos —se coloca de cuclillas y se queda observando la entrada del callejón en caso de que venga alguien. Me imagino que por su cabeza pasan todas las ideas de donde iremos a parar después, su cerebro es como una fábrica de ideas, mapas y estrategias; si estuviéramos en el ejército ganaríamos la lucha gracias a él.

—¿Creen que tengamos que escapar por siempre? —la pregunta es lanzada por mis labios y llama la atención de ambos, no había pronunciado ninguna palabra desde esta mañana; solo asentía con la cabeza cuando me hacían cualquier pregunta. Las ganas de hablar se habían esfumado con mis deseos de comer esta mañana.

Los ojos de Leander me miran por unos segundos y luego se pierden en el callejón. Esos ojos que han visto enormes cantidades de sangre y peores cosas que aun no tengo ni la menor idea de qué podrán ser y no sé si quiera saber o si sea capaz de escuchar sin derramar lágrimas—. No, después de unos años se olvidarán de nosotros, cambiaremos de identidad y cada quien por su lado.

Pienso en lo que ha dicho con más profundidad, en algunos años... ¿Cambiarnos el nombre? Imagino una pequeña casa en la mitad de la nada siendo habitada por yo y mi hermana, ambas con distintos apelativos, diferentes formas de vestir y de vivir. Mientras que Leander... No sabremos nada de él, desaparecerá tan rápido como llegó a nuestras vidas, probablemente siga su vida de criminal y continúe con su camino a un país muy lejano en donde nadie sepa su nombre. El futuro me da escalofríos que recorren mis brazos y columna vertebral, si las brujas fueran capaces de ver el futuro no me gustaría verlo.

—¿Lillai? —Eliza me llama, yo la miro con cansancio—. ¿Te duele algo? Si te sucede cualquier cosa deberias de decirnos, no te quedes callada —mi hermana entrometida vuelve a salir de las sombras y la Lillai callada también, solo niego con la cabeza y salgo del callejón, haciéndoles entender que podemos seguir con nuestro infinito camino, del cual, ya estoy cansada.

Ambos me siguen y no tardan en llegar a mi lado. Leander me mira de reojo, no puedo entender lo que significa su mirada prudente, así que decido solo centrarme en ver el suelo. La arena se combina con mis zapatillas desgastadas y desbaratadas, no me gustaría seguir hurtando, ya he robado mucha comida y la culpa me come todos los días así que no quiero robar un par de zapatos tampoco. El largo y bien formado brazo de Leander detiene mi cuerpo; alzo la cabeza con lentitud y lo miro confundida al ver que me ha parado en mi lugar, pero él no me ve a mi, sino a algo o alguien que tenemos al frente...

Vuelvo mi vista y el gorro de mi capucha abandona mi cabeza con el repentino salto que ha hecho mi cuerpo. Son una banda de pandilleros comunes que nos observan como si fuéramos carne fresca, los siete hombres que tienen más tatuajes que musculatura se ponen de pie—. ¡Pero si es verdad! La bruja está aquí... —habla uno que tiene dientes plateados—. Y trae al famoso Leander consigo —sus ojos saltones van de Leander a mi hermana—. Y a una atractiva chica —se lame los labios de una forma asquerosa que solo hace que se me revuelva el estómago—. Atrapen a los tres y... —mira a Eliza—. Guarden a la bella chica, se ve muy buena, seremos millonarios si la vendemos —todos los hombres se ríen... Nadie se mete con mi hermana menor.

Aparto el brazo de Leander bruscamente, éste saca dos armas de fuego, tiene una en cada mano y apunta a los tipos con ellas—. ¿Atraparme? ¿A mí? —escucho la furia y destreza en su firme y grave voz—. ¡Deben de estar jodiendo! —ninguno se mueve al ver que el asesino está a punto de presionar los gatillos—. Mi puntería nunca falla... —el sonido cuando dispara ha sido uno de los más altos y agonizantes que he escuchado, la bala impacta con el brazo de uno, éste grita y la sangre comienza a inundar su camisa azul. Cae de rodillas mientras sufre el dolor y la sangre brota sin control—. Y las próximas estarán dentro de sus cabezas... —su siniestra voz me hace saber que está a punto de asesinar frente a nosotras a siete hombres que comienzan a sacar sus propias armas, así que antes de que puedan hacer cualquier cosa preparo mentalmente a mis demonios para que puedan salir.

—No te atrevas a disparar una vez más, si lo haces, matamos a la chica —me señala uno de los hombres con su pistola. Lo amenazan de nuevo y esto solo empeora su humor.

El miedo recorre mi cuerpo, despertando a mis poderes con facilidad. Levanto ambas manos y con la vista nublada, por la adrenalina, levanto a los siete hombres en el aire. Todos dejan caer sus armas y sus rostros decisivos son reemplazados por el puro terror, estos se mueven como gusanos fuera de la tierra y cuando comienzan a gritar groserías hago que todos cierren la boca con solo un movimiento de dedos. No soportaré mucho estar así, entonces actúo rápido—. No les dirán a nadie sobre si estuvimos aquí o no —hablo con fuerza—. Van a actuar como si no nos hubieran visto y seguirán haciendo lo que siempre hacen —mis manos tiemblan—. Y así estarán con vida...

Leander me interrumpe—. Ninguno de estos idiotas merece vivir —nunca había presenciado tanto odio por parte de Leander, la furia es emanada hasta por sus orejas, lo miro y veo cómo se prepara para disparar. Sus ojos son oscuros y una sonrisa malévola decora su rostro. Está ansioso por ver sangre.

—No por favor Leander —le ruego, mi voz comienza a fallar—. No lo hagas —prolongados espasmos musculares recorren mis brazos y mi boca se seca.

—¡Cometieron un gran error bastardos! Si se meten conmigo, son hombres muertos.

Sé lo que va a suceder, así que bajo ambas manos haciendo que ellos caigan al suelo. Todo sucede con rapidez, el gatillo es presionado muchas veces y lo único de lo que soy capaz de hacer es de lanzarme al suelo para abrazar a Eliza y cubrirle los oídos para que no escuche tanto la masacre que ocurre detrás de nosotras, el olor a pólvora me hace querer vomitar y ha disparado tantas veces que pierdo la cuenta. Tiemblo y hasta este momento me doy cuenta de que estoy llorando, sí, eran malas personas, pero yo quería salvarlos de la muerte con solo una pequeña amenaza. Eliza tiembla bajo mi abrazo y se sujeta con fuerza de mis brazos.

Cuando todo acaba llega nada más que el silencio, no pienso voltearme para buscar a Leander con la mirada ya que si lo hago también veré la sangre y todos sus cuerpos—. Dejar con vida a estos desgraciados hubiera sido como lanzarse hacia una bomba, la vida de esos hombres era un error —cuando siento su mano sobre mi hombro suelto un enorme sollozo que me deja sin aire—. Tenemos que irnos, personas tuvieron que haber escuchado los disparos —Leander nos sujeta a ambas por los brazos y a la fuerza nos pone de pie—. Cierren los ojos si no quieren ver el desastre.

Y así lo hago, me hundo en la profunda oscuridad. Camino con torpeza, pero el hombre se asegura de que no vaya a caer o tropezarme con uno de los cuerpos... Si me siento así por escucharlo matar a personas no quiero imaginarme que será de mí si lo veo con mis propios ojos quitarle la vida a alguien. Cuando ya podemos abrir los ojos y estamos lo suficientemente lejos de los muertos me coloco de rodillas y comienzo a vomitar bilis, mi garganta se quema y puede que vomite hasta mi propio estómago de lo enferma que me siento. Y sé que probablemente vea este tipo de casos muy a menudo ya que camino al lado de un asesino, pero no se si podré vivir tranquila con lo que escuché unos minutos atrás.

—Ya ya Lillai —Eliza acaricia mi espalda y yo dejo de regar líquido por el suelo—. Si Leander lo hizo es porque lo creía necesario debemos de aceptarlo —siento como su mano aún tiembla.

Mis dientes entrechocan como si tuviera frío, pero es la tarde y hace mucho calor, giro mi rostro y veo a Eliza—. No puedo Eliza —niego con la cabeza y otra arcada sale de mis labios para comenzar a vomitar de nuevo, mis lágrimas se combinan con el líquido espeso en el suelo.

—Hazte a un lado —Leander aparta a mi hermana de mi y él toma su lugar—. Mírame —ordena. Yo niego con la cabeza, mi rostro se desfigura y comienzo a llorar, no sé si lo pueda ver a la cara después de todo eso, necesito tiempo y espacio para pensar sobre lo ocurrido—. Que me mires —habla de una forma más severa. Yo entre temblores lo miro con ojos cristalizados—. Tenía que hacerlo.

Un jadeo escapa de mis labios—. No —tiemblo con más fuerza, no sé si sea capaz de ponerme de pie cuando mi cuerpo se mueve de esta manera incesante.

—No quieres saber lo qué hubiera pasado si no lo hacía —me toma por los hombros—. Es necesario que te calmes, se que es mucho que digerir pero que estés así no funciona, ponte de pie —me fuerza a ponerme de pie, pero como yo lo tenía previsto se me es difícil, así que caigo sobre su pecho y sigo llorando, éste me sostiene por la cadera—. Ya ha pasado Lillai —me sorprendo ligeramente cuando me murmura al oído—. Hay que movernos, no podemos quedarnos aquí —me separa de su cuerpo pero con un brazo me sigue sosteniendo por la cintura—. Sostente de mí.

Y seguimos con nuestro camino, dejando atrás a siete muertos y llevándonos con nosotros su sangre...

(...)

Mis dedos se deslizan y trazan los rostros de mamá y papá, veo la pequeña fotografía en blanco y negro con adoración, era el cumpleaños de Eliza, nuestros padres sonríen y nosotras dos nos reímos sin saber que nos estaban tomando una foto... Gracias a Dios teníamos una cámara, no todos eran lo suficientemente suertudos como para tener una, pero era tan vieja que con los años se deterioró; hasta ya no poder funcionar más. Sus rostros son lo único que me mantienen a flote y aún más esta noche, me acurruco contra la pared de madera y me quedo hipnotizada con la imagen entre mis dedos.

Siento como Leander se sienta a mi lado, primero veo a mi hermana dormida con la cabeza sobre mis piernas, nos encontramos en el interior de una carreta vacía, no hay mucho espacio, así que por esta razón Eliza duerme sobre mí. Después miro a Leander, se mantiene sereno y pensativo, la pequeña luz de la vela se mueve con la brisa, pero aún no se apaga. Gracias a la iluminación puedo ver sus expresiones.

Aclaro la voz—. ¿Quieres ver a mis padres? —rompo el bloque de hielo con mis palabras.

Éste me mira, debe de estar preguntándose el porqué aun no soy capaz de odiarlo después de lo que hizo, pero no puedo despreciarlo... Imágenes del suceso regresan a mi memoria pero yo las borro cuando veo de nuevo los rostros de mis padres—. Sí —responde, por un momento pensé que su respuesta sería un rotundo ''no''.

Yo le entrego la fotografía y él se queda viendo la imagen con profundidad, sus ojos analizan el pequeño recuerdo y yo me pregunto en qué debe de estar pensando ¿En la familia que no tiene? Nunca lo sabré—. Soy adoptada, por eso no me parezco a ninguno... —hablo sin apartar los ojos de nuestros rostros que se han detenido en el tiempo.

—No... Eso lo sé, creo que es un poco obvio —silencio—. Pero aunque lo seas, tu sonrisa se parece un tanto a la de tu padre —señala con dos dedos ambas sonrisas—. ¿No te parece?

Una sonrisa se me escapa, es lo mejor que he escuchado en todo el día o incluso en toda la semana. No me gustaba no parecerme a mis padres, me sentía fuera de lugar; perpetuamente pensé que era la oveja negra de la familia, entonces, que sea capaz de ver una similitud en nuestros rasgos me hace muy feliz—. ¿Eso crees? —mi sonrisa se ensancha y mis ojos se achican.

—Si —me devuelve la fotografía—. Se ven muy unidos, ya veo porque los extrañan con tanta abundancia —apoya los brazos sobre sus rodillas y un escaso olor a cerveza hace su camino hasta mis fosas nasales, debió de estar tomando hace poco.

—Lo somos... —susurro para mí misma—. Gracias... Por decir que mi sonrisa se parece un poco a la de mi padre —guardo la imagen en su lugar y lo veo a los ojos. A pesar de haber pasado por tanto el día de hoy no luce agotado, siempre está alerta a cualquier cosa, su modo de estar alerta es digno de su alto puesto en el mundo de los asesinatos. 

Éste asiente con la cabeza y se pierde en mis ojos una vez más, es una extraña sensación que me mire de esta forma a veces... Se siente cálida. Casi puedo decir que me siento ya familiarizada con sus contemplaciones, también lo hago de vez en cuando, quedarme quita observando sus ojos, tal como lo estoy haciendo ahora.

—Descansa Lillai, luces agotada —suelta un suspiro que mueve la pequeña llama de la vela.

Trago con fuerza, lastimando mi garganta, puedo presentir las pesadillas que se avecinan... El sonido del gatillo y el olor a pólvora. Me regreso en el tiempo y de nuevo estoy en la escena del delito que le costó la vida a siete personas para nada inocentes, siento que me cuesta respirar, que ya mis pulmones no sirven de la misma manera y por eso mi corazón se acelera contra mi pecho de una forma impaciente, lo siento latir contra mi cráneo... Hasta que regreso a la realidad—. No... creo ser capaz de dormir aun —le confieso con el corazón sobre mi mano, la sangre se escurre por mi brazo y cubre mi tez blanquecina hasta hacerla roja.

Me ojea—. ¿Qué tanto pasa por tu cabeza? —su susurro mueve todos los órganos dentro de mí ¿Es tan notable que pienso mucho las cosas?

Mis labios se secan y otra diminuta brisa mueve un poco mi cabellera, esta se atraviesa en mi campo de visión, aparto mi cabello—. No puedo dejar de pensar en lo que ha pasado hoy —se lo confieso sin miedo a que me juzgue—. El bullicio no se detiene y es como si mi alma abandonara mi cuerpo y me llevara de vuelta a aquel momento que tanto deseo olvidar —mi ceño se frunce—. ¿Así se siente? —lo miro.

Sus rasgos se vuelven confundidos, éste no ha entendido mi pregunta—. ¿Así se siente qué?

Eliza se revuelve un poco, pero es una falsa alarma, sigue dormida—. ¿La primera vez que presencias un asesinato? —susurro más bajo de lo normal, mi voz se pierde con el viento y la arena que este levanta.

No me esperaba una respuesta de su parte, imaginé que me respondería cualquier grosería o me mandaría a dormir casi que de inmediato, pero él me habla—: No sé la diferencia entre los sentimientos de matar a alguien o presenciar su muerte sin intervenir —su rostro se gira y me penetra con brío—. Son emociones muy distintas.

Esta noche vivo lo frío que está su corazón y lo muerta su alma, presencio la falta de amor pero la violencia en abundancia; me detengo en seco, pero no por miedo, sino por como me impactaron sus palabras. Se siente como si me lanzaran miles de piedras al pecho y me patearan el estómago, una profunda tristeza me inunda y ya no me importa saber la diferencia entre ambas cosas, recuerdo las cicatrices de su espalda, lo profundas que eran y cómo reaccionó calmado ante la situación que vivió. Leander... Mis ojos se cristalizan y no sé en qué momento me he movido, pero he tomado su cálida mano con la mía—. Leander...

—¿Estás llorando? —sus ojos, que hace unos segundos parecían dos abismos, se han convertido en luceros; hace una mueca con sus labios—. ¿Ahora qué he dicho para que te pongas a gimotear?

Niego con la cabeza—. Solo quiero decir que siento mucho por todo lo que has tenido que pasar como para poder asesinar a tantas personas —estrujo su mano y lo veo a los ojos.

Éste solo me observa en silencio, no me dice nada, solo me mira; aparto mi mirada de la suya y la dejo en la oscuridad que nos rodea con la misma intensidad que el silencio. Pasan las horas y me quedo dormida sin aún soltar su mano.

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